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Antes del café (Capítulo 4): El hermano y la mejor amiga
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Versión de Braulio: 

Estaba consciente de que lo que acababa de suscitarse fue terrible, pero, viendo semejante monumento frente a mí, insinuando pasar un excelente rato, no pude evitar prenderme de nuevo.

Ingrid se aproximó más a mí, puso un pie sobre el sofá y se agachó de forma que pudiera apreciar sus grandes pechos colgando, viéndose muy atractivos en su traje de secretaria.

De esa manera, comenzó a bailar eróticamente, flexionando sus rodillas de modo que su entrepierna chocase con la mía una y otra vez suavemente y procurando golpear mi cara con sus pechos. Yo me apuré a extraerlos de su empaque, retirando el bolero y la blusa, dejando el brasier para disfrutar de la vista.

Ella se dio la vuelta, tomó asiento en mis piernas y con movimientos sexys me restregó su culo. Cabe aclarar que yo seguía con el pantalón puesto. Mi verga de por sí ya estaba bien levantada, así que tomé a Ingrid de su cintura y ayudé a que sintiera mi poderosa presionando su cola.

Simulando la penetración, pero aún con ropa, Ingrid aceleró sus meneos y yo la impulsaba para que rebotara contra mi pene. Sus gemidos eran de esperarse. Inmediatamente después, ella se puso en pie, me empujó con sus manos para acostarme en el sofá y se colocó sobre mí, piel con piel, creando un 69.

Mientras ella desabrochaba mi pantalón en busca de mi pene, levanté su falda, bajé su tanguita y me comí su coño a besos y lengüetazos. Ingrid desenfundó mi espada y se la metió toda a la boca varias veces, casi ahogándose. Después de su blowjob, no resistió confesarme su gusto y me hizo saber la hora.

-Me fascina tu pija, está perfecta, como me gustan. Es momento de follar.

Entonces ella quitó su trasero de mi cara y lo llevó hacia mi pelvis, dándome la espalda. Tomó mi pene, golpeó con él su clítoris repetidamente, lo frotó con sus labios vaginales y, finalmente, metió mi glande en su cavidad vaginal.

Ambos gritamos. Poco a poco, mi verga fue entrando totalmente en su concha. Ingrid disfrutaba el dolor.

– ¡Ay, ay, ay! ¡Está bien grande! ¡Mmmm!

Con mi pene en su interior, colocó sus pies sobre el sofá para dar inicio a una serie de leves sentones. Su coño estaba bastante apretadito, o tal vez eso se debía a lo gruesa de mi herramienta.

Excitado por ver cómo Ingrid se esforzaba por darse duro contra mi ingle, le di cortésmente unas fuertes nalgadas que la prendieron más. Amé los movimientos tan calientes de sus caderas y su rizado cabello ondeándose. Ella se detuvo para quitarse toda la ropa y desnudarme por completo para seguir montándome.

Cada vez más aumentaba la velocidad y la intensidad con la que se ensartaba mi verga en su coño, mientras frotaba arduamente su clítoris. Manteniéndose constante durante unos minutos logró chorrearse.

Ingrid gritaba y jadeaba de placer y cansancio, el sudor le escurría por la espalda. Entonces me enderecé y le hablé al oído.

-Excelente orgasmo, preciosa. Ahora me toca premiarte más.

Afirmé mis pies en el suelo y la cargué sin dejar de penetrarla por atrás, con sus piernas abiertas. Cuidadosamente, la llevé hacia la piscina de jacuzzi. Estando mis pies dentro del agua, bajé los de ella y así, parados, empecé a cogérmela, impactando mis muslos contra sus glúteos. Ingrid inclinó la espalda y me hizo saber lo fantástico que sentía.

– ¡Sí, papi! ¡Ay sí, sí, sí! ¡Me encanta tu rica verga en mi coño!

Le di duro por algunos minutos. Ella se hincó y volvió a chuparme el miembro. El agua le llegaba a los hombros y me excité de forma exorbitante al ver sus ojos mirándome. Colaboré sujetando su cabello y desplazando mi verga hacia adentro y afuera de su boca. Después se levantó, pegó su cuerpo al mío de frente, acarició mi pecho de arriba hacia abajo y me serenó.

– No vayas tan rápido, corazón. Hay que gozarlo.

Caminé de reversa pegado a ella, tomé asiento y sumergí un poco mi cabeza. Cuando la saqué del agua, Ingrid se acercó y me besó en la boca al mismo tiempo que adosó su cuerpo al mío y trató de introducirse mi pija.

Entramos en un momento de relajación, aunque seguía un poco sorprendido de que me haya besado. Ingrid seguía intentando meterse mi pene dando leves brincos y no aguantó el querer averiguar lo que yo estaba sintiendo.

– ¿Te está gustando, cariño? -preguntó.

-La que me está gustando eres tú -respondí con un suspiro.

– ¡Ay, ya se me clavó! -exclamó al encajarse mi herramienta y siguió hablando entre ligeros sentones, gemidos y jadeos-. Papi, solo no inventes cosas que no. No soy más que tu pareja sexual en estos momentos. A menos de que quieras que lo sea de ahora en adelante.

– ¿Te gustaría que así fuera? -dije a modo de propuesta.

– ¡Uh, sí! -gimió y aceptó-. Pero no quiero nada amoroso.

– ¿Y por qué me besaste? -externé mi duda.

– ¿Acaso no puedo hacerlo? -cuestionó-. Fue para calmar un poco tu energía. Si eso te confunde no lo haré otra vez.

-Puede que haya sido eso -comenté-, pero si vamos a ser pareja sexual necesito no involucrar mi corazón y verte como un objeto sexual. ¿Eso te gustaría?

-No necesariamente -contestó-. Yo me estoy enamorando de la forma en que me coges. Esta experiencia está siendo como ninguna para mí desde el primer instante en que pisé esta habitación. No significa que me estoy enamorando de ti. Podemos tenernos toda la confianza del mundo, pero debemos de ponerle límites a nuestros corazones. ¿Comprendes?

-Sí, pero necesito tu ayuda para esto -insistí.

-Cuentas con ella -expresó y puso una teta en mi boca para callarme.

Ese tiempo fue de plena relajación y vibraciones corporales tenues, como cuando se disfruta una taza de café bien caliente, bebiéndolo lentamente. Así era como estábamos follando en esa posición. Después de varios minutos en ese ambiente, dejó mi sable dentro de su cuca y se puso complaciente.

– ¿Tienes alguna fantasía en particular que quieras realizar? -preguntó.

-Ya has cumplido varias, hermosa -contesté-. Permíteme cumplir las tuyas.

-Las mías se están llevando a cabo en este preciso momento -reveló-. Hacerlo con el hermano de una de mis amigas y qué mejor que con el de mi mejor amiga. También coger con un vergón de más de veinte centímetros.

-Veintidós para ser exactos -presumí.

– ¿¡Cómo ninguna de tus novias se dio el lujo!? -respondió asombrada-. ¡Qué desperdicio!

-Pienso lo mismo -enuncié

-La tienes fenomenal -expresó halagándome-. Aparte aún no te has venido y quiero conseguirlo, pero tú indícame cómo se te apetece que lo haga.

-De eso me encargo, mami -dije entretanto la tomé de la cintura para zafarle mi pene-. Lo que deseo es tener un recuerdo visual de esta primera vez ¿me lo concederías?

-Por supuesto, papi -consintió-. Hay que grabar hasta que eyacules, te presto mi teléfono.

Luego de un chapuzón, Ingrid se puso su falda, fue por su celular, me lo prestó y se sentó en la cama. Entonces, comencé a grabar la escena. Ingrid hizo gestos de antojo al morder sus labios mientras caminaba hacia ella.

Estando de pie, coloqué mi pene en sus labios, ella lo besó y comenzó a succionarlo demasiado rico, provocando mis gemidos.

Ella no quitaba la mirada de la cámara, aunque la moviera para captar distintos ángulos. Eso me hizo creer que ya tenía experiencia en la pornografía y, sin duda, sabía que disfrutaría tanto de ver el video una y mil veces.

Posteriormente, Ingrid se colocó en cuatro. Primero deslicé mi pito por fuera de su faldita, luego alcé su prenda y froté mi miembro entre sus nalgas. Sin esperar más, la dejé ir toda dentro de su pucha.

La velocidad subió de moderada a rápida. Los aplausos sonaban fuertes, así como sus gritos y gemidos. Tuve que quitarme debido a la incomodidad de sostener el celular. Encontré un buró dónde apoyarlo y volví rápido a penetrarla de perrito, ahora los dos arriba de la cama.

Quería que el video durara mucho más, pero la posición, la vista de su culo, sus gemidos y sus movimientos para ensartarse mi pija me metieron en apuros. Pronto, le indiqué que me iba a venir. Ingrid se hincó rápidamente y, chupando desenfrenadamente mi pene, se tragó demasiados mililitros de mi leche calientita.

Después de seguir mamando, Ingrid retiró mi falo de la boca. Amé haber observado cómo le escurría mi leche por la barbilla y más cuando ella, con una sonrisa en su rostro, sacó su lengua para recoger las sobras de sus labios y de mi glande.

Fue espectacular. Pero no pude evitar disculparme y comenzó una charla muy interesante.

-Perdona que el video no pudiera durar ni diez minutos -me excusé-. Te movías tan rico y mi placer llegó a su punto máximo con tus ruidos y movimientos. Quería probar más posiciones y hacerte un anal.

– ¡Tranquilo! -replicó Ingrid-. De hecho, fue suficiente por hoy ¿no crees? Llevamos como tres horas desde que llegué con Azucena.

-Sí, pero quisiera haberte mostrado más -contesté.

– Ya habrá otra ocasión. Además, ¡eres excelente a la hora de follar! -juzgó ella-. Tu defecto es que dices muchos peros. Puedo ayudarte a cambiar muchas cosas para que te conviertas en un hombre con una personalidad sexualmente atractiva. Después no seré solo yo, sino varias parejas sexuales las que tendrás, sin recurrir a contratar sexoservidoras.

-Encantado de recibir tu apoyo, Ingrid -agradecí-. Te ofrezco una ducha juntos en la regadera ¿gustas?

– ¡Así me gusta! -exclamó-. Estás iniciando muy bien.

-Tengo mucha curiosidad por saber de ti -le declaré mientras caminábamos hacia el baño.

-Adelante, interrógame -consintió.

– ¿Por qué decidiste trabajar de escort? -pregunté.

-Aunque no lo creas, también es mi primera vez -respondió mientras se quitaba la falda-. Soy adicta al sexo y cada vez busco nuevas experiencias. Aparte, soy amante del dinero, aunque eso no significa que sea descortés.

– Espera, ¿qué no trabajabas con mi hermana? -volví a cuestionar.

-Sigo con ella en la empresa, pero soy ambiciosa en todos los sentidos -contestó.

-Sí se nota -dije admirado y continué con la entrevista después de abrir la llave del agua caliente-. Háblame de ti. Mi hermana apenas me hace saber de tu existencia.

-Pues tengo veintiocho años, soy queretana -comenzó a presentarse mientras se duchaba conmigo-, licenciada en derecho, maestra en derecho laboral, independizada desde los dieciocho, desvirgada desde los catorce, soltera, sin hijos. ¿Algo que me falte?

– ¡Qué interesante! Y ¿qué te trajo a Puerto Vallarta? -pregunté.

-La calentura -inició su anécdota mientras se atrevió a enjabonarme-. A mis veintidós años, recién egresada, trabajé en un buffet de abogados. Uno de ellos me coqueteó, cogimos y me ofreció vivir en su casa que tenía aquí. Acepté con la condición de que me recomendara laboralmente. Fue generoso conmigo, pero eso sí, era su esclava sexual cada que venía a visitarme, ya que tenía esposa e hijos en Querétaro. Luego generé ingresos, pagué mi maestría y hace tres años le compré su casa. Eso significó el fin de nuestra relación de amantes para él.

– ¡Impresionante! -admití-. Desearía seguir tus pasos, pero no creo que exista una mujer realizada que busque aventuras sexuales con un joven.

– ¿Y yo estoy pintada o qué? -presumió-. Ya te dije que no pongas peros, querido. Con esa herramientota y tu creatividad puedes tener a tus pies a las que quieras. Maduras, extranjeras, modelos, actrices porno, celebridades. Solo date a conocer con mucha seguridad.

-Tendrás que ayudarme mucho -reiteré en lo que Ingrid cerró la llave del agua. Luego de secarnos, fuimos hacia la cama para vestirnos. Destapé la botella de champagne, bebimos un poco y continué con la plática-. Ahora dime, ¿quién era Itzel y quién Andrea?

– ¡Jaja! ¿No es obvio por las iniciales? -dijo Ingrid en medio de risas.

-Lo supuse, jaja -contesté riendo-. Y ¿quién fue la de la idea?

-Si conoces bien a tu hermana sabrás la respuesta -trató de darme la pista.

– ¿Te digo algo? Ya la desconozco -me sinceré-. Seguro te contó todo. Hoy conocí su lado pervertido. No sabía que era así y ¡mira! Coincidimos sin quererlo, le hice un oral, ella me lo hizo a mí y por poco la penetraba sin saber quiénes éramos.

– ¿Y a ti te hubiera gustado follarla? -cuestionó de manera insinuante-. Yo guardo muy bien los secretos de los demás.

-Siéndote honesto, me hubiera encantado -reconocí-. Desde la mañana, cuando la descubrí en fachas de colegiala, se me antojó tener un polvo con ella. Ahora es mi fetiche.

– ¡Eso sí que es extraordinario! -dijo asombrada mientras tomaba su bolso-. Respondiendo a tu pregunta, yo fui la de la idea. Tu hermana no tiene iniciativa y eso sí debes conocerlo de ella. Mira, por ahora, permite que ella medite en lo que pasó, deja que se tome su tiempo y después, le propones coger. Yo te ayudaré, lindo. ¿Dónde está mi teléfono? Tengo que retirarme.

-Gracias. ¡Cierto! Se quedó donde lo coloqué -fui por su celular, que seguía filmando y detuve la grabación-. Cuando puedas me envías el video, reina.

Le entregué su celular junto con unos billetes por su agradable atención. Ella los aceptó contenta y se retiró del hotel. Minutos después, siendo las 5 de la tarde, tomé mi mochila y procedí a abandonar el hotel.

Llegué a las 6 a casa y desde ese momento, Azucena no quitó los ojos de mí y me apenaba, pues parecían ojos acusadores, así que esquivé sus miradas. Después de comer, me encerré en mi recámara.

Al día siguiente, mi hermana y yo coincidimos en la cocina a temprana hora, pero decidí mejor no tomar el café y salí hacia la universidad con tal de evitar que se incomodara con mi presencia.

Versión de Azucena:

Me encontraba en la cama de mi cuarto, sollozando, pero sin que llegaran a aparecer las lágrimas. Mi voz sonaba quebrada al hablar conmigo misma. No obstante, no se debía a tristeza, o como dije, al sentimiento de culpa o suciedad, sino que era por coraje. Sin dejar pasar más tiempo, comencé a autocriticarme.

– ¡Eres una estúpida, Azucena! ¿No dijiste que si tu hermano era capaz de hacerte sentir increíble se lo permitirías? ¿Acaso no te produjo un orgasmo? ¿Por qué te comportaste así? ¿Por qué?

Mis lamentos se basaban en múltiples repeticiones de la pregunta “¿por qué?”. Creía que lo hice porque estaba muy enojada con él o porque no era el lugar ni el momento adecuados. Sin embargo, eran mentiras. La verdad es que, inconscientemente, hice lo que cualquier hermana común y corriente hubiera hecho en esa situación.

Instantes después, eché a un lado la ira y comencé a recordar los momentos previos, sus manos erizando mis vellos, sus revoltosos labios y su pícara lengua, su trozo de carne gigante poniéndome la piel de gallina y sus movimientos quemándome viva. Tan rápido como pude introduje mi mano bajo mi falda y comencé a tocarme. La tanga no era ningún estorbo, era como hilo. Mis gemidos lo declaraban todo.

– ¡Ay, Braulio! ¡Sigue así, hermanito! ¡Me encanta tu grandísima verga! ¡Métela toda!

Me estaba masturbando intensamente para obtener un orgasmo, sin embargo, se me ocurrió una mejor idea.

-No te apresures. Hazlo despacio. Espero que dentro de no muy poco entre Braulio a la casa y me encuentre así para incitarlo.

Transcurrieron las horas y lo único que obtuve fue cansancio. Me preguntaba si mi hermano habrá llamado a otra prostituta, sin haberse preocupado por mí. Mis padres estaban por llegar, así que me puse ropa cómoda y guardé el atuendo de secretaria.

Siendo las 5, el ruido de unas llaves abriendo el cerrojo de la puerta principal me levantó enseguida. Pero me desilusioné al ver que eran mis padres. Creí que realmente a mi hermano no le importé, o simplemente comenzó a sentir desprecio por mí.

Me senté con ellos a la mesa para comer y me preguntaron cómo me fue en el trabajo, les mentí diciéndoles que me fue muy bien. Daba a notar mi desánimo, pero por obvias razones, no les comentaría el motivo, mi excusa fue un dolor de cabeza.

El reloj marcó las 6 y mi hermano entró por la puerta mientras seguía comiendo con mis papás. Braulio se sentó a comer. Yo no dejaba de mirarlo escondidamente, pero él evadió todos mis vistazos. Terminando la comida, se encerró en su cuarto y me quitó la oportunidad de espiarlo. Ineludiblemente, se había convertido en mi parafilia.

Me desperté a las 7 como siempre y estaba impaciente por encontrarme sola con mi hermano, pero antes de tomar el café, él se retiró.

Así fue como eludimos el tema durante un año.

CONTINUARÁ…

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