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Antes del café (Capítulo 3): Escándalo en el penthouse
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Versión de Azucena:

El corazón me palpitaba velozmente al sentir tremenda verga rozando mi trasero. Dejé caer mi bolso, poco a poco me empiné y restregaba lentamente mi cola en su pija haciendo movimientos en círculo. Era de esperarse que la voz de Ingrid se escuchara, perdida en medio de la oscuridad.

– ¿Amiga?

Quise hablarle, pero en ese momento, el caballero colocó sus manos en mi cintura y me dio unos arrimones con movimientos muy calientes y duros. Después, sentí una de sus manos subiendo delicadamente mi faldita de secretaria, tallando desde mi muslo hacia arriba y, con un solo dedo, deslizó mi tanga hacia abajo, pasándolo en medio de mis nalgas. En cuestión de segundos, sentí su boca besando mi cuca. No pude evitar gemir.

– ¡Mmmm!

Nunca en mi vida de más de un cuarto de siglo de innumerables experiencias sexuales me habían dado una sorpresa que me prendiera en llamas como la que estaba empezando a vivir en ese momento. Sentí que sería imprudente pedir que se encendiera las luces o que desplegara las cortinas, solo para saber dónde se encontraba mi amiga. No obstante, creía que era buena idea, por si acaso era alguien conocido de mis padres o de la empresa y quisiera quitarme el antifaz.

Mientras disfrutaba el oral, dejé estirada mi mano hacia el frente por si Ingrid pasaba frente a mí y en cuanto toqué su mano la jalé levemente, pero al instante, el hombre dejó de mamar mi concha. También sentí que Ingrid soltó mi mano de manera brusca y oí que gritó fuerte y sensualmente justo a un lado de mí.

– ¡Ay!

Mi cuerpo y el de Ingrid chocaron el uno con el otro. El varón había empinado a mi amiga de forma ruda pero excitante y la colocó a mi derecha. De pronto, sentí que uno de sus dedos se introducía en mi vagina y me frotaba por dentro, por lo cual gemí suavemente, mientras que mi amiga dio voces implorantes.

– ¡Qué rico chupas mi coño! ¡Así, mi vida! ¡No pares!

Deduje que le hizo lo mismo que a mí, sin duda afirmé que era todo un macho experimentado. Minutos después, sacó su dedo dentro de mí y tomó mi cintura con una sola mano. De este modo, me llevó pegada a su cuerpo y al de Ingrid, caminando despacio hasta que sentí la comodidad de una cama.

Rápidamente, busqué su pija con mi mano y la sostuve, él hizo todo lo posible por echarse a la cama, a pesar de que mi acción se lo estaba impidiendo. Al notar que se había acostado boca arriba, comencé a masturbarlo. Emití un gemido por el simple hecho de palpar lo muy larga que la tenía. Entonces, Ingrid, quien ya se había separado de mí, volvió a suplicar cosas lascivas.

– ¡Uy, amor! ¡Me encanta como te comes mi pucha! ¡Sigue, sigue! ¡Más, más!

Supuse que mi amiga había puesto su vagina sobre la cara de nuestro cliente. No era la primera vez que hacía un trío con mi amiga, pero nunca la había escuchado tan impetuosa. Motivada al escuchar las expresiones de placer de Ingrid, comencé a lamer la enorme víbora del muchacho, ¡Sí que era colosal!

Sin demorarme más, metí la punta de su sable en mi boca para succionarla, meterla y sacarla. No evitaba gemir al mismo tiempo que se la pulía, imaginando que después la introduciría en mi vagina. Me puse mucho más cachonda, empecé a tocarme el clítoris y procuraba que se escuchará fuerte el ruido producido por la succión de su herramientota.

Deseaba meter toda su verga en mi boca y no dejé de intentarlo hasta lograrlo. Quería saber que estaba disfrutando de mi garganta profunda y mi manera de mamarla, sin embargo, él no producía ningún sonido.

Pasó un rato considerable, estaba haciéndole una rusa y al mismo tiempo le besaba y chupaba el glande, pero yo ya estaba bien caliente y me preparé para sentarme en sus piernas y meter su pene en mi concha, pero después de tantos gritos intensos, mi amiga me dirigió la palabra.

– ¡Amiguita! Te cambio el lugar ¿sí?

Ingrid quería tragar verga y no me quise oponer, así que intercambiamos la estafeta. Me aproximé a la cara del vergón, me saqué una teta de la blusa y se la puse en su boca. Normalmente, no siento gran excitación cuando intentan estimularme a través de mis pechos, pero él los trató sabroso, erizó la piel de mis clavículas con un rico chupetón y succionó deliciosamente mis pezones, en pocas palabras, supo calentar más la fogata.

Luego me despojé de mi falda y me senté en su cara, dándole la espalda a Ingrid. Sentí su lengua como de seda recorriendo mis paredes vaginales internas, lo cual hizo que gritara de placer, agarrara su cabello y le pidiera más. Pero después, él dejó de mover su lengua, así que comencé a prensar su cabeza con mis muslos.

De pronto, él volvió a mover su lengua más rápido y me propinó unas fuertes nalgadas. Además, con su otra mano acarició mi clítoris. Esto sumado a mis ligeros saltos y tallones en su boca, provocó que me viniera.

Salían manantiales de mi vagina directo a la boca del hombre. Amé que no se quitara y recibiera mis fluidos. Tomándome de la cintura, comenzó a lamer mis labios vaginales que, para entonces, estaban ardiendo. Me estaba deshaciendo en suspiros y gemidos acompañados de temblores corporales y exclamé a gran voz.

– ¡Me hiciste correrme muy rico, papi!

Momentos después, la luz se encendió y miré hacia abajo.

Versión de Braulio:

El corazón me palpitaba velozmente al sentir tremendo culo tocando mi pene. Ella se empinó y restregó su trasero hacia mi verga, dándome unas suculentas sobadas. Sus gemidos me prendían poco a poco, pero me recordaban extrañamente a los de mi hermana que escuché en la mañana, quise ignorarlo, pero no pude.

Coloqué mis manos en su cintura para seguir intimidándola al rozar su cola con mi pene y darle arrimones cada vez más duros. Noté que ambas traían un sexy atuendo de secretaria cuando las observé por la merilla, por lo que comencé a subirle la falda y quitarle la tanga a la dama que tenía dispuesta a mi pelvis y, a continuación, me agaché para darle besos a su rica vagina.

Simultáneamente, la otra chica, perdida en la oscuridad, llamó a su amiga y escuché que estaba aproximándose. En cuanto percibí su presencia cerca de mí gracias al sonido de sus zapatillas, interrumpí el oral que le estaba practicando a la primera chica, tomé con alevosía a la otra jalándole el cabello y la empiné de forma ruda para repetir con ella el procedimiento que apliqué con la primera.

Para no descuidar a la primera chica mientras me ocupaba con la segunda, le introduje el dedo medio de mi mano izquierda y lo froté dentro de ella. Los gemidos y frases guarras de ambas me enloquecían.

Era increíble para mí lo que estaba sucediendo, ¡tenía dos chicas sumisas a mi gusto! Supongo que una escort profesional como ellas complace en todo a sus clientes, pero algo me decía que a ellas les fascinó mi bienvenida y, por supuesto, mi gran espada y mi creatividad. Estaba ansioso por penetrarlas, pero debía tomarme el tiempo necesario para que disfrutaran de un previo muy exquisito.

Con el propósito de hacer sentir más cómodas a mis invitadas, tomé a ambas de la cintura y las conduje a la cama. Quise posicionarme boca arriba, pero una de ellas sujetó mi pene y me estorbó un poco en la maniobra, supongo que deseaba ser la primera en comérselo y no quise negárselo.

Quedando acostado, empleé fuerza para levantar a la otra chica que seguía sosteniendo de la cintura y la dejé caer con sus nalgas golpeando mi cara. Ella comenzó a moverse en círculos y muy rápido, gritando de harto placer porque había metido mi lengua en su concha.

Al mismo tiempo, la otra chica me hacía una chaqueta con sus manos y no tardó tanto en comenzar a lamer y chupar mi pija desenfrenadamente, metiéndola toda en su boca. Después, sentí mi verga siendo frotada en medio de dos masas redonditas, ¡una rusa muy placentera! Se sentía bastante bien, pero resistí que mis gemidos salieran, ya que mi boca se encontraba ocupada en otro asunto lujurioso.

La chica que tenía sobre mí le indicó a la otra que cambiaran de lugar. Seguramente también quería tragarse mi herramienta. Llevaron a cabo el trueque, la jovencita que tenía su cuca en mi cara se apresuró a hincarse y meterse mi pito en su boca y de pronto sentí en mis labios una pequeña bola de carne, que era el pezón erecto de la otra lindura de mujer.

Con toda seguridad, procedí a lamer y besar sus esféricos melones, dejando uno que otro leve chupetón en ellos y también succioné sus pezones con bastante dedicación. Después, erguí mi cuello para que mi lengua traviesa lamiera en medio de ambos senos, dirigiéndola lentamente hacia sus clavículas, donde me detuve a rozar su piel con mis labios y dejé mi sello con un chupetón bien marcado.

Ella jadeaba aceleradamente y siguió pareciéndome similar su tono de habla al de mi hermana, lo cual me puso a sospechar. Enseguida, me restregó en la boca su vagina, posicionándose de frente y noté que se había quitado la falda. Introduje mi lengua y lamí con calma por dentro, estaba muy mojada y caliente.

Escuché una vez más sus gemidos. Me percaté de que estaba demasiado excitada con mis mamadas, tanto que agarró mi cabello y me pidió más. Mi conjetura acerca de que se trataba de mi hermana se hizo más fuerte entre más me sonaba semejante su voz.

Automáticamente dejé de mover mi lengua y comencé a asustarme. Prontamente, me atormentaron las posibles consecuencias de que resultara ser mi hermana y que me reconociera, pero, siendo descomunal mi impudicia y mi cinismo, plasmé en mi imaginación a mi hermana.

Así, viéndola en mi mente sin el antifaz, pero con esa blusa y ese bolero sexy, esa falda de secretaria que traía puesta, su tanga y sus zapatillas, me sumergí en el fetiche de estar con ella y me planteé el objetivo de llevarla al orgasmo, por lo que proseguí lengüeteando el interior de su coño con mayor rapidez.

Sentí que ella enloquecía, pues se daba sentones leves y tallones intensos en mi boca, además de que estrujó más fuerte mi cabello. Con mi mano derecha le propiné unas duras nalgadas y con mi mano izquierda masajeé su clítoris.

Después de un rato, brotó un delicioso líquido de su concha que fue a parar directo a mi boca y con mi lengua recogí los remanentes que se adhirieron a sus labios vaginales mientras la asía de la cintura. Estuve satisfecho de obtener lo que quería. Ella, temblando ineludiblemente, expresó su deleite.

– ¡Me hiciste correrme muy rico, papi!

Me paralicé. Confirmé que la voz era la de mi hermana. Además, dejé de sentir el oral que la otra chica me estaba haciendo. Mis ojos estaban muy abiertos del miedo y, casualmente, la luz se encendió.

Intervención de la narradora:

Lamento mucho haberte cortado la inspiración y las ganas. Al escribir este capítulo, créeme que no pude evitar tocarme, pero debía continuar con la historia original. Así es la vida. Te aseguro que se te recompensará en el próximo capítulo, por lo pronto, relataré lo que pasó después.

Azucena se levantó velozmente habiendo reconocido a su hermano. Atónita y enfurecida, gritaba de manera prolongada.

– ¿¡Qué!? ¡No puede ser, Braulio! ¡No!

El joven, por su parte, se llevó las manos a la cara, inundado en un sentimiento de vergüenza. Permaneció callado por un minuto y posteriormente se levantó para explicar lo inexplicable. La discusión inició.

– ¿Qué te digo, hermana? Esto es solo mera coincidencia -se excusó Braulio.

– ¿En esto derrochas el dinero que te deposita mi papá, cierto? -cuestionó Azucena, mientras se acercó a la cama por su falda-. ¡Ingrid, vístete!

-Es la primera vez que recurro a esto, ¿tú te dedicas a cobrar por sexo cuando no vas a trabajar? -devolvió la pregunta el muchacho.

– ¡No pienses cosas que no! -gritó Azucena y después tartajeó-. Solo quise experimentar algo nuevo. Tú mismo lo dijiste en la mañana, estoy disfrutando de mi vida sexual plenamente. Pero esta fue la primera y última vez que hice esto.

-Yo también quise probar algo nuevo -se defendió Braulio-. Como te mencioné, somos adultos y tomamos nuestras propias decisiones.

-Y supongo que me acusarás con mis padres por lo que hice en la mañana -dijo la muy molesta joven.

– ¡No, Azu! -respondió Braulio-. Eres mi hermana y te quiero por esa enorme razón.

-Pero seguramente me estás viendo como una puta. Tu hermana la puta, a mí no me engañas -se quejó Azucena-. Ahora usarás esto como chantaje. ¿Qué vas a querer? ¿Cogerme cuando haya oportunidad? ¿Tanta es tu urgencia por tener tu primera vez?

-Mira, hermana, estamos empezando a caer en contradicciones. Aquí ninguno de los dos tendrá la razón jamás -empezó a discurrir el angustiado de Braulio-. Primero hay que aceptar que esto fue casualidad. Pude haber contratado a cualquier otra escort. También pude haberme quedado en la universidad, pero vi a tu peor es nada con la mía.

-Sí, ya lo sabía -interrumpió Azucena-. Iba a comentártelo en la mañana, pero me dijiste que ya te había terminado. Solo te vio la cara de estúpido y a mí me quiso ver la cara.

-Por esa razón decidí hacer esto -continuó Braulio-. Pero ¿es necesario que los dos lleguemos a estos extremos? Debemos de reflexionar sobre el perjuicio que esto puede ocasionarnos, más que nada por lo influyentes que son nuestros padres en nuestras vidas y la vida que nos espera sin sus favores.

-Tú serías el más perjudicado -contestó Azucena-. Ya no pagarían tu escuela y no tendrías una profesión que ejercer. Yo sería despedida, pero cuento con experiencia para ser contratada en otro lugar. Pero claro, ¿qué más se puede esperar de ti? Cuando el error es tuyo no te atreves a recapacitar, necesitas que alguien más se equivoque igual que tú para no sentirte solo. Además, no sabes lo sucia que me siento en estos momentos. Te lo advierto, esto nunca pasó. ¿Ok?

Azucena terminó de arreglarse, tomó de la mano a Ingrid, quien ya estaba vestida y dejaron solo a Braulio, abandonando el hotel.

-Pediré un vehículo exclusivo para ti -dijo Azucena con el nudo en la garganta-. Quiero estar sola. Perdóname. Me siento como una desgraciada.

-Sin preocuparte, amiga -trató Ingrid de tranquilizarla-. Esto también me impactó. Quiero dar una vuelta por la playa para distraerme. Ve con cuidado a casa y llámame cuando lo requieras.

-Gracias -concluyó Azucena con un abrazo y un beso en la mejilla a su comadre.

En cuestión de minutos, arribó el automóvil que solicitó Azucena para trasladarse a casa. En cuanto llegó, corrió hacia la entrada, luego hacia su recámara y se desahogó.

Entretanto, Ingrid, viendo que su amiga se retiró, ingresó de nuevo al hotel y asomó la cabeza en el penthouse que se quedó entreabierto y donde todavía permanecía Braulio. Se vieron y de forma inminente, comenzó una conversación íntima.

-Hola, ¿quieres platicar? -inició Ingrid.

– ¡Claro! ¡Adelante! -exclamó Braulio con una sonrisa y a medio vestirse-. Sigo sin explicarme ¿cómo encontraste el interruptor para prender las luces?

-Fácil -respondió Ingrid, tomando asiento en el sofá-. Cuando me llevabas hacia la cama todavía traía conmigo mi bolso, pero me lo quité en el filo. Luego, cuando bajé de la cama para hacerte el oral encontré mi bolso, saqué mi celular, activé la linterna y fui a encender las luces.

-No se me ocurrió que eso pudo haber pasado -dio la razón Braulio y se sentó junto a Ingrid-. Sigo procesando todo lo que acaba de acontecer, además de que me siento mal por otros motivos.

-Soy toda oídos -consintió Ingrid.

-Quería que hoy fuera mi primera vez teniendo sexo -dio rienda suelta Braulio a su relato-. He tenido muchas novias, pero con ninguna conseguí acostarme. Deseé tanto este momento que me concedí lo mejor, lo planeé todo con esmero. Pero no me esperaba este resultado.

-Me imagino, estamos igual -dijo Ingrid.

-Y ¿por qué quisiste que hubiera iluminación, si estábamos pasándola increíble así en la oscuridad? -cuestionó Braulio.

-Quería que te hiciéramos un baile -remató Ingrid.

-Ya veo. ¿Así o más triste mi suerte? -ironizó Braulio.

Ingrid se paró frente a Braulio. Lentamente, llevó su mano izquierda a su cintura y la derecha hacia su pecho. Atrapó completamente la atención de Braulio y le habló con tono muy sensual.

– ¿Y todavía te sientes dispuesto para coger?

CONTINUARÁ…

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