Versión de Azucena:
-Odio los aviones -expresé una y mil veces durante el vuelo hacia Ámsterdam, después de haber hecho una escala de hora y media en la Ciudad de México. Me angustiaba tener que volar por más de 10 horas y no ver más que el cielo y el Océano Atlántico por la ventana, pero tenía que acostumbrarme, porque en nuestros planes y posibilidades económicas teníamos programados por lo menos otros siete viajes, incluyendo el de regreso a Puerto Vallarta.
Es importante aclarar que nuestra misión principal era coger mínimo con un hombre de cada país que pisáramos. Las reglas eran: No gastar dinero de más, si nos distanciamos permanecer en constante comunicación, ser puntuales para tomar los próximos vuelos y registrar evidencia de nuestras aventuras sexuales. En caso de haber una perdedora, tendría que raparse como Britney Spears y ser evidenciada en redes sociales.
Todo corría por cuenta de Ingrid: los trámites, los traslados, los pagos y si yo me extraviara solo tendría que llamarla y solucionaría mi problema. La admiraba tanto por ser políglota.
El cambio de horario me confundió demasiado, pero siendo la hora local mediodía del 29 de diciembre aterrizamos en la capital de los Países Bajos. Antes de retirarnos del Aeropuerto, Ingrid cambió las divisas y consiguió boletos para viajar a Roma el siguiente día.
Luego de dejar nuestras maletas en el hotel, recorrimos la ciudad, de la cual me enamoraron sus construcciones, pero aún más los ríos y canales, pues está ubicada al nivel del mar, según me explicaba mi siempre inteligente mejor amiga.
En la noche fuimos a divertirnos en un bar. Ingrid me invitó una bebida en la barra y comenzamos a platicar, notando que los hombres holandeses eran cohibidos. Sin duda alguna, mi amiga lucía apetecible en su vestido tipo maxi ajustado color negro y su abrigo plateado con puntos negros, por encima de mi modesto suéter crop top guinda y mis leggins de cuero negro.
Era obvio que Ingrid haya sido cortejada primero por un apuesto señor alto y fortachón, quien se la llevó del bar. Minutos después, un joven alto, guapo, rubio y de ojos verdes me quiso hacer la plática. A pesar de que yo no sabía su idioma, él no dejó de intentar comunicarse conmigo hasta que pudimos entendernos a medias. Al parecer, su nombre era Nick y tenía 25 años.
Ingrid me mandó un mensaje avisándome que su ligue pagó la noche en un hotel de su preferencia, así que yo podía llevar a Nick al hotel que habíamos alquilado previamente y me sentí satisfecha de haber logrado cogérmelo.
Su verga era tamaño promedio, blanca, lampiña y muy rica. Me folló delicioso al estar yo en cuatro, pero la mejor parte fue cuando lo domé y con mis movimientos tapatíos lo hice venirse en mis nalgas. Capté un pequeño video de esa cogida con mi celular y me tomé algunas fotos con él para enviárselas a Ingrid. Después, ella me envió lo suyo y así, las dos cumplimos el primer reto.
El día siguiente, ambas estuvimos puntuales en el aeropuerto y tras dos horas de vuelo, aterrizamos al mediodía en Roma. De igual manera, Ingrid se adelantó a comprar boletos para partir al otro día a París.
Era obligatorio salir a pasear, admirar las bellas arquitecturas antiguas, tomarnos fotos con el coliseo romano de fondo y comer platillos típicos italianos.
El lugar nocturno de nuestra elección fue un bar con ambiente musical concertista. El clima de la capital italiana nos permitió andar livianas: yo portaba un short apretado y un sexy bolero negro mientras que Ingrid vestía una falda drapeada y un top de malla en azul marino.
La noche se me fue veloz luego de que me embriagué. Amanecí en un cuarto de hotel que ni siquiera era el que habíamos alquilado Ingrid y yo. A mi lado en la cama se encontraba un sujeto gordo y peludo. Sentí asco de ver con quién había pasado inconscientemente la noche. Revisé mi celular, eran las 9 de la mañana, demasiado tarde para llegar al aeropuerto.
Ingrid me llamó, diciéndome que ya se encontraba en el aeropuerto con mi equipaje, le mandé mi ubicación y me hizo llegar un vehículo de transporte privado. Sin embargo, lo hice esperar unos minutos, luego de que desperté al feo barrigón pito chico, ese con el que me acosté y le di un mañanero con el fin de grabarnos. Mi mejor amiga había conseguido un trío con dos hombres y me envió los vídeos de su apasionante noche. De esta forma, ambas cumplimos el segundo reto.
Lamentablemente, no alcancé a abordar el avión. Ingrid me insistió para que comprara el siguiente vuelo, aunque resultara más caro y por ese motivo perdimos dinero. Dos horas después, nos vimos en París. Debido a que ahí pasaríamos el año nuevo, mi amiga reservó un vuelo a Berlín para el 2 de enero.
Luego de hacer cuentas y gracias a mi estupidez en Roma, de tener 200 euros estimados de sobra pasamos a tener solo 25, por lo que debíamos ser más ahorradoras en las próximas noches.
Para remediarlo se me ocurrió una idea que al principio fue excelente. Evitamos gastar en provechosos recorridos para fijarnos en un solo sitio: la zona circundante a la torre Eiffel. Guardamos fotos para el recuerdo y procedimos a juntar dinero, cargando un letrero diciendo "1 baiser = 1 €, 1 photo = 5 €" (1 beso = 1 euro; 1 foto = 5 euros). Hicimos nuestro trabajo discretamente por si acaso lo que hacíamos constituyera una falta administrativa.
¿Qué hombre parisino o turista podría resistirse a mi esbelta figura exhibida por un vestido tipo sirena color lila brillante y a mi hermosa amiga presumiendo su piel canela en un mini vestido pegado color melón con un maravilloso escote que permitía verlo todo? En cuatro horas besé a más de 50 individuos, a varios más de una vez, me tomé fotos con 18 y conseguí algunos números telefónicos. Ingrid salió más ganadora y entre las dos juntamos más del triple de lo que había de sobra al principio.
En la noche de fin de año, Ingrid y yo escogimos al azar a dos hombres de los que recolectamos sus números de teléfono y los contactamos para que nos hicieran compañía. Al poco rato llegaron muy ganosos, nos manosearon, nos prendieron y luego nos follaron rudamente, de lo cual filmamos unos minutos. Sin darnos cuenta, ya habían pasado de las 12. Terminamos el año 2019 e iniciamos el 2020 en pleno polvo y al final celebramos con copas de champagne.
A continuación, la anécdota se torna gris: Ingrid y yo amanecimos sin saber en qué momento dormimos y, desgraciadamente, los sujetos con los que pasamos la noche nos robaron los celulares y las carteras con nuestro dinero, tarjetas de crédito, identificaciones, pasaportes y visas.
Llamamos a la policía desde la habitación del hotel y como parte de la investigación, fuimos sometidas a pruebas que revelaron que estuvimos bajo los efectos de benzodiacepinas que fueron mezcladas en las copas sin percatarnos y a eso se debió nuestro sueño profundo. Los fulanos escaparon de la justicia y no se supo de su paradero.
Con ayuda de los nobles oficiales, nos desplazamos hacia el aeropuerto y solicitamos el reembolso del vuelo a Berlín, sin embargo, nos lo denegaron. Recurrimos a la embajada de México en Francia, donde nos prometieron la reposición de nuestros pasaportes en un plazo de cinco días y un vuelo a México en diez días. Para rematar, el banco en París no nos pudo restituir las tarjetas de crédito por falta de documentos.
El dueño del hotel se sintió endeudado con nosotras y nos concedió permanecer las noches que necesitásemos con todos los servicios gratuitos. Aceptamos la oferta y decidimos conseguir dinero nuevamente con el método de los besos y las fotos, para lo cual no éramos negadas. En fin, ese fue un episodio que deseamos borrar de nuestras memorias.
Transcurrieron los días y en cada uno de ellos me mantenía en contacto con Erick y Braulio a través de Facebook en un café internet. El 9 de enero, varios días después de lo acordado, la embajada nos entregó nuevos pasaportes. Esto aconteció demasiado tarde, pues el mismo día, Erick me notificó que Ingrid y yo habíamos sido despedidas de nuestro trabajo por abandono, ya que las cosas por allá se habían puesto estrictas.
Versión de Braulio:
Habiendo regresado a mi departamento, luego de haber acompañado a Azucena e Ingrid al aeropuerto el sábado por la tarde, el ambiente en el edificio se percibía grisáceo, manso y frío, cuyos adjetivos se ajustan perfectamente si se quiere definir a la bella dama que esperaba por mí, Leilany. Tenerla sentada frente a mí representaba el arma más devastadora que podía pulverizar sutilmente mi interior.
¿Cómo más puedo describirla? A simple vista se apreciaba su intelecto, no solo por sus atractivos lentes de armazón redondo, sino por su mesurada perspicacia para aprisionar la atención de quien ella quisiera y parecía que yo era su víctima favorita. Su sonrisa atrevida arrojaba chispas que alcanzaban a punzar mi piel y erizarla. Aquellas miradas tras sus gafas en las que sus pestañas con el rímel en su punto me coqueteaban y sus pupilas escalaban hasta la parte más alta de su globo ocular, anclándose en mí entretanto ella, cabizbaja, insinuaba todo lo que en mi mente ocurría al ver sus dientes mordiendo sus labios del lado derecho. Su cabello ondulado de las puntas encarnaba la malicia en forma de serpientes que ahorcaban mi cuello como una corbata demasiado ajustada, mientras ella daba muestra de actos amables y gestos infantiles, simbolizados por su sujetador con forma de moño color rosa pastel. Y ni hablar de lo firmes que se observaban sus pechos cubiertos por su camisa polo blanca que asomaba la silueta de un brasier de encaje sexy y su falda tipo escolar negra con cuadros plateados, cuyo borde le llegaba a las rodillas. Inocente de mí que caía siempre en su juego y no lo digo en sentido figurado, pues en realidad, ella solo jugaba con mis sensaciones.
Ella no le daba ni un sorbo a su café mientras leía perdidamente un libro titulado “Alguien que no soy” de Elisabeth Benavent. Con miedo a interrumpir, pregunté convencionalmente si le había gustado el café. Ella colocó su separador en la página donde se quedó, probó el café y me felicitó.
– ¿Qué otra cosa rica saber hacer además del café y de coger?
-Aquí la que coge de maravilla eres tú -lancé el cumplido y di rienda suelta a mi interrogatorio-. ¿Qué es lo que hace a una joven de 22 años como tú tan experta en el sexo?
-22 años con 11 meses y 20 días para ser exactos -corrigió-. Me doy cuenta del interés que tienes por conocer los secretos que pueda exhibir, pero son solo eso, secretos.
– ¡Vamos! Hay que intercambiar anécdotas -incité desesperadamente.
-Está bien, te contaré una -aceptó, aunque parecía decirlo sarcásticamente y enseguida me dio la razón-. Un día caminaba por la orilla del mar en Puerto Vallarta, me encontré a dos sujetos que jugaban voleibol, me les uní y terminamos exhaustos luego de una noche de películas y coito desenfrenado.
-Me suena familiar -comenté patéticamente y a continuación insistí-. En serio, cuéntame algo que te haya pasado anteriormente y yo corresponderé.
– ¿Recuerdas cuando Erick me recomendó ir a algún bar de la ciudad y le contesté que yo ya no era una chica de fiestas? -cuestionó y respondió de inmediato-. Estás ante la nueva Leilany, la de antes fue mancillada.
– ¿Qué quieres decir con eso? -despertó en mí la duda.
-Nada, solo siéntete afortunado de conocer a mi nueva yo. Aclara tus dudas con el diccionario -me dejó en ridículo y volvió a abrir su libro.
-La nueva Leilany me gusta mucho -admití de manera pícara.
-Gracias, es imposible no gustarle a alguien siendo como soy -dijo vanidosamente.
-Me pregunto cómo habrá sido la de antes -seguí molestando.
-Veo que el motivo de tu invitación no fue para follar sino para fastidiarme -expresó al azotar su libro en la mesa y levantarse de su silla.
-Yo veo que tú necesitas trabajar con tu actitud y tus emociones, aceptar tu pasado y sentirte orgullosa de que eres lo que eres gracias a lo que fuiste en su momento -repliqué mientras le abría la puerta amablemente.
-Hablas como cualquier hombre promedio, insensible y sinvergüenza -expuso sus complejos al mismo tiempo que se dirigía hacia la puerta-. No sabes cuánta gente lastimé y peor aún, cuánta gente me lastimó, haciéndome sentir menos que mierda, pero no creo que lo comprendas.
-Así es -afirmé-. No lo comprendo, ni sé de lo que me hablas, pero no me quitas la razón. Guardas mucho rencor y te mortificas. Te recomiendo que busques la manera de eliminarlo. ¿Heriste a alguien y alguien te hirió? Es la ley de la vida. En la vida hay que hacer lo que se nos apetezca, solo estamos de paso. Y ¿sabes qué? Da igual lo que quieras hacer, siempre habrá quien hable mal de ti. Lo importante es que lo disfrutes.
Las palabras con las que rematé la hicieron romper en llanto y marcharse. Tal como si fueran un encantamiento, minaron las ruinas que había en su interior. Los siguientes días me dediqué a leer sobre la autora que ella leía y me di cuenta de que parafraseé unos renglones de la misma obra.
En la noche de fin de año me dirigí al hostal donde ella reposaba. Ella abrió la puerta y me vio con una caja de chocolates, sacando un papelito del bolsillo de mi camisa para recitarle un sentimiento expresado en palabras toscas.
– “Tú eres la mujer, por ende, no tienes pene. No puedes negar el gran placer que experimentas cuando te introduzco mi pene que yo, como hombre, poseo. Pero debo admitir que eso no se compara a la excitación que me provocas cuando me penetras con tu excelsa hermosura e inteligencia. Con solo mirarte me corro en lo íntimo de mi ser. Por favor, fóllame siempre a tu sexy manera.”
-Ridículo -profirió sin poder evitar reírse y me abrazó.
Mi declamación fue totalmente sincera, aunque excesivamente melodramática. No podía explicarme lo que sentía en esos momentos. Sentía enamorarme de algo o de alguien, pero no sabía exactamente de qué o de quién. Algunas veces, una persona se enamora de otra, pero en otros casos, se enamora de sí misma al estar con aquella persona y yo no sabía identificar mi caso. Tampoco supe diferenciar si lo que ocurrió entre las 11 de la noche del 31 de diciembre del 2019 y la 1 de la madrugada del 1 de enero del 2020 fue que Leilany y yo hicimos el amor o sencillamente fue una cogida romántica. Lo importante sobre todo fue que ella superó sus temores y recuperó la determinación de sí misma que parecía haber muerto.
El primer fin de semana del nuevo año, Erick, Lizbeth, Leilany y yo decidimos pagar la cuenta que teníamos pendiente. A invitación de Lizbeth, nos presentamos en su casa a las 7 de la noche, vimos una película porno en su fina pantalla curva de 105 pulgadas, hicimos uso de su jacuzzi privado y ahí en el agua prendimos la fogata.
Estando todos completamente desnudos, Lizbeth comenzó a mamar mi pene, mientras Erick le daba arrimones al trasero de Leilany. Los gemidos de las muchachas se dejaron escuchar en alto volumen y eso fue causa de gran excitación para nosotros los varones.
Lizbeth sugirió ir despacio, pues teníamos toda la noche, ya que sus padres salieron de la ciudad y volverían al siguiente día en la noche.
Después de intercambiar parejas y posiciones en el jacuzzi, Lizbeth nos permitió la entrada al cuarto de sus padres. Para mí resultaba raro follar en la cama de mi jefe, pero las ganas siempre estaban un paso adelante.
Lizbeth y Leilany estaban en 69 lateral, yo penetraba a Leilany y Erick a Lizbeth. Poco a poco, la calentura se elevaba y Erick se corrió primero.
La escena pornográfica se convirtió en trágica cuando mi jefe ingresó de improvisto a la casa junto con su esposa. En secuencia nos descubrió, me despidió, nos corrió de su casa y le ordenó a Lizbeth no volver.
Por si fuera poco, a Azucena e Ingrid les robaron sus pertenencias en París y su recorrido por el viejo continente fue retardado. Esto tuvo como efecto que el jueves de la siguiente semana se le notificara a mi cuñado por parte de la empresa donde laboraban Azucena e Ingrid que estaban despedidas por abandono de trabajo y después él se lo hizo saber a su esposa, sin mencionarle mi situación a petición mía.
CONTINUARÁ…