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Annya Alyssa, mi nueva identidad
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Tiempo de lectura: 4 minutos

La sensación de llevar el cinto de castidad y el plug anal es maravillosa. Lo llevo desde la semana anterior y solo me los retira mi Amo para ducharme y hacer mis necesidades de nena sumisa. Amo esta situación, ser el objeto de un hombre de verdad, adoro que me use como un juguete para su placer y voy adquiriendo destrezas que desconocía tenerlas. Por obvias razones hago pis sentada, las duchas internas previas al acto son excitantes y servir a mi Señor es una de mis realizaciones como Sissy.

Mi nombre es Annya Alyssa, tengo 23 años, soy alta, delgadita, muy delicada y sumisa y me he entregado al dulce tormento del adiestramiento como perra servil a un hombre muy atractivo, súper dotado y con un vicio extremo. Soy desde el viernes anterior su sirvienta y su puta. A cambio recibo educación, comida y un sitio al pie de su cama donde duermo encadenada y estoy expectante a cualquier requerimiento de mi Dueño, sea la hora que sea y de la manera en que él me lo ordene. En estos días he obtenido muchas recompensas y dos castigos severos por saltarme sus reglas. Ayer por fin, mi Amo me ha marcado y estoy feliz…

Las dudas que tenía antes de someterme las disipé el día anterior. El jueves mi Señor me llamó para planificar mi llegada hasta su casa de adiestramiento. Debía cumplir ciertos requisitos y no objeté absolutamente nada a todo lo que me obligaba hacer, entre otras cosas, salir aquella noche travestido y ofrecerle mis servicios sexuales a un hombre que previamente había contactado con mi Amo. Yo, por supuesto, ya no era virgen y sabía bien cómo comportarme con un macho. Me rompieron el culo a los 19 y lógicamente, mi Amo lo sabía, sabía todo de mí. Una vez hubiera acabado de complacer al cliente y con el dinero que me pagaría por hacerme el amor, compraría todo lo necesario para mi feminización, incluidos el plug anal, el cinturón de castidad y "un presente" para mi Señor. Fue bastante dinero el que me dio y sí, tuve para comprar lencería, pinturas y maquillaje, peluca, zapatos, el plug, el cinto, un enema y el regalo de mi Amo. Me dio pistas y opté por una deliciosa alianza con la inicial "A". No supe bien el por qué, hasta ayer, cuando muy generosamente, mi Dueño me marcó con él a fuego en mi muslo y en el lateral de mi "clítoris", como muestra de su autoridad.

Pues bien, el señor a quien tuve que ofrecerle mi boca y mi culo me dio como a hembra hasta que se quedó seco. Todo su esperma lo absorbí con esas ansias de querer nutrir mi organismo de pura proteína viril. Si bien esa era otra de las condiciones de mi Amo, la de ser follada sin condón, yo jamás lo usé con nadie y siempre permití hacerlos venir dentro mío. Debo anotar que para ir al servicio con el señor, tuve que coger prestada toda la ropa de mi prima Alexia que es menor a mí con dos años. De vuelta se la devolví, pues ya traía la mía propia.

Reconozco que el señor aquel sabía bien lo que hacía y me dejó exhausta, con las piernas temblando y un remanente de semen que caía por mi entrepierna según caminaba hacia las tiendas. Pero estuvo muy rico y era mi última oportunidad para descargar mi leche, pues de regreso a casa, debería colocarme el cinto y guardar la llave en una cajita que me entregó el señor al acabar el sexo, con un candado pero sin llave. La llave la tenía mi Dueño.

No apagué mi ardor durante el coito, no me corrí y sí lo hice en casa, sola y excitada con la ropa que me la probé, el plug con el que me masturbé el culo aún con brotes de semen y fueron seis pajotes casi seguidos antes de la hora fijada por mi Señor para ponerme el cinto, cerrar el candado, meter la llave en la cajita, cerrar el otro candado y olvidarme para siempre de mi minúscula virilidad y pasar a ser de propiedad de un hombre tan bello como exigente. La cita era el viernes 4 de septiembre de 2020 a las 14:00. A partir de ese momento y al cruzar el umbral de su puerta, ya no podría dar marcha atrás.

Mi inexperiencia con el cinturón me jugó una mala pasada. A partir de las nueve de la noche en punto debía estar con el cinto y el plug colocados para enviarle una fotografía a mi Amo. Me masturbé por sexta vez y daban ya las ocho y cuarenta y cinco. Estaba tan excitada por todo aquello que me las ingenié para eyacular en mi boca, me encanta el semen. Lo hice, corrí al baño, me duché y ya limpita, me coloqué el estuche en mi verga dormida, cerré con decidida intención el candado y guardé la llave, cerré el candado y mi alivio fue tal, que recordé no haber hecho pis antes. Era tarde. Fui al baño y quise hacerlo de pie. Lo eché todo a perder. Mear sentada es delicioso. Es como saberse femenina y lo haces tan conscientemente que hasta rompes un trozo de papel para limpiarte como una chica. Dormí plácidamente y mi Amo me envió un gif de felicitación por ser tan buena chica y obedecer sus órdenes.

Desperté a las ocho y vi un mensaje de mi Amo. Me ordenaba adelantar dos horas la entrada a su casa. A las doce en punto estuve llamando a su puerta, nerviosa, temerosa pero muy excitada y vestida como una princesa de alquiler. De hecho el taxista que me llevó quiso follarme pero tuve que negarme en redondo pues no podía llegar sucia y menos usada. Pagué y al bajar el plug me taladró con tanto esmero que tuve una mínima erección pero muy dolorosa al estar con el cinto. El taxista se me quedó mirando y se apresuró a darme su número en un papel. Sería el primer macho que llamaría al acabar el adiestramiento, con seguridad.

Al verlo, desfallecí. Me tembló todo el cuerpo y trastabillé con los tacones. Era el Hombre de mis sueños. Me envió una sola fotografía y no se le apreciaba bien. Es bello, precioso diría. 54 años, maduro hecho a fuego lento, cano, gafas, alto y corpulento, manos enormes. Lo primero que me hizo fue romperme el culo. Nada más llegar.

Sus 24 centímetros de verga me batieron las entrañas hasta lastimar mi recto y sacarme lágrimas de dolor. Lloré, sí, de dolor y de felicidad. Sentir eso tan duro en mis entrañas me motivó para, apoyada en el borde del sofá y con el culo en pompa, empujar hasta su cuerpo y disfrutar de sus azotes en mis muslos, de sus dedos abriéndome por la comisura de mi boca, metiéndomelos hasta hacerme dar arcadas, de su sudor cayendo en mi espalda, de su cuerpo apoderándose del mío. Lloré toda desconsolada y con mi mente fija en su bello rostro, en esos gestos obscenos que seguramente estaba haciendo mientras me usaba. Y gemí como perra en celo mientras me bañaba el interior con una riada espesa de semen que adoré recibir ahí, en lo más femenino de mi ser.

-Te llamaré Annya Alyssa. Eres mi esclava y acabo de preñarte -dijo antes de salir de mi interior y dejarme inutilizada, de rodillas y con la cara hecha un poema de lágrimas negras que me hicieron ver aún más bella de lo que estaba…

CONTINUARÁ…

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