Cuando vi el reloj faltaban cinco minutos para las ocho, dejé mi bata le di un último trago a mi botella de agua helada tomé mi bolsa saque el labial y di un retoque a mis labios en el espejo del baño de mi consultorio, puse un poco de perfume, acomodé todo de nuevo en mi bolso, comprobé que traía un poco de efectivo y echando mi bolsa al hombro salí del lujoso espacio donde ejerzo mi profesión, me despedí de Jessica quien también estaba preparando sus cosas para ir a casa.
—Recuerda cerrar con llave cuando salgas Jess.
—Sí, descansa, nos vemos mañana.
—Gracias, igualmente!!!
Llevaba algunos minutos de retraso para encontrarme con mi hermana y algunas amigas en el café Zaragoza, no es que siempre fuera impuntual, pero en cada ocasión algo se me atravesaba y por eso llegaría de nuevo tarde, aunque a estas alturas de nuestra amistad y de nuestras reuniones lo que les causaría preocupación sería que yo llegara a tiempo.
Salí al estacionamiento, pero no fui a mi automóvil, observé con admiración los enormes robles que dan sombra y refrescan el lugar ese lugar me calma y refresca, me relaja y hace que sienta paz, me gusta pasar ahí cinco minutos antes de entrar a trabajar y después de para despejar mi mente.
Luego de mis cinco minutos recorrí caminando como de costumbre las tres cuadras desde el consultorio hasta el café, camine sin prisa disfrutando del aire fresco de la tarde, mirando las fachadas de los negocios que hay por la zona, algunos muy modernos que contrastan con las más tradicionales que aún se pueden ver por la zona.
Todavía no llegaba al café y sonreí de placer descubrir el cabello rojo de Elsa en una de las mesas que dan a la calle, nos gusta esa mesa por varias razones, en tiempos de calor el poco aire que llega de la calle aminora el bochorno de los calores, tiene vista a la entrada del local y así podemos ver quién entra o sale y disfrutar cuando algún buen mozo nos interesa y darnos un taco de ojo e incluso hacernos notar si queremos que se arrime a la mesa.
Cuando llegue a la mesa vi que ya estaba Susana, Débora y mi hermana Esther ya solo faltaba yo.
Unas papas locas, botana de carnes frías y queso acompañadas por un capuchino helado fue el pretexto ideal para la charla fluida entre las cinco amigas.
Estábamos emocionadas planeando un viaje de una semana para ir a visitar a Mariela mi otra hermana, todas estábamos como adolescentes planeando una travesura excepto Esther que se miraba preocupada.
De repente mi hermana me preguntó que cómo podría hacer para que su marido no se pusiera en modo difícil para poder ir con nosotras.
—¿Cómo haces para que no se enoje Paco?
Lo primero que se me ocurrió fue decirle que le hiciera una mamada que lo dejara con ganas de más y que le prometiera que eso no era nada comparado con lo que le haría a su regreso.
Imaginen la cara de mi hermana la santurrona, tan tradicional que imagino solo folla en posición del misionero y solo si los niños ya se durmieron.
Sus ojos de incredulidad me confirmaron que no estaba acostumbrada a dar sexo oral.
Todas voltearon a verme con interés y morbo
Y ante la pregunta implícita en su mirada respondí:
—Mira lleva una liga en la muñeca y camina hasta él, desabrocha su pantalón y de un tirón baja también su ropa interior luego con un aventón lo sientas en el borde de la cama o algún sillón.
Te hincas delante de él y mientras te inclinas hacia atrás y usas la liga para sujetar tu pelo lo miras a los ojos y sonríes traviesa -este movimiento los vuelve locos.
Es fácil, si él aún no está del todo firme, erecto o como quieras llamarle, con una mano provócalo hasta que esté duro y su erección sea más que solo un suspiro.
Luego acerca tu boca a él. Comienza lamiendo desde su base lento por toda su extensión míralo a los ojos les encanta, llega al prepucio, sí ya hay alguna gota transparente saliendo lamela trágala y sonríe, juega con tu lengua sobre su cabeza en círculos, erotiza la zona con tus uñas introduce solo un poco a tu boca, date a desear que él quiera y suplique porque lo metas y lo cobijes en tu boca completo.
Tus manos no las tengas quietas acaricia desde su pecho y araña lento su abdomen y la parte lateral de sus nalgas hasta sus muslos en un solo movimiento. Pronto él va querer más y moverá sus caderas empujando a tu boca.
Deja de jugar en su glande y baja de nuevo dando besos a cada centímetro de su circunferencia, no olvides nada, besa sus testículos suavemente que son delicados, succiona suave e introdúcelos por completo en tu boca, juega con tus manos sobre su verga. No dejes de estimularlo, no dejes de mirar a sus ojos, no dejes de sonreír, vuelve de nuevo la atención de tu boca a su polla, ahora si llévala por completo a tu boca llénate poco a poco de él lo más que puedas y abrázalo con tu lengua, sube y baja por su grosor deja tu saliva en él, juega con una de tus manos en los huevos y la otra en su nalga acaricia su ano toca suavemente y juega en la zona desde donde terminan sus huevos hasta su orificio, usa tu mano junto a tu boca mastúrbalo al mismo tiempo. Mira su cara, siente sus reacciones, estate atenta a sus gestos y movimientos.
Sí lo conoces deberás saber cuando esté cerca de correrse, la forma en que su cuerpo se tensa, la forma en que sus manos se aferran a algo, más empuje en sus caderas, su cara de vicio (como mi Paco le llama, me encanta que me diga que le gusta mi cara de viciosa, todos la tenemos cuando se acerca ese momento) la intensidad de su mirada, su boca o si por el contrario echa la cabeza para atrás mientras cierra los ojos.
Si reconoces las señales eres la dueña de la situación, y si quieres que termine en tu boca -créeme él quiere vaciarse ahí y le encantaría poder hacerlo- sigue hasta que se corra sino sácalo de tu boca y apunta a tus pechos o a dónde quieras que te bañe. Si va a ser en tu cara, cierra tus ojos, abre tu boca y espera sentir los chorros tibios sobre tu pelo, ojos y boca, bésalo inmediatamente con su esencia aún en tus labios. Y disfruta mientras limpias su verga del semen que aún tiene ahí, toma un poco con tu dedo y llévalo hasta sus labios mientras le dices:
"Abre la boca"
Luego de todo ese monólogo y ver como el calor se apropió de su cuerpo y del de todas las que estábamos ahí le dije: eso haría yo con Paco pero porque me gusta y él es un caballero conmigo.
Pero si fuera como tu maridito de enojón y poco amigable yo solo le diría me voy una semana y no necesito tu permiso.