A la mañana siguiente, después del trote gimnástico erótico-festivo, con la camarera, se llama Ariadna, encamine con mi Ana para dar una vueltecilla por Córdoba, para oxigenarnos disfrutando de estos días de asueto. Fuimos hasta la Plaza de los Capuchinos, es para mi una tradición si estoy en esta ciudad, me inspira, me relaja, llevándome a la meditación de las cosas gordas que tengo sin resolver. Prefiero hacerlo por la noche, sentándome en el suelo y recapacitar.
Fue una visita corta a la plaza, mi compañera no la conocía y también la hizo tilín. Decidimos desayunar un poco, planeamos hacer una salida por los aledaños de Córdoba regresando para comer. Fuimos andando hasta la plaza de la Corredera, buscamos una terraza de nuestro gusto, nos sentamos. Es curioso y a destacar, es la única plaza cuadrada de toda Andalucía. Bien, unos churros y una taza de chocolate fue mi elección. Ella café con leche y una tostada con aceite. Los dos juntitos y tan ricamente. Por favor, no provoques Ana, mira como llevas el pantalón. Tenía la cremallera abierta, mostrando una ropa interior negra de finísimo encaje. El pantalón era un jeans que le quedaba como una segunda piel. Sentenció la situación bochornosa, con guiño cómplice, a la vez dictando la conocida frase, para que se lo coman los gusanos, que lo disfruten los cristianos.
Decidimos, bueno decidí ir hasta Medina Azahara, está a tiro de piedra. Un conjunto arqueológico muy recomendable de visitar. Imprescindible. Por el camino Ana con gesto pícaro interroga mi parecer a la noche loca con la camarera. Me hice el importante, con respuestas evasivas. Bueno ya ves, contesté, cuando salí de mojarme el culo, vosotras ya habíais acabado la función. Por cierto, cuántas veces te corriste, poniendo énfasis como pregunta que demanda la respuesta. Dos, muy intensas, disfrute mucho. Ana mirándome fijamente, interrogó el porqué no me sorprendí. Mi querida Ana, ya sabía de tu condición de carne y pescado, que no desaprovechas ningún cortado que esté a tu alcance, siempre que la chica lo merezca. Pues eso, ya te he contestado.
Creí que la conversación estaba terminada, ahora tocaba hablar de la visita que íbamos a ver, la historia. Cosas así. Pues no, estaba equivocado, elevando la voz y empleando todo su cuerpo con total esfuerzo, anunció que tenía una fantasía sexual, idea obsesiva que venía rumiando desde hace bastante tiempo, que viendo mi buena disposición en la escena de lesbianismo, yo era, por mi concepto liberal de la vida, el mejor compañero para hacerla realidad. Temí lo peor, haciendo un gran esfuerzo para tragar saliva. Pues tú dirás, empezó a temer por mi integridad personal. Dime qué es, por favor, me tiemblan las canillas. Carraspeé de manera exagerada, y tosecillas variadas.
Quiero tener sexo con una chica trans. Inmediatamente detuve el coche a un lado de la carretera, en una pequeña explanada. Una vez detenido, apague el motor, poniendo el freno de manos, acercándome las dos manos a mi rostro, a la vez que respiraba profundamente. Joder Ana, tus ideas así de sopetón me inquietan, la mayoría de las veces me cuesta encontrar una respuesta. Este es un caso.
No seas tonto, solo quiero que estés cerca para velar por mi seguridad, por un lado me da miedo, así de bote pronto, follar con una desconocida, peor con un profesional del sexo que a saber cuál son sus miserias, su pasado, o costumbres. Puede ser una asesina, o asesino. Yo qué coño sé, como terminación a su enfado. Total hice de tripas corazón y conteste que sí, que contase conmigo para esta aventura, preguntando cuándo tiene la idea y quién será la elegida. Va a ser aquí en Córdoba y con una ladyboy, lo tengo pensado y decidido, me va el rollo con una de características asiáticas. Explicándome largo y tendido que es una ladyboy. Llegué a la conclusión que en la ciudad andaluza, no hay de eso, viéndolo difícil de conseguir, sentí un pequeño alivio momentáneo, aunque con Ana nunca se sabe cuando se está a buen recaudo de sus ideas, pensamientos y porque no decirlo, aberraciones.
Después de visitar el impresionante conjunto de Azahara, fuimos haciendo planes y estrategia para encontrar la niña de caracteres asiáticos que quería la buena de Ana. En el recorrido, el móvil de ella, echaba humo, mientras agarrado al volante, fuimos recorriendo kilómetros, hasta que dije, hasta aquí hemos llegado. El pueblo Palma del Río, andando de aquí para allí nos recomendaron el restaurante Los Cabezos, asentando las posaderas y con muchas ganas de comer. Tabla de patés, carpacho de presa, y una paletilla de cordero de manera anárquica fue el menú elegido, con más hambre que vergüenza fue la comida que nos metimos entre pecho y espalda.
Buscar una ladyboy es complicado, en Córdoba es misión imposible. Tras mucho tiempo buscado por la Tablet, di con una chica trans peruana, que con marcados rasgos indígenas, era lo mas parecido al exotismo del lejano y misterioso Oriente. Tras consultar y dándome el visto bueno me dio la conformidad para dar el primer paso. Inmediatamente llamé por teléfono contestando casi al momento. A la chica, aporte todos los datos mas toda la historia, como han leído ustedes en el relato, ella accedió a visitarnos a las ocho de la tarde al hotel, de principio su nota aclaratoria fue el precio de ciento cincuenta euros, si queríamos que se corriese había que añadir otros cincuenta. No tienen corazón los profesionales, si Ana tienen el capricho que la riegue con moquillo, la acción tiene un precio.
Estuve tomándola el pelo a mi amiga Ana, sobre la conversación y la tarifa. Tienes que ser profesional, advertí, tienen que centrarte para realizar la cochinada de tus sueños en una hora. Piénsatelo bien, también el cliente tiene que disponer de cierta profesionalidad para sacar el máximo rendimiento. Insistía que interviniera también en el trío, me negué, aduciendo que tanta gente en la cama es multitud y encima con una shemale profesional. Quita, quita le dije a mi amiga.
Eran las ocho de la tarde, hora acordada, con puntualidad británica oímos unos prudentes toques en la puerta. Abriéndola con firmeza, dispuesto a ser la primera frontera, en la selección para Ana. Ella estaba allí delante mío, con amabilidad invitándola a entrar en la estancia. Era bajita, pero vamos, dentro de las medidas normales, maquillada con gusto pero sin desentonar, ojos en negro alargando el final del ojo en profundidad buscando el ojo almendrado o puede que egipcio. Labios agradables pintados en un tono suave, perfilados adornada con unos discretos pendientes. Melena suelta hasta los hombros con raya a un lado, que se adivinaba suave. Desprendía olor de un perfume discreto y muy agradable a la nariz, en una palabra caro, no molestaba, con gran personalidad. Top negro que marcaba sus tetas proporcionadas, muy apetitosas de buen ver, y puede que mejor tocar. Unos vaqueros tipo short, unas sandalias con cuña vistosas y un discreto bolso en bandolera. Se presentó y diciéndome que se llamaba Sandra, en medio de una cautivadora sonrisa, que no sabría decir si era natural o forzada.
Muy bien ahora viene Ana, acomódate como quieras. Preguntando si tenía necesidad de acudir al baño, contestando que no, que venía de la ducha. Con una mirada fija en los ojos, advirtió que la costumbre era el pago por adelantado. A lo cual accedí, incluso con eyaculación y todos los demás extras que hubiera lugar.
Sentándose delante de mí, observando, con una media sonrisa agradable o puede que picara. En ese momento apareció Ana en ropa interior una sucinta braga negra y un sujetador transparente a juego, con mucho encaje y transparencia, viéndose perfectamente los pezones. Vino con pasos sensuales estudiados hasta Sara y las dos se besaron, mejor se comieron con los labios untosos de saliva y con una dedicación desbordada. Momento que Ana agarró por la entrepierna con fuerza, ora topaba las ingles, ora las tetas sobando sus nalgas apetitosas, redondeadas con unas formas femeninas de quitar el hipo.
Sara en un momento justo, en su puesta en escena mil veces ensayada, se quitó el top, a continuación bajándose con movimientos sensuales, con la coreografía estudiada, movimientos sensuales sus pantaloncitos, para ello tuvo que quitarse las sandalias y cogiendo a Ana de la mano se la llevó al catre. Antes la soltó el sostén, comiéndose con intensidad los pezones. La visita se desprendió de las bragas con un ritmo y movimientos excitantes, viendo desde mi situación, observada con curiosidad y morbosidad la minga morcillona de unas dimensiones apropiadas en ese momento, encima un flequillo de vello negro, por llamarlo de alguna forma, de vello rabiosamente corto y rizado. Ana inmediatamente lo agarró de manera delicada con sus carnosos labios, con los mismo bajó su prepucio dejando la cabeza al descubierto, chupándoselo con todas las ganas, buscando la erección máxima, si es que lo lograba. Vaya que lo consiguió, era una picha egregia, grande, diría rozando la perfección, recta, mirando para arriba, con todo el prepucio retraído y un brillo de esplendor.
Sara con total empeño de comerle el hachazo, haciendo un revuelto entre su saliva y los flujos de Ana. Estuvieron un buen rato, los suspiros eran reales, no había teatro, por la profesional tampoco, había entrado en situación y estaba convulsionando descontroladamente. Las dos se complementaron como si no hubiera un mañana. Los grititos, jadeos y suspiros eran suficiente para hacerte reventar los huevos y aledaños de la fogosidad que contemplaba.
Girándose la niña trans puso a mi amiga a cuatro patas y retirando la braga hacia un lado, masajeando sutilmente, son su dedo el esfínter de Ana, en un masaje perfecto, ágil y delicado. Volviendo a mojar su dedo en la boca, introduciendo la primera falange en su ano. Poniéndose en pie, Sara se acercó hasta su bolso, sacando un frasco deduciendo que era lubricante, puede que con algún vasodilatador. Poniéndose encima clavó la chorra, al `principio solo la cabeza. Ana se giraba y buscaba sus labios. Sara la besuqueaba con toda la legua trabajando sin límite, y en un movimiento observe como el enculamiento fue total. Una sola persona sudando, excitada, extasiada, soltando toda la pasión contenida en sus almas.
Su ritmo en la penetración anal fue bajando a sosegado, rítmico con cadencia. En su maravilloso ballet, por instantes paraban escasos segundos para retornar al vaivén salvaje. La envidia podía con mi postura neutral, haciéndome rechinar los dientes, mi erección era portentosa. Al rato Sara sacó su instinto de macho semental innato volviendo al ritmo duro, al desenfreno, con embestidas torales y profundas. Ana gritaba como una posesa, suspiros profundos que la denunciaban de su total gozo. La trans detuvo el bamboleo, la giró y en la postura del misionero, cambiando antes el preservativo, puso su órgano a la entrada de su vagina, dándose unas cuantas embestidas. Continuó bajando hasta el pilón, en ese mismo segundo con la punta de la lengua batió toda su intimidad a un ritmo endiablado. Ana se corrió como nunca antes la había visto, su cuerpo convulsionaba sin control, mojando de manera exagerada las sábanas. Sus ojos por unos instantes quedaron en blanco, toda repampinflada encima de la cama.
Cuando recuperó el resuello agarrando a Sara con ganas, con decisión y comiendo la boca totalmente, con sus manos amasaba las tetas. Las tetas de la tranny se las veía muy naturales, mullidas y aptas al tacto. Denunciaba unas cicatrices disimuladas debajo de las aureolas del pezón. Poniéndola Ana a cuatro patas, empezó a lamer su ojete, introduciendo la lengua en el ano, escupiéndolo en alguna ocasión, metiendo sus dos dedos en un movimiento continuado de mete y saca.
Volteó a su amiga encima de la cara y sus labios sujetaron al pene, que había vuelto a un estado de semi erección. Chupó de el de una manera como nunca la había visto ni descrito en el largo tiempo que nos conocemos. El empeño de Ana era lograr que explosionase de su boca. Y vive Dios que así fue. Al levantar la cabeza, por la comisura de los labios, salía a borbotones la corrida, el semen de la peruana que tenía los ojos en blanco.
Se pusieron una encima de la otra, introduciendo en su boca las leguas que se lubricaban entre flujos y semen. Sara como un resorte, levantándose de la cama, yendo al servicio, directamente a la ducha de manera rápida. Tardó poquísimo, al salir se puso la braga, y el resto de la ropa, lo último sus sandalias. Acercándose, una vez vestida hasta Ana la acarició la mejilla.
Al salir me sonrió con cierto mohín cómplice preguntándome por la nota que daría al espectáculo que acababa de contemplar. Diez fue la contestación mientas abría la puerta de la estancia. Se despidió con un tímido beso en mi mejilla, con la aclaración que había sido un placer.
Cerré la puerta detrás de ella, Ana se había incorporado y seguía desesperándose del trote recibido. Aproveché ese momento fugaz para ir al servicio. Cerré la puerta detrás de mi, sacándome la polla y en cuatro vaivenes, con energía total, expulsé un colosal chorro de moquillo, para asustar. Me flojearon por un instante las rodillas. Me la sacudí bien agarrando papel higiénico para limpiar los restos del gran chorro de lefa que estaba esparcido por una gran parte del baño.
Fui hasta la cama, mientras Ana se duchaba, quedándome traspuesto. Pase mi dedo por el orificio urinario de la chorra y todavía salían gotitas del néctar exquisito.
Enseguida a cenar. Hemos hecho mucha hambre.