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Amor secreto con mi jefa (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Ya enamorados completamente, durante la jornada laboral nos lanzábamos miradas cómplices y solo era cuestión de salir del trabajo para irnos a su departamento o al mío, era lo me menos, lo importante era tener sexo, cada quien por su camino para que no sospecharan los compañeros y amarnos, mi jefecita “Mariela” y yo, en secreto.

Esa noche, en su departamento, los dos sentados en el sofá viendo televisión, ella se había puesto cómoda con un pants deportivos color rosa con vivos blancos desde su cintura hasta sus tobillos, muy ajustado que mostraba su armoniosa caderita, resaltaba sus nalgas preciosas y sobre todo un pequeño y discreto bultito en su bajo vientre, señal de un vello púbico depilado y cuidado, vestía además una blusa sin mangas color blanco que apenas le cubría por completo sus senos pero que dejaba ver el contorno de sus pechos y sus bracitos, ahí mismo la recosté y la bese en el cuello, caricia que a ella le calentaban sobremanera, poco a poco la fui desnudando, le quite la blusita y le desabroche el sostén con una sola mano, acto que le causo una risita, le tome los pechos con ambas manos y alternando mi lengua con cada seno no desprecie ninguno, los dos pezones recibieron mis caricias, le quite sus pants con un poco de dificultad ya que su cadera y sus nalgas apretaban la prenda.

—¿Te puedo dar un beso ahí abajito? —le pregunté

—Sí —respondió con su vocecita.

Esa maravillosa imagen de ella, acostada con sus piernas fuertes, solo con ropa interior y ese pequeño moñito blanco en la parte superior de su panty, en el vértice de sus piernas, ese hermosa protuberancia que hacen sus labios, quien adore el cuerpo femenino como yo sabe a qué me refiero, acerqué mi cara para ver y sobre todo oler el triángulo que forman sus piernas y bajo vientre y percibí ese olor natural previo, de los sudores normales, antes de descubrir ese espacio íntimo, su cintura se muestra en todo lo alto y la cadera se mueve al ritmo de la excitación y acompañado de sus tenues gemidos femeninos, sus piernas atrapan celosamente la parte central de su panty, que ya huele un poco más a sexo, mientras entrecierra sus ojos y abre su boca tratando de respirar con más facilidad con esa forma de su boca que solo se hace cuando se está excitada, arquea su espalda levantando el pecho y haciéndolos visualmente más grandes, coloco mi cara sobre su panty y jalo con mis dientes el moñito para bajársela un poco, froto mi nariz en su clítoris y mis labios juntos muerden con delicadeza su labios mayores, siempre sobre su panty entonces ella levanta su cadera hacia mi cara para sentir más mi caricia y me provoca pequeños pero sabrosos golpecitos de su pubis en mis labios, su olor se hace más fuerte y la humedad aparece en su tierna ropa interior.

Mi legua arremete con más fuerza para sentir ese sabor reservado para el goce, con labios y dientes le bajo su panty hasta ver su pubis, depilado estilo brasileño, una pequeña pista rectangular, que parte del inicio de camel toe, se quita sus pantys, levanta sus piernitas y veo sus nalgas y la entrada su sexo con vellos, abierto, como una flor, jugoso de deseo, comencé posando mi lengua en sus labios menores, ya semiabiertos, húmedos, como probando un helado, con mi lengua plana y amplia, en su entrada, sentí al instante su sabor íntimo, sus jugos saladitos, ella se retorció de placer, gimió como nunca, le doy una larga mamada a su vulva, recorriendo todo su sexo deleitándome con sus olores, su sabor sexual, sus fluidos femeninos calientitos, sus vellos en los labios mayores, en su vulva, muy negros, mojados, atrape su clítoris entre mis labios, apretando suavemente y a la vez succionándole provocando que ella me sujetara fuerte de la cabeza para no interrumpir mi caricia.

Finalmente le pedí de forma delicada que si podría corresponderme a las caricias que yo le hacía, para lo cual me había lavado perfectamente, para evitar cualquier mal olor, y ella se atreviera a ponerme su boquita, su lengua, sus labios en mi negra y horrorosa cabezona verga, me recosté boca arriba, ella me beso en la boca recorrió mi cuerpo hasta llegar a mi abdomen que lamió la línea de mis vellos que ya comenzaban a aparecer, llegó hasta mi pene, lo tomó con delicadeza, descubrió la cabeza que presentaba una larga y transparente gota de líquido mismo que se ella se encargó de lamer como si de miel se tratara, después de pequeñas mimaditas, sin atreverse a metérsela por completo en su boquita, la acomodé de manera que su vulvita quedara sobre mi boca y mi verga apuntando directo a su boca, mi lengua y labios y nariz se perdieron en sexo femenino, abierto por su posición, con sus piernas encajonando mi cabeza, recorrí todo su sexo, desde el clítoris hasta su zona cercana a su ano, deleitándome con la vista, con el olfato y con el gusto, sus nalgas se veían enormes redondas sobre mi cara, desde esa posición podía ver su ano, esa sexi mancha oscura, que se contraía a compás de su excitación al mamarle su bello sexo.

En tanto ella al fin metió todo la parte que le cabía de mi trozo de carne negra y venosa en su suave boca y húmeda lengua, se apoyó en la cama con sus manitas, dejando solo su boquita para chupármela, llenó de saliva mi verga para solo bajar y subir sus labios, sentí llegar al cielo con semejante y experta caricia, el gozo era mutuo, ella gemía mientras le clavaba mi lengua en sus entrañas comiéndome su feminidad, me atreví a alargar mi lengua para lamer su ano por un instante, ese momento fui consciente de lo que le estaba haciendo a esa hermosa damita en sus candentes veintes, convertía mi sueño en realidad de poseer sentimental y físicamente a esa mujer que tanto amaba.

Volteó su cuerpecito y se sentó en mi verga, con las piernas atrapando mi cadera, jugueteó conmigo.

—Tienes cara de excitación —rio divertida.

En ese momento le cambié su cara de risa cuando le introduje de golpe mi verga en su vagina.

— Ahora tú tienes la carita de excitación —le dije sonriendo.

Mientras le metía con ritmo rápido mi verga, ella solo atino a mover su caderita con rapidez para disfrutar de la penetración, alcanzando el clímax eyaculé fuera de ella, en su espalda, tomó con sus dedos parte de mi semen.

—Mira tus bebes, me los dejaste en mi espalda —me sonrió.

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