Segundo encuentro con Mariela, después de nuestra primera experiencia sexual, me invitó a su casa, a las 8:00 de la noche.
—Te invito a tomar un café —me dijo.
Llegué a la cita diez minutos antes, para no hacerla esperar, según ella solo hablaríamos, pero mi mente se nubló de emoción con la sola idea de la posibilidad de pasar con ella toda la noche y madrugada por delante para estar juntos y cogernos. Nos acomodamos en la sala, platicamos de toda nuestra vida sentimental previa a conocernos, fue una charla muy fluida y se le notaba la tensión sexual porque se mordía el labio inferior como coqueteo sexual, lo que daba señales claras de querer un encuentro íntimo mejor que el primero. Poco a poco los temas se hicieron más personales y la atención del uno al otro crecía con miradas enamoradas, al grado tal de interrumpir la plática de pronto para fundirnos en un apasionado beso.
Abrazándola fuerte, la tomé de la cintura por detrás y subí mis manos para acariciarle sus pechos como sosteniendo lo más delicado del mundo, sentí en mis dedos y sobre su blusa sus pezones ya duritos, me atreví a bajar mis manos por la silueta de su cuerpo y llevarlas a su entrepierna, no se resistió, y para que sintiera lo excitado que estaba, froté mi verga ya erecta en sus enormes y redondas nalguitas. Cuando ya respiraba en forma cortada y acelerada, signo inequívoco de su excitación femenina, decidí pasarle la mano por debajo de su pantalón tocando su pantaletas de algodón, sentí el pequeño montículo de sus vellos púbicos, pasé mis dedos entre sus vellos, me atreví más y bajé más mi mano a través de su cuerpo hasta que llegué a su entrepierna, le arranqué un hondo suspiro. Ya estaba encendida, lo noté por lo húmedo de su sexo, mis dedos se impregnaron de sus jugos femeninos, que seguí acariciando hasta que ella caliente también comenzó a buscar mi verga parada, la cual acarició por encima de mi pantalón. Decidió sacármelo de su prisión, me desabrochó el pantalón y lo tomó con su manita blanca y juntos de pie, ella acariciándome mi erección al aire y yo acariciándole tiernamente con mis dedos su sexo, estaba tan ansiosa de coger que me dijo:
—¿Quieres que hagamos el amor? —susurró en mi oído.
¡¡¡Pero que pregunta es esa!!! pensé, si ese era mi objetivo primitivo, obviamente le dije que sí, le pedí que me esperara en su habitación mientras yo me preparaba para poder hacerle los honores de cogerme a esta hermosa hembra excitada y dispuesta a entregarme su cuerpecito desnudo para que le hiciera lo que mi mente sucia se le ocurriera.
Sentados en la cama y semidesnudos nos acariciábamos mutuamente nuestros sexos mientras nos veíamos con amor. Ella, jalándome lenta y cariñosamente mi verga erecta y caliente, yo acariciándole su entrepierna por encima de sus pantaletas.
La recosté, le di un beso en la boca, solo para probar sus labios semi abiertos que ya jalaban aire por su excitación, bajé hasta su cadera, besando sus curvas y comencé oliendo su hermosa pantaleta blanca de algodón que le ajustaba exactamente, sin apretar su figura, y que dibujaba toda la silueta de su sexo femenino y la línea de su vulva, una suave hendidura en lo blanco de la prenda.
Comencé lamiéndole la entrepierna arrancándole pequeños gemidos, hasta que mi saliva y sus jugos vaginales se confundieron en sus pantaletas ya húmedas, se sentó excitada y le quité las pantaletas, llevándolas a mi nariz para oler y lamer el puente de algodón por su interior. Ella me miró y rio excitada, me acosté boca arriba y ella de inmediato se montó arrodillada sobre mi verga tomando el control de la penetración, se inclinó hacia mí para besarnos mientras yo le metía y le sacaba con ritmo rápido mi verga de su vagina, cada vez se la arremetía con más fuerza hasta que alardeando la levanté en peso con la fuerza de mi cadera y la penetración fue muuy profunda.
—¡¡Wooow, mi amor que fuerte me la metes!! —me dijo.
Nos sentamos de nuevo y comenzamos a masturbarnos mutuamente sin que yo eyaculara. La puse boca abajo para ver sus enormes nalgas que había soñado ver, poseer, besar, morder, verlas desnudas y abrirlas, separarlas lentamente para ver su hermoso ano femenino, ese espacio negro de su anatomía corporal, su culito que no me ha dejado ver, admiré su cuerpecito desnudo, torneado y firme durante unos segundos.
Se levantó para cambiarse y pensé que ahí terminaría nuestra segunda noche.
No estaba dispuesto terminar nuestro encuentro en ese momento y esta vez le pedí que me dejara volver a “besarle” su sexo.
—¡Puedes besarme lo que quieras! —respondió de forma provocativa.
Y a pesar de ya se había puesto un bóxer color verde, muy ajustado, la acosté sobre su espalda y las rodillas flexionadas con sus piernas abiertas, comencé a besarle sus piernas por la parte interna y poco a poco dirigirme a sus ingles, alternando besos y caricias, hasta sentir sus vellos, su clítoris, su olor, sus jugos vaginales. Le hice a un lado el puente de su bóxer para acercar mi lengua solo para calentarla más, hasta que provoqué que levantara sus nalgotas para desnudarla completamente y seguirle mamando su rico sexo, mientras ella se retorcía y gemía de placer, sujetándome de los cabellos y mientras le mamaba su herida sexual pasando mi lengua a todo lo profundo de su vagina, labios íntimos y clítoris. Entonces le toqué su ano, su recto, su culito, ya mojadito, lubricado con sus jugos que le escurrían de su vagina, con movimientos suaves en círculos, como un masaje, se excitó aún más y llegó al orgasmo. Lo sé porque en mi dedo índice izquierdo sentí que su culito se contraía y ejercía una fuerza de succión a mi dedo, sentí el ano de mi hermosa damita contraerse rítmicamente como sus gemidos, al mismo tiempo de su orgasmo, dejando escapar un fuerte y profundo gemido de placer, nos dispusimos a descansar mientras acariciábamos nuestras caras con amor.
Quedamos vinculados sexual y sentimentalmente a seguir nuestros furtivos encuentros sexuales que les seguiré contando…