Este relato es la historia real de una amiga. Al volver a escribir, la llamé y le pedí permiso para contarla, obviamente cambiando nombres. No es un relato erótico habitual, el sexo juega su parte, pero dentro de una historia de vida de dos hermanos. Espero les guste.
Muchas veces que la vida le juega a otros malas pasadas y no comprendemos que eso mismo nos puede pasar a nosotros si no tomamos las debidas precauciones y/o cuidados.
Hasta hace 5 años mi vida era maravillosa. Tengo una linda familia, muy bien acomodada económicamente, una casa hermosa, con gran parque y pileta. Mis padres son sanos y por suerte se llevan bien, tengo un hermano cinco años mayor, Jorge, que terminó la facultad, tiene novia, y entró a trabajar con mi padre en su empresa.
Yo era, una pendeja creída, terminé el colegio y en vez de empezar la facultad decidí que por un año o dos no iba a estudiar. Mido, o medía, 1,65 m., mi pelo es castaño claro, pesaba 55 kg y un muy buen cuerpo. Los muchachos siempre estaban girando a mí alrededor. Y yo, yo jugaba con ellos.
Casi todos los días salía por las noches, nos juntábamos en casas de amigas y amigos, tomábamos y muchas veces bailábamos allí mismo. Los novios me duraban poco, no más de un par de meses.
Así fue que una de esas noches, al irme de la fiesta estando un poco mareada, me subí a mi auto y emprendí el regreso la casa de mis padres. Cuando desperté no estaba en mi dormitorio, mi madre estaba sentada a mi lado llorando, llevaba puesto un camisolín. No podía girar la cabeza y mi brazo derecho estaba atado a algo. Veía nublado.
Cuando mi madre notó que había despertado me dijo: “No te preocupes, todo va a salir bien”
Yo: Qué pasa, dónde estoy?
Mamá: Estás en el hospital, tuviste un accidente muy serio hace dos días.
No es para este sitio relatar detalles de lo que siguió. Había tenido un fuerte accidente porque me quedé dormida. Por suerte no lastimé a nadie. Las consecuencias: en silla de ruedas por el resto de mi vida.
Mi vida. Mi vida la cambié de dichos a miserable. Desde que volví a mi casa desde el hospital, 3 meses después del accidente, no volví a salir, a no ser que al médico. A mis amigas y amigos que venían a verme los fui alejando.
Hoy tengo 25 años, casi tengo el mismo cuerpo, pero parte de él no funciona. Aunque la psicóloga me alienta a salir, no quiero, no puedo enfrentar la realidad, mi realidad.
Obviamente nunca más tuve sexo. No tengo fuerzas ni siquiera para masturbarme. Eso ya fue para mí.
Pobres, mis padres y mi hermano no saben qué hacer para ayudarme.
Hoy es sábado y mis padres sales a cenar y a un concierto. Supongo que mi hermano saldrá con su novia. Yo me iré a la cama a ver TV, o Netflix.
Jorge: Caro, hoy no salgo. Querés que haga un par de pizzas y comemos mirando tele en el living?
Yo: Por qué no salís? Acaso te pidieron que te quedes a cuidarme?
Jorge: No, para nada, no tengo ganas.
Yo: bueno, hace pizzas, o lo que tengas ganas.
El bueno de Jorge amasó las pizzas, sabiendo que me gusta como las hace y habiendo congeladas en el frezzer. De pronto veo que pone la mesa y le pregunto qué pasó que no íbamos a ver la tele.
Jorge: comemos y después miramos. Quiero que disfrutes estas pizzas. Hace mucho que no te las hago.
Sacó la primera pizza del horno, la puso en la mesa y trajo dos latas de cerveza de la heladera.
Yo: Jorge, acordate que no puedo tomar alcohol por los medicamentos.
Jorge: dale, una no te va a hacer mal.
Yo: ya me mandé una cagada por tomar, otra no
Jorge de repente tomó mi teléfono que estaba sobre la mesa y llamó a alguien
Jorge: Hola coc., soy el hermano de Caro, cómo está? Perdone que lo joda, pero estamos por cenar con Caro y le quise dar cerveza para tomar y dice que no puede por los remedios. Aja, bueno, entonces la de la noche no. Listo le digo.
Ahí dice el Doc., que hasta tres latas podes tomar, pero que no tomes la pastilla de la noche.
Yo: vos estás loco, como lo vas a joder a esta hora.
Jorge: dale, agarra y brindemos, brindemos por vos, porque estás viva, y sos la hermana más linda que tengo
Yo: viva a medias, y la más linda porque soy la única.
Cenamos y nos guardamos una lata para después. Cuando termina de levantar la mesa en vez de ayudarme a pasar a la silla de ruedas, se sienta nuevamente.
Jorge: Bueno flaca, estamos solos. Sé que no soy el mejor hermano que hubieses querido tener, pero te quiero mucho, y me preocupa ver como estás. Por eso quiero aprovechar que no están los viejos para que hablemos. Todo, sin medias tintas y usando las palabras que queramos usar.
Yo: no tengo nada que hablar, nada que decir. Vamos a ver tele.
Jorge: No. No puedo ni acercarme a saber que se siente estar en tu lugar, porque no lo pasé. Pero te aseguro que lo que vos haces no es vivir. Y me jode que no hagas nada por salir adelante, sos inteligente, estás viva, tenés unos padres que te apoyan como pocos. Sos hermosa. Tenés todos para salir adelante.
Yo: no voy a hablar.
Jorge: pues entonces sigo. Porque alguien te tiene que decir las cosas. A mi tus modos y desplantes no me afectan. Me duele lo que haces con tu vida. Pero a los viejos los estás haciendo mierda. Y no tenés derecho, ellos no son culpables del accidente. Vos sabes que papá se culpa hasta de haberte comprado el auto? Que estuvieron a punto de separarse porque él siente culpa?
Yo: no voy a hablar.
Jorge: Sigo. Hasta hoy, cinco años después del accidente tus amigas siguen llamando por teléfono para ver cómo estás, quieren venir a verte, pero mamá les agradece y les dice que vos no querés ver a nadie. Y quien verdaderamente me parte el corazón es un flaco, Tom, no hay semana que no me llame al celular para ver cómo estás. Me contó que esa noche él quiso traerte, pero no lo dejaste. Que alguna vez habían salido pero vos lo dejaste por otro. Él no me lo dijo, pero como hombre te puedo decir, que cinco años después te sique queriendo.
Yo: que bien, o que mal por él. No le dijiste que soy una bolsa en silla de ruedas, que me tienen que ayudar para todo, que si no me ayudan ni bañarme puedo sola. O es un boludo o un morboso de mierda.
Jorge: Que equivocada que estás. Vos penas que la vida se acabó? Pues estás equivocada. Tenés 25 años y si te lo propones mucho por vivir. Quizás hasta hijos puedas tener. Hoy hacen maravillas los médicos para ayudar a las mujeres en tu estado.
Yo: no digas pelotudeces. Que no entiendes, de la cintura para abajo no siento nada.
Jorge: Así, y como no te haces pis encima entonces, tampoco te cagas encima, o me equivoco? Que yo sepa los esfínteres están debajo de la cintura.
Yo: que chistoso, solo eso me falta, ni lo digas.
Jorge: es la realidad, Caro. Tu realidad, acéptala. Puedes mejorarla, cambiarla un poco con esfuerzo.
Yo: A ver vos que la tenés tan clara, la ves tan fácil, vos pensás que puedo estar en la cama con un hombre? Sin poder mover mis piernas, sería un pedazo de carne inerte. Yo, justamente, que disfrutaba como loca a los hombres, que les hacía de todo y los volvía locos.
Jorge: estoy seguro que en la cama con ayuda de tu pareja funcionarías como cualquier mujer, con limitaciones, obviamente, pero esas mismas limitaciones harían que le busques la vuelta para gozar y hacer gozar a tu hombre.
Yo: vos estás loco, dos cervezas te hicieron mal?
Fue en ese momento que verdaderamente le dio un ataque de locura, o por lo menos a mí me pareció. Se levantó, aprovechando que es mucho más alto que yo y es muy fornido, me levanta de la silla, me carga en sus brazos y empieza subir las escaleras. Yo le pido que me deje en la silla de ruedas, cuando veo que vamos para mi cuarto empiezo a pegarle en el pecho y bofetadas en la cara.
Sin decir una palabra, soportando todos los golpes, me lleva a mi habitación, me deja en mi cama, se sienta al lado mío y sin que me diera tiempo a nada, me besa.
Hago todo lo posible por empujarlo, le pego en la espalda, en los brazos, pero no deja de besarme. De pronto siento que una de sus manos me aprieta un pecho, más loca me pongo, pero no de excitación, es mi hermano, que hace. Esa misma mano, baja hasta mi entrepierna, pone la mano sobre mi pubis y empieza a acariciar. Yo intento cerrar las piernas pero no responden.
En medio de mi desesperación al verme forzada por mi hermano, casi no me doy cuenta que sus caricias tiene efecto, siento. Siento esa electricidad característica. No puede ser, me niego. Yo no siento nada. O sí?
Por un momento dejo de pelear y centro mi atención en mí, él lo nota y sigue acariciando, ahora metiendo su mano por debajo de mi bombacha, masajea el clítoris y siento que una ola de calor me invade, me estoy excitando por primera vez en cinco años, yo, la paralítica. Con suavidad va metiendo un dedo en mi vagina, baja su cabeza y me empieza a besar el clítoris, sus dedos buscan mi punto G, la excitación va en aumento y en pocos minutos llego a un orgasmo!!! Yo, estoy gozando.
Él está a punto de salir de mi pubis cuando escucho mi propia voz decir: “Por favor, no te detengas, te lo pido”. El sigue acariciando y mimando, yo gozando. “Te la quiero chupar” le digo con la vieja y casi olvidada tonadita de gata en celo de mis viejas épocas, apoyo mi mano en su entre pierna y de a poco su instrumento toma volumen.
Como él no hace nada, como puedo le desprendo el pantalón y logro sacarlo y tenerlo en mis manos. Haciendo fuerzas con mis brazos me muevo, me arrastro hasta lograr meterlo en mi boca. Chupo con desesperación, angustia, alegría, bronca contenida, estoy gozando. Me tengo que esforzar para ponerme mejor y él no me ayuda para nada, me siento inútil, pero quiero seguir.
Cuando ya estaba bien parada, siento que me agarra de la cintura y en un movimiento que no comprendo, quedo sentada en su pubis, con su pene delante de mi vagina, y las piernas estiradas hacia su cabeza ya que se había acostado. “Me voy a caer” le grité.
Jorge: tírate hacia adelante y apoya las manos en mi pecho. Yo te sostengo la cintura.
Hago lo que me dice, y si, puedo mantenerme en equilibrio. Como puedo voy acercándome a su pene hasta que queda bajo mi vagina, el me levanta un poco la cola y me la mete en la vagina.
Claro, cinco años sin uso, y duele un poco. El comienza a moverse y yo a bambolearme hacia adelante, y atrás, estamos un rato hasta que siento que su pene se pone más duro y siento que late, una de sus manos suelta mi cintura y me aprieta un pecho. Los dos llegamos juntos al orgasmo. Con cuidado me recuesta en la cama, se sube los pantalones y me mira con una ternura infinita.
Jorge: Perdoname, sé que fui bastante bruto, pero no podía verte más en ese estado. Era la última bala que me quedaba.
Yo: entiendo, pero ahora déjame sola.
Sale mi habitación, cierra la puerta y comienzo a llorar. Siento bronca, angustia, felicidad, satisfacción. Lo que yo creía que era cosa de un pasado muy lejano, es una realidad. Todos mis miedos se empiezan a ir, no podré mover las piernas, pero todavía puedo sentir como mujer. Así me quedo dormida.
Despierto, pensando que fue todo un sueño pero las manchas de semen en mis sabanas me dicen que no. Me pongo algo de ropa, salto a mi silla y bajo por el ascensor que instaló mi padre.
Los encuentro desayunando a mis padres y a Jorge. Los miro con una sonrisa y les digo:
Yo: Buen día. No pregunten. Quiero decirles gracias. Quiero decirles perdón. Otro día, cuando pueda, vamos a hablar.
Mi madre me mira con los ojos llorosos, mi padre me acaricia la mano y Jorge, se sonríe.
Y: Jorge, vos tenés el teléfono de un chico Tom, que era amigo mío por casualidad.
Jorge: Si, claro, creo que lo tengo grabado.
Yo: Lo podes llamar y pasarme sin decir nada?
Jorge: Si
Yo: Hola Tom, soy Carla, te acuerdas de mí, bueno, te invito a tomar el té, podrás venir? Gracias, te espero.
Yo: Mamá, me ayudas a bañarme y cambiarme después de comer?
Madre: Si por supuesto
Lo que sigue es una historia hermosa de amor y compañerismo. Todavía luchan por quedar embarazados.