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Tiempo de lectura: 4 minutos

Capítulo II.

Después de esa primera experiencia que teníamos en donde María había tocado mi verga y me había masturbado hasta hacerme venir con su mano, ambos estábamos más que deseosos de tener algo más, sin embargo, nuestra economía no nos permitía acudir a un hotel, y además nunca habíamos estado en uno, no sabíamos lo que podía suceder, teníamos mucho miedo de lo nos podría pasar.

Por esa etapa, mi padre me consiguió un empleo de vacaciones, en la misma fábrica que él tenía más de 20 años de trabajar, afortunadamente, yo no sabía hacer nada así que me mandaron a hacer trabajos de limpieza, sin nada que ver con él, debo aclarar que cuando yo tenía 6 años él se había marchado de casa, así que teníamos pocos puntos en común para tratar, si yo estaba trabajando era más por darle gusto a mi madre, que por mis intenciones, sin embargo, eso me podía dar algo de dinero para poder pagar un hotel para estar con Mary.

En fin, durante uno de los almuerzos del trabajo, un compañero ya más grande que yo, me inspiró confianza para preguntarle que como se hacía para entrar a un hotel, primero se rio de mí y después, con toda calma me dijo.

“pues mira chamaco, solo llegas y pides una habitación, ni te voltearán a ver, solo te darán la llave y te pedirán el dinero, podrás estar con tu novia y disfrutar de su primera vez.

“de verdad, será tan fácil.

“uy, más que eso, a nadie le importa nadie, solo el dinero que les dejarás, yo he entrado a un hotel con amigos a emborracharnos y tampoco nadie nos ve, y lo que se imaginen es su problema no mío, así que disfrútalo y sin miedo.

Eso fue quizá una de las mejores enseñanzas de mi vida, hasta ahora, lo sigo haciendo con la misma idea, “solo les importa el dinero que dejo, y lo que se imaginen es su problema”.

Así, que durante las dos semanas que trabajé, procuré no gastar más que lo indispensable, al término de esa quincena, cobré mi sueldo y no volví a trabajar nunca más al lado de mi padre. Cuando dio inicio el siguiente ciclo escolar, nos pasábamos algunas horas a la semana en nuestro rincón de afuera de la biblioteca, besándonos, tocándonos y de vez en cuando repitiendo la “chaqueta” que me hacía Mary, hasta hacerme venir con su mano, un día le dije:

“amor, te puedo pedir algo?

“dime

“le podrías dar un beso a mi verga?

“cómo?, no inventes, que cosas te andas imaginando?

“solo un beso, pon tus labios en la punta, nada más, si?

“no, ni creas…

Mientras tanto mis manos habían empezado a desabrochar los botones de su blusa, hasta dejarla totalmente abierta con lo que podía observar su bra que soportaba sus senos a través del cual se podían apreciar sus pezones grandes y duros, moví mis manos hacia su espalda y liberé el broche de su bra, mis manos regresaron hasta sus senos oprimiendo entre mi dedo pulgar e índice ambos pezones haciéndolos girar suavemente, sus mejillas se fueron poniendo primero rosadas y después rojas, la atraje hacia mi y coloque mi verga entre sus senos, abrazándola cada vez más fuerte sintiendo el calor y el palpitar de su pecho que hacía vibrar mi pene entre ellos, se retiró poniendo sus manos entre nosotros, quedando la punta de mi pene más cerca de su cuello que de su pecho, en algún momento rozó el borde de su barba lo que ocasionó que Mary retrocediera aún más, con lo que aproveché para tomar sus senos entre mis manos y oprimir con ellos mi verga, el calor que se desprendía de sus senos, el masaje que yo hacía con sus senos y la opresión que estos ejercían sobre mi miembro, fueron aumentando mi excitación hasta que no soporté más y mi orgasmo explotó expulsando chorros de leche sobre la barbilla, cuello y pecho de Mary.

Después de la sorpresa, que esto le ocasionó se me quedó viendo a los ojos y empezó a reír con una risa cristalina, llena de sensualidad y energía sexual, con un brillo especial en sus ojos, que hoy reconozco como esa excitación femenina que hace que una mujer sea capaz casi de cualquier cosa por la gran estimulación que la llena por dentro y que busca un desahogo necesario para satisfacer sus deseos, tomo mi pene aún semierecto entre sus manos y haciendo esos movimientos que hacía pocas semanas le había yo enseñado, no tardó en volverlo a poner duro, sus manos se llenaron de esa crema que escurría aun por el orificio de la cabeza, mis manos bajaron de sus senos hacia sus caderas, recorrí hacia sus muslos hasta llegar al borde de su falda, metí mis manos por primera vez bajo la misma y empecé a subir por en medio de sus muslos hasta llegar al centro de ellos, y sentir ese calor que salía de su rinconcito que instintivamente le hacía separar los muslos y a la vez cerrarlos con lo que mi mano quedaba aprisionada entre ellos, mi mano torpemente fue acariciando encima de su pantaleta, restregando cada vez más rápido su zona íntima, sus manos no dejaban de acariciar mi ya nuevamente dura verga y sus ojos cada vez más brillosos me veían con ansía, su boca empezó e emitir gemidos suaves, su respiración se aceleró hasta que sus muslos se cerraron sobre mi mano, cerró los ojos y gimió, con una gemido largo, gutural, unos cuantos segundos que a mi me parecieron eternos.

Ver la cara de mi amada primero en un éxtasis de un instante y luego con una tranquilidad suave, sus facciones relajadas, sus manos quietas envolviendo mi pene, con un apretón firme, sin movimiento alguno, su respiración aún acelerada que poco a poco retomaba su ritmo normal, poco a poco todo se fue apaciguando, sin embargo sus manos volvieron a moverse de arriba abajo, su mirada ahora concentrada en la punta de mi verga, no dejaba de ver como sus manos la ocultaban y volvía a aparecer entre ellas con cada movimiento que hacía, la punta de mis dedos seguía acariciando ese triángulo que ahora además del calor, se sentía una sensación de humedad en la tela que lo cubría, mi pene tenía cada vez más humedad que sus dedos hacían aparecer cuando bajaban, y al momento de volverlo a cubrir parecía que lo exprimían, haciendo que hubiera cada vez más.

En ese momento donde parecía hipnotizada con la visión que le daban sus manos sobre mi pene y las sensaciones que yo intentaba seguir manteniendo con la punta de mis dedos en su rinconcito, se acercó a la punta de mi verga, primero con los labios en forma de piquito, dando pequeños besos en la boquita quedando un hilo entre sus labios y mi pene, se pasó la lengua por los labios, llevando esa humedad al interior de su boca, después de unos cuantos besos de ese tipo, al acercar su boca, abrió los labios, tomando un poco más allá del oficio, sin abarcar el glande completo, solo siguió así moviéndolo con sus manos y haciendo salir y entrar la punta en sus labios entreabiertos, fue la gloria sentir sus labios y mi gran excitación anunció la llegada inminente, con lo que se hizo hacia atrás para volver a envolverlo con sus manos recibiendo mi leche por segunda vez, ahora en sus manos y viendo como terminaba de vaciarse en ellas.

A partir de esa fecha, estos encuentros con algunas variantes tenían lugar al menos dos veces por semana en nuestro rinconcito, detrás de la biblioteca, poco a poco fue aumentando nuestra necesidad sexual, que les iré platicando en los siguientes relatos.

Si les es de su agrado escríbanme y sugieran algo más.

[email protected]

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