La situación se me antojaba un poco surrealista. Mis dos mejores amigos, el feliz matrimonio con quien tantas reuniones bodas y bautizos había compartido, estaban allí dándome placer. Buscando el suyo propio a través de mi cuerpo, un cuerpo que usaban a su antojo para devolver el morbo y el deseo a sus vidas.
Sin embargo no encontraba nada extraño en aquello. Estaba tan cómoda follando con ellos como lo habría estado viendo una película, los tres tirados en el sofá como solíamos hacer de jóvenes.
Había temido un poco la reacción de Raquel. Al fin y al cabo una cosa es fantasear y otra muy distinta vivirlo. Tenía mis dudas de que al final, cuando me viera en brazos de su marido no se sintiera extraña y celosa pero la verdad es que no había más que verla. Era con mucho la que más estaba disfrutando de los tres.
Mario me regaló otro orgasmo lento y profundo antes de que Raquel nos arrastrara al dormitorio. Parecía dispuesta a ser la directora de orquesta de aquella improvisada sinfonía.
Me tumbó en la cama, de espaldas, con las rodillas justo en el borde y le indicó a Mario que se sentara junto a mi cabeza. Cuando él se arrodilló detrás de mí, sentado sobre sus talones, con las piernas entreabiertas de modo que sus huevos casi descansaban en mi frente y su miembro flotaba sobre mi cara, ella le entregó mis tobillos dejándome doblada en forma de pinza y totalmente expuesta.
-Ábrela para mí, cariño -Le dijo con un arrastrar felino en su tono de voz que provocó que la habitación se llenase de erotismo al instante.
Era su juguete, su regalo y estaba dispuesta a disfrutar de mí. El abrió mis piernas con fuerza, los tacones miraban al techo como dos monolitos en un paraíso fetichista. Mis labios se abrieron dejando escurrir el fluido acumulado de mi éxtasis anterior. Ella se agachó y empezó a lamerme muy despacio mirándole a los ojos, su lengua dibujaba un recorrido desquiciante. Subía desde mi ano, pasando por mis labios hasta llegar a mi clítoris inflamado donde se entretenía en rodearlo una o dos veces antes de volver al punto de partida.
Su lengua arrancaba gemidos profundos en cada uno de sus paseos, era una tortura deliciosa, tan lenta y sensual, tan cálida. Me retorcía de placer mientras mi cuerpo se convulsionaba tratando en vano de acelerar el proceso, de saciar mi ansiedad que crecía por momentos rozando la locura.
Se compadeció de mi porque hundió de pronto la cara en mi sexo y me penetró con la lengua haciéndome tocar el cielo. Su húmedo apéndice giraba en mi interior, me frotaba con su cara, con su barbilla, con su nariz… Mis manos se enredaron en su pelo, necesitaba controlar esa cabeza, saber que no se alejaría de pronto. Abrí los ojos, la polla de Mario se erguía ante mis ojos. Gotitas de líquido pre seminal de deslizaban por su glande y caían sobre mis labios abiertos. Quise saborearlo, levanté mi cabeza tratando de alcanzarlo, mi legua se deslizaba por su tronco hasta sus huevos y volvía a subir, con un castigo similar al que hacía poco me había sometido su mujer.
Volvía a estar al borde del precipicio. Todos mis músculos se contraían, doblegada mi voluntad a aquella boca que me arrastraba por universos lúbricos. Mario no podía más, sus testículos se endurecían en mi boca por momentos. Podía sentir la erupción salvaje que se gestaba en su interior. Lleve una mano a su polla y empecé a masturbarle al mismo ritmo que marcaba su esposa, mi amiga. Pude sentir su lava incandescente subiendo y me dejé llevar en un orgasmo brutal mientras su leche caía sobre mi cuerpo. Raquel bebió de mí y alzó la cabeza con la boca abierta a tiempo de que el néctar de Mario le surcara la cara. Tenía una mirada intensamente lasciva, sus labios estaban embarrados de mis fluidos y aún buscaba insaciable que el semen de su marido entrara en su boca.
Nos derrumbamos los tres sobre la cama, la cabeza de ella recostada en mi vientre, el cuerpo de él junto al mío acariciando la espalda de su mujer y besándome con ternura. Éramos una unión perfecta de cuerpos relajados y exhaustos.
-Dios chicos, que pasada! -Suspiré- Menos mal que descubrimos esto ahora y no hace unos años o ninguno de los tres habríamos acabado los estudios.
-Jajaja, ¿te imaginas? Todos esos años de instituto follando como monos. -Dijo Raquel entre carcajadas mientras Mario se recolocaba en la cama con una de nosotras a cada lado.
-Chicas estáis muy locas, pero sois increíbles. Oye yo de todo esto no puedo contar nada ¿no?
-Mario!!! -Gritamos las dos al unísono dándole un golpe en el pecho.
-Vale, vale -dijo riendo.- Si total ¿quién coño me iba a creer?
Raquel y yo empezamos a hacerle cosquillas mientras él se retorcía. Volvíamos a ser esos tres amigos de siempre, riendo en confianza con cualquier cosa.
Dejamos descansar un rato a Mario mientras jugábamos como niñas en la cama. Tratábamos de inmovilizarnos la una a la otra haciendo una parodia de la lucha cuerpo a cuerpo, nos intercambiábamos pellizcos y caricias, besos fugaces y mordiscos suaves. Poco a poco el ambiente se fue caldeando otra vez.
Raquel fue al baño. Al volver tenía el pequeño mando a distancia de mi regalo en la mano y nos sonreía desde el umbral de la puerta.
-¿Quién quiere el poder? -Preguntó con ese gesto de niña traviesa que es tan suyo. El cordoncillo del huevo asomaba ya en su entrepierna.
Mario y yo nos miramos divertidos y saltamos a la vez para tratar de alcanzar el mando. Me agarró por las caderas tirando de mi, devolviéndome al centro de la cama para tomarme la delantera. Yo salté sobre su espalda y ambos caímos de la cama en una maraña de brazos y piernas mientras la risa de Raquel tintineaba a nuestro alrededor. Nos tiró el mando en el aire. Mario lo alcanzó al vuelo y se levantó al triunfal grito de: -mío!!
Yo fruncí el ceño con gesto de fastidio y crucé los brazos enfurruñada. Raquel se me acercó y me besó en los labios mientras acariciaba mi cabeza. -Pobrecita, si no tiene juguete…
-Eso es lo que tú te crees -dije haciendo un guiño, recuerda que tengo uno idéntico al tuyo y ambos funcionan con el mismo mando.
Volví a la cocina a buscar mis bolsas y rápidamente me introduje el huevo aprovechando para coger también mi nuevo lubricante sabor a melocotón… algo se nos ocurriría, seguro.
Mario estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero. Se estiró un poco para alcanzar la radio de la mesilla y buscó una emisora musical que acompañara el momento.
-Y ahora chicas, a bailar…
No lo dudamos un instante, empezamos a contonearnos ante él, despojándonos de la poca lencería que aún nos cubría y quedando nuestros cuerpos desnudos.
No era la primera vez que ejecutábamos juntas un baile sensual pero sí la primera vez que lo hacíamos desnudas, delante de un hombre, su marido, mi amigo, que nos deseaba y estaba dispuesto a jugar con nuestro placer.
Mario activó la vibración más sutil de los juguetitos que llevábamos en nuestro interior y ambas dimos un saltito, riéndonos la una de la reacción de la otra. Rozábamos nuestros cuerpos al ritmo de la música mientras la vibración iba variando sus patrones y haciéndose más y más intensa.
Pronto más que bailar nos frotábamos de pie, buscando el roce de nuestros pechos, besándonos, apresando un pezón entre nuestros labios para succionarlo.
Fundidas en un abrazo intenso notábamos la vibración de nuestros respectivos juguetes, cambiante, a expensas de los caprichos de Mario que nos miraba desde la cama y controlaba nuestro delirio.
Nuestras manos buscaron el clítoris de la otra sin dejar de besarnos, imitábamos nuestros movimientos como imágenes especulares.
No tardamos en corrernos. Me encantaban los orgasmos de Raquel, todo su cuerpo se tensaba y podía sentir como se derretía en mi mano al tiempo que mi propio cuerpo la seguía en esa espiral de placer.
Mario se acariciaba la polla lentamente, mirándonos, disfrutando de la vista. Era casi cómico ver sus ojos, la expresión de su cara, de una felicidad absoluta.
Coloqué a Raquel de cara a su marido, de pie a los pies de la cama la incliné haciendo que su pecho se apoyara en el colchón mirando a Mario y empecé a acariciar de nuevo su sexo llevando sus fluidos hacia el estrecho orificio de su culo y deteniéndome en él, rodeándolo, presionándolo suavemente, notando como el esfínter reaccionaba y se abría lentamente.
-¿No te gustaría sentir como vibra por dentro tu mujer Mario?
No le dio tiempo a contestar. Raquel se me escurrió de entre las manos trepando a la cama a cuatro patas y girándose para levantar un dedo indignado diciendo
-A no!! Eso sí que no!! Por ahí ni lo penséis, años me ha costado convencer a Mario y no voy a discutirlo contigo ahora!!!
Mario levantó los hombros en gesto de resignación mientras yo no salía de mi asombro, no podía concebir que alguien tan desinhibido como Raquel se negara a disfrutar del sexo anal.
-Está bien, está bien -Dije riendo- Siéntate como está Mario por favor… así, apoya la espalda en el cabecero, ponte cómoda.
Me puse a cuatro patas entre las piernas abiertas de mi amiga, el juguetito seguía vibrando y los labios de su coño aleteaban ante mis ojos. Di un pequeño lametón desde su culo a su clítoris.
-Mario -Dije arrojando el lubricante en su regazo, ¿quieres hacer los honores? prepárame con cuidado por favor.
Su cara en ese momento era un poema, de no ser porque la situación me excitaba enormemente hubiese roto a reír como una colegiala.
Mario se situó a mi espalda, con una mano en mis caderas empezó a untar mi ano con el lubricante. Una intensa fragancia a melocotón nos envolvió.
Yo seguía dando pequeños lengüetazos al sexo de mi amiga.
-Lo primero es aplicar una buena cantidad de lubricante. Hay productos maravillosos, el tacto de este es sublime -Le dije haciendo una pausa en las idas y venidas de mi lengua.- Poco a poco notas la caricia de un dedo, es algo muy sutil, algo así. -Recogí un poco del lubricante que se deslizaba por mis muslos y con un dedo comencé a replicar en el culo de mi amiga las caricias que su marido me iba dando en el mío propio al tiempo que succionaba su clítoris. No podía negar que le encantaba, sus ojos se cerraban y gemía quedamente mordiendo su labio inferior.
-Poco a poco la presión aumenta, notas como el esfínter late y se dilata, ese dedo travieso empieza a invadirte y tu cuerpo se entrega, sin dolor, sin tensión…
Mi dedo ya entraba y salía libremente de ella. Nuestros anos se dilataban al mismo tiempo compartiendo idénticas sensaciones una vez más. Mario había captado mi juego a la perfección y se acoplaba a mis palabras con esmero.
-Puedo dibujar círculos cada vez más amplios en tu interior, un calor diferente, nuevo y desconocido sube por tu espalda. Las terminaciones nerviosas que estimulo están conectadas con tus pezones que parecen a punto de estallar -Tomé uno de ellos entre mis labios y lo chupe largamente mientras su cuerpo se rendía a esas nuevas sensaciones.
-¿Ves? Ya son dos los dedos que puedo meter, con suavidad. ¿Notas como tu cuerpo se abre?, ¿cómo se dilata y pide más?
Empecé a follarla con esos dos dedos. Aquello la estaba volviendo loca.
-Si tú quisieras, ahora mismo podrías notar ese glande suave y duro acercarse a tu culo. Tal y como yo lo noto ahora. Lo sentirías mucho más caliente que mis dedos y notarías como poco a poco se va introduciendo en ti. Centímetro a centímetro…
La polla de Mario se iba metiendo en mi culo y cada vez me costaba más seguir hablando, yo seguía machacando con dos dedos el culo de Raquel que se retorcía de placer. Mario entró por completo dentro de mi arrancándome un gemido. -Ohh Joder Raquel si pudieras sentir esto… Fóllame Mario, dame fuerte, quiero sentirte muy dentro.-
Mario empezó a bombear a un ritmo endiablado. Bufaba a mis espaldas como un animal en celo, estaba descontrolado perforándome una y otra vez. Me temblaban las piernas y ya no podía pensar en nada más. Raquel me miraba alucinada, con mis dedos aún dentro de su culo pero inmóviles pues solo podía pensar en esa polla que me taladraba y me hacía enloquecer. Yo gritaba pidiendo más y más. Lo sentía todo centuplicado, la vibración en mi coño, su polla en mi culo, sus pelotas resonando contra mis nalgas… y me corrí, me corrí de una forma escandalosa y brutal dejando a mi amiga boquiabierta.
Me hice a un lado rápidamente dejando a Mario con la polla apuntando directamente a las piernas abiertas de su esposa, su expresión era febril, tenía el rostro desencajado y las gotas de sudor le corrían por la frente. Se quitó el condón en un visto y no visto y se acercó a ella, dudando, casi como pidiendo permiso. Fue ella la que tiró de él, fue ella la que apuntó a su culo dilatado, fue ella la que se zambulló a ese placer inmenso que tanto tiempo se habían negado. Los vi retorcerse, entregados el uno al otro, elevándose los gritos de ella hasta la locura. Mirándose como solo saben mirarse los enamorados. Perdidos en las sensaciones de dos cuerpos que encajan a la perfección. No podía dejar de sonreír al verlos así.
Salí sin hacer ruido, aún me temblaban las piernas. En la cocina busqué un zumo en la nevera, el piso era grande y sus gemidos me llegaban en un rumor apagado. Saqué el huevo de mi vagina y lo lavé con cuidado en el fregadero guardándolo en su envase. Recogí mis cosas, me vestí como pude y abandoné la casa.
Ya amanecía, el cristal de mi coche aparecía perlado de gotas de rocío, me senté y puse la radio regalándome unos instantes de reflexión… Pensé en mi pareja, en mi amor. Posiblemente ya se habría ido a trabajar. Yo también estaba dispuesta a todo por mantener viva nuestra llama. Estaba segura de que ese fin de semana que planeábamos escapar nos devolvería las ganas y la pasión perdida. Pero si no era suficiente siempre podía pedir ayuda a una buena amiga y es que la amistad todo lo puede. ¿No creéis?