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Amigos con derecho en el trabajo
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Este va a ser mi primer relato de esta índole, espero les guste.

Edgar es un técnico en publicidad, trabaja en una empresa de venta y su principal tarea es visitar a sus clientes y organizar los productos de su marca. Él es un tipo normal, alto con algo de sobrepeso, nada fuera de lo común.

Su jefe un tipo que siempre se la pasa al teléfono cuadrando cualquier negocio, su día a día es rutinario, despierta temprano, nunca le ha costado levantarse a primera hora, se levanta sin despertar a su esposa ni a su hijo, que en la madrugada camina a la cama de sus papas, va al baño, se sienta a leer relatos eróticos y se hace una paja de costumbre. A sus 40 años es algo que hace todos los días que va a trabajar. La vida sexual en casa es lo que se definiría normal. Una o dos veces por semana, a veces una vez por semana, a veces cada 15 días. Todo depende del ánimo de ambos. Luego una ducha rápida, se viste toma sus cosas y sale al trabajo.

Si no tiene que salir a hacer alguna visita, en el trabajo será simplemente vaciar información, hablar con los compañeros. Al finalizar la jornada se retira a su casa. De vez en cuando le daba el aventón a la secretaria del jefe, una señora se 40 años, que en su momento debió ser un monumento, y que ahora conserva unos grandes senos operados, una cara risueña unas grandes piernas y nalgas, y por el descuido, un vientre algo abultado.

Las conversaciones de regreso del trabajo eran normales, las parejas, los niños, el salario, etc. Un día ella llegó con un cuento que no iba a creer. Ella cuenta que para el día de las madres la empresa le regaló un masaje relajante en un local cerca del trabajo. Al llegar al sitio la atendió un señor, dice ella que contemporáneo, que la atendió educadamente. Le dio una toalla y le dijo que se desvistiera y que se acostara boca abajo en la camilla.

Me dice que el masaje fue súper relajante, con música y hasta olores a incienso. Pero que debido al roce de las manos del masajista empezó a sentirse más caliente de lo que esperaba. Cuál fue su sorpresa que al momento de masajear sus piernas las manos iban subiendo poco a poco hasta rozar su vagina. Cosa que la puso tensa pero no dijo nada.

Las manos del masajista bajaban y subían suavemente por su cuerpo, frotaban fuertemente sus piernas, rozada la parte baja del cachete de sus nalgas, haciendo que ella suspirara, el masajista apretaba en las zonas donde sentía la tensión y pasaba suavemente las manos por el interior de sus piernas, acercando los dedos cada vez más a su vagina que quería ser tocada. El altercado paso un par de veces más y ella sintió que se mojaba y que empezaba a gemir suavemente, relajándose y entregándose a las sensaciones. Hasta que en el último intento ella cerró las piernas, que de pronto pensó en que esa era una invitación de la oficina y que no podía seguir haciendo eso. Así que se terminó el masaje y ella se vistió y se fue con el cuerpo relajado pero con la mente y su vagina pidiendo sexo.

Al contarle, Edgar se la imaginó desnuda sobre una camilla disfrutando como le hacían el masaje. Y tuvo una erección. Al estar sentado pensó su amiga no se daba cuenta. Sin embargo, Emilce, como no tenía que fijar su mirada en el camino, pudo observar el bulto en el pantalón que iba creciendo cada vez con cada detalle que daba del relato.

Luego de ese relato las conversaciones entre ellos cambiaron a un punto más sexual, mas picante, primero con lo habitual de sus encuentros, luego con lo que le gusta y lo que no.

Un día Edgar decidió no llevar auto al trabajo ya que tenía que hacer unas visitas y el parking era una tortura. A media mañana suspendieron las visitas por una reunión de trabajo. Al finalizar la jornada le dijo a su amiga que podrían irse juntos caminando un buen tramo para evitar el congestionamiento del transporte público, así siguieron hablando. Una parte del trayecto pasaron por una zona conocida por tener más número de moteles.

– Oye Edgar – dice Emilce – deberíamos aprovechar y pasar por uno de esos moteles y poner a prueba todo lo que hemos hablado.

– Deja de decir tonterías – dijo Edgar – Recuerda que soy casado y conoces bien a mi esposa. No tientes mira que ganas no me faltan de probarte.

– Tu esposa no se va a enterar – respondió con una sonrisa pícara – o por lo menos no de mi. ¿Qué pasa, te gusto?

– si quieres entramos y te demuestro las ganas que te tengo desde el cuento del masaje.

Ambos rieron, ella lo tomó de la mano y entraron a un motel. Sin pensarlo mucho, pagaron la mitad cada uno. Luego siguieron a la habitación que le asignaron. Al entrar se miraron nerviosos.

– Primero quiero que sepas que lo que acá pasa acá se queda – Dijo Emilce.- Así que quédate tranquilo que tu esposa no se va a enterar.

– Vale, quiero que sepas que quiero que esto no joda la buena amistad – Dijo por otro lado Edgar – sabes que eres mi amiga y confidente para muchas cosas.

– Tranquilo, si quieres hacemos un pacto, nos damos la mano y decimos nada de romper la amistad y nada de ponerse celosos.

– Hecho – Dijeron ambos dándose la mano.

Ambos querían darse una ducha por separado, el entro primero luego ella. Al salir se sentaron en la cama con las sabanas hasta la cintura, esperando quien empezaba.

Fue Edgar quien dijo:

– Voy a romper el hielo de una vez.

Y se lanzó a sus piernas, quitó las sabanas y metió su cabeza entre sus piernas. Lo que encontró le sorprendió bastante. Tenía la vagina completamente depilada. Él la tomó por los muslos le dio un seco beso en los labios de la vagina. Ella se quedó mirando a Edgar, no podía creer que le iban a hacer sexo oral, nunca le ha gustado como los hombres hacen eso. Pero se dejó llevar.

Edgar lamió sus labios, un par de veces hasta que Emilce fue abriendo las piernas poco a poco para darle cabida, ya al haber lamido repetidas veces los labios tenía ese manjar expuesto ante él. Así que la tomó de sus muslos y metió sus cabeza de lleno por en la vagina, taladrando el clítoris con su lengua, de vez en cuando bajaba a la entrada de su vagina y metía la lengua hasta donde pudo. Pudo sentir como su boca se llenaba de jugos con un sabor exquisito. Con las manos tocaba piernas, torso, esos senos operados, llegó a pellizcar un pezón.

– Ey, no – Decía Emilce entre suspiros y gemidos – Me duelen después que me puse implantes. Apriétame fuerte los senos me gusta más.

Edgar no respondió, siguió en lo suyo. Hasta que Emilce en un suspiro dijo.

– Mi turno

Empujo el rostro de Edgar. Hizo que se parara y sentada en el borde de la cama tomo su pene le bajo el prepucio y lo engulló. Edgar Gimió de placer. Con una mano bajaba y subía desde la base del glande hasta el rozar el pubis, con la otra masajeaba lentamente los testículos. Edgar con ojos abiertos como platos solo lograba gemir por lo bajo y seguir viendo como le hacían el mejor oral que le hayan hecho. La lengua de Emilce daba vueltas por su glande. Hubo un momento en que ella puso las manos sobre su torso, él tomó su pene con una mano y con la otra marcaba el ritmo. Ella apretó sus nalgas y luego rozó su ano. Edgar apretó las nalgas por la sorpresa.

– Déjate llevar – dijo Emilce – te va a gustar.

Pero Edgar aprovecho que la había soltado para acostarla en la cama y penetrarla diciendo.

– Si sigues con el oral me vas a hacer acabar y quiero sentir que tan caliente tienes la vagina.

Ella abajo, subió sus tobillos a los hombros de él y disfrutó el bombeo por un rato. Luego ella dijo que quería estar arriba, lo cabalgó mientras magreaba sus senos. Ella se quedó arriba y le dio la espalda. El disfrutaba jalando el cabello.

Después de un buen rato cambiando de posiciones entre perrito, ella arriba de lado y ya bien sudados ella dijo que la penetrara de misionero y que le avisara cuando iba a eyacular. El subió la revolución del bombeo y le aviso entre gruñidos

– Me vengo

– Vente papi – respondió Emilce

Se vació dentro con todo lo que tenía acumulado con un gruñido

– no te pares sigue papi.

El dio unos rápidos bombeos que lo llevaron al éxtasis que no había sentido cuando escucho un gran gemido y sintió que lo apretaban fuertemente.

Con una respiración entrecortada se dieron un tierno beso corto en la boca y se separaron para respirar mejor.

Continuará…

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