Joaquín es el típico muchacho de barrio, con códigos bien aprendidos en cuanto al papel del hombre en la sociedad. Le fue muy bien en los estudios y con la ayuda de su padre, un abogado respetado en el ámbito comercial, pudo abrirse camino en el mundo de los negocios gracias a su olfato poco común y sus conocimientos de marketing. De ese modo, aún joven, pudo establecerse con una empresa de comercio exterior y por ello, viaja mucho. Por negocios siempre solo, por placer, con bastante continuidad, con su esposa Mariana, una morocha infartante, compañera de facultad, con quien fueron descubriendo, en diversas partes del mundo los placeres del sexo, más allá del lecho conyugal. Todo comenzó un día en New York cuando decidieron visitar un spa que descubrieron merced a un folleto que estaba sobre el escritorio en la suite del hotel. Hacía tiempo que les rondaba la idea en la cabeza de "hacer algo distinto" y al ver las fotos de los anfitriones, masajistas y escorts, con unos físicos espectaculares, Joaquín le preguntó a Mariana: ¿Querés ir a chusmear? La respuesta no se hizo esperar ¡Dale, vamos!
Pidieron un masaje para ambos y seleccionaron a un par de profesionales del catálogo.
Dos camillas paralelas, luz tenue, música suave, aroma de flores y manos seguras, les transportaron en pocos minutos a otra dimensión. Mientras ambos estaban boca abajo, los masajes fueron descontracturantes y con aceites, suaves, deteniéndose a determinada altura y con mayor presión en los glúteos de ambos, incluyendo en el caso de Joaquín un masaje prostático que le hizo disparar la alarma interior, cuando se sorprendió gimiendo, entregado y a merced de las manos (y los dedos del masajista) que le abrían completamente el ojete. Miró a su mujer y vio como el negro que le había tocado, le introducía dos dedos en el culo y la hacia ronronear y contonearse.
Joaquín se dio vuelta y quedó de espaldas, boca arriba, mirando al rubio grandote que le sonreía al verlo con una erección que confirmaba su real estado de excitación. Sin palabras, con gran experiencia, el rubio comenzó a acariciar los genitales de Joaquín y con sutileza recorría suavemente todo el tronco de su verga, deteniéndose por instantes en la cabeza, acariciando con maestría, con todos sus dedos el glande hasta hacerlo acabar copiosamente.
A Mariana la hizo girar el negro. Cuando quedó boca arriba se apoderó de sus tetas y comenzó un abordaje de sus pezones primero y los dos globos luego, que la hicieron salir de su habitual equilibrio y comenzar a proferir pequeñas frases del estilo ¡qué divino!, ¡me encanta!, el negro le hizo una seña al rubio quien se acomodó acodándose en la camilla entre las piernas de la mujer y con su lengua, comenzó un trabajo en los labios de la concha de Mariana hasta introducirla como un estilete hacia adentro y apoderarse con sus labios del hinchado clítoris femenino sacándole su primer orgasmo.
El negro, sacó de su blanco pantalón de hilo una verga descomunal, digna de una película porno y la depositó suavemente sobre el rostro de Mariana sin dejar de amasarle las tetas. En pocos segundos, la mujer de Joaquín probaba con su lengua y su boca, la primera pija que no era de su esposo y la chupaba golosa, como si no hubiese un mañana.
Esa primera incursión en lo diferente por parte del matrimonio, terminó con el negro acostado boca arriba en la camilla, ensartando por la vagina a Mariana mientras el rubio le clavaba su enorme pedazo en el culo, haciéndola delirar.
De allí en más, el matrimonio con mucha reserva pero con la intensidad que acarrean estas situaciones de permanente calentura, fueron internándose en el mundo swinger. Ubicaron un tercero ideal que lo adoptaron como estable y conocieron unas pocas parejas, entre Punta del Este y Buenos Aires, con quienes generalmente entre viernes y sábados, solían encontrarse "socialmente".
Miguel, el colega
Es habitual que a Joaquín le inviten a dar conferencias en eventos de marketing en diferentes países. Miguel es un empresario argentino muy exitoso que habitualmente encuentra en esas instancias en los distintos países latinoamericanos donde ambos suelen moverse.
Esta vez el congreso se realizaba en Cancún y Joaquín estaba agendado para dos días seguidos, con sendas conferencias de marketing para dos tipos de productos diferentes. Había trascurrido la primera jornada y ambos se encontraron en el bar de la piscina del lujoso hotel en el que se hospedaban. Miguel era el típico macho latino. Alto fornido, vientre aplanado, pecho con el vello justo de la apreciable masculinidad, rostro agraciado, solía usar barba de uno o dos días, lo que aumentaba su presencia varonil, ojos verdes y cabello castaño con pocas canas.
Era temprano, no tenían compromisos de ningún tipo, por ende, se acomodaron en unos sofás de la terraza con vista al mar y al cabo de algunas horas, habían dado cuenta de unos cuantos tragos. Joaquín con etiqueta negra y Miguel con cava brut. Ya con la lengua un poco liberada por el alcohol, la descontractura del lugar y la distancia del sitio de residencia, lo cual desinhibe mucho a las personas, en determinado momento que vieron a dos parejas dirigirse hacia el mar, en actitud por demás reveladora. Miguel dijo: "Estos son de mi equipo" sonriente.
A Joaquín no le hizo falta ahondar en interrogatorio complementario y le dijo en voz baja pero firme: "Mi mujer y yo también".
Como durante la sesión de alcohol habían "picado" diferentes alimentos, resolvieron no cenar y con una copa en la mano cada uno, decidieron bajar a la playa a caminar, la noche se prestaba para ello, el habitual clima del Caribe estaba en su esplendor con sus casi permanentes 28 grados centígrados.
Sin mirar a su colega, caminando por la orilla de la playa descalzos, Joaquín preguntó: ¿Alguna vez estuviste con un hombre?
Miguel sin alterarse, sosteniendo el paso, bebió un trago y respondió: "Varias veces; en tríos e intercambios, me la ha chupado alguno y una vez me cogí a un marido. ¿Vos?".
También me la han chupado alguna vez, pero tengo asignaturas pendientes. Está claro que a todos a quienes nos da placer entregar a nuestras mujeres, algo de bisexuales tenemos. Eso me lo dijeron hace tiempo y lo fui comprobando, a cada paso. "No lo había pensado…pero, tenés razón, sí, algo de eso hay" admitió Miguel.
"Contame, ¿cuáles son esas asignaturas pendientes?, me dejaste intrigado", agregó.
Por algo debo haber sacado el tema. Mi fantasía es estar en la cama con un tipo de tu estilo. Bien macho. No me gustan los maricas, es más, me chocan. Yo en un papel activo y calentarlo bien al tipo. Acariciarle todo el cuerpo, lamerlo, chuparlo, hablarle al oído, emputecerlo bien, darlo vuelta y cogerlo, mucho rato, en cucharita, diciéndole disparates al oído…
Se produjo un silencio inmediato. Siguieron caminando ya regresando al edificio del hotel. Volvieron a sentarse a la mesa en la que estaban y pidieron un postre cada uno y café.
"Esto es como una trampa del destino. Terminaste de hablar y quedé con una calentura tremenda; jamás pensé que podía desear ser pasivo como me pasa en este preciso momento. De alguna manera hay confianza, estamos lejos, no nos tenemos que ver a diario y por más que le busque la contra, no se la encuentro. Pero… de todo lo que dijiste que querías hacer, está chuparla…".
Sí, aunque te cueste creerlo, mi cabeza explotó y me llevó a meter a Mariana en el juego, cuando vi un video de una orgía y un tipo le chupaba la verga a un veterano que la tenía bastante grande. Fue tal la calentura que me agarré que me quedó de modo permanente. Cuando Mariana se la chupa a un canoso y es de buen tamaño, me caliento como loco. Una vez en Brasil pagué para que venga al hotel una pareja de escorts. Fue la primera y única vez que le chupé la verga a un hombre y me encantó. Pero siento que después me lo tengo que coger. Será para quedar bien con mi conciencia, ¡andá a saber los vericuetos de la mente!. Capaz que de esa forma me digo: "Sí, chupé una verga pero me lo cogí".
Miguel lo miraba a Joaquín como no pudiendo creer lo que le pasaba, bebió el último sorbo del café y le dijo: "¿tu habitación o la mía?".