Era un sábado de diciembre, estábamos reunidos dos panas, dos amigas de la infancia y yo, desde las 10 am tomando cerveza, haciendo hallacas y carne asada con pan francés, escuchando buen rock; entre todos somos tan amigos que parecemos hermanos, estábamos en la casa de Diego, una casa vieja en el centro de la ciudad, tanto las hallacas como el asado lo estábamos preparando en el porche, pero el baño quedaba atrás y afuera de la casa, y cada vez que alguien iba al baño tenía que hacer todo ese viaje.
A Adriana, la conozco desde chamita, prima de mi mejor amiga ahí también presente; ya Adriana tenía una niña, y estaba separada de su marido; ella es gordita, bajita, de piel morena oscura, cabello liso y largo, con unas tetas inmensas y paradas, ojos café y de labios rojos naturales, carnosos y bellos; jamás hubo algo entre ella y yo, ni un cumplido, panas muy chéveres, pero nada.
Ése día yo estaba muy contento sin razón alguna, cuando Adriana llegó con su prima, las saludé y también le dije hola a sus hermosas tetas, ya al anochecer, bien encendidos todos de tanto beber, en un juego de palabras que no recuerdo, le metí la boca entre las tetas y soplé fuerte que sonara como un peo, todos nos reímos y hasta ahora no había nada de raro en eso.
En una ocasión en que fui al baño, yo no sabía que ella ya estaba ahí, y yo, al encontrar la puerta cerrada, la toque y ella respondió "está ocupado".
-bueno, aprovechemos que tienes el pantalón abajo, y yo me lo bajo y me dejas pasar pues- le dije.
-a que abro la puerta y no tienes ni el cierre abajo- dijo ella.
Y efectivamente al abrir la puerta, ni ella ni yo teníamos los cierres abiertos ni los pantalones abajo, -¿Viste? Pura paja chamo- me dijo; la verdad es que yo no había aguantado las ganas de orinar y en el diálogo con ella ya estaba orinando en el patio, juntos nos lavamos las manos en la batea, cada uno luego agarró su cerveza, nos vimos a los ojos y sin más, nos besamos; que divino fue, su piel caliente, sus labios carnosos, suaves pero fuertes, su destreza para besar rico, el alcohol que teníamos en el cerebro, todo influyó, duramos cómo tres o cuatro minutos besándonos y se separó y me dijo -ya, que me van a dar ganas y este no es el lugar-, nos fuimos al porche y seguimos rumbeando con los panas.
En una de esas pusimos reagge, y bailé con mi amiga, luego con ella; en un momento en que su espalda no estaba ante la vista de nadie, y que de hecho ni nos veían, le agarré una nalga con una mano y la otra la metí entre el pantalón y la piel y le metí la mano entre las nalgas, ella sin negarse, me dijo – no lo hagas chamo, de pana, es que ya me dieron ganas y estamos claros que hoy no podemos hacer nada-, -y ¿Porque no?- le dije yo, -porque aquí está Pamela, los muchachos y además de aquí tengo que irme a la casa, mi niña está esperándome, otro día ¿SÍ? anda, no me calientes- y la dejé en paz por esa noche.
Ella tuvo que irse a las 11 pm luego de que ya habíamos cenado hallacas, vino más gente y la rumba se extendió hasta las 6 de la mañana.
Amanecía domingo y a los demás no les importaba, claro, porque son todos civiles, yo no, yo recibía guardia a las 8 am en el bosque, al llegar allá, otros dos de los cinco compañeros que estábamos recibiendo guardia, venían como yo, de una rumba, menos mal que ese día no abría el parque del bosque, de manera que podíamos descansar tranquilos; yo dormí como hasta las 2 pm y como a las 5 empezó a escribirme Andreína:
-hola Iván, ¿Cómo estás? ¿Cómo amaneció ese ratón?
-hola, bien mi amor, si supieras que supe matar bien a ése ratón, al llegar al bosque me acosté y al despertar me tomé tres cervezas y listo.
-¿Que? ¿Ustedes tienen cervezas ahí?
-sí chica, pero son para éstos casos, no creas que bebemos caña de servicio.
-epa ¿Y qué fue eso? ¿Lo de anoche?
-epa sí, jajaja, que rico besas chama, que digo rico, divino ¿Quién lo diría?
-claro que sí mi amor, tu también besas muy bien, yo me lo disfruté mucho.
-¿Cuando se repite?
-cuando tu quieras, pero que estemos tu y yo solitos.
-¿Y si te digo que hoy mismo?
-¿Tu no estás trabajando pues?
-eso no importa, yo sé cómo podemos.
-la verdad es que me dejaste alborotada chico, ¿Cómo hacemos?
Y lo coordiné todo para que un taxista de confianza fuera a buscarla cerca de su casa y la trajo a las cabañas turísticas del bosque donde yo estaba.
Al llegar dimos un paseo por el bosque como de 300 metros, y llegamos a la cabaña en cuestión, en realidad era una especie de ateneo, pero en el segundo piso había un techo transparente a dónde la llevé, puse una colchoneta ahí previamente y nos besamos largo rato bajo las estrellas, sin dejar de besar sus labios me quité el correaje con el arma, me zafé las botas, me saqué la guerrera, me solté el pantalón, -¿Te vas a quedar desnudo?- preguntó ella, -tú también, no te preocupes que aquí no vendrá nadie- le dije, y comencé a desnudarla a ella, que muy tiernamente se dejó hacer todo sin intervenir más que para colaborar, hasta que quedamos sin una prenda.
Sus besos eran deliciosos, su boca carnosa inigualable, no quería dejar de besarla pero hay que hacer más, bajé por su cuello y al fin en la vida pude ver la verdadera dimensión de sus increíbles tetas, grandes y firmes, con los pezones marrones y bellos, me deleite con sus tetas que mordí y chupe a placer, y más viendo que a ella le gustaba demasiado; bajé entre sus piernas y yo me había imaginado otra cosa, la realidad fue mucho mejor exponencialmente que la expectativa, tenía la vulva bella, carnosa, ni grande ni pequeña, moradita y de un sabroso que cambiaría sus labios bucales por sus labios íntimos y hubiera durado horas chupándosela; me salió gritona la muchacha, gemía divinamente, la vulva se me movía sola al contacto con mi boca, sus labios íntimos estaban hinchados, se los chupé cada uno, acariciaba sus muslos y sus tetas las apreté mientras le chupaba el clítoris, me agarró un dedo y se lo chupó, lo sacó bien lleno de saliva y se lo puso en la vulva, por supuesto que se lo introduje, jugué mucho con su vagina y supe encontrar esa protuberancia especial que se hincha al ser estimulada, y sentí como reaccionó, le saque el dedo y le lo llene de más saliva, pero también ensalivé al dedo pulgar, y le metí el dedo medio tocando donde ya sabía y le hundí al mismo tiempo el pulgar en el ano y continué estimulándola, a su vez le chupé el clítoris, ella gemía gritando muy agudito, cuando bebí de su flujo exquisito algo físico me empujó a penetrarla de una vez, ese sabor fue muy afrodisíaco, me le encajé, y al contrario de lo que me esperaba la tenía muy estrecha y creo haberla abarcado, -guao, amiga ¿Quién lo diría?- le dije, y ella entre sus gemidos me preguntó -¿Qué cosa mi amor?
-lo rica que estás…
-para que tú veas mi amor.
-uy que rica…
Y con sus piernas bien abiertas la penetré con el mayor de los placeres, comiéndome sus tetas las cuales apretaba como masa de harina para pizza, y abría bastante mi boca para meterme más de su teta, pero aun así ni la mitad me cabía; ella me empujó y me pidió que me sentara, se me montó y se tragó completamente mi pene con su vagina, sintiendo yo el fondo de la misma, comenzó a mover en círculos las caderas, era una cosquilla extrema lo que me hizo sentir, además de sus gemidos, sentí la energía queriendo hacerme explotar, doble mis piernas y apoyé las plantas de mis pies abajo y comencé a embestirla hacia arriba al mismo tiempo de que metió sus tetas en mi boca, luego comenzó a martillarme con su cuca, sentí que se puso mucho pero muy caliente, halé su cuello y traje su boca a la mía, yo quería besarla pero ella gemía y gemía sin control, luego comenzó a frotarse de atrás para adelante y ahí si me mató, me llevó a lo más alto y me dejó caer, mi voz sonó como la de un toro bravo de lo duro y abundante que me hizo acabar, fue divino, aun así ella tuvo la voluntad de bajarse y comenzó a chupármelo y a masturbarme, no permitió que el pene se me durmiera, fue muy rápida en eso, yo sentí la necesidad de volver de inmediato, y una vez que pude me paré, me le tiré encima, la volví a penetrar y ésta vez lo hice con movimientos cortos y rápidos pero en lo más profundo, y ella gritándome al oído sus gemidos -sí, así papi dame más y más- y yo con un solo grito grave y largo volví a soltarle unos buenos chorros de leche adentro.