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Amelia
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Mi nombre es Amelia, tengo 23 años y desde siempre me he sentido atraída por Hugo.

Hugo, es compañero de trabajo y mejor amigo de mi papá y a pesar de que actualmente existan 30 años de diferencia entre él y yo, desde adolescente me he sentido atraída a él de una manera inimaginable. Además de su gran preparación profesional y su gran sueldo yo veía a un hombre maduro y experimentado con un porte impecable, quería aventurarme en su experiencia y perderme en sus brazos pero con tan sólo 23 años ¿qué podría ofrecerle?, me parecía imposible así que me conformaba con verlo en casa en la reuniones de papá y platicar con el de vez cuando.

Hace unos años se enamoró de una española, con quién se casó e intentó formar una familia pero ella lo había engañado y él regresó a México para empezar de nuevo, naturalmente mi padre abrió las puertas de nuestra casa para recibirlo e incluso lo invitó a acompañarnos a su viaje de aniversario.

Así emprendimos a nuestro destino al lugar que mis padres habían reservado junto a la playa y por mi mente rondaban diferentes escenarios de escenarios donde Hugo y yo llegáramos a tener encuentros casuales hasta sexuales pero lo mantenía limitado a mi imaginación. Entre actividades deportivas y recorridos culturales únicamente tenía la oportunidad de cruzar palabra con él de manera directa en el desayuno.

Una noche mis padres tenían una reservación en un restaurante y de ahí otras actividades para pasar un tiempo juntos y celebrar los 25 años de casados, para mí era mi primera noche libre en ese lugar. Después de despedirme de mis padres, me metí a la ducha y me arreglé, maquillaje discreto, labios y un vestido rojo carmín pegado al cuerpo, zapatillas negras, un bolso y chamarra de cuero. Me sentía sensual y sabía que quería salir a divertirme así que en el bolso agregue un par de condones y como último paso rocié perfume en mi cuello, peine mi flequillo y me dispuse a salir.

En la recepción estaba una chica a quién me dirigí para preguntarle sobre algunos lugares donde pudiera pasar el rato, me ayudó a pedir un taxi y comencé con mi recorrido turístico, visité algunos lugares hasta que llegué a un bar, agotada fui a la barra para tomar una limonada hasta que sentí la presencia de una persona a lado mío, por inercia di la vuelta y para mi sorpresa era Hugo.

-Amelia. -me saludó sorprendido- ¿Qué haces aquí?

-Hola. -le sonreí y di un sorbo a la limonada.- Vine a pasar el rato.

-Pensé que te quedarías en el hotel. -agregó- además es un poco tarde para que estés sola.

-Bueno… pero podrías acompañarme. -Lo quedé viendo mientras que con mis dedos acariciaba el cuello de su botella de cerveza- no creo que tenga algo de malo ¿verdad?

Él negó mirándome y sonrío.

Después de un par de tragos salimos a la playa a caminar. El mar bravo en la noche era nuestro fondo, descalza bailaba sobre la arena y sentía el agua en mis pies mientras Hugo me miraba sentado, sabía que estaba explorando mi cuerpo, pero no decía nada así que me senté junto a él.

Por un momento nos quedamos viendo sin decirnos nada y fue en cuestión de segundos para que me encontraba sobre el besándolo lentamente.

¿Qué haces? -preguntó sorprendido separándonos.

-¿Tu qué crees? -le dije cerrando los ojos para volverlo a besar.

– Eres una niña. -Sujetó mi cabeza.

-Hoy no quiero ser la niña que conoces, hoy quiero ser tuya. -llevé sus manos a mi cintura mientras nos veíamos fijamente.

Y así fue como comenzó todo.

Llegamos a su habitación y el calor de los besos se estaba haciendo presente, con mis manos recorría su cuerpo sobre la ropa y sus manos mis muslos. En la cama comencé a desabotonar su camisa y su pantalón y me levanté un momento para liberarme del vestido el cual cayó al piso dejándome en ropa interior, la cual también quite de mi cuerpo de manera delicada frente al él. Ahora si estaba completamente desnuda ante sus ojos.

-Eres tan hermosa. -Confesó boquiabierto.

Me acerqué para besarlo. Sus labios viajaban desde mi boca, pasando por mi cuello, mis clavículas, mis pechos hasta mi abdomen. Me recosté en la cama mientras él se terminaba de desvestir. Sentía mi cuerpo arder y sus manos a pesar de ser muy livianas y delicadas ardían sobre mis muslos y mi cadera. Besaba cada parte de mí y yo solo disfrutaba del contacto, del rose de nuestra piel, sus besos húmedos y tibios.

-Por favor, te necesito. -Le rogué moviéndome debajo de su cuerpo arañando su espalda. Mi parte está ya estaba bastante húmeda y me sentía demasiado excitada.

Se detuvo un momento para colocarse un preservativo y así poder entrar en mí. Gemí al momento de introducirse, lo cual causo un poco de extrañeza en su mirada pero con un beso le di a entender que estaba bien, las primeras embestidas siempre son las más lentas pero al momento de la fricción nuestros cuerpos estos comenzaban a dilatarse y entre los sonidos de la habitación estaban nuestros gemidos y el ruido de nuestros movimientos.

Él sobre mí y yo moviendo mis caderas en armonía con el vaivén circular, me sentía en el cielo hasta que mis piernas comenzaban a temblar, en acto seguido eleve mi pelvis, arqueándome de placer corrió aquel líquido tibio entre mis piernas. Mordí mis labios y luego fue su turno acompañado de algunos gemidos altos y unos tironeos. Nos besamos y nos recostamos en la cama para estabilizar nuestra respiración. Me acercó a su cuerpo y con un brazo rodio mi pechos para sujetarlos y con la otra mi cintura. Así nos quedamos juntos, yo escuchando sus latidos recargada en su pecho y el acariciando mi piel con sus yemas.

No decíamos nada, solo había besos y caricias disfrutando el calor de nuestros cuerpos sin remordimiento.

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