En un barrio gallego de Pontevedra de cuyo nombre me acuerdo bien, se sucedieron una serie de violaciones que nunca salieron a la luz, ya que violador era para las violadas lo que para sus abuelas fuera Rodolfo Valentino. Algunas se contaban entre ellas lo sucedido pero no lo denunciaban. Voy a contar el caso de Agustina.
Agustina, era una mujerona que dejaría a las tres gracias de Pedro Pablo Rubens a ras del suelo, había ido a comprar al supermercado. Renato, un hombre maduro, alto, muy fuerte, vestido con traje negro, camisa negra, con zapatos y sombrero de ala ancha del mismo color y ex ladrón de guante blanco (hacía unos meses que comprara un piso en el barrio), enfrente de una estantería y con una botella de whisky en la mano, la miró y parece ser que le gustó lo que vio, ya que se tocó el ala de su sombrero, sonrió e inclinó levemente la cabeza, Agustina le devolvió la sonrisa, Renato fue a su lado, y le dijo:
-¿Qué hace una belleza cómo tú en su tiempo libre?
Agustina, se puso de uñas.
-¡¿Me estás pidiendo una cita siendo mi marido amigo tuyo?!
-Estoy, y no somos amigos, somos conocidos.
Se hizo la escandalizada.
-¡Estás loco de atar!
-No, estoy en una edad en la que no me gusta perder el tiempo. No estoy para enamorar ni tampoco para engañar, si veo una mujer que me gusta me tiro de cabeza al vacío.
Agustina se lo follaría allí mismo o en los servicios del bar de enfrente, pero se hizo la decente, y le dijo:
-Pues esta piscina está sin agua. Te acabas de dar un batacazo, Renato.
El hombre se tocó de nuevo el sombrero, bajó la cabeza, y le dijo:
-Te follaré, Agustina, siempre follo con quien me gusta.
-Sueña, Renato, sueña.
Al llegar la noche, tumbada en cama al lado de su marido, que ya hacía rato que se había quedado dormido, se tocó las tetas y se dijo a si misma:
-¡Qué polvazo tiene Renato!
Cerró los ojos y se imaginó en una isla desierta bajo unas palmeras, con Renato echado a su lado, los dos desnudos. Sus grandes manos amasaban sus tetas, sus dedos apretaban los pezones -su marido comenzó a roncar-. Se destapó, se quitó el camisón y las bragas, abrió las piernas y acarició su clítoris con cuatro dedos. Fantaseando que era Renato el que la masturbaba, se metió un dedo en el coño… Aún estaba muy poco lubricada. Imaginó que el dedo era su polla y con la otra mano, amasó las tetas. Al rato, eran dos los dedos que entraban y salían de su coño y los que subían a su boca para chuparlos. Poco después ya tenía que hacer esfuerzos para no gemir… Le llegó el delicioso aroma de un perfume desconocido para ella (era Bleu de Chanel).
Abrió los ojos y vio en medio de la oscuridad y al lado de la cama la figura de un hombre alto con sombrero. ¡Era Renato! La estaba mirando. Tenía una gran pistola en su mano izquierda y la verga erecta en la derecha. La excitación de Agustina era máxima… El miedo se mezclaba con el deseo, miedo porque no sabía si venía a robarlos, a matarlos o a violarla…
Y deseo por que se había puesto perraca. -su marido se dio la vuelta y dejó de roncar-. Siguió masturbándose cómo si no lo hubiera visto, pero viendo cómo Renato meneaba su enorme polla… Sintió los ruidos que hacía la mano al deslizarse por la verga: "Zis, zas…".Ya estaba tan mojada que los dedos hacían dentro de su coño: "¡Chop, chop, chop…!" Los sacaba y acariciaba el clítoris, los volvía a meter… Renato no se movía del sitio, pero cada vez apuraba más las sacudidas de polla. Agustina sintiendo su mirada clavada en su cuerpo, hizo que sus dedos volasen sobre su clítoris, y en segundos dijo en bajito:
-Joder, joder, joder. Me corro.
La primera corrida llegó con la fuerza de un ciclón. Se tapó la boca con la mano para no hacer ruido y tembló cómo una adolescente al tener su primer orgasmo. Estaba aún tirando del aire y temblando cuando Renato le puso la pistola entre las piernas hasta que empujando la dejó con ellas colgando de un lado de la cama. Luego se agachó y lamió entre los dedos de su mano. Agustina quitó la mano del coño. Renato le lamió los dedos lentamente, saboreando cada gota de jugo. Le lamió la palma de la mano, metió dos dedos dentro del coño y la masturbó acariciando su punto G. Era un experto. En un par de minutos sus dedos chapoteaban dentro del sexo… Agustina sintió una explosión dentro de su coño. Un squirt salió de él y fue a parar a la boca de Renato. Agustina se corrió a lo grande. Disfrutó cómo nunca.
Al acabar volvió a tocarse el coño y vio que lo tenía cómo un bebedero de patos.
Renato le lamió todos los jugos que quedaban en el coño. No venía a robarlos ni a matarlos, venía a violarla. Al acabar de correrse le levantó el culo con las dos manos y le lamió el periné, el ojete y el coño… Su lengua entró y salió varias veces de su vagina y de su ojete. Julio, dijo en sueños: "Te voy a follar, cabrona". Se volvió a dar la vuelta y siguió durmiendo. Renato le levantó las piernas y las puso a lo largo de su cuerpo. Agustina hacía con sus piernas y con su cuerpo un ángulo de noventa grados. Le clavó en su coño la inmensa verga.
A Agustina le pareció que se la estaba metiendo un burro, mas su coño agradecía aquel tamaño XXL que lo llenaba todo. Jugó con sus tetas, magreándolas, y le trabajó los erectos y duros pezones, acariciándolos y apretándolos… Agustina deseó que aquel momento jamás se acabase, había en él un tremendo morbo. Deseaba fervientemente que la besara, pero en aquella posición era imposible. Al rato la verga ya entraba y salía del coño empapadas de jugos cómo si fuera una polla normal. La sacó y le acarició el ojete con ella, Agustina volvió a acariciar su clítoris con los dedos. Si Renato sigue jugando con la verga en su ojete se corre cómo una cerda, pero paró. Se la volvió a clavar y le dio caña de la buena. Renato follaba de miedo…
Agustina ya no aguantaba más, se iba a correr otra vez. Renato también lo sabía. La folló despacito y hasta el fondo… Agustina tembló debajo de él al correrse cómo una posesa. Sin acabar de correrse la cogió en alto en peso, la empotró contra la pared y la folló duró, Agustina rodeaba su cuello con sus brazos, le comía la boca y después miraba a su marido durmiendo…
Poco después, mirándolo, se volvió a correr cómo una loba. Renato se corrió dentro de ella, luego la puso al lado de su marido sobre la cama y le dio un pico en la boca, Agustina le dijo al oído y en bajito:
-¿Nos hubieras matado si chillo?
-La pistola es de juguete.
Le devolvió el pico, y le dijo:
-Cabrón.
-¿Quieres que vuelva alguna noche?
-Si no vuelves te descubro.
Renato, guardó la polla, cogió la pistola, la metió en una funda que llevaba debajo de la chaqueta y se fue cómo vino, sin hacer ruido.
Agustina tenía el coño lleno de leche y le picaba. Le dio un empujón a su marido, Julio, se despertó sobresaltado, y le preguntó:
-¡¿Qué pasa?!
Agustina, le mintió.
-Que estabas roncando.
-No puedo remediarlo.
-¿Julio?
Julio quería seguir durmiendo, de mala gana, le dijo:
-Queee.
-Estoy desnuda.
-¿Y?
-Y me acabo de masturbar. Tengo el coño lleno de jugos. ¿Me lo comes? Quiero correrme otra vez.
A Julio se le fue el sueño. Le encantaba comerle el coño a su mujer. No se lo pensó dos veces, se metió entre sus piernas y se lo lamió. Su reacción fue de júbilo.
-¡Coñooo! ¡¡Era verdad lo de la paja!! ¡¡¡Vaya corrida echaste!!!
La muy falsa, le dijo:
-¡Y la que me queda por echar! Come, cariño, come y traga.
Quique.