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Adela a sus 18 años: Quiero sentir su verga (1)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Tengo 55 años y la verdad que me gusta cuidarme en todo sentido. Hago mucho ejercicio y creo que me alimento bien y mucha gente a pesar de mi cabello con algunas canas piensan que tengo unos diez años menos. Mido un metro y ochenta y ocho y peso 200 libras que me hacen ver alto y esbelto y obviamente mi equipo de batalla va acorde con mi altura. Me visto regularmente formalmente, quizá sea costumbre por mis años como ejecutivo en una compañía y creo que a muchas mujeres les atrae ese tipo de hombres o por lo menos en mi caso considero es parte de mi suerte. Como dije, siempre pensé que se me haría difícil llevarme a chicas jóvenes al pasar del tiempo, sin que esta no fuera una chica de paga, pero la verdad también me he llevado a chicas que simplemente quieren tener esa experiencia con un hombre mayor y este es el caso de mi siguiente experiencia con Adela.

Voy a ser breve en los detalles de cómo la conocí y las varias anécdotas que he vivido con esta chica que acaba de cumplir sus dieciocho añitos. Adela es la hija menor de la señora Lupita, quien junto a su esposo tienen una carnicería y abarrotería cerca de mi casa en Cancún. Los conozco desde hace cuatro años y la señora Lupita es una mujer pequeña y como le dicen a este tipo de mujeres en México: gordibuena. La verdad que no esta gorda por decirlo, pero si se mira muy buena. Para hacer todo esto breve, un buen día la señora Lupita se me insinuó y sin pensarlo mucho nos metimos a la bodega de su tienda y le di una buena cogida que si no gritaba porque se la dejé ir hasta por el culo fue porque simplemente se la aguantó para no ser delatada de la verga que la estaba abriendo en dos, pero lo que pensaba era solo un secreto nuestro, hace poco me di cuenta de que no era así, Adela nos había escuchado y espiado.

Es como esta chica llega a tomar esa confianza conmigo, pues Adela con el correr de sus años se ha vuelto una chica muy directa y creo que su madre la considera la oveja negra de la familia. Dejó de estudiar ahora que terminó su preparatoria y se puso un piercing en la nariz y en sus cejas. Hace unas semanas me hizo la siguiente sorprendente conversación:

—Tony, ¿usted se sigue cogiendo a mi mamá?

—¿Qué dices… quién te ha dicho eso?

—No lo niegue… los vi con mis propios ojos. -me dijo.

Ella me había relatado con lujo de detalles como nos vio cogiendo en la bodega junto a su mamá y hasta me confesó que desde esos días se comenzó a masturbar. Yo realmente no sabía mucho de ella, pues aunque me llamaba la atención por su juventud y culazo que se tiene, pues nunca intuí nada de ella, más lo que una vez me dijo un señor que trabaja en la tienda: -Adelita tiene una comezón en la panocha… creo que busca quien se las rasque. – O algo así por el estilo. La verdad que ese día de esa conversación ella fue mas directa que la insinuación que un año antes me había hecho su madre:

—Sabe, desde que le vi su miembro solo pienso en eso… como le digo, pensando en eso me masturbo.

—¿Pero has visto otras vergas?

—En el porno, algunas, pero en la realidad solo la suya. Me gustaría verla otra vez. – Me dijo.

—Adela, no quiero tener problemas con tus padres. -Le dije.

—Usted sabe que puedo guardar muy bien los secretos. Hasta el momento mi papá no sabe que usted se cogió a mi mamá.

—¿Realmente quieres coger con un hombre mayor como yo? Soy mayor que tu padre… ¿Sabes?

—Eso no me importa… lo que quiero saber es como se siente tener una verga adentro.

—¿Nunca has cogido entonces?

—Solo mis dedos han entrado a mi panochita. ¿Usted la quiere probar?

—Si tu quieres te espero esta tarde en mi casa. -le contesté y salí de su tienda.

A las cuatro de la tarde estaba llegando a mi casa. Adela como dije es de complexión llenita como su madre y al contraste de sus progenitores, ella es de piel clara y rubia. Tiene unos pechos llamativos y un trasero de esos que a muchos pueden intimidar. Esa tarde llegó con sus típicos pantalones cortos y sus blusas sueltas de esa tela transluciente pues mitiga el calor de esta zona. Cuando algo así me sucede, siempre pienso que estoy soñando, pues se me hace difícil de creer que me voy a follar a una chica tan joven. Tenía un par de condones en mi buró y la hice pasar a mi habitación. Tan solo entró y me dijo que me la quería chupar.

Aquello me daba a saber que esta chica estaba hirviendo en calentura y deseosa de coger. Yo me bajé el cierre del pantalón y la saqué a media erección. Adela se agachó y la comenzó a besar con cierta delicadeza, pero a los segundos intentaba tragársela. Miraba esos ojos verdes y esa carita con esos piercing en las cejas y nariz deseosa de experimentar todo lo que el sexo pudiera ofrecer y en esa plática previo a este encuentro ella me había relatado con mucho morbo como había visto que le rompía el culo a su mamá. Me la mamó por unos siete minutos y le dije que se desnudara ante mí. Ella me dijo que le ayudara, que hasta cierto punto le daba pena. Ella se quitó la blusa y el pantalón corto y yo le quité su brasier y su calzón estilo bikini de color rosa ya bastante mojado. Me lo llevé a la boca y saboreé sus jugos vaginales bien espesos. Ella me quedó mirando y me preguntó:

—¿Te gusta cómo huelen mis pantis?

—¡Me gusta como sabe tu panochita!

—Es toda suya… haga todo lo usted quiera con ella. -Me lo decía con una sonrisa nerviosa.

La conduje hacia la cama y pude ver esa piel clara con unos pequeños vellos rubios, parecía que no se rasuraba, pero tampoco tenía mucho vello en la zona púbica. Le besé los labios y se los atrapé como chupándolos y le dije al oído: -así te voy a halar tus pezones y el clítoris de tu panochita. – Me dio una sonrisa picara y me fui a mamarle las tetas a esta linda chica. Quizá llegaban a una copa D con una areola rojiza y un pezón redondo y de buen tamaño. Le mamaba las tetas y le halaba los pezones y Adela me decía: -Que rico… ¡usted me va a volver loca! —Yo le contestaba: -Espera que sientas cómo te como tu panochita y me cuentas. – Me comí sus tetas por varios minutos pues me tomé el tiempo para llegar a su conchita. Le besaba sus encajes, le chupaba sus entrepiernas, con mis dedos le halaba los pezones y solo se escuchaba sus gemidos y su constante decir: ¡Por dios… que rico…quiero que me cojas ya… me está matando de placer! ¡Métame la verga don Antonio… quiero sentir esa vergota!

Cuando me cogí a su madre, nunca le chupé la panocha a ella y no se si Adela se lo esperaba pues me pedía que le metiera la verga mientras yo le besaba alrededor de los labios y contemplaba con mucho morbo como se le miraba de mojada y brillante esa panochita. Le pedí algo que no recuerdo habérselo pedido a mujer alguna y le guiaba a que ella se abriera los labios con sus manos y le temblaron las piernas cuando sintió mi lengua invadir ese rico y sabroso hueco y me dijo: ¡Por dios don Antonio, que rico… métame por favor la verga, quiero correrme con su verga adentro! —Sabía que estaba a punto de correrse, pues una chica de esta edad, con esa fuerza de la juventud y una buena chupada inesperada en la panocha, es un volcán a punto de erupción. Me levanté de entre sus piernas y ella me quedó viendo como me limpiaba sus jugos con mi propia camisa y me quedaba viendo sin decir nada como abría el envoltorio del condón. A ponérmelo iba cuando me dijo lo siguiente:

—Métemela sin condón… quiero que mi primera vez pueda sentir sin nada su verga. Pero no se corra adentro.

—¿Estás segura?

—Si… no use condón por favor.

Sabia que estaba a punto de correrse y me acomodé como hincado entre sus piernas y me tomé la verga con mi mano derecha y comencé a pasearle la punta de mi verga de arriba abajo y le amenazaba con hundírsela de repente. La verdad que jugaba con su ansiedad de joven, y sé que a esa edad nuestros sentidos lo magnifican todo. Podía observar ese rostro de placer que como instinto natural Adela se mordía lo labios y los fruncia a la vez. En esos momentos ella misma comenzó a apretarse los pezones y supe que no era nada de tímida y que en cualquier momento vendrían esos espasmos deliciosos, que son mucho más intensos a la flor de su edad. Le hundí en ese resbaladizo hueco la mitad de mi verga, que quizá para el promedio de mujeres es una verga de tamaño regular. La panochita de Adela se sentía apretada y deliciosamente caliente. Solo se la hundí a la mitad sin hacer mucho movimiento y ella cerró sus ojos y continuó ella misma apretando sus pezones y comenzó a hacer ese vaivén de sus caderas como pidiendo más verga y he intentado hundírsela más, pero esta chica es de esas chicas que uno puede sentir que tienen tope… quizá una verga de 15 centímetros sea la medida perfecta para Adela. sentí el apretón de su vagina y como me mandaba esas vibraciones tan fuertes en ese abismo de una fuerte corrida. Adela jadeaba profusamente y me haló para que me fuese por sobre sos dos pechos y mientras ella me abrazaba yo le besaba los lóbulos y le decía:

—¿Quieres más verga?

—¡Si! Dame mas verga. -me contestaba con una voz erótica que vivía en ese momento un intenso orgasmo.

Como decía, no se la hundí más porque Adela se quejaba del dolor cuando lo intentaba y era obvio, esta chica es de vagina reducida. Cuando ella se recuperó de su corrida me dijo que me la quería mamar para que yo me viniese en su boca, pero yo le propuse a que me hiciera una rusa. Adela no conocía el concepto de una rusa y sus dos hermosos melones se prestaban para esa rica acción. Ella me había hablado de que quería sentir una corrida en su boca y después de explicarle que era una rusa, se dio cuenta que también me podría venir adentro de su boca. Se sentó a la orilla de la cama la cual convenientemente es de una altura adecuada para esta acción. Mi pene estaba saturado de los jugos vaginales de Adela y le pongo mi verga entre sus pechos y ella me lo cubre con sus dos tetas tomando a cada una con sus manos y llevándolas a unirse entre ellas. Mi verga se desliza placenteramente entre sus tetas y mientras yo le hago ese vaivén, Adela me chupa y besa la parte baja por mi ombligo. Paso así por unos cinco minutos y le pido que me la comience a mamar que estoy a punto de correrme. Ella toma mi verga y comienza a chuparla agresivamente, quizá porque ve mi ansiedad de acabar, pues mi verga también entra hasta la mitad una y otra vez hasta que mis piernas me dicen que me voy a correr. Siento esa electricidad expandiéndose por mi columna, llega a mis pies y rebota hacia mis huevos y le tiro como una escupida mi corrida en su boca y por primera vez también esta chica de solo dieciocho años siente el sabor de ese liquido lechoso que muchas veces ha visto solo en películas porno.

Me apretaba las nalgas y fueron como tres escupidas que sentí llenaron el hueco virginal de su boca. Primera vez que chupaba una verga, como también era su primera corrida sintiendo un verga en la cavidad de su vagina. La habitación olía a sexo, ese olor adictivo y que Adela lo describía como el olor de la lejía, me decía. Creo que en otros lugares del mundo le llaman cloro a ese mismo componente.

Todo aquello nos había tomado unos 45 minutos, pero estuvimos follando por más de tres horas. Ahora… si quieres que siga con este relato, házmelo saber, ya sea dejando una nota en los comentarios o escribiendo a mi correo.

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