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Acuérdate de Acapulco
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Acuérdate de Acapulco,

Acuérdate de Acapulco

De aquella noche

María Bonita, María del alma

Acuérdate que en la playa

Con tus manitas las estrellitas

Las enjuagabas

Tu cuerpo, del mar juguete nave al garete

Venían las olas lo columpiaban

Y mientras yo te miraba

Lo digo con sentimiento

Mi pensamiento me traicionaba

de Río o de todo el Caribe. De cualquier paraíso tropical donde poder ser libre y feliz por unos días.

De un paraíso tropical. Las mujeres pasean en bikini todo el día y por la noche la gente se divierte, baila, hace el amor. Cuando se duermen lo hacen completamente desnudos y casi siempre acompañados.

Claro que éste resort es un poco especial, con un ambiente liberal y swinger. Precisamente por eso lo había elegido para mis vacaciones.

Mi escaso bikini, una braguita tanga atada con nudos a los lados de la cadera. El sujetador, dos minúsculos triángulos de tela sujetos con cordones casi invisibles. Diría que llamaba la atención, lo habría hecho en cualquier otra playa pero aquí no es así, docenas de chicas vestían o mejor dicho desnudaban sus cuerpos como yo.

Desde luego que me miraban y luego pasaban sus ojos a la siguiente así que no me sentía tan desnuda como me sentiría en cualquier otro sitio llevando algo así. En realidad era yo quien más miraba los cuerpos a mi alrededor.

Lo miraba todos los cuerpos masculinos y femeninos, las nalgas duras, los pubis depilados, las tetas cónicas y duras o grandes y cayendo un poco y los pezones marcados y me excitaba. Mojaba el tanga aún antes de meterme en el mar, para refrescar las ideas.

Aquella pareja tumbada a un metro de mi no pegaba del todo, un poco mas de pancita, pero no mucho, que los chulos y putitas que nos rodeaban. El bañador de él aunque ajustado, era tipo bóxer y no un microscópico slip como los de la mayoría de los machitos. El bikini de ella tenía braga completa y el sujetador llevaba refuerzos y no era semi trasparente como el mío.

Y unos pocos años más que el resto de los de alrededor. Pero con todo ello eran atractivos y sexys. Se les veía algo cohibidos entre tanta carne perfecta exhibida sobre la arena. Pero desde luego miraban, admiraban, el espectáculo.

Con esa actitud no conseguirán ligar en lo que les quedaba de las vacaciones pagadas por alguna marca comercial. Estaba segura de eso. Lo que no sabía si era si pretendían estar con alguien más.

Efectivamente cuando conseguí trabar conversación con ellos me confirmaron que el viaje les había tocado en una rifa. Fue fácil, un par contoneos y pedirles que guardaran mis cosas mientras iba a remojarme un poco en el mar. Al regresar a mi toalla los pezones erizados por el agua fría se notaban perfectamente a través de la tela de mi microbikini.

– Somos Sara y Juan.

– Yo Sonia, encantada.

Acercar mi toalla a la suya parecía algo natural y sentir sus miradas en mis duros y pequeños pechos aún más. Sabía que los dos habían echado mas de un vistazo a mi depilada vulva que desde luego también se podía apreciar, aunque me hice la despistada. Y no di a entender que el paquete de él había cogido algo mas de tamaño y consistencia.

Más cuando le pedí a ella que me pusiera crema por la espalda y sus suaves manos recorrieron mi piel.

– ¿Me pones crema? En la espalda no me alcanzo.

Las escena debía ser bastante lasciva. Sus pechos maternales caían por la fuerza de la gravedad al inclinase sobre mí y asomarían por las copas de su prenda. La espalda arqueada haría sobresalir su culo poderoso que aún tapado por su braga ofrecería un bonito espectá…culo, valga la redundancia.

Sabía que esa noche en su habitación él le arrancaría las bragas y se la follaría pensando en mí, cachondos ambos por mi piel morena y mis húmedos genitales exhibidos adrede para ellos.

No pretendía forzar la situación ni asustarlos, me conformé con seguir en contacto y quedar para el día siguiente. Y darles tiempo para ir de compras.

Esa noche conseguí que un cachas me follara el culo. En un sofá, en un rincón discreto y muy oscuro de la discoteca del hotel. Lo cabalgué sin sacarme la minifalda ni quitarme el tanga, solo haciéndolo a un lado, no sin que antes me lo comiera sentada en su cara. La situación llegó a ser extrema pero como el resto de parejas hacían lo mismo no pasaba nada. Pero ni eso me quitó la calentura, el deseo que sentía por ellos.

A la mañana siguiente pasé a buscarlos por su habitación para que no se me escaparan. Su bikini todavía no se parecía al mío pero los refuerzos habían desaparecido de los pechos generosos dejando marcar sus pezones y la bella forma y la braguita se había quedado en tanga. Aún bastante serio pero algo había mejorado.

El bañador de él también se había reducido bastante y el speedo que lucía marcaba su paquete como si se lo hubieran pegado a la piel. Tipo slip y ajustado parecía que su polla que se notaba mucho más que en el bañador del día anterior era bonita y jugosa.

– ¡Hola guapos!

Al saludarlos aproveché para cogerles de la cintura y acercarme todo lo que pude. Darles dos besos muy cerca de la comisura de los labios. A ambos. Mis tetas se rozaron con las de ella y mi mano descansó un par de segundos sobre la nalga desnuda. Con él hice lo mismo hasta casi el punto de rozar con mi cadera el ya para entonces prominente pubis. Ninguno de los dos protestó por ese trato.

Y yo solo me había pellizcado los pezones en el ascensor para tenerlos bien duros cuando ellos los vieran. Bueno, puede que también bajara un poco más la cinturilla del tanga casi hasta el clítoris. Ellos ya sabían que iba depilada del todo.

A la mierda la playa, pensé, estaba cachonda y me apetecía follármelos ya mismo. Cerré la puerta a mis espaldas sin darles tiempo a decirme si estaban preparados.

Pregunté por su terraza que tenía mejores vistas que la mía. Dejé mi bolsa sobre su enorme cama y me apoyé en la barandilla mirando hacia la playa. El pareo que cubría mi cadera resbaló hacia el suelo mostrándoles mi culo desnudo.

-¿Por qué no cambiamos el plan? Podemos aprovechar esta terraza tan grande.

Sé que cruzaron las miradas, algo desconcertados aún ante mi actitud tan desinhibida. Había traído refrescos, una botella de Ron de la zona y cualquier cosa que se me ocurrió para pasar el rato. Casi sin dejarles hablar les propuse pasar la mañana allí mismo conociéndonos mejor y tomando el sol en la amplia terraza.

-Si, podemos quedarnos aquí.

Contestó Sara sin dejarle hablar. En cuanto aceptaron me deshice del sujetador animándola a hacer top less como yo.

– Por qué no te quitas eso. Aquí no nos ve nadie, más que nosotros.

Allí no corríamos el riesgo de que algún baboso, ninguno más que el ya presente, se nos echara encima. Aún dudando un poco se liberó de la tela que cubría sus tetas bastante mas grandes, llenas y blancas que las mías.

– Hoy te toca ponerme crema a mí, primero. No quiero que estas dos se me quemen.

Me dijo Sara. Vaya, si que se estaba animando.

Agarré el bronceador y le eché un buen chorro sobre ellas sin ni siquiera pedir permiso y me puse a extenderla sobando sus pechos sin vergüenza. Creo que ella pensaba que empezaría por su espalda y la sorprendí.

Riéndome y diciéndole que no podían quemarse unos prechos tan bonitos. Le animé a que hiciera lo mismo echándome crema en las mías. Así nos manoseamos las tetas la una a la otra sin complejos y durante un buen rato.

De reojo observé como la polla morcillona se ponía dura al completo asomando incluso el glande por la cinturilla de su pequeño bañador ante la pequeña escena lésbica que estaba contemplando.

Seguí sobando todo lo que pude con la excusa del bronceador y dejando que ella me acariciara pues poco a poco se iba soltando y extendiendo mas crema por mi piel. La abracé para agradecerlo frotando mis tetas con las suyas de forma descarada y esta vez sí que le agarré el culo y le di un buen magreo aún con las manos pringosas de bronceador.

-Este culo tan bonito también hay que protegerlo.

Habiendo subido la temperatura como pretendía no iba a dejar que se enfriaran y llevé la conversación por cualquier tema escabroso que se me ocurría. Quería excitarlos más.

Descubrí que efectivamente estaban casados y habían sido novios desde siempre. Nunca habían tenido otras parejas. No eran muy innovadores en cuestiones de sexo. Estaban habituados al misionero y al perrito sobre todo.

Apenas estaban explorando las posibilidades del sexo oral. Ella incluso había sido alumna de colegio de monjas. Me hubiera gustado ver ese cuerpo voluptuoso en el uniforme con la faldita tableada, los calcetines largos y el polo blanco.

– Nos estamos tomando estas vacaciones como algo liberador de la rutina.

– Espero estar ayudando con eso.

En nuestros tangas manchas de humedad delataban nuestra calentura y la polla del chico no había perdido dureza en ningún momento.

Relajados en las tumbonas de la terraza les pregunté:

– ¿Os depilais el pubis?

Ella casi se atraganta con la bebida aunque en ese momento estaba mirando el mío suave y sin vello. Apenas cubierto por el mínimo triángulo del tanga. Pero él me contestó:

– No, solo lo que podía asomar del bañador, por las ingles y en mi caso algo del vientre para no tener la barriga peluda y solo para este viaje.

Con esa excusa me destapé el monte de Venus. Aunque casi se podía ver entero sin quitar nada de tela. Soltando uno de los lazos de la braguita aparté la lycra, mostrando el mío y sugiriendo:

– Yo lo llevo así siempre, es mas bonito e higiénico así.

– Más bonito si que es. Me dijo Sara.

Estando ya casi desnuda solté el otro lazo y dejé caer la prenda y les pedí que hicieran lo mismo.

– Por qué no aprovechamos que estamos solos para desnudarnos del todo.

Mirándose entre ellos como pidiéndose permiso. Se quitaron sus bañadores y al fin pude verlos desnudos del todo. Yo se los hubiera quitado con los dientes a los dos, si me llegan a dejar.

Le tendí el bronceador a ella para que le pusiera en su bonita polla y blancas nalgas y yo disfrutar de la visión de la media paja que le hizo para ello.

Ella también necesitaba completar la crema en su cuerpo y se la puso él aprovechando para acariciar su vulva y puede que incluso el clítoris en algún descuido. Es verdad que no se habían depilado pero tenían los matojos bien recortados e incluso a Sara solo le quedaba un triángulo por encima del coño. Los labios bien suaves.

Yo no podía aguantar mas mi calentura y como ellos estaban ocupados aproveché para deslizar dos dedos por los labios de mi coño tocándome con suavidad solo por fuera.

Se me escapó un gemido que llamó su atención. Me miraron y me vieron masturbarme. Ya no se sorprendían de mi descaro y aprovecharon para pajearse el uno al otro ya sin disimulo.

Los tres en la terraza desnudos y relajados mirándonos excitados. Una vez así de desinhibidos le pregunté a ella si alguna vez había estado con una chica.

– Sara ¿Has probado con mujeres?

Contestó que hoy iba a ser la primera vez. ¡Por fin se soltaba! Luego me confesaria que si se había dado algún morreo y sobado las tetas de alguna compañera de colegio.

Seguíamos con el juego exhibicionista. Separó las piernas enseñándome los húmedos labios de su coñito pelados. Yo separé los míos mostrando sin pudor y al detalle mi vulva depilada.

Él se arrodilló entre nosotras, sobre el cojín de su tumbona y comenzó a acariciarnos con una mano a cada una. Deslizando suave las manos por nuestras pieles, los muslos, los vientres esquivando todavía las zonas erogenas más evidentes. Pero dándonos gusto.

Les costaba arrancar pero una vez en marcha no había quien los parase. Empezaba a pensar que yo había sido mucho más trasparente de lo que pretendía el día anterior y ellos ya tenían pensado lo que iban a hacer si la situación se daba así. Quizá ya lo habían hablado entre ellos.

Rozó mis pezones muy dulce, bajó por mi vientre hacia el coñito. Me acariciaba el clítoris mirándola a ella a ver si le daba permiso. Bajé un pie al suelo para exponerme del todo. Ella se lo dio con una bella sonrisa y se inclinó entre mis piernas haciéndome notar por primera vez su lengua directamente en mi piel.

Sara se había puesto de costado para ver lo que hacía su marido. Ya se había puesto entre mis muslos y besaba su cara interna. Subiendo despacio por mi cuerpo, al fin clavó la sin hueso en mi coño. Y al fin conseguí mi primer orgasmo del día.

No se le daba mal del todo. Clavaba la lengua lo más que podía en mi interior o jugaba con el clítoris, hasta que yo misma gimiendo de placer empecé a levantar las piernas. Sujetando las corvas con las manos llegué a apoyar las rodillas en las tetas. Ofreciéndole también el culo para que me lo lamiera.

– Vamos cielo, ¡coméselo! y hoy también podrás comerte el mío.

Le dijo Sara. En cuanto clavó la lengua en el ano me corrí. Mis jugos resbalaron por el perineo hasta su lengua. Ella nos miraba excitada, viendo como su chico le daba placer a otra mujer. No tardó en levantarse y venir hacia mí para besarme.

No se cortó, una vez decidida me metió la lengua hasta la garganta. Y desde luego colaboré jugando con la mía y dando saliva que se mezclaba con la suya.

Eché las manos a sus voluminosas tetas y las amasé mientras seguía recibiendo placer de su marido. Noté en las mías sus manitas pellizcando con suavidad mis pezones, seguro que como le gustaba que se lo hicieran a ella.

Dos de mis dedos se fueron solos a su vulva. Era la primera vez que la tocaba y estaba encharcada y muy caliente. La penetré con el índice y el medio y con el pulgar acariciaba su clítoris. Sus gemidos los acallaba con mi lengua.

Seguíamos con los besos lascivos. Su lengua recorría mis labios y todo el interior de mi boca. La postura no era muy cómoda sobre todo para Sara aunque estuviera gozando.

-¿por qué no vamos a la cama?

Así que nos levantamos y nos fuimos a su cama, enorme por cierto. Juan se tumbó de espaldas y su mujercita me cedió el rabo.

Busqué el lubricante en mi mochila, no voy a ninguna parte sin él. Lo extendí con generosidad por el pene y por mi ano y me lo fui clavando. Por la cara que ponía creí que sería el primer culo que follaba.

-¿Nunca lo habéis hecho por aquí?

– No, pero creo que tu nos vas a enseñar.

-Y practicar también por supuesto.

Según lo comentábamos yo seguía bajando por el duro tronco clavándomelo en mi interior. Sara se sentó sobre la cara de Juan y le puso el culo sobre la boca. Ella también quería su ración de lengua en el ano para dilatarse y excitarse. Preparándose para que se lo follara en un rato.

Fue ella la que sin yo pedírselo echo la mano a mi coñito para acariciar el clítoris. Y yo la que me incliné a besarla de nuevo, tener su lengua juguetona hurgando en mi boca en busca de mi saliva. Mis manos en cambio fueron a por sus tetas, generosas, maternales, al menos más que las mías. Pellizqué sus pezones con suavidad.

Estábamos bien acoplados pero aquello no podía durar siempre. Y me corrí, mis jugos resbalaron hacia su pubis y sus huevos, por los dedos de Sara. Mi grito lo calló ella con sus labios.

No sabía lo bien que el se recuperaría después de correrse y tras tranquilizarme yo un poco no quise correr riesgos. Viendo que él aguantaba bien duro me levanté para cederle el turno a su mujercita.

– Te toca. ¿Estás lista?

– Si tu me ayudas por supuesto.

– No lo dudes.

Ella vino sobre la cadera de Juan. Sujeté su culo para que no tuviera prisa. Yo me quedé a su costado para echarle una mano, o mejor las dos. Me había preparado a conciencia, limpia por dentro y por fuera así que el recto falo lucía brillante solo por el lubricante.

Aún así le puse un poco más en la polla y una generosa ración en el ano abriéndolo con dos de mis dedos para irla acostumbrando al grosor del nabo de su chico.

Ella le daba la espalda mirando hacia sus pies. Por fin pude guiar la cadera para que bajara suavemente clavándose el rabo. El ano se iba abriendo despacio al paso del glande. Y yo de privilegiada espectadora, lo tenía en primer plano.

Le hice separar un poco los muslos para inclinarme y chuparle los huevos mientras ella empezaba a moverse despacio para irse acostumbrando al grosor de la polla en sus entrañas.

Aprendía rápido, pronto no hizo falta que sujetara la cintura mientras iba acelerando las subidas y bajadas ella sola. Los dos gemían y gritaban su amor en frases inconexas y su agradecimiento hacia mi por ayudarles a expandir sus horizontes.

De los huevos de Juan pasé a besarlos. Primero a ella y luego los pezones del chico. Todo ello sin dejar de acariciar las suaves pieles de ambos.

Continuaron hasta que Juan se corrió en el interior de su mujer. Ella ya se había corrido y creo que varias veces ayudada por mis dedos o los de él acariciando su coñito. Cuando se levantó fui yo la que hice con ese culo que me encantaba y se lo lamí con el semen rezumando de su interior.

Ella se había girado e inclinado hacia adelante para besarlo así que la grupa levantada quedaba a mi perfecta disposición para mis caricias y lamidas.

Nos derrumbamos mezclados sobre la cama, yo no sabía cual de los dos me acariciaba o besaba ni a quien de los dos tocaba yo. Juan nos dejó solas mientras iba al baño a mear y lavarse de lo que nuestros intestinos hubieran dejado en su instrumento. Mientras nosotras frente a frente nos cambiábamos saliva y caricias.

– Muchas gracias por todo esto. Nos hacía falta un catalizador que ayudara a que nos desinhibieramos un poco. Para hacer esas cosas que no nos atrevíamos a hacer solos. Algunas de ellas ni a comentarlas.

– Está siendo un auténtico placer. Creo que solo teníais que dejaros llevar por la imaginación. Lo hubierais hecho solos, al menos yo os veía con ganas.

Juan nos contemplaba desde la puerta del baño, mientras nos dábamos cariño y caricias. Su polla aún no se había puesto dura, colgaba entre sus muslos, pero parecía que no tardaría en estar dispuesta a un nuevo asalto.

– ¿Me la dejaras por el coño?

– Pues claro, después de todo esto ¿crees que me pondría celosa por tan poco?

– Seguro que podemos arreglarlo para seguir disfrutando los tres a la vez.

Se tumbó detrás de su chica besando su nuca y cuello, poniendo la polla entre sus nalgas mientras se volvía a endurecer. Y acariciándonos a la dos. Yo también alcanzaba a tocar sus pieles mientras recibía las caricias de Sara.

Cuando el rabo había adquirido dureza suficiente me puse encima de ella en un sesenta y nueve dejando mi grupa a la altura perfecta para que me penetrase. No sé hizo de rogar, a la vez que yo metía mi cabeza entre los muslos de su mujer.

Mi lengua entre sus labios de la vulva notaba como en los míos se abría paso el pétreo glande. Sara tampoco permaneció pasiva, un segundo después noté en mi clítoris su lengua. Se dedicó a lamer los huevos de su marido y cualquier parte de mi pubis que alcanzase.

Acallaba mis gemidos metiendo bien la lengua lo más profundo que alcanzaba de su coñito. Era ella quien lo animaba.

-Más deprisa cariño, que se corra en mi lengua. Cielo.

Yo había tenido dos orgasmos cuando llenó mi coñito de semen. Sara no le hizo ascos a seguir lamiendo mis jugos y la lefa que rezumaba desde mi vulva haciéndome correr otra vez.

Descansamos un rato y nos duchamos renovando caricias bajo los chorros de la ducha.

Nos vestimos lo suficiente como para bajar a comer, ambas con nuestros bikinis y pareos y Juan con unas bermudas. No desentonabamos del resto del personal. Sobre todo por que le había hecho a Sara ponerse el bikini más pequeño que se había comprado el día antes. Incluso atrajimos alguna mirada.

Ya no pisé mi habitación mucho más esas vacaciones. Compartí su cama y salimos juntos a la playa y de copas el resto del tiempo que estuvimos juntos allí. Disfrutando juntos muchos orgasmos.

No nos hemos vuelto a ver en persona. Somos de ciudades muy lejanas. Pero cuando hablamos por chat o teléfono me cuentan como siguen disfrutando del morbo que se despertó en esas vacaciones. Incluso han conocido un chico con el que Juan está explorando su lado bisexual. No sólo Sara disfruta ahora con personas de su mismo sexo.

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