Karolina aterrizaba en México DF procedente de Bogotá. Satisfecha por el beneficioso negocio que había cerrado caminaba despreocupada pasando por los distintos controles del aeropuerto. Con paso firme su cuerpo se contoneaba atrayendo las miradas de algunos hombres. Ella, pese a no prestar atención, sabía lo que provocaba y no podía evitar que su orgullo femenino se inflase.
Sus pechos desafiaban a la gravedad, desnudos bajo la camisa, sus pezones reaccionaba erectos a las miradas lascivas de aquellos hombres que deseaban poseerla. Esto hacía que se excitase y notara como su sexo se inundase mojando su tanga. El pantalón vaquero marcaba su maravilloso culo, prieto y duro…
Su mente volaba e inevitablemente comenzó a fantasear. Buscó su móvil dentro de su bolso y marcó el número de Bob. Este era un empresario estadounidense con el que mantenía una extraña relación exclusivamente sexual. De vez en cuando se veían y tenían salvajes relaciones sexuales. El tipo la trataba como una auténtica perra y Karolina tenía unos maravillosos orgasmos ensartada por el miembro de Bob atada de manos, amordazada, azotada e insultada…
Mantenía con el tipo una caliente conversación caliente cuando alguien llamó su atención:
-Disculpe, señora, disculpe…
Karolina cortó y atendió al hombre que la requería.
-¿Puede acompañarme?
-¿Yo? ¿Por qué, pasa algo?
-Acompáñeme por favor…
La mujer no entendía nada. Aquel policía la requería, pero no le daba más información:
-¿Pero me puede decir qué pasa?
El policía no contestó y se limitó a guiarla por un pasillo hasta una sala aislada. Sobre una mesa estaba su maleta deshecha sin cuidado. La mujer quedó perpleja:
-Verá, señora, hemos encontrado 500 gramos de cocaína en su equipaje. Tendrá que dar una buena explicación sobre eso.
-Pero eso no es mío. Yo no tengo nada que ver con esa droga.
-¿Y cómo ha llegado hasta ahí?
-No tengo la menor idea, pero le aseguro que no es mía.
-Le aconsejo que confiese, será todo más rápido y sobre todo mucho más fácil para usted.
-¿Qué quiere que declare si no sé nada de eso?
El policía se fue de la sala dejando a Karolina sola e incomunicada. Durante dos horas nadie apareció por allí. La mujer se iba a volver loca. Cada minuto allí dentro su cabeza entendía menos la situación. ¿Cómo había llegado aquella droga a su equipaje? La única opción que se le ocurría era que los propios policías fueran los que lo hubiesen puesto. Y ahora tenía un problema, pero confesar eso era aceptar una condena de cárcel.
De repente la puerta se abrió. Ahora entró el policía que la detuvo acompañado de otro de mayor rango. Éste se acercó a ella de manera intimidante:
-Bueno ¿confiesas o no?
-Vamos a ver, aquí ha habido un malentendido. Esa droga no es mía.
-Es dura ¿eh? Alfredo. -Dijo el nuevo a su compañero.- Entonces tendrá que acompañarnos.
-Exijo una explicación. -Dijo Karolina muy cerca del nuevo policía en un intento de resistencia.
Sin darle tiempo, el policía le cruzó la cara con dos bofetadas. La mujer quedó paralizada:
-A ver si le queda claro señora. Le hemos dado la posibilidad de declarar y mejorar su situación. No ha querido. Así que ahora debe acompañarnos a ver a alguien con más autoridad.
La cogieron por los brazos y, casi arrastras, la sacaron de la sala y la llevaron por unas escaleras descendentes. Karolina gritaba y pataleaba intentando no ir. La planta inferior era un sótano húmedo y maloliente semejante a las mazmorras de un castillo medieval. La mujer había oído leyendas de estos sótanos y de los abusos policiales, pero nunca se lo creyó. Y ahora era la protagonista de una de esas leyendas. La metieron a la fuerza en una habitación sim ventanas. Solo iluminada por una bombilla amarillenta, con las paredes de ladrillos sin pintar y el suelo de cemento casi deshecho por la humedad. En la pared del fondo un oficial de policía estaba sentado tras una mesa sobre la que apoyaba los pies. Su actitud era chulesca.
Los otros dos colocaron a Karolina de pie frente a su jefe. La mujer sintió frio y miedo. El tipo se puso de pie. Era mucho más alto que ella y su uniforme marcaba un cuerpo muy musculado. Su aspecto mal encarado daba auténtico pavor:
-Así que esta es la mula que se niega a confesar.
Los policías asintieron mientras ella era incapaz de articular palabras. Estaba inmovilizada:
-A ver, zorrita, tienes dos opciones: o lo haces por las buenas, o lo haces por las malas. -Dicho esto la agarró por el cuello de la camisa y de un tirón se la rompió.
Los botones saltaron por los aires y quedó abierta dejando al aire sus tetas:
-Mirad chicos. La zorrita nos brinda un espectáculo de topless…
El oficial alargó sus manos para acariciar las tetas de Karolina. La tensión era máxima y el cuerpo de la mujer empezó a reaccionar. Las grandes manos de aquel policía sobre sus pechos le resultaron excitante. Sus pezones se endurecieron.
-Así que te gusta, ¿no, zorrita?
Ella no decía nada. Pero incomprensiblemente aquel abuso y aquellos insultos la excitaban. Su coñito volvió a inundarse de flujo vaginal. El oficial la obligó a arrodillarse ante él. Se desabrochó el pantalón y se sacó la polla:
-Te la vas a comer, zorrita.
Ante la cara de la mujer, una polla gruesa, erecta, con las venas marcadas:
-Agárramela puta.
Karolina acercó su mano y agarró el miembro de aquel oficial de la policía. Estaba dura y muy caliente. La imagen no dejaba de ser morbosa. Ella arrodillada ante un policía, con la camisa abierta y las tetas fueras, estaba siendo forzada a chupársela delante de otros dos policías. Acercó su cabeza hasta la polla. Con la lengua lamió el capullo antes de introducírsela. Abrió todo lo que pudo la boca pero el grosor era enorme. Casi no le cabía. Por fin comenzó a mover la cabeza a lo largo de la polla de aquel cabrón. Notaba como le llegaba a la campanilla. El tipo suspiraba alabando su técnica:
-Joder, qué bien mamas, puta zorra.
Karolina se empleó a fondo intentando que acabase cuanto antes. Con su lengua jugaba alrededor de su capullo para volver a metérsela hasta el fondo. El sabor agrio del pre semen y los golpes en su campanilla le provocaba arcadas. Finalmente el oficial la agarró por la cabeza y comenzó a follarle la boca. Las babas se le salían por la comisura de los labios. Le costaba respirar y sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando creía que ya no podría aguantar más el policía tensó su cuerpo y comenzó a correrse dentro de su boca. Dos, tres, cuatro chorros de semen viscoso descendieron por su esófago. Cuando la soltó, la mujer tosió y escupió en el suelo parte del semen de aquel tipo. Restos de babas y corrida cayeron por su barbilla hasta sus tetas.
Pero lejos de acabar, aquello no había hecho más que empezar. Los dos policías que había estado presenciando la mamada se acercaron a ella. Karolina se vio rodeada por otros dos hombres que blandían sus pollas duras cerca de su cara:
-Venga puta, ahora nos toca a nosotros.
La mujer no tuvo más remedio que practicarle sexo oral a los dos. Arrodilladas entre ellos, agarró las dos pollas y comenzó a chupar alternativamente las dos pollas. Mucho más rápido que antes, los policías se corrieron en su cara y en sus tetas. La leche caliente de aquellos desconocidos mancharon sus pómulos, sus labios, su barbilla, su cuello y sus tetas. No era la primera vez que un tipo al que acaba de conocer se le corría en la cara pero sí en una situación como esta.
Uno de los policías, dio un grito y le dio una bofetada que la tiró al suelo. Inmediatamente se le acercó el oficial y la puso en pie tirándole del pelo. Le esposó las manos a la espalda y la llevó hacia la mesa. Allí la obligó a inclinarse sobre ésta. Se colocó tras ella y le bajó el pantalón descubriendo un maravilloso culo:
-Wouh, vaya pedazo de culo tiene la guarra…
El oficial se arrodilló, separó las nalgas con sus manos y lamió el ojete de Karolina. Ella no pudo evitar suspirar. Incluso comenzó a gemir cuando aquel cabrón oficial lamió desde su clítoris recogiendo todos su flujos. Un par de azotes, que dejaron los dedos marcados, fue el preludio de una tremenda comida de coño. El hombre la devoraba pasando la lengua del coño al culo y del culo al coño provocando en la mujer escalofríos de placer. No podía contener la excitación pese a ser violada por tres policías en el sótano de un aeropuerto. A ella le iba el sexo muy duro pero esto pasaba todas las líneas rojas. Y ahora se descubrió alcanzando un orgasmo con la lengua de aquel policía. Los dos policías, que no perdían detalles, ovacionaron la culminación de Karolina que quedó extasiada.
El oficial volvió a centrarse en su ano, escupió y comenzó a masajearlo para dilatarlo. A estas alturas la mujer estaba entregada a la voluntad de aquel policía. Sin darle tregua, se puso de pie y colocó el capullo de su polla en la entrada de su culo:
-Te voy a reventar, zorra.
De un golpe de cadera le incrustó meda polla en el ano. El grito de Karolina fue desgarrador. Aquel cabrón le iba a partir el culo en seco:
-Toma polla, perra.
Un segundo empujón y la polla entró en aquel estrecho agujero. Otro grito de la mujer no sirvió para que el oficial parase. En vez de eso, la agarró del pelo y comenzó una follada frenética sobre el culo de Karolina. El dolor la estaba destrozando por dentro. Apretó los dientes y aguantó como pudo que el oficial terminase de sodomizarla. Sentía como le tiraba del pelo, como le azotaba las nalgas y como le partía el culo literalmente. Al fin, el policía se tensó y con un sonido gutural se corrió en lo más profundo de sus entrañas.
El hombre retiró su polla del estrecho agujero con un sonido de descorche. El ano de Karolina palpitaba, enrojecido, intentando volver a su tamaño natural mientras escupía la leche caliente del oficial de policía. La mujer estaba agotada y a punto de derrumbarse. Pero entonces sintió que uno de los otros dos se acercaba a ella. La levantó para colocarla boca arriba sobre la mesa. Alzó sus piernas sobre su pecho y le penetró el coño con fuerza. La abundante lubricación de la mujer facilitó que la polla se deslizase dentro sin apenas esfuerzo. La sensación de esta follada fue para Karolina mucho más placentera que la anal. Durante unos minutos aquel policía se la folló sobre la mesa hasta que se corrió dentro. Ella no pudo evitar excitarse y alcanzar otro orgasmo.
Con los ojos cerrados notó como el tercer policía la levantaba en vilo. Los poderosos brazos del tipo la llevaron contra la pared y allí volvió a ser follada hasta que, de nuevo, se le corrieron dentro. Para entonces Karolina no tenía voluntad. Era un juguete sexual en manos de aquellos tres policías.
No supo decir cuánto tiempo pasó cuando despertó en la sala a la que fue llevada por primera vez. Estaba desnuda y tenía marcas en la cara de las bofetadas. Le dolía el culo y el coño. Estaba algo aturdida cuando el oficial se dirigió a ella:
-Por esta vez vamos a dejar pasar el tema de la droga. Puedes vestirte y salir libre pero… -le acarició la cara- si se te ocurre denunciar algo de esto, tendrás problemas.
A Karolina, la amenaza le quedó muy clara. Se vistió ante la atenta mirada de aquellos policías que no dejaban de sonreír ante ella. La mujer se apresuró a abandonar aquella sala y salir del aeropuerto en busca de un taxi que la llevase a casa. Nunca denunció nada y ella misma pasó a formar parte de las leyendas de los abusos policiales del aeropuerto.