Hace unos días fue mi cumple y una de mis mejores amigas me regaló un libro de Haruki Murakami, Quería emprender mi lectura cuanto antes y al mirar la dedicatoria encontré un poema a la verga. No podía creerlo y sin embargo, me resultó muy divertido. Entre otras decía:
“Es un ser especial, venerado y adorado, inmortal e inmortalizable, da vida y recibe amor. Es la única que penetra seres humanos, sin dañarlos, es noble por ello.”
Y concluía con una antesala -amiga necesitamos una verga, pero sin peros, que tenga un propietario digno de nosotras. Alza tu copa y declaremos-
“afortunadas todas, quienes nos sentamos en una; en una verga, pues nos levantamos exhaustas pero felices, engolosinadas pero saciadas, simplemente para querer a los cinco minutos, más verga.”
No dejé de sonreír mientras lo leía y, pensé que de continuar extrañando esa verga perfecta, no haría parte del grupo de aquellas exhaustas pero felices. Así que me resolví a hacer mi duelo.
A una verga perfecta
Alzo mi copa
A ti, hermosa verga de infinita blancura y venas escondidas,
que se alza inhiesta de caballerosidad
para conceder el goce de sentarme.
A ti que te perfumas de sutileza al atender mis besos
y te revistes de firmeza con infinita suavidad.
A ti, querida verga
te regalo un te extraño.
Te extraño en mi lugar más oscuro, en mis pliegues y en mis labios.
Te extraño en las zonas que nunca te tuve pese a anhelarlo.
¡Te extraño!, pero tú, espíritu libre,
que emanas amor dulce, caliente y espeso
como gentil caballero, ansías el fervor de la batalla.
¿Cómo podría yo juzgarte, cuando en realidad te amo?
¿Cómo podría atarte, cuando tu sueño es libertad?
A ti, mi querida verga:
alegría intensa que colme cada célula de ese falo
mil y un encuentros a tu placer,
un corazón sereno que bombee tu dureza,
un palpitar potente que te haga vibrar,
un anhelo vehemente por sentir,
un deseo incontrolable de
estallar y, quizás un refugio dulce
donde al fin no te canses de batallar.
A ti, mi querida verga
¡larga vida!