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A su disposición (III)
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Tiempo de lectura: 2 minutos

De repente la boca dejó de mamar aunque mi verga siguió sostenida con firmeza por una mano. La otra me haló de manera que mis piernas quedaron por fuera de la camilla. Entonces me hizo encoger las piernas y levantarlas. Mis tobillos fueron atados y quedé con las piernas levantadas y suspendidas. La mano que sostenía mi verga me pajeó lentamente. Sentí una lengua que lamía mis huevas y mi perineo. Poco a poco descendió hasta mi año. Sentí la humedad girar alrededor. Me estremecí. Un golpe de sangre fortaleció mi erección. La lengua seguía dando círculos y de vez en cuando se hundía en mi anillo. Gemía. Entonces sentí que otra boca se tragaba mi verga hasta el fondo. Dejé escapar un gruñido. La lengua buscaba abrir mi año mientras la boca sacaba y metía mi verga hasta tocar mis huevas. De repente, la lengua se apartó y fue reemplazada por n dedo. Una sensación de vacío invadió mi vientre. Sabía lo que venía, aunque nunca lo había experimentado.

La mamada era suave y delicada. El dedo iba abriéndose paso y la sangre corría presurosa. Entonces sentí como si una descarga eléctrica invadiera mi cuerpo. El dedo había alcanzado su cometido. Una sensación de fluir de sangre constante, una avalancha de calor. Mis gruñidos fueron absorbidos por otra mano que se posó sobre mis labios con fuerza. Al mismo tiempo sentía la presión en mi verga, la contracción de mis huevas y el roce circular del dedo. Comencé a sacudirme. Mi cabeza giraba a uno y otro lado. Apretaba los puños y trataba de levantarme de la camilla, sin éxito. Escuchaba los gemidos de la que me la mamaba y unas leves risas de la que frotaba mi ano. Mis piernas y mis puños se tensaban ante la inminencia del fin.

Finalmente ambas aumentaron el ritmo de sus labores sobre mi cuerpo. Sentía que iba a estallar. Mi leche se arremolinó y salió expulsada con fuerza cayendo en la boca húmeda. Los gemidos de la mamadora aumentaron aunque no tanto como mis gruñidos bajo aquella mano. Fueron varios chorros de semen, muchos, en todo caso más de los que nunca había expulsado. La mamada se fue reduciendo así como los círculos del dedo. Mi verga perdió su erección y fue liberada por la boca. El dedo salió. Las risas de de las chicas se escucharon en medio un beso. Me sentí mareado. El placer aún recorría mi cuerpo.

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