Capítulo 1: El balcón
Es difícil de explicar porque aparece el amor, pero eso fue la sensación que sentí la primera vez que la vi en el gimnasio que compartíamos.
Eso paso hace 8 años y desde ese momento estamos juntos. Ella, Ana, tiene hoy 36 años es castaña con algunos reflejos naturales colorados, con buen cuerpo y una colita muy parada, yo, Jorge, de 53 años, bastante atlético, pero con algunos achaques que trae la edad.
Hace 5 años nos casamos y decidimos no tener hijos, los dos tenemos nuestras carreras laborales que nos lleva gran parte del día. El tiempo que nos queda lo dedicamos a viajar y disfrutar la vida juntos.
El sexo con Ana durante muchos años fue normal, lo que se llama tradicional, y porque no decirlo, bastante aburrido.
Tengo que confesarles que desde chico me encanta masturbarme, lo que hago con mucha frecuencia. Últimamente mis fantasías siempre rondaron en la infidelidad de mi esposa. Me excita terriblemente pensar que alguien desea a Ana, desde amigos míos, compañeros de trabajo, vecinos e incluso desconocidos. Imaginar que ella se entrega con ganas a esas personas me hace legar al clímax.
Por supuesto Ana desconocía esta conducta, hasta hace poco, donde todo comenzó a cambiar.
Habitamos un departamento en un cuarto piso al contra frente y nuestro balcón está expuesto a varias ventanas y balcones de edificios vecinos. A veces cuando teníamos sexo, dejaba las cortinas abiertas, siempre imaginando que alguien estaba espiando, deseando a mi esposa, acrecentando de esa forma mi fantasía.
Hace dos veranos atrás, en una noche de mucho calor, Ana solo vestía una tanguita negra, que se perdía entre sus glúteos y una remera blanca sin nada debajo, que además de marcar sus lindos pechos solo le cubría la mitad de la cola.
Yo miraba televisión en el living y la veía como se paseaba por el balcón, yendo y viniendo, dándoles a los vecinos una imagen muy caliente.
Mire a los balcones vecinos con la esperanza de ver a alguien que la estuviese observando, cosa que nunca había pasado, hasta hoy.
En el quinto piso de un edificio que da justo enfrente al nuestro, descubrí a tres muchachos que estaban muy atentos a los movimientos de mi esposa.
Se los veía claramente, tenían alrededor de 25 años y mientras se reían nerviosamente, se tocaban por arriba del pantalón.
Tengo que avisarle a Ana que no se ha dado cuenta pensé, o si se dio cuenta y no le importa repensé. Eso me produjo una inmediata erección.
Seguí observando y note que era imposible que Ana no los hubiera visto, es más me di cuenta que cada tanto miraba hacia ese balcón y luego se daba vuelta y se paraba arqueando un poco la espalda, dándoles a los jóvenes una vista casi completa de su colita.
Me calentó tanto la situación que tuve que hacer un gran esfuerzo para no comenzar a hacerme una paja ahí mismo.
Seguí con atención toda la escena, mientras ella siguió unos minutos más exhibiéndose haciéndose la distraída. De repente se paró de espalda a ellos y se levantó la remera dejando toda su cola al aire por unos segundos y entro, sin antes, mirarlos y tirarles un besito con la mano.
Estaba tan excitado y sorprendido que no pude aguantar, corrí al baño y apenas me toqué, tuve un orgasmo que hacía rato no tenía.
Volví al living sin decir nada.
– Amor, me voy a bañar, dijo Ana
– Bueno, le respondí
Me quede solo con el televisor encendido pero ya sin prestarle ninguna atención. En mi cabeza daba vueltas lo que había pasado. Tuve una nueva erección, raro a mi edad, hacía mucho tiempo que no me pasaba seguir excitado después de una paja.
– ¿Vamos a acostarnos?, pregunto mi esposa, sacándome de mis pensamientos.
Había salido del baño envuelta en una toalla.
– Sí, claro, le respondí
– ¿Estas bien? Preguntó
– Si, ¿por?
– Estás un poco colorado y duro por lo que veo, me dijo sonriendo y tocándome la entrepierna.
La abrace, le arranque la toalla y la bese, la lleve al dormitorio y me la cogí como jamás lo había hecho.
– ¿Estabas caliente eh, que pasó?, me pregunto
– ¿No te gusto?, dije
– Claro, mucho.
– ¿A vos también te note calentita, fue por algo en especial?, pregunte.
Estaba seguro que con lo recatada que siempre había sido conmigo nunca me iba a decir lo que había hecho con esos pendejos. Estaba equivocado.
– Te cuento algo, me prometes que no te vas a enojar, me dijo.
– Si claro, decime, respondí sorprendido.
– Desde hace unos días cuando salgo al balcón por las noches hay unos chicos en el edificio de enfrente que me miran, dijo avergonzada.
– Primero era uno solo pero ahora hay noches que son tres o cuatro, siguió.
No solo había confesado lo que había pasado esta noche, sino que lo venía haciendo desde hace rato. Eso me produjo otra erección.
– ¿Y no te molesta que te miren?, pregunte.
– La primera vez me dio vergüenza, pero ahora me gusta ver cómo me desean, ¿no te enojas no?
– No, la verdad hoy te vi, porque crees que estoy tan caliente, le dije mostrándole la erección que tenía.
No dijo nada, se metió el miembro en la boca y lo chupo hasta que me hizo acabar por tercera vez en la noche.
Terminé extenuado, ya no pude decir nada más, solo me dormí.
Al despertarme al otro día ella ya no estaba, ingresaba antes que yo a su trabajo y la verdad que había dormido tan profundamente, que no la escuche cuando salió.
Ya en mi oficina durante toda la mañana no pude sacarme de la cabeza lo vivido la noche anterior, seguía caliente. Como estará Ana pensé.
A la hora del almuerzo, y como era nuestra costumbre, le envié un mensaje.
– Hola amor, ¿todo bien?
– Si amor todo bien, ¿vos?, pregunto.
– Bien, sigo caliente por lo de anoche, escribí.
– Qué vergüenza, era mi secreto, me respondió.
– Sabes cuál es el mío, dije.
– ¿Cual?
– Siempre me calentó que te desearan, es más me he masturbado varias veces imaginando como te poseían otros hombres.
– Ahora sabes mi secreto, estamos a mano, continué.
Pasaron unos minutos sin recibir nada, me inquiete, tenía miedo que no lo hubiese gustado mi confesión.
– ¿No te molesta entonces que los chicos me vean la colita?, escribió.
– No, conteste temblando de la calentura.
– Esta noche espero que estén porque me compre una linda tanga para que espíen, siguió.
Y me mando un emoticón de un beso, despidiéndose.
Les confieso que la tarde se me hizo larguísima, quería llegar a casa lo antes posible, deseaba ver a mi esposa exhibiéndose ante esos muchachos.
Al abrir la puerta, Ana estaba sentada en el sillón vestida con una pollera corta de jean y una blusa celeste.
– Te estaba esperando amor, me dijo, mientras se incorporó y me dio un beso muy fogoso.
– Hola amor, estas muy calentita o me parece, le dije sonriendo.
– Un poco, pero me parece que vos también, dijo mientras me manoseaba la verga que ya se notaba erecta a través del pantalón.
– ¿Así que te gusta que me vean los chicos?, continuó.
– Me encanta, ¿pero no te da vergüenza que te vean otros vecinos también?, pregunte.
– Para nada, cuanto más sean mejor, me respondió mientras me daba otro beso.
La erección era tan grande en ese momento que ya me molestaba. Mi esposa, estaba por cumplir mi fantasía más deseada.
– Me voy a bañar y vuelvo, dijo.
Rápidamente fui a cambiarme, necesitaba sacarme los pantalones y pajearme un rato. Me costó no acabar, pero aguante, quería estar bien caliente para lo que se venía.
Al rato la vi salir del baño. Estaba vestida con un desabillé blanco semitransparente.
– ¿Te gusta la tanga que me compre para los chicos?, me pregunto mientras se levantaba el desabillé y dejaba ver una tanga diminuta color roja.
– No te parece muy chiquita, te van a ver toda la colita, le dije para calentar más la situación.
– Si ya sé, pero no te parece que hay que ser buen vecino, me respondió.
Se la notaba muy excitada, yo estaba que explotaba.
– Bueno, me voy que me esperan, continuó mientras se dirigía al balcón.
– Vos apaga la luz y quédate acá adentro así me ves bien y yo no te veo porque si no me da vergüencita, prosiguió.
Eso hice, apagué todas las luces, abrí bien las cortinas y me senté en el sillón. Ella encendió la luz del balcón y comenzó a pasearse disimuladamente. Mire hacia el balcón y no había nadie.
No habían pasado ni dos minutos, de repente se abrió la puerta balcón y se asomaron dos de los chicos.
Ana apenas los vio los saludo con la mano. Uno de ellos levanto la suya, el otro estaba hablando por teléfono.
Ana se dio vuelta para mi lado y levanto de a poco su desabillé hasta llegar a mostrar la mitad de sus glúteos. Se quedó dándoles la espalda un rato, mientras se meneaba despacio y muy sensual. Yo a esa altura me pajeaba frenéticamente.
Sin cambiar de posición, los miró y les tiro un beso con la mano, volvió a tomar el desabillé con las dos manos y de un tirón lo levanto hasta la cintura dejando toda la tanga al descubierto.
Note como uno de los chicos se bajó el short que vestía y comenzó a pajearse. El otro se tocaba por encima de su pantalón. Ana también los vio, y se notó por su expresión que estaba muy excitada. Paro bien la cola y metió una mano dentro de la tanga y comenzó a masturbarse.
El otro muchacho había bajado sus pantalones y ambos se pajeaban animadamente.
Yo estaba que explotaba, pero quería más antes de acabar.
– Amor, sácate todo, le pedí asomándome por la puerta balcón.
Ella me miro desconcertada, pero no lo dudo. Con una cara de puta que nunca le había visto se quitó el desabillé, quedando solo vestida con la tanguita.
Puso las manos a los costados de la tanga y visiblemente acalorada me pregunto:
– ¿Todo es todo no amor?, mientras se bajaba la tanga.
Con la tanga a la altura de las rodillas se masturbaba excitadamente y se acariciaba la cola y los pechos. No aguanto mucho, en pocos segundos nos regaló un terrible orgasmo.
Yo no pude más y terminé como hacía mucho que no lo hacía. Pude ver que a los chicos les paso lo mismo.
Ana agarro la ropa y entro, no sin antes darse vuelta exhibiendo a todos los vecinos su cuerpo totalmente desnudo.
Esa noche tuvimos sexo hasta quedar totalmente exhausto.
Capítulo 2: La cámara
Al otro día era sábado, ninguno de los dos trabajamos, así que nos despertamos alrededor de las 9 de la mañana.
– Buen día amor, ¿dormiste bien?, me pregunto Ana.
– Como un adolecente, le respondí.
– Me dejaste de cama ayer, continué.
– No puedo creer lo que hice, nunca me había desnudado toda, me comento avergonzada.
– Por lo que vi, te gusto bastante, le dije sonriendo.
– Y no sabes la acabada que le sacaste a los chicos, no habrán podido dormir en toda la noche continúe.
– Qué vergüenza, que habrán pensado de mí, dijo apenada.
– Que sos una señora muy putita, nada más que eso, dije riéndome.
– No digas eso, dijo, mientras me pegaba suavemente en el brazo.
– No te mortifiques, si te gusto y a mí me gusto que problema hay, la tranquilice.
– ¿En serio te gusto?, preguntó.
– Sí, claro, mucho, quiero más, respondí riendo.
– ¿Te gustan los pendejos?, pregunte.
– Solo conozco a uno y es un bombón, respondió.
– ¿Como que lo conoces?, ¿personalmente?, pregunte asombrado.
– Si, lo veo a veces en el almacén de la esquina.
– ¿Y él sabe que sos la del balcón?
– Casi seguro que sí, nunca dijo nada, pero me coge con la mirada.
– Que va a pasar ahora cuando me lo encuentre, prosiguió con cara de asustada.
– Cuando te lo encuentres va a estallar, reí.
– Nada, no va a decir nada, relájate y disfrútalo, la calme.
– ¿Cual es, el rubio?, pregunte.
– Sí, escuche que el almacenero lo llamo Gastón, es divino de cara, debe tener 22 o 23 años y tiene un físico bárbaro, debe estar lleno de chicas, dijo.
– Lleno de chicas, pero parece que quiere darle leche a mi esposa, dije riendo.
Solo hizo una exclamación de deseo, metí la mano en su entrepierna y estaba empapada. La bese e hicimos el amor.
Al mediodía, como es habitual los sábados, almorzamos en la casa de un familiar. Note que Ana estaba distraída, imagine que lo que había pasado le rondaba la cabeza. Confieso que a mí me pasaba lo mismo. Había sido muy caliente lo vivido y quería que llegara la noche para que se repitiera.
En el regreso a casa, no pude controlar mi ansiedad y saqué el tema.
– Parece que esta noche va a ser muy calurosa, va a estar perfecto para tomar un poco de fresco en el balcón, le dije sonriendo.
Ella solo me miro y sonrió.
– Seguro Gastón debe estar pensando lo mismo, ¿no te parece?, pregunte.
Con su expresión demostró que lo que había dicho le había gustado.
– No sé qué ponerme hoy, dijo.
– Seguro a Gastón y a sus amigos no le importa mucho, reí.
Al abrir la puerta de casa, nos encontramos algunas facturas y un sobre que el encargado había tirado por debajo de la puerta.
Ese sobre me llamo la atención porque en él solo estaba escrito el piso y el número del departamento. No estaba dirigida ni a Ana ni a mí y tampoco tenía remitente. Sera publicidad pensé. Intrigado lo abrí y dentro había una hoja de papel manuscrita. Menuda sorpresa me lleve al leer las primeras líneas.
“Señora, espero no tome a mal esta carta, pero realmente no me animo a abordarla en la calle. Tengo la necesidad de decirle que es hermosa y que tiene una cola divina. Ayer fue una de las mejores noches de mi vida, verla a usted desnuda me causo tanto placer que estuve toda la noche excitado y me tuve que pajear varias veces. Me dijo el encargado de su edificio que es una mujer casada por lo que espero que su marido no se moleste si se entera, pero realmente quería que lo supiera. Le cuento que, junto a mi compañero que ayer estaba conmigo, somos del interior y venimos acá a estudiar. Hoy vienen dos amigos a cenar, y nos gustaría poder disfrutarla. No sé si le gustara, pero nos encantaría conocerla por webcam, así usted también puede conocernos. Le dejo mi Skype: gastonrami21, por si le interesa. Sino no importa, la esperamos en el balcón. Le agradezco por el placer que nos da y le pido mil disculpas por ser tan atrevido. Gastón.”
Puedo asegurarles que por un momento me asusto un poco este chico, pero al ser tan educado, no lo pensé mucho, además la idea de la cámara en vivo me encantaba, aunque estaba seguro que mi esposa no iba a querer.
– Amor, te llego una carta, la llame.
– ¿Una carta, a mí?
– Si, de tu admirador, le dije.
Vino apresurada con cara de sorpresa. Mientras la leía esa sorpresa se empezó a convertir en expresión de deseo. La leyó toda de corrido, ni me miro ni comento nada.
– Este pendejo está loco, me dijo apenas terminó de leerla.
– Es bastante arriesgado, pero bueno, el que no arriesga no gana, comenté.
– Decime que no te gusto que te escribiera, continué.
– La verdad me gusta que un pendejo se fije en mí, pero es un arriesgado este pibe.
– ¿Decime que no te mojaste toda?, pregunte.
No me contesto, estaba caliente, la conocía. Fue hacia el dormitorio, la seguí.
– ¿Cómo es el tema de la cámara?, me pregunto mientras se sentaba en la cama.
– Quieren verte en una cámara en vivo y que vos puedas verlos y hablar con ellos, le respondí.
– Lo bueno de eso es que es más privado que el balcón, continúe, como tratando de convencerla.
– ¿A vos te gustaría?, me pregunto.
– Claro, me calienta tanto o más que a vos que te deseen, le conteste.
– Bueno, lo voy a hacer para darte el gusto, dijo.
Esa respuesta sonó como una excusa para no sentirse avergonzada ante mí, no podía disimular las ganas que tenía de hacer la cam.
Fui a la computadora, lo agregué a Gastón y aunque estaba desconectado le dejé un mensaje:
“Hola Gastón, soy el marido de Ana, la señora que le escribiste la carta. No te asustes, a mí no me molesta que mires a mi esposa. Solo te escribo para decirte que ella aceptó la invitación a hacer una Cam en vivo. Si te parece los conozco primero yo y después se suma mi mujer. Voy a estar conectado a las 22 Hs. Saludos. Jorge.”
Gastón me había parecido educado, pero igual quería conocerlos a todos para ver qué onda tenían. Si eran unos pendejos irrespetuosos tenía que cuidar a que Ana pasara
un mal momento.
– Listo amor, ya le escribí a Gastón, le avisé a ella que estaba encerrada en el baño.
– Bueno, dijo con voz entrecortada.
Deduje que se estaba tocando, era lógico con lo caliente que se la veía. Eso me produjo una erección.
Me encontraba en la cocina preparando unos sándwiches cuando Ana se apareció en la puerta.
– Amor, ¿estoy bien así para que me vean los chicos?
Al darme vuelta casi me muero, estaba vestida con una remera ajustada al cuerpo color azul que le llegaba a su cintura y una tanga blanca, tan chiquita que le dejaba ver casi toda la cola. Se había maquillado y arreglado el cabello, le colgaba un collar corto y finito y tenía puestos unos aros chiquitos brillantes. Estaba muy sexy.
– Estás hermosa, le dije. Sinceramente lo estaba.
Se me acerco y me dio un beso terrible, me dieron ganas de cogerla ahí, pero me contuve, no quería desarreglarla para que los pendejos la vieran así.
Se me había ido el hambre, y aunque aún no eran las 22 Hs. quise ir a ver si Gastón había contestado.
– Espérame un rato acá que ya vengo. Le dije.
Fui hasta la computadora y abrí Skype, Gastón estaba conectado y ya me había aceptado y respondido:
“Sr. Jorge, realmente me alegra muchos que su esposa haya aceptado y que a Ud. no le moleste. Realmente lo felicito, tiene una mujer hermosa, me encanta hasta su nombre. Le cuento que acá estamos mis amigos y yo muy caliente con ella, y esperamos ansiosos las 22 Hs. Hasta luego. Gastón.”
Estaba terminando de leer cuando vi que estaba escribiendo:
– Hola Sr. Jorge ¿como esta?
– Hola Gastón, todo bien.
– ¿Quiere que lo llame?, preguntó.
– Si, le respondí.
Me ubiqué bien frente a la PC y atendí la llamada. Apenas apareció la imagen lo vi a Gastón y al otro chico que había visto en el balcón.
Vestían camisa y jean y se veían realmente muy atractivos.
– Hola, dijeron los dos casi al unísono.
– Hola, ¿cómo están?, pregunte.
– ¿Están solos?, continué.
– No, acá están mis amigos dijo Gastón.
Aparecieron por atrás de ellos los otros dos. Eran de pelo corto y uno de ellos era bastante gordito. Ambos lucían remera y jean.
– Hola, salude.
– Hola señor, contestaron.
– Preséntense por favor.
– Él es Fede, dijo Gastón señalando al que tenía a su lado.
– Y ellos son Damián y Seba, continuó con los que tenía a sus espaldas, que levantaron sus manos.
– Mucho gusto, dije.
– Igualmente, contestaron con amabilidad.
– Que edades tienen, pregunte.
– Fede, Seba y yo, 22 y Damián 21, contesto Gastón.
– Mi esposa tiene 36 y yo 53, dije.
– Puedo preguntarles porque siendo tan chicos les calienta mi esposa que es mucho más grande, continué.
– A los cuatro nos encantan las mujeres más grandes y además su esposa es muy linda, dijo Fede.
– Gracias, respondí.
– Bueno, ahora voy a llamar a Ana, lo que les pido es respeto. Ella es la primera vez que va a hacer esto, no la incomoden porque corto la conversación, ¿está claro?, pregunte.
– Quédese tranquilo señor, dijo Gastón.
– ¿Podemos pedirle que haga cosas?, pregunto Seba.
– Siempre con respeto, dije.
– ¿Podemos sacarnos la ropa y pajearnos?, pregunto nuevamente Gastón.
– Sí, claro, ¿para eso es esta cam no?, dije.
Todos sonrieron.
– Espérenme un momento que voy a ir a buscar a mi esposa. Voy a cortar y conectarme desde una Tablet, ya los llamo, les indiqué.
Corte, y volví a la cocina donde esperaba Ana, sentada en una silla y con una expresión que mezclaba ansiedad y excitación.
– Son muy amables los chicos, te van a encantar, le dije.
– Te están esperando, continué.
No dijo una palabra, la tome de la mano, la bese y la lleve al dormitorio. Se sentó en la cama, yo puse la Tablet apoyada en un mueble de manera que la cámara la enfocara a ella y el resto de la cama.
– ¿Estás lista?, le pregunte.
– Sí, dijo visiblemente excitada.
Llame y a los segundos estaban en la pantalla los cuatro pendejos sentados en un sillón uno al lado del otro, se habían desnudado por completo y jugaban con sus penes erectos. Se destacaba Gastón sobre el resto. Era delgado y tenía los músculos muy marcados. Su miembro también sobresalía, era realmente enorme. Ana me miro con una sonrisa en sus labios y regreso la vista a ellos.
– Hola señora, dijo Gastón.
– Hola respondió ella, notándosela nerviosa.
– Que hermosa que esta, dijo Seba mientras se masturbaba lentamente.
– Gracias, dijo ella.
– ¿Le gusta lo que ve?, pregunto Fede, mientras se agarraba el miembro.
Ana no contesto, pero no sacaba la vista de la Tablet. Yo me había sentado al costado y contemplaba la escena sin que ellos pudieran verme.
– Nos muestra esa colita hermosa que tiene, continuó.
Ana se puso de rodillas en la cama y giro, dejando ver su cola entangada.
– ¿Así está bien?, pregunto, girando su cabeza.
A los pendejos se les transformo la cara y se escucharon algunas exclamaciones de deseo, yo mientras tanto me saqué el pantalón y comencé a masturbarme.
– Que buen culo tiene señora, dijo Gastón.
– Gracias, dijo ella mientras se lo acariciaba.
– Muéstreme sus tetas por favor, le pidió Seba, que parecía el más excitado.
Ana se dio vuelta y se sacó la remera, dejando sus hermosos pechos al aire. Eso fue mucho para él y para Damián que acabaron casi al mismo tiempo.
Ana al verlos se acercó a la Tablet, saco la lengua y la movió como si les lamiera el semen, mientras se tocaba sobre la tanga.
– Denme la leche pendejos, dijo, con la mayor cara de puta.
Estaba que explotaba, Gastón y Fede se pajeaban frenéticamente, yo hacía lo mismo.
– ¿Me saco la tanga para los chicos amor?, me pregunto con voz entrecortada, debido a la calentura.
– Si amor, mostrarles la colita desnudita, conteste.
– Si, señora, denos la colita, dijo Gastón.
Ana, se sacó la tanga de un tirón y quedo totalmente desnuda, se dio vuelta, se puso en cuatro con las piernas abiertas y comenzó a pajearse, dándole a los pendejos una vista impresionante de su culo abierto. Seba y Damián ya se habían recuperado y estaban de nuevo masturbándose.
– Amor, mira cómo te desean la cola, le dije.
Ella sin cambiar de posición y sin parar de tocarse, giro la cara, miro a las cuatro vergas que estaban a punto de estallar y se metió un dedo hasta el fondo en la cola. Eso fue suficiente para ella, les regalo un orgasmo terrible. Sus gemidos también fueron demasiado para los pendejos que uno a uno eyaculó.
– Vení, chúpamelo, le dije mientras me ponía frente a la Tablet.
Ella se lo puso en la boca y mientras me lamia con desesperación miraba a los muchachos que tenían una imagen de la cara de ella en primer plano.
Ver en su rostro como deseaba a los pendejos me hizo tener un terrible orgasmo. Ella se tragó todo mi semen y se relamió unos segundos ante ellos.
– Hasta otro día les dijo, mientras se alejaba hacia el baño.
– Adiós señora, gracias, dijo Gastón.
– ¿Te gusto?, le pregunte a Gastón, que había quedado solo mientras los demás se lavaban.
– Mucho señor, respondió.
– Pero me quede con ganas, sonrió.
– Ya habrá otra oportunidad, le dije.
– Seguro, gracias señor.
– Gracias a ustedes por portarse bien.
Corte la comunicación, y espere que Ana saliera del baño, yo también me había quedado con ganas.
El domingo nos despertamos cerca del mediodía, habíamos pasado una noche muy caliente y cogido hasta tarde.
– Qué noche la de anoche, le dije riendo.
– Terrible, contesto.
– Como te pusiste con los pendejos, caliente, caliente.
– ¿Estuve muy puta?, pregunto sonriendo.
– Nooo, para nada, dije riendo.
– Los chicos se habrán pajeado toda la noche, continúe.
– No te enojes pero que bueno que esta Gastón, dijo.
– Es verdad, que físico y que verga tiene, dije.
– Impresionante, dijo con expresión de deseo.
– ¿Lo llamamos hoy?, pregunto.
– Ah, te dejó calentita de verdad, dije.
Le metí una mano y la noté toda mojada, la besé y cogimos una vez más. Mientras la tenía arriba cabalgando, le dije que imaginara que era Gastón el que le estaba dando.
– Uff si, dijo en medio de gemidos.
Aceleró el ritmo hasta que ambos tuvimos un tremendo orgasmo.
Mientras se duchaba, me quede solo en la habitación, estaba feliz por haber cumplido parte de la fantasía que me acompañaba hace tiempo. Pero quería más, deseaba ver al pendejo cogerse a Ana. Tenía que buscar la estrategia para lograrlo, a ella la excitaba Gastón, no podía perder esa oportunidad pensé.
Encendí la Tablet y me conecté a Skype, estaba desconectado, decidí escribirle algo.
“Hola Gastón, esperamos la hayan pasado bien ayer. Quería agradecerte que todos hayan sido muy correctos. Mi esposa quedo encantada con ustedes y ya piensa en repetir la experiencia. Nos hablamos. Saludos. Jorge”
El día estaba muy lindo y caluroso así que después de almorzar en un restó que queda cerca de casa, fuimos a pasear hasta que se terminó la tarde. En varias oportunidades comentamos la experiencia de la noche anterior. A Ana no se la notaba avergonzada, por el contrario, estaba exultante. Hablaba de los chicos como si los conociera de hace tiempo. Se le notaba las ganas de hacer otra cámara por la noche.
Apenas regresamos a casa, me conecté a Skype desde la computadora y me encontré con un mensaje de Gastón.
“Hola señor Jorge, yo también la pase muy bien, pero como le dije ayer, me quedé con muchas ganas de Ana. Hoy estamos solos con Fede y nos gustaría, si no le molesta, repetir. Espero que no lo tome como un atrevimiento, pero tengo mucha leche guardada para su esposa. Si tienen ganas avísenos. Saludos”
Debo confesar que el comentario me pareció un atrevimiento, pero además me produjo una erección inmediata. Fui hacia la cocina donde estaba Ana cocinando algo.
– Amor ahí escribió Gastón que quiere verte esta noche, dije.
– ¿Sí?
– Bah, en realidad me dice que tiene mucha leche guardada para vos, dije intencionalmente para observar como lo tomaba.
– ¿Eso te dijo?, ese pendejo es un zarpado, dijo mientras me miraba con cara de que le había gustado.
– Sera un zarpado, pero te calienta mucho, dije.
Ella solo sonrió.
– Va a estar solo él y su compañero, ¿te gusta igual?, pregunte.
– Para mí con Gastón ya es suficiente, me contesto mientras se acercaba para dame un beso apasionado.
– Me voy a duchar, dijo mientras se dirigía al baño.
Yo fui a preparar la tablet, me esperaba otra noche caliente. Fui hacia el dormitorio y me conecté nuevamente a Skype. Esperaba que el pendejo estuviese conectado, por suerte, ahí estaba.
– Hola Gastón, soy Jorge ¿todo bien?
– Hola señor, si todo bien, usted, pregunto cordialmente.
– Bien, gracias.
– ¿Su esposa?
– Se está duchando.
– No sabe las ganas que tengo de verla, ¿lo puedo llamar?, pregunto.
– Si
Atendí la llamada y ahí estaba Gastón en la cama, completamente desnudo y con su impresionante miembro totalmente erecto.
– Perdone que este así, es que no puedo más, su esposa me tuvo caliente todo el día, dijo disculpándose.
– Te cuento que ella también te recordó todo el día, le dije sonriendo.
Se notó que mi comentario lo había excitado más, comenzó a masturbarse lentamente.
– Por favor señor Jorge, cuénteme que dijo de mí, pidió.
– Espera que venga y le preguntas vos, dije.
A momento de decir esto se abrió la puerta del baño y apareció Ana, con su cuerpo envuelto en una toalla.
– Amor, acércate que esta Gastón esperándote.
– ¿Ya?, no estoy preparada todavía, contesto.
– No importa señora, necesito verla ahora, dijo el pendejo, que la había escuchado.
– Hola Gastón, lo saludo Ana poniéndose frente a la tablet.
Apenas vio su cuerpo desnudo tendido en la cama, cambio la expresión de su rostro.
– Hola señora, ¿como esta?
– Me decía Jorge que estuvo hablando de mí, ¿se puede saber sobre qué?, pregunto.
Ana, estaba como hipnotizada mirando la pantalla, era como si yo no estuviese ahí, lo miraba con deseo y se notaba que realmente Gastón la excitaba mucho. A mí me encantaba que así fuera.
– Le comenté que eras lindo y con un cuerpo tremendo, contestó ella, sonriendo nerviosa.
– A mí me gusta mucho el suyo, ¿me lo muestra por favor?
Sin decir nada, se desenredo la toalla dejando a la vista su cuerpo totalmente desnudo. Gastón comenzó a pajearse con más intensidad. Yo me había alejado de la pantalla y seguía la escena desde una silla que estaba a un costado.
– Como me calienta señora.
– Y vos a mí, dijo ella tocándose.
– Muéstreme su cola, por favor.
Ella se puso en cuatro en la cama, mientras se masturbaba, dejando escapar algunos gemidos.
– Mire lo que tengo para esa colita, dijo el pendejo agarrándose su terrible miembro.
Ella giro su cabeza, y abrió la boca como queriéndosela tragar toda.
En ese momento entro al cuarto Fede, que, al ver el espectáculo que estaba dando mi esposa, se apresuró a sacarse la ropa y acostarse desnudo en la cama.
– Mire señora, ahora tiene dos vergas para jugar, dijo Gastón visiblemente muy excitado.
Fede tuvo una terrible erección de inmediato, Ana, solo se retorcía de placer mientras metía y sacaba dos dedos de su cola.
– Señor Jorge, queremos cogernos a su esposa, ¿a usted le molesta?, pregunto Gastón.
– Amor, mira como pusiste a los chicos, ahora vas a tener que cogértelos, le dije mientras me masturbaba a un ritmo frenético.
– No quiere que vayamos para su casa, le tenemos muchas ganas, continuó Gastón.
Ana, que continuaba en su posición, me miro con sorpresa. Se le noto que solo quería mi aprobación, ella ya tenía decidido cogerse a los pendejos. Solo asentí con la cabeza, sin decir palabra.
– No tarden mucho, dijo Ana. Se incorporó y se encerró en el baño.
– Ya vamos dijo Gastón.
Cortaron la comunicación.
Capítulo 3: El encuentro
Golpee la puerta del baño, ella abrió ruborizada.
– Está todo bien, no te avergüences.
– Perdón, pero estos chicos me pusieron muy puta, me dijo.
– Está bien, no me molesta que te los cojas, al contrario, lo voy a disfrutar, dije.
Me beso apasionadamente, luego se metió en la ducha.
Estaba acomodando el dormitorio cuando sonó el timbre.
– Sr. Pietro, acá hay dos muchachos que vienen a verlo, me indico el de seguridad del edificio.
– Hágalos pasar, respondí.
A los pocos minutos ya estaban tocando el timbre en la puerta. Ambos vestían pantalón de gimnasia y remera.
– Un gusto señor Jorge, dijo Gastón tendiéndome la mano. Lo mismo hizo Fede.
– Igualmente, dije.
Se los notaba muy inquietos.
– No estén nerviosos, disfruten y hagan feliz a mi esposa, les dije.
– Lo que si les pido es mucho respeto, es la primera vez que vamos a hacer algo así, continué.
– No se preocupe señor, vamos a ser sumamente respetuosos, dijo Fede.
– Vengan, vamos al dormitorio.
– Ana está en el baño, pueden ir poniéndose cómodos, ya vuelvo, dije.
Los pendejos comenzaron a desvestirse, mientras yo golpee e ingrese al baño.
– Ya están en el dormitorio, ¿estás bien?, pregunte.
– Nerviosa, me dijo mientras se maquillaba.
– Tranquila, son buenos pendejos.
– ¿Que hago, me pongo algo o salgo desnuda?
– Usa el desabillé rojo ese que me gusta sin nada abajo, es muy caliente.
La besé y volví al dormitorio.
Ya estaban acostados en la cama vestidos solamente con bóxer, que le marcaban una enorme erección.
– Ya viene, les dije.
– ¿Es la primera vez que se cogen a una mujer más grande?, pregunte mientras me sentaba en la silla al costado.
– Si, respondieron ambos.
Se escuchó abrirse la puerta del baño. Ahí estaba mi esposa, más hermosa que nunca y dispuesta a cogerse a dos pendejos casi desconocidos.
Se acercó al borde de la cama y dijo hola, mientras acariciaba el torso de Gastón.
Bajo la mano y manoseo su miembro por encima del bóxer. Fede se sacó el suyo. Al ver esto Ana, lo miro y tomo su miembro con la otra mano y comenzó a masturbarlo. Le saco el bóxer a Gastón y también lo empezó a pajear.
– ¿Te gustan las vergas de los chicos?, le pregunte mientras me quitaba la ropa hasta quedar completamente desnudo.
Me miro con una expresión de puta que nunca le había conocido y sin decir nada se ubicó entre las piernas de Gastón y se metió su miembro en la boca.
Fede, se puso detrás de ella y lentamente levanto su desabillé hasta dejar su culo todo al aire. Lo acaricio, lo abrió con las manos y metió su cara entre sus nalgas. Ana gimió, pero no dejo de chupar.
Tuve que hacer un esfuerzo para no acabar, quería disfrutar el espectáculo un poco más.
De repente Ana se dio vuelta y le dio un terrible beso a Fede, se subió arriba de Gastón y metió su verga toda dentro de su vagina. Se escuchó un grito de placer.
– Si señora, cójame todo, dijo Gastón mientras mi esposa le cabalgaba a un ritmo vertiginoso.
Fede, que seguía detrás le quito el desabillé y le manoseo las tetas con desesperación. Todo eran gemidos, ella no pudo más y tuvo su primer orgasmo.
– Venga señora póngase acá, le pidió Fede, mientras la guiaba para que se pusiera en cuatro al lado de Gastón.
Ella le hizo caso y enseguida se encontró ensartada desde atrás por este, que golpeó con ritmo y con fuerza contra el culo de mi esposa.
Gastón se puso de frente, la beso apasionadamente y volvió a poner su verga en su boca, Ana mamaba con deseo.
– Señor, ¿puedo terminar adentro de su mujer?, me pregunto Fede.
– Si, le conteste con voz entrecortada a causa de mi excitación.
Mi respuesta hizo que los pendejos acabaran casi al mismo tiempo, dejándole a Ana la vagina y la boca llenas de leche.
Esa imagen fue demasiado para mí que tuve un terrible orgasmo. Ella se incorporó y se metió en el baño, yo la seguí, los pendejos quedaron exhaustos sobre la cama.
– Que buenos polvos te echaron, le dije, mientras me higienizaba.
– Que bien cogen, dijo.
– Se nota que te gustó, dije sonriendo.
– Mira que seguro quieren más, continué.
– Avísales que ahora voy, dijo con cara de pícara, mientras me besaba.
Volví al dormitorio. Los pendejos seguían acostados, pero ya, nuevamente, con sus vergas erguidas.
– Me pidió mi esposa que les dijera que ya vuelve, les dije para calentarlos más aún.
– Gracias señor, me dijo Fede.
– No quiero que lo tome a mal señor pero que buena puta es su esposa, dijo Gastón.
– ¿Coge bien no?, pregunte.
– Terrible, contesto.
– ¿Señor a usted le molestaría si le hacemos la cola?, continuó.
– Si ella quiere, no tengo problemas, dije, sin demostrarles que realmente yo deseaba que eso sucediera.
Al entrar al dormitorio, Ana se quitó la salida de baño que llevaba puesta y se arrojó a la cama completamente desnuda, acomodándose en medio de los dos chicos. Yo volvi a la silla.
– Mmm ¿que tenemos acá?, pregunto mientras tomaba uno con cada mano los miembros tiesos.
– Amor, viste que rápido se volvieron a poner duros, me dijo con voz sensual, mientras frotaba suavemente sus vergas.
– Con una señora putita como usted es imposible que no se pongan así, dijo Gastón.
Ese comentario le gustó. Sin cambiar de posición le metió la lengua dentro de su boca y lo beso. Lo mismo hizo al rato con Fede. Así estuvo un rato alternando entre los dos.
– Señora nos muestra la cola, pidió Gastón.
Ella se arrodillo, se dio la vuelta y se puso en cuatro con la colita parada apuntando a los dos pendejos. Ellos comenzaron a acariciarle los glúteos.
– ¿Les gusta mi colita?, pregunto con tono inocente.
– Mucho, dijo Gastón, mientras jugaba con un dedo en el hoyito de su cola.
– Es hermosa y tiene un rico gusto, dijo Fede. Claro su lengua había estado ahí recordé.
– ¿Le molesta si le meto un dedito?, dijo Gastón sin darle tiempo a contestar, su dedo había desaparecido dentro de su culo.
– Ufff, fue lo único que se le escuchó a Ana.
Gastón entendió que tenía vía libre y agrego otro dedo, ahora tenía dos que entraban y salían rítmicamente de la cola de mi esposa. Eso me puso muy caliente, fui y la besé.
– ¿Cree que entrara mi verga aquí?, le pregunto Gastón.
– Habría que probar, contesto Ana entre gemidos, parando más la colita.
Gastón se puso de rodillas y puso la cabeza de su miembro en la entrada de su cola. Yo me acerque, quería ver cómo le rompían el culo a mi esposa.
Empujo un par de veces y con suavidad comenzó a penetrarlo hasta que ese pedazo de carne termino invadiendo el cuerpo de mi esposa.
Veía como entraba y salía y no podía creerlo, ella solo suplicaba por más. Estuvieron así un rato largo.
– Déjame a mí, dijo Fede, corriendo a su amigo.
– Metemela toda Fede, dijo ella casi suplicando.
El pendejo la ensartó violentamente, ella pego un grito y seguió agitándose de placer.
– Aca tiene la leche señora, exclamó y le acabó dentro.
Se la saco del culo y se la puso en la boca.
– Límpiela bien, le dijo, mientras Ana le lamia con desesperación la verga.
Gastón, tomo el lugar de su amigo y luego de un momento también le dejo la leche dentro de la cola. Ana había acabado como 3 veces. Yo tuve el segundo orgasmo de la noche.
Durante varias horas siguieron disfrutando de mi esposa, Todos habíamos tenido una experiencia inédita. No fue la última, pero esa es otra historia.
Uuuyy q ricura de historia