Lunes, eran las 7.15 de la mañana, ¡a levantarse!, si, este era mi primer día de trabajo. Permítanme que me presente primero, me llamo Silvia, tengo 23 años y estoy acabando la carrera de periodismo, después de echar muchos curriculums, aquí estoy, trabajando en un periódico de renombre donde me han dejado un pequeño espacio para mis aventuras y opiniones. Estaré escribiendo unas semanas y si al público (y al jefe) le gusta seguiré unos meses más.
Pero bueno, este no es el tema central de mi historia, sino mi primer día de trabajo. Así es, me levanté pronto, ya que quería arreglarme, ponerme guapa para impresionarles no solo con mi redacción. Me puse mi traje de chaqueta nuevo, una camisa blanca y unos zapatos de tacón, un poco de colorete, labios rosaditos, los ojos claros y rímel. Subía en el ascensor a la cuarta planta, los nervios en mi estomago no me dejaban pensar en nada, “uy perdón…” Tropecé con un chico joven. Ni reparé en él, “¿a qué piso vas?”, “Al cuarto ¿y tú?”, “Yo también…”. El chico se me quedó mirando… “Tu debes ser Silvia, la chica nueva… hola encantado soy Rafa…”.
–Hola encantada…
Llegamos al cuarto, pregunté en recepción por mi jefe, él vino en seguida y me mostró toda la oficina, Este será tu sitio, dijo señalando una mesita con un PC de sobremesa. Esta es tu clave, puedes entrar en el ordenador y ojear un poco esto, y piensa en tu artículo, el tema va a ser deportes de riesgo.
Puse mi usuario y clave, empecé a ojear qué había guardado en el ordenador. Entonces me di cuenta que había alguien detrás de mi observando lo que hacía. Me giré, era el chico del ascensor, Rafa.
–Hola Silvia, yo trabajo en frente tuyo, tengo un hueco en la sección de deportes para lo que quieras estoy aquí.
–Gracias Rafa, te lo agradezco.
Apagué el ordenador y empecé a pensar sobre mi artículo, quería que fuese estupendo, iba a impresionarles. No pude evitarlo, me quedé mirando a Rafa, ojos azules pelo castaño cortito, unos labios muy sensuales, sus manos, muy viriles, fuertes, tecleaba muy deprisa en el ordenador, sus brazos, llevaba una camisa azul y marcaba los bíceps, estaba fuerte. No sé porque razón me lo imaginé en ropa interior como debía ser. Entonces el levantó la mirada y me sonrío. Me puse colorada y seguí con lo mío, no podía quitarme su imagen de la cabeza.
Y llegaron las 11.
–¿vienes a almorzar Silvi?
–¿Silvi? Jeje, que confianzas te tomas… si vale
Nos bajamos al bar de abajo, yo pedí un chocolate y él un café solo. Empezamos a hablar, me salía la estúpida risa tonta, riéndome de todo lo que decía, si, era tan… no sé… tan atractivo.
–¿Tienes novio Silvi? ¿Seguro una chica como tú…?
–Una chica como yo ¿qué?
–Pues eso, que las chicas como tú, soléis tener novio
–Pues no, no tengo novio, lo dejamos hace un mes
–Ah…
–¿Y tú?
–Yo… bueno… algo hay por ahí, pero nada serio, este trabajo es demasiado agotador y la gente no lo comprende…
Acabamos el almuerzo y subimos a la oficina de nuevo.
Me quería centrar, pensar en deportes de riesgo. Así que encendí el ordenador y empecé a escribir pequeños bocetos e ideas. Ajá. Imprimir.
–¿Dónde está la impresora Rafa?
–En el cuarto de las impresoras, ven yo te lo enseño, sígueme
Fuimos al otro lado de la oficina, abrió una puerta, encendió la luz y allí había 5 impresoras enormes, una de ellas imprimiendo mi trabajo. Me rozó la mano y me dijo, “mira se usa así…”, sentí un escalofrío al sentir el roce de su piel, mis pezones se pusieron erectos. Él se me quedó mirando directamente al pecho, me sonrió y cerró la puerta. Me acarició la cara y me dijo… “Silvia… eres tan preciosa…”. Me besó… yo no pude evitarlo, más bien lo estaba deseando…
Nos abrazamos y el calor empezó a subir, el ruido de la impresora tapaba el sonido de mi respiración que cada vez se aceleraba más, me rozó el pecho, metió su mano por debajo de mi falda y empezó a acariciarme. Me gustaba, él podía notar mi humedad a través del tanga y de las medias. Me desabrochó la camisa, luego el sujetador, me sonrió y empezó a lamerme dulcemente los pezones, con pasión y ternura, lamiéndolos poco a poco. Yo iba a estallar, estaba muy excitada y le dije “Rafa… estoy a cien…” y él me dijo “¿cómo crees que estoy yo desde que te vi esta mañana?”
Bajé mi mano hasta su pene, si, estaba muy duro, le desabroché los pantalones y empecé a rozarle. Él me bajo las medias, apartó mi tanga y empecé a rozarme con los dedos. Me sentó en la mesa de la impresora, me abrió de piernas bajándome el tanga y me chupo el clítoris. Empecé a jadear, siguió lamiéndome el clítoris “Sigue… sigue…”. Entonces le bajé los calzoncillos y le dije “penétrame… por favor…”. Y así lo hizo. Se acerco a mí y empezó a penetrarme, poco a poco, entraba muy bien. Yo estaba muy húmeda…
Él jadeaba fuerte, me acariciaba el clítoris a la vez que me penetraba. El vaivén del amor hizo que sucumbiera en sus brazos ante una oleada de placer culminando en un largo orgasmo. No quería gritar, pero no pude evitarlo al sentir sus líquidos en mi interior a la vez que yo temblaba de placer. Enseguida me abrazó. Yo me vestí rápidamente, sabía que mi grito lo habrían oído.
Entró Bego en seguida, la secretaría se me quedó mirando, yo estaba un poco despeinada y colorada, “¿qué pasa aquí?”.
–Se me ha caído el boli y me he pegado con la mesa en la cabeza, –dije yo.
–¡Ah!… ¿Estas bien?
–Si gracias, Rafa me ha dicho que ahora me traerá hielo para que no me duela… ¿Quieres que te acompañe?
–Vale, Silvia, Bego dile a Toni (el jefe) que nos hemos bajado al bar para ponerle hielo a Silvia.
Bajamos por las escaleras.. Y él comenzó a besarme de nuevo.
–Ha sido estupendo Silvia. En mi vida había sentido el orgasmo de una mujer a la vez que el mío…
Yo le sonreí… el me cogió de la mano y me dijo “¿nos vemos esta noche en mi casa?”
Yo acepté.