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Trabajo extra de oficina
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Tiempo de lectura: 4 minutos

-¿Por qué no vienes por mí a la oficina? Pasas y comemos juntas.

La invitación de Marcela me sonó maravillosa. Tenía varios días que no platicábamos ni bromeamos juntas. Así que le dije que encantada pasaría por ella a las 6 y media de la tarde.

Cuando llegué a su oficina, encontré vacío el local, el velador me dejó pasar ya que es común que yo fuese al trabajo de mi amiga por ella. Pero esa tarde me sorprendí al no encontrar a nadie en la recepción, ni en el archivo, ni siquiera en el área de finanzas.

Camine suavemente sin hacer ruido por la gruesa alfombra, diciendo suavemente: "yujuuu… ¿ay alguien aquí?” Casi al llegar a la oficina del jefe de Marce escuche sonidos extraños saliendo del privado de ella:

-Uffff, que graaande la tienes, cabrón, cielos, métemela toda toda todaaa!

Asombrada pero llena de curiosidad me acerque de puntillas hacía la puerta que no se encontraba cerrada, sino ligeramente entreabierta de donde identifiqué la voz de mi amiga que sonaba con jadeos y fuertes suspiros:

-Que pijaaa, soy tu putaaa, tu putaaa, vamos! dame hasta los huevos! Cómo te la voy a mamar, mi vida!

Lo que vi a través de la rendija de la puerta me dejó fascinada: El jefe de Marcela se encontraba sentado en el sillón de la secretaria, con los pantalones bajados hasta la rodilla, con el rostro convulsionado del esfuerzo, mientras Marcela se encontraba encima de él, dándole la espalda, con su fina falda de casimir subida hasta la cintura y unas pequeñísimas pantys blancas enrolladas en sus muslos.

-Dame tu verrrrga fantástica, dámela, dámela, dámela…

Cada vez que Marcela pronunciaba esa palabra, su cuerpo se levantaba dejando ver entre sus muslos una enorme verga, larga y gruesa, que entraba y salía de su rajita chapoteando en delicioso semen lubricante, brillante y oloroso aún hasta la puerta.

Hipnotizada y fascinada por la escena, escuchando el "plaf-plof" de ese hermoso tronco de carne que se introducía como un pistón en la rajita de Marcela, apenas si podía parpadear cuando mi manita cobró vida propia y empezó a frotar mi sexo al mismo ritmo que las arremetidas de ese macho en la vagina empapada de Marcela.

-Dame tu verga, quiero venirme…

En este infernal y fantástico ritmo Marcela apretaba sus hermosas nalgas, movía sus caderas para adelante y para atrás, giraba su cuello y agitaba su cabello haciendo que ese falo, pija, camote, chile, tranca, rabo, pito, pene, nabo, verga entrará y saliera, mientras ella cabalgaba hasta casi ponerse de pie sobre su jefe para después caer lenta pero firmemente sobre ese poste de carne y apachurrar las bolas cada vez más duras y grandes con sus muslos.

-Vas a hacer que me venga, puta, espera un poco.

Con jadeos entrecortados, su jefe decía esto mientras sus manos apretaban convulsivamente las caderas redondas y grandes de Marcela y su rostro enrojecido se llenaba de sudor, sus caderas respondían frenéticamente a las arremetidas del culo de Marcela en un contrapunto exacto en el cual cada vez que las nalgas de Marce bajaban, la cadera de ese tipo se empujaba hacía arriba metiendo en forma increíble aún más su tremenda tranca, hasta perderla dentro de la rajita de Marcela, dejando solamente sus enormes huevos afuera, entre los muslos empapados de ella.

-Dame tu leche, quiero tu verga…!!

Las manos de Marcela se crispaban nerviosamente agarrando y aventando todos los objetos del escritorio y mientras gritaba esa fantástica rima giraba su cuello haciendo que sus cabellos se convirtiesen en una llama ardiendo alrededor de las cabezas de esas dos criaturas, llenas de sensualidad, salvajes, liberadas de cualquier limitación, moviendo sus caderas con un ritmo cada vez más desenfrenado, sin perder la cadencia en ningún solo instante, tan solo entrando y saliendo la verga de esa raja mojada, entrando y saliendo…

Sus movimientos, sus gritos, sus olores lograron enloquecerme y dejé de ser dueña consiente de mis actos, como un autómata me puse de rodillas y empecé a caminar como una bestia hacia ellos, sin parpadear, entrando en la habitación, caminando como una gatita, como una perrita puta en celo, buscando tan solo ese pene delicioso que entraba y salía de tu vagina.

-¿Qué pasa, qué hace aquí?

Tu jefe alcanzó a verme entre tus cabellos que caen por tu espalda y por un instante pareció que iba a dejar ese ritmo tan brutal que tenía contigo, cuando tú te sobrepusiste a mi presencia y con toda tranquilidad, entre un jadeo y otro dijiste en voz alta:

-Déjala, es mi aprendiz, yo la invite a comer…

Y al terminar de decir esto, apretaste tus nalgas aún más sobre la verga de tu jefe, haciendo que su placer llegara al cielo, dejaste caer todo el peso de tu cuerpo sobre su pija, haciendo que esta entrara totalmente, hasta la base de los huevos en tu rajita, moviste tus caderas en rápidos círculos, separaste tus muslos y con tus manos masajeaste firmemente sus huevos, mientras él empezaba a jadear cada vez más fuerte y decir:

-"Nooo, putaaa, me vengo, me vengooo…"

En ese instante yo estaba acariciando sus muslos mientras mi lengüita chupeteaba sus bolas y con mi naricita te hacía cosquillas en tu delicioso clítoris que sobresalía de tu rajita.

-Marce, tengo mucha hambre.

Te dije con mi vocecita traviesa y tú me contestaste con un simple

–"Prepárate"

Estabas cubierta de sudor mientras te levantaste rápidamente hasta dejar ver una monstruosa pija enorme saliendo de tu rajita, empapada, chorreando jugos, con la cabeza hinchada de color morado, y aunque tú ya estabas completamente de pie sobre la cadera de tu jefe, su pija enorme aún no acababa de desprenderse de tu cuerpo.

-Cielos, Marce, tiene las venas hinchadísimas, su cabeza dura y brillante está a punto de reventar.

-Tómala toda, mi amor, buen provecho.

Entonces, con tu manita acomodaste ese glande duro y caliente en mis labios para que yo recibiera toda la leche que como por arte de magia empezó a brotar a chorros de esa pija enorme en una explosión constante hasta llenar de manera rapidísima mi boquita y empezar a escurrir por mis labios y mí barbilla.

-Anda, pequeñita, trágatela toda, no la tires.

Me dijiste esto con un tono hermoso y sensual, mientras tu mano movía mi quijada para hacer que esa verga pudiera entrar poco a poco en mi boquita y con tu otra mano me tomabas por la parte de atrás de la cabeza y me empujabas para hacer que entrara en mi boquita ese monstruo caliente que apenas si pudo taladrar tu raja y que parecía una locura tratar de meter la punta tan solo en mi boquita.

-Lecheee, leche, lecheee.

Entre cada espasmo de eyaculación que tenía tu jefe, yo apenas si podía alcanzar a tragar grandes cantidades de esa maravillosa crema de macho, sin embargo, mucha de esa leche me escurría por los labios y la barbilla cayendo a la alfombra del piso en gruesos goterones. Tú deslizaste tus manos por debajo de mi barbilla para recoger toda esa crema que no podía yo alcanzar a tragar y haciendo un cuenco con tu mano recogiste una gran cantidad de leche cremosa.

-Amor, ¿no te gusta? Está rica, tibia y espesita.

Entonces te llevaste a tu boca un gran sorbo de semen, de semen caliente que tenías en tu mano y suavemente lo deslizaste por tu lengua y lo saboreaste dejando que te escurriese por tus labios.

-Llegaste justo a tiempo, pensé que iba a comer yo sola.

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