Me encontraba trabajando como jefe de un área equis, y a decir verdad me creía todo un experto en los temas sexuales, pues anteriormente ya me había cogido a algunas señoronas entre los 35 y los 40 años, que para mí es la mejor edad de una mujer.
Iniciamos una campaña promocional para la empresa, entro al equipo una mujer de 35 años, casada con tres hijas, pero con unas sabrosas nalgas y enormes tetas que se veían tan ricas como después les contaré.
Se fue dando el trato, ella no dejaba de quejarse de su marido, de su falta de atención, etc. pues era una mujer inteligente, con buen gusto por la música y la lectura, a medida que la conocía se me antojaba más, en la vida creí que le daría lo que ella deseaba tanto… una verga joven y un amigo tierno y cariñoso que la tratara como lo que era "una reina" y que la hiciera gritar como puta y llenar su culo virgen y rosado de semen.
Un buen día decidí tirarme a matar, le dije que su marido no sabía lo que tenía en casa, me imagino que esas palabras la levantaron; pero aún no me atrevía… ¡y me anime! le dije que tenía un culo riquísimo que me encantaría acariciarlo, comérmelo y todo lo que se imaginen, por el momento me quede quieto y asustado, esperando respuesta… Me dijo que estaba súper caliente pues tenía varios días sin coger, pero tenía miedo, pues jamás había sido infiel, eso me excitaba aún más, sabía que estaba jugando una vez más ese juego excitante y prohibido.
Para nuestra suerte ese día nos quedamos solos en la oficina, le pedí que fuera a la sala de juntas y comencé a manosearla de arriba a abajo, pasando lenta y suavemente mi verga caliente sobre sus muslos, sus nalgas, rozando con mi lengua sus pezones duros aun con la blusa puesta; en eso algo nos distrajo y nos tuvimos que reincorporar a nuestras actividades; a los tres días le pedí que fuéramos a un hotel y accedió, pues ya no podíamos aguantar más las ganas de coger, nos vimos en un café de la zona ella quedo de esperarme ahí, completamente nerviosa me esperaba como una puta a su dueño, me llevaba unos 10 años, pero en la cama me salía debiendo, y yo se lo cobraba con suculentas mamadas cajetosas que por varios meses me aplico mi putita.
Al llegar al hotel mi reina de las mamadas se agacho para que no le reconocieran, entramos al cuarto y como locos nos desvestimos en segundos, íbamos súper calientes, nos besamos como estúpidos, nuestras lenguas se trenzaron, se fundían en calor, mi verga erecta brillaba de la calentura y los líquidos que ya hacían su aparición en la escena erótica de nuestra habitación, ella sacó de su bolsa un poco de cajeta que había comprado mientras me esperaba, la untó en mi convirtiéndome en su rico postre sexual, dulce y pegajoso como la miel pero excitante y tieso como su gran colección de aparatos sexuales.
Ya entrados en calor y después de enpalagarse del postre vendría a la inversa el rico plato principal, anunciado con un fuerte grito: “¡cogeme yaaa!”. La orden no daba para revelarme, tome mi miembro y se lo clave de una sola acción hasta el fondo, sentí como nunca a una mujer mojada hasta las rodillas en sus jugos, empecé el mete y saca su calor me ponía más caliente, ella solo cerraba los ojos y se limitaba a hacer sus movimientos como una perra en brama. Luego de besarla y hacerla sentir mi reina le dije que podía gritar si así lo sentía, pues en su casa no podía hacerlo, ni tarde ni perezosa, previa lubricación a cuerdas bucales, soltó su garganta con gemidos y gritos, “asiiii, dame más, soy tu puta”, solo de acordarme.
Imagínense me estaba cogiendo a la señorona de la oficina, la tenía gritando como puta tuvo varios orgasmos antes de que yo me viniera, estaba como loca fuera de sí… cuando sintió que iniciaba mi bajada de ese rico y sabroso paseo que nos dábamos se detuvo para pedirme que la cogiera por el culo, que era su máxima fantasía aun no cumplida y mi garrote venudo era el elegido; me la acomode en cuatro, ella se untó crema que sacó de esa bolsa mágica que cada vez daba la impresión de que iba lo suficientemente preparada, yo de rodillas me acerque con la verga en la mano guiándola a su pequeño orificio dilatado por sí solo, con un poco de crema se la deje ir, penetrándola lentamente sentí como se tragaba mi verga hasta que sus nalgas tocaron mis huevos, pues sus consoladores ya habían realizado trabajo previo; no tarde ni cinco minutos en venirme le eche todo mi semen en su culo que por todo lo que les he contado deberán imaginarse cuanto semen recibió mi putita mercenaria.
A partir de esa tarde comenzamos una constante rutina de cogidas, me encantaba su forma tan especial de mamar la verga, debo confesarles que el peligro es un perfecto afrodisíaco, pues la dejaba en la puerta de su casa como toda una dama, pero llena de leche por dentro, así nos despedíamos en el carro con un rico beso de lengua, ella se iba a cumplir con sus obligaciones de esposa después de gozar de nuestras sesiones de sexo, como verdaderos amantes.