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50 Schatten (Capítulo 1)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Frunzo el ceño con frustración hacia mí mismo frente al espejo. Maldito sea mi cabello, mi ropa y mi cara de zombie, y maldito sea Thomas Martínez por estar enfermo y someterme a esta terrible experiencia. Debería de estar estudiando para mis exámenes finales, que son la próxima semana, sin embargo, aquí estoy intentado cepillar mi cabello para que luzca controlado.

No debo de dormir con el cabello mojado. No debo de dormir con el cabello mojado. Recitando este mantra varias veces, intento, una vez más, tenerlo bajo control con el cepillo. Pongo los ojos en blanco con exasperación, y miro al pálido chico con cabello castaño y ojos grises azulados demasiados grandes para su rostro devolviéndome la mirada, y me rindo. Mi única opción es dominar mi caprichoso cabello con gel, detesto el gel, pero si eso me hará lucir semi – presentable lo haré.

Thomas es mi compañero de habitación y ha elegido el día de hoy, de todos los días posibles, para sucumbir a la gripe. Por lo tanto, no puede asistir a la entrevista que había quedado de hacer con algún magnate mega – industrial del que jamás he oído hablar para el periódico escolar. Así que me he ofrecido de voluntario. Tengo exámenes finales con los que quemarme las pestañas, un ensayo que terminar, los últimos arreglos de un proyecto y se supone que vaya a trabajar esta tarde, pero no, hoy tengo que conducir doscientos sesenta y cinco kilómetros hacia el centro de Seattle para reunirme con el enigmático Gerente General de Grey Enterprise Holdings Inc. Como un excepcional empresario, y muy importante benefactor de nuestra universidad, su tiempo es extraordinariamente preciso – mucho más preciso que el mío – pero le ha concedido una entrevista a Thomas. Una verdadera oportunidad, me dice él. Malditas sean sus actividades extracurriculares.

Thomas esta acurrucado en el sofá, en la sala.

-Santiago, lo lamento. Me tomo nueve meses conseguir esta entrevista. Tomará otros seis meses volver a programarla, y ambos nos habremos graduado para entonces. Como editor, no puedo dejar pasar esta oportunidad. Por favor –me ruega Thomas con su áspera y adolorida voz ¿Cómo lo hace? Incluso enfermo, se ve pícaro y hermoso, con el cabello negro café en su lugar y los ojos oscuros brillantes, aunque ahora estén rojos y llorosos. Ignoro mi punzada de simpatía inoportuna.

-Por supuesto que iré Thomas. Deberías regresar a la cama ¿quieres algo de té o café?

-Té, por favor. Aquí están las preguntas y mi mini grabadora. Solo presiona ¨Grabar¨ aquí. Haz notas, lo transcribiré todo.

-No sé nada de él –murmuro intentando y fallando en suprimir mi creciente pánico.

-Las preguntas te ayudarán. Debes de partir, es un camino largo. No quiero que llegues tarde.

-De acuerdo, me voy. Regresa a la cama. Te hice algo de sopa para que calientes mas tarde. –Lo miro fijamente, con cariño. Solo por ti, Thomas, haría esto.

-Lo haré. Buena suerte. Gracias Santiago… como de costumbre, eres mi salvavidas.

Recogiendo mi mochila, le sonrió irónicamente, luego salgo directo al auto. No puedo creer que haya dejado a Thomas convencerme de esto. Pero entonces Thomas puede convencer a cualquiera de cualquier cosa. Será un periodista excepcional. Es elocuente, fuerte, persuasivo, argumentativo… y es mi amigo más querido.

Los caminos están despejados cuando salgo de Vancouver, Washington, hacia Portland y la interestatal. Es temprano, y no tengo que estar en Seattle hasta las dos de la tarde. Afortunadamente Thomas me ha prestado su Mercedes CLK deportivo. No estoy seguro de que Cosmo, mi viejo VW Beetle, conseguiría hacer el trayecto a tiempo. Oh, conducir el Mercedes es divertido, y los kilómetros se desvanecen cuando pisó el acelerador al máximo.

Mi destino son las oficinas centrales de la empresa internacional del Sr. Grey. Es un enorme edificio de veinte pisos, con cristales curvados y acero, una fantasía arquitectónica utilitaria, con las palabras ¨Grey House¨ escritas sutilmente en acero sobre las puertas delanteras de vidrio. Faltan quince minutos para las dos cuando llego, enormemente aliviado de no llegar tarde mientras camino hacia el enorme –y francamente intimidante –vestíbulo de cristal, acero y mármol blanco.

Detrás del solido escritorio de mármol una muy atractiva y bien arreglada rubia me sonríe amablemente. Está usando una chaqueta grisácea y camisa blanca más nítidas que alguna vez he visto.

-Estoy aquí para ver al Sr. Grey. Soy Santiago Steele representando a Thomas Martínez.

-Discúlpeme por un momento, Sr. Steele –Ella enarca una ceja ligeramente mientras espero tímidamente en frente suyo.

Estoy empezando a desear haber pedido prestado uno de los blazers formales de Thomas en lugar de usar mi chaqueta de cuero negra. He hecho un esfuerzo y me he puesto unos pantalones que no eran tan ajustados como a mí me gustan, ósea en este caso ¨formales¨, mis botas brama y debajo de mi chaqueta estaba una camisa cuello ¨V¨. Poniéndome a pensar que creo que parezco un tipo no se… raro. Entre todas estas personas formales. Para mí, esto es inteligente. Meto mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, mientras pretendo que ella no me intimida.

-Se espera al Sr. Martinez. Firme aquí por favor, Sr. Steele. Use el ultimo ascensor a la derecha, presione el piso numero veinte. –Me sonríe amablemente, divertida sin duda, mientras firmo.

Me entrega un pase de seguridad que tiene la palabra ¨VISITANTE¨ estampada muy firmemente en el frente. No puedo evitar esbozar una sonrisilla. Sin duda es obvio que sólo estoy de visita. No encajo aquí, en absoluto, suspiro para mis adentros. Agradeciéndole, camino hacia la zona de ascensores más allá de los dos hombres de seguridad que están mucho más inteligentemente vestido que yo con sus trajes negros bien confeccionados.

El ascensor me sacude con velocidad al límite hacia el piso numero veinte. Las puertas se abren y estoy en otro gran vestíbulo, nuevo, de cristal, acero y mármol blanco. Me veo frente a otro escritorio de mármol y otra joven rubia vestida impecablemente de blanco y negro que la verdad le sentaba muy bien, -oh cállate Santiago. Esta se levanta para saludarme.

-Señor Steele, ¿Podría esperar aquí, por favor? –Señala a una zona de espera con sillas de cuero blanco.

Detrás de las sillas de cuero hay una espaciosa sala de reuniones con paredes de vidrio y una mesa de madera oscura igualmente espaciosa, rodeada con al menos veinte sillas a juego. Más allá de ellas, hay una ventana que va desde el piso hasta el techo con una vista del cielo de Seattle que deja ver toda la ciudad hacia el SoundFour. Es una vista sorprendente y estoy momentáneamente paralizado por ella. Woow.

Me siento, rebusco las preguntas en mi mochila y las reviso, maldiciendo para mis adentros a Thomas por no darme una corta biografía. No sé nada de este hombre al que estoy a punto de entrevistar. Él podría tener noventa o treinta años. La incertidumbre es mortificante y mis nervios vuelven a la superficie, poniéndome inquieto. Nunca he estado cómodo con las entrevistas cara a cara, prefiero el anonimato de una discusión grupal en la que puedo sentar inadvertidamente en la parte trasera de la habitación.

Para ser honesto, prefiero mi propia compañía, leyendo una clásica novel británica, acurrucado en una silla en la biblioteca del campus. No sentado y retorciéndome nerviosamente en un colosal edificio de cristal y piedra.

Pongo los ojos en blanco para mí mismo. Cálmate, Steele. Juzgando por el edificio, que es demasiado frio y moderno, presumo que Grey está en sus cuarenta: delgado, bronceado y rubio para encajar con el resto del personal.

Otra elegante rubia impecablemente vestida sale de una gran puerta a la derecha. Respirando hondo, me pongo de pie.

-¿Señor Steele?- pregunta la última rubia.

-Sí

-El Sr. Grey lo verá en un momento

¿Puedo tomar su chaqueta?

-Oh, por favor. –Lucho para quitarme la chaqueta.

-¿Le han ofrecido algún refresco?

-Um… no. –Oh, Dios, ¿La Rubia Número Uno está en problemas? pienso para mis adentros.

La Rubia Número Dos frunce el ceño y le da una mirada a la joven mujer detrás del escritorio.

-¿Le gustaría té, café, agua? –pregunta, volviendo su atención nuevamente a mi.

-Un vaso de agua. Gracias –murmuro.

-Olivia, por favor tráele al Sr. Steele un vaso de agua. –Su voz es severa.

Olivia se levanta inmediatamente y se escabulle tras una puerta al otro lado del vestíbulo.

-Mis disculpas, Sr. Steele, Olivia es nuestra nueva interna. Por favor, siéntese. El Sr. Grey lo verá en cinco minutos.

Olivia regresa con un vaso de agua helada.

-Aquí tiene. Sr. Steele.

-Gracias.

La rubia número dos camina hacia el gran escritorio, sus tacones haciendo eco en el piso de arenisca. Se sienta y ambas continúan con su trabajo.

Tal vez el Sr. Grey insiste en que todas sus empleadas sean rubias. Me estoy preguntando ociosamente si eso es legal, cuando la puerta de la oficina se abre y un hombre afroamericano alto elegantemente vestido y cortas restas sale. Defectivamente me he puesto la ropa equivocada.

Él se da la vuelta y dice a través de la puerta: -Golf, esta semana, Grey.

No escucho la respuesta. Él se da la vuelta, me ve y sonríe, sus oscuros ojos arrugándose en las esquinas. Olivia ha saltado de su silla y llamado el ascensor. Parece lucirse al saltar de su asiento.

¡Está más nerviosa que yo!

-Buenas tardes, señoritas. Voltea y al notarme de nuevo agrego y señor.-dice él mientras sale por la puerta deslizante.

-El Sr. Grey lo verá ahora.

-Sr. Steele puede pasar –dice la Rubia Número Dos. Me pongo de pie temblorosamente, intentando suprimir mis nervios. Recogiendo mi mochila, abandono mi vaso de agua y me abro paso hacia la puerta parcialmente abierta.

-No necesita tocar, sólo entre. –Ella sonríe amablemente.

Espero les gusten pueden escribirme en cualquier momento… [email protected]

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