Estaba terminando de preparar el café de media mañana y esperaba con impaciencia que mamá regresara de las compras. En esto estaba, cuando la sentí llegar, me dirigí a la entrada y tras saludarla, la ayudé con las bolsas La expresión de mamá no me gusto, su rostro mostraba cansancio y desilusión. Esperé a que ella se acomodara en el sofá, le serví el café, me senté a su lado y me dispuse a escucharla…
Durante unos instantes, mamá agitó la cucharilla en la taza, luego dio un pequeño sorbo y tras suspirar con tristeza, me comentó:
—La experiencia de ayer fue un fracaso más. Tu padre me dijo, más o menos: ¿qué hacía yo, con esa ropa de fulana puesta? ¿Si es que no me daba cuenta de mi edad?
Tras comentarme esto mamá quedó abatida, a punto de saltarles las lágrimas. Pasé el brazo izquierdo por sus hombros y la acaricié con dulzura. Ella, apoyó su rostro en mi pecho y comenzó a llorar en silencio. Pienso que para que no me percatará de sus lágrimas. No valoré, en aquel momento, la falta de sensibilidad de mi padre, sólo traté de contrarrestar el sufrimiento de mamá. Sin decir palabra, acaricié su cabello, y poco después comencé a besarla suavemente en la cabeza. Su reacción fue abrazarse a mí mientras se desahogaba. Poco después, levantó su rostro hacia mí, como para decirme algo. Entonces le susurré cariñosamente:
—No digas nada, mamá, sólo siénteme y olvida lo sucedido… Ya hablaremos luego…
Reaccionó, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento. Permaneció con su rostro levantando hacia mí, de forma que comencé a besarla en la frente, en sus ojos cerrados, sus pómulos, mejillas, hasta cubrir la totalidad de su rostro, mientras mis manos acariciaban suavemente su espalda. Al pasar sobre sus labios sentí cómo hacía su abrazo más intenso, no le di mayor importancia entonces, Pero al volver a pasar sobre su boca se repitió su reacción, esta vez con mayor intensidad. Ante esto, me centré en besar sus labios con toda la dulzura de que fui capaz. Cuando me percaté como mamá me ofrecía sus labios, me di cuenta del camino por el que podría deslizarse la situación. No me importó, pues, si esto sucedía, igual que me había ocurrido con alguna amiga, lo mismo haría con ella ya que es mi mejor amiga, a pesar de ser mi madre…
Decidí actuar con prudencia, y sobre todo con todo mi cariño. Cubrí sus labios con los míos y aventuré mi lengua al encuentro con la suya, pronto esta acción se transformó en el beso más apasionado que me habían dado jamás… Sentí como me abrazaba con toda sus fuerzas, como sus pechos se apretaban contra el mío. Bajé mis manos a sus costados, me insinúe sobre sus pechos. Vi su reacción y sin más llevé mi mano derecha sobre su pecho izquierdo. Lo palpé con suavidad, sintiendo su tamaño y su textura, por encima de la camisa. Busqué su pezón, lo encontré tieso duro y procedí a titilárselo con las yemas de los dedos… Mamá gimió profundamente y volvió a buscar mi boca, comiéndomela apasionadamente. Desabotoné la parte superior de su camisa, la abrí, pude contemplar sus grandes senos contenidos en un sujetador blanco de encaje. Introduje mi mano en la copa y pude sacarle el izquierdo.
Qué diferente y voluptuoso me pareció comparándolo con los de mis amigas. Se lo acaricié con la mano y pronto estuve besándoselo, para terminar mamando de su tieso pezón. Al sentir mis labios en su pecho gimió más intensamente, sin dejar de besarme por donde podía, su mano buscó mi verga, la encontró tiesa, por encima del pantalón me la apretó con fuerza al tiempo que se contraía y gemía con más profundidad. Puse mi mano en su pubis y apreté con fuerza su monte de Venus por encima de la falda. Tuvo un orgasmo largo e intenso con sus muslos apretados.
No dejé de besarla ni acariciarla mientras se corría. Sólo cuando su tensión se relajó y ella apartó su mano de mi verga, decidí cambiar de postura. Me arrodillé frente a sus piernas. Mamá comprendió mi idea, se tendió más en el sofá y abrió sus muslos, lo pudo hacer con facilidad pues llevaba una falda plisada. Me coloqué entre sus muslos abiertos, diciéndole:
—Mamá, te quiero y voy a darte todo lo que sea necesario para tu felicidad…
Ella me respondió, tapándose púdicamente el pecho:
—¡Estamos locos…! ¡Estamos locos…!
La besé con dulzura, me correspondió y pronto afloró su pasión de nuevo. Volvimos a los muerdos apasionados. Le saqué los dos pechos del sujetador y mientras mamaba uno no dejaba de titilar el otro pezón con las yemas de mis dedos. Me sorprendió la rapidez con que se excitaba de nuevo. Levante sus muslos y pude apretar mi verga contra su vulva. Busqué sus labios, me aceptó casi con ferocidad, llevó mis manos a mis caderas y cerró sus piernas tras de ellas. De esta forma alcanzó su segundo orgasmo.
Esperé a que se recuperará. Me erguí, sin separar nuestras ingles y me deleité contemplándola, a pesar de tener los ojos cerrados. Su rostro estaba totalmente relajado, sus mejillas sonrosadas y de sus labios había desaparecido la expresión negativa que mostraba al principio de la mañana. Se la veía feliz y satisfecha.
Cuando abrió los ojos pude ver la expresión de felicidad en su rostro, se tapó los pechos con la blusa y riendo me dijo:
—¡Dame un beso, cariño…!
Se lo di y terminé diciéndole:
—Haremos lo que tú quieras, cuando tú lo consideres paramos…
—¡Esta bien! ¡Pero sigue besándome, mi vida…! -me respondió ella.
—¿Puedo quitarte esto? Estarás más cómoda -le pregunté llevando mis manos a su cintura y cogiendo la faja por sus caderas.
—Claro que puedes… -me respondió con timidez
Se incorporó sobre sus piernas, levantando su grupa y pude quitarle la faja. Me sorprendió que, nada más salir la faja de su trasero, mamá se bajase la falda hasta medio muslo ocultando su entrepierna. Decidí jugármela, me quité los pantalones quedándome sólo con el slip, donde se marcaba totalmente mi erección.
Entonces me dijo:
—Quítate eso y ponte cómodo… – susurrando, pero sin dejar de mirarme el bulto.
Me desprendí del slip, y mi verga totalmente tiesa quedó a su vista, apuntándole. Sin dejar de mirármela, comentó:
—¡Qué bonita la tienes, mi niño! -con una expresión pícara en sus ojos.
—¡Gracias! ¡Es toda para ti, mamá! -le respondí introduciendo mis manos por entre sus faldas hasta llegar al elástico de sus bragas y empezar a tirar de ellas para bajárselas. Nada más llegar al medio muslo, mamá volvió a echarse la falda hacia abajo, de forma que no se viera nada. Se percató de mi sorpresa y me dijo:
—Así, no se me resfría el conejito -volvió a sorprenderme de nuevo.
Tras dejar sus bragas húmedas en el sofá. Me situé de nuevo entre sus muslos. Mamá tendió sus brazos hacía mí, diciéndome:
—Ahora vuélveme loca con tus besos…
Volvimos a abrazarnos comenzando de nuevo, muy pronto pasamos de los besos tiernos a los apasionados, descubrí sus pechos por tercera vez. Se apasionó rápidamente de nuevo, pudiendo sentir cómo ahora, ella misma subía sus faldas, esperé un poco hasta notar cómo levantaba su pelvis buscando otro tipo de contacto. Me erguí, dejé al descubierto su vientre, pudiendo contemplar toda su intimidad. Ella mantenía sus ojos cerrados, mientras se mordía los labios, tensa, expectante. Acerqué mi verga a su vulva abierta e hinchada, deslicé mi capullo a todo lo largo de la raja, disfrutando de su calor y su humedad. Para a continuación cubrir el glande con el prepucio y empezar a masturbar su clítoris con el extremo de éste. El efecto fue detonante, casi instantáneamente alcanzó un orgasmo, que fue creciendo mientras mantuve esta acción, hasta que mamá bajó su mano derecha y con las yemas de sus dedos empujó mi verga suavemente hacía su vagina. No quería penetrarla aún, pero adelantó su pelvis y mi glande desapareció en su cálida cueva. Me atrajo hacía sí, con sus manos y mientras subía sus piernas, para cerrarlas en torno a mis caderas piernas, quedé atrapado en un delicioso cepo de amor, haciendo realidad lo que instantes antes le había dicho. Fue tal la sensación de penetrarla tan profundamente junto con sus contracciones vaginales al culminar otro orgasmo, que no pude dominarme y me corrí llenándole el interior de su vientre con mi leche.
Ella coronó su corrida, diciendo:
—¡Estamos locos! ¡Estamos locos! ¡Estamos totalmente locos!
Mi orgasmo fue enorme, me corrí copiosamente. No tuve reparos en hacerlos pues ella tiene un DIU. Después de esto permanecí sobre ella sintiendo las deliciosas sensaciones de su cálida vagina sobre mi verga mientras ella terminaba el suyo, o la calidad humedad que notaba en mis huevos en contacto con su coño. Al fin mi verga flácida se salió de su coño y entonces me incorporé. Mamá me comento:
—¡Por favor, sigue abrazándome…! -con algo de angustia en su voz.
—Un momento… -le respondí mientras cogía de pantalón un pañuelo y desplegándolo se lo ponía en su vulva— Es para que no pongamos perdido el sofá…
—¡Estás en todo! ¡Eres un sol…! -me contestó tendiéndome los brazos de nuevo.
Me deje caer sobre ella de nuevo y nos besamos con dulzura. En un momento le dije:
—Mamá tú sabes que he hecho el amor con otras mujeres. Me siento muy feliz de lo que ha sucedido entre nosotros, realmente feliz. Te digo, además, el hacerlo contigo ha sido una experiencia deliciosa que no puedo comparar con ninguna otra. ¡Te quiero, mamá!
Ella me respondió:
—Estoy sorprendida aún por lo que ha sucedido, pero si hago caso a cómo me siento, te diré que nunca me he sentido de esta forma. Soy plenamente feliz a pesar de saber lo que muchos pensarían si lo supieran. Pero no me arrepiento y estoy dispuesta a seguir haciéndolo contigo. ¡Te quiero mi vida!
Aquella mañana no nos levantamos del sofá, sin hacerlo otra vez y a partir de ese momento las relaciones sexuales entre mi madre y yo fueron continuas. Ella en aquel momento contaba 45 años y yo 24. En la actualidad casi 20 años después, seguimos practicándolas. A pesar de haberme casado y ser padre de familia.