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Diana, mi alumna traviesa (4ª part.)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Después de aquel encuentro en el restaurante tuve un descanso en el colegio durante la Semana Santa. Estuve tranquilamente en casa con la familia, pero el tema de mi alumna me seguía acechando en la mente. El pensar que podía tener un vídeo con lo sucedido entre nosotros me horrorizaba, y veía que la relación con mi mujer no era igual que antes. Me preocupaba pensar en Diana más de lo normal.

En Semana Santa solemos pasarlo viendo procesiones, ya que en mi tierra eso es muy común y la gente es muy devota. También le gusta a los niños, y la verdad que los padres a veces solemos dar muchos caprichos a los hijos para tenerlos contentos.

La semana pasó tranquila, y desgraciadamente llegaba ya el último domingo, y al día siguiente tocaba retomar las clases. Aunque sea fiesta suelo levantarme temprano para sacar al perro, y ese día no iba a ser menos.

Salí de casa alrededor de las 8 de la mañana y me disponía a pasear al perro por el parque de siempre, a unos 10 minutos de casa. Pero vi de lejos a una pareja y no quería acercarme a molestar. Estaban muy acaramelados, besándose y tocándose. Quizás se habían conocido esa misma noche y necesitaban desfogarse, o incluso eran pareja.

El error es que el perro al llegar a esa altura lo suelto y va sin cadena, y acostumbrado a ir siempre para allá esa vez también lo hizo.

Yo lo intentaba llamar para que volviese:

-¡Rufo, ven aquí!

Pero el perro no hacía caso. Así que no me quedó otra que ir al parque.

Los chicos no disimulaban, seguían morreándose y metiéndose mano todo lo que podían. Quizás no se habían percatado aún de mi presencia. Hacía calor y la chica llevaba una faldita muy sugerente y una camiseta de tirantes. Al oír mis pasos miró para atrás ¡y me quedé alucinado! ¡¡Esta chica era Diana!!

De todas formas tampoco me sorprendía del todo ya que había escuchado alguna vez que cuando salía de fiesta iba arrasando por ahí y acababa siempre follando con alguien.

Ella también se quedó extrañada y se acercó hacia mí.

-Profe, que sorpresa. Hacía mucho que no sabía de ti, desde aquel día en el restaurante, y la verdad que me he quedado con ganas de más.

Entonces le susurró algo al chico que estaba con ella y sonrieron. No sé qué le diría, que se despidieron y el chico se marchó de ahí. Así que estaba otra vez más solo con ella.

Se me acercó y empezó a acariciarme el pene. Yo le dije:

-Que zorrita eres. ¿Y el chico con el que estabas?

-Estoy harta de niñatos. Necesito un hombre de verdad.

Yo no iba a oponer mucha resistencia porque ya se sabe como amanecemos los hombres. Cuando llevaba un rato frotando la polla por encima del pantalón la puse de espaldas a mí.

Pegué mi pene pegado a su culo y le metí la mano por debajo de la falda. Empecé a frotarle el clítoris.

-Mmmm, profe, que bien.

Ella se ponía cachonda conmigo, y eso aún me ponía más a mí. Yo seguía a lo mío introduciéndole los dedos con violencia, y ella jadeaba como una loca.

Pegaba mi pene completamente erecto a su culito. Pfff que buena manera de despertar y de empezar el día. Ella me dijo:

-¡Metémela, profe!

-¿No quieres probarla antes? -Le respondí.

-Claro que si profe. Mi boca es tuya.

Así que me desabrochó el pantalón con sus manos y sus uñas blancas y empezó a lamer suavemente la puntita mientras con la otra mano me agarraba fuertemente los huevos.

-¡¡Ohhh, que bien!! -exclamé

Siguió moviendo su lengua, esta vez por todo el tronco, manejándola con la mano. Tiene una lengua bastante grande, lo que hacía crecer muchísimo más el placer. Más que por el tamaño de la lengua por como la movía. La muy perra es una experta y me hacía subir al séptimo cielo mientras la comía.

-Qué rica está, profe. ¡Echaba de menos su sabor! Mmmm.

Entonces la puse a cuatro patas y empecé a metérsela por la vagina, y no pude empezar despacio porque ya estaba histérico perdido, así que empecé a taladrarla muy rápido. Allí estaba en mitad de un parque cercano a mi casa follando con mi alumna sin la seguridad de que no nos estuviera viendo nadie. No sé porqué pero eso me daba aún más morbo. Notaba su vagina húmeda mientras la cogía del pelo fuertemente.

-Mmmm, profe, que bien, sigue, así, así.

Ella estaba peor que yo, la notaba súper excitada.

-Ohhh, ohhh, voy a correrme -me decía.

Entonces noté sus flujos en mi pene. A mí también me quedaba poco, pero me di cuenta rápido del error que podía cometer al saber que no llevaba preservativo. Se lo dije :

-Ohhh, Diana, me corro, ¡¡me corro!! Y no hemos tomado precauciones.

-Sácala, sácala. Mójame tus dedos en mi culo para lubricarlo. Acaba ahí.

Así que pasé mi mano por su vagina, la que estaba corrida totalmente y me disponía a darle un masaje en la entradita del culo, pero me di cuenta de que no era el primero que iba a “romperlo” esa noche, ya que ya lo tenía bastante abierto. Quizás había dicho lo del masaje a propósito para que me diera cuenta. Bueno, eso me hacía el trabajo más fácil, así que solo tenía que introducirla.

Empecé a meterla por el culo, ella seguía a cuatro patas mientras con las manos la cogía del pecho:

-Aggg, profe, sí, ¡¡¡sí!!!

Veía que no tardaría mucho en correrme así que decidí darle unos cuantos empujones, unos toques maestros para terminar. Un empujón.

-¡Ohhh! -Estaba súper excitado mientras ella chillaba sin parar.

Estuve un rato con el pene dentro. La saqué y segundo empujón.

-¡Ufff! -Que poco me quedaba ya. Encima notaba sus pezones empitonados en mis manos.

Al tercer empujón no lo pude evitar. Me corrí con muchísima fuerza.

-¡¡Mmmm!! -Exclamé.

-Sí, profe, sí. ¡Noto tu semen caliente!

La dejé un rato dentro mientras sobaba sus pechos y mordía su cuello.

Después me puse los pantalones y me iba a casa porque el paseo había durado demasiado, ¡pero no encontraba al perro!

-¡¡¡Rufo, Rufo!!! -Gritaba.

Pero nada, no había señales de vida. Así que me marché para casa 1 hora después de salir de ella, sin perro y follado. ¡¡Vaya plan!!

Aquí está el final del cuarto relato Diana, mi alumna traviesa.

Un saludo para todos. Espero que os guste.

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