back to top
InicioSexo con madurosDiana, mi alumna traviesa (2ª part.)

Diana, mi alumna traviesa (2ª part.)
D

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 6 minutos

Después de aquel día con mi alumna Diana, ya dije que estuve contrariado esa noche pensando mucho lo que había pasado. Sucedió un viernes, así que tuve todo el fin de semana para pensar, pero lo más fuerte es que no estaba arrepentido, no podía dejar de pensar en ella e incluso haciéndolo con mi mujer, con la que llevaba casado ya 8 años me imaginaba que se lo estaba haciendo a ella.

Me había dejado huella y tenía dentro una contradicción: por una parte, no sabía qué pasaría al verla en la clase, tenía como un pequeño miedo al pensar como reaccionaríamos uno u otro; y por otra parte deseaba verla, quería tener otra ocasión con ella e imaginaba el placer que sería el tenerla dentro de mí. La verdad que ninguna alumna nunca se había insinuado en clase, y tampoco esperaba que fuera ella, una chica aplicada que sacaba buenas notas, aunque también he de decir que era bastante zorra y que tenía ya una fama en el instituto.

Pasé un fin de semana tranquilo pese a todo, con la familia y amigos. Los domingos solíamos comer siempre con unos amigos de toda la vida y esa vez también, evidentemente. El domingo por la tarde preparaba mi clase del día siguiente y tenía ese gusanillo de qué pasaría, qué reacción habría.

Menos mal que nadie nos había visto, así no habría ningún tipo de rumor, ya que pensaba seguir con mi esposa, claro. El lunes se levantó soleado e incluso fui en manga corta al trabajo, ya que en el instituto había calefacción y había momentos en que el calor era insoportable. Tengo que decir alguna cosa que no había dicho en el anterior relato, y es que pese a que era ya un hombre maduro estaba bastante bien físicamente, medía 1’75, pesaba alrededor de 75 kilos, estaba bastante fibrado ya que de siempre me ha gustado el deporte, en especial el fútbol, que practiqué durante muchos años y que aún practicaba algunas tardes con mis amigos en mi tiempo libre.

Llegué al instituto como siempre, primero a mi despacho y me dispuse a dejar mis cosas, saludé a mis compañeros con total normalidad, me tomé mi café para espabilarme un poco como era normal y empecé a dar mis clases. Con el grupo de Diana tendría a tercera hora, pero ella no asistió a clase. Me sorprendió mucho porque ella casi nunca faltaba, pero bueno, pensé que le habría pasado algo. Lo raro es que la vi en los pasillos durante el recreo y me quedé bastante extrañado. Los dos nos hicimos un poco los locos ya que había mucha gente, pero si pude ver como me hizo una sonrisa. Como siempre, iba en falda, con escote y provocando, encima con ese tiempo que dije antes más todavía.

Pero bueno, no le quise dar importancia ya que mucha gente faltaba a algunas horas, a otras no, en fin, que el día acabó y volví a casa. Ese lunes había pasado sin pena ni gloria, y bueno, tampoco estaba disconforme. El caso es que al día siguiente pasó lo mismo, tenía clase con su grupo a segunda hora esta vez y ella tampoco asistió. Como el día anterior también la vi en los pasillos y de nuevo me sonrió. Acabó el día y me fui a casa de nuevo.

Así ocurrió hasta el viernes, no vino ni a una clase y no sé porqué, pensaba muchas cosas, quizás le diera vergüenza por lo que pasó, no sé. Entre clase y clase había escuchado algunos rumores de alumnos de que Diana había cortado con un novio con el que llevaba dos años y que quizás por eso le picaba bastante el coño, ya que ya se había tirado ese año a varios en el instituto.

Al acabar las clases el viernes cogí mi coche y me iba ya para casa, ese día estaba solo hasta por la tarde, ya que mi mujer estaba en una reunión de trabajo a y mis hijos los iban a recoger mis suegros, ya que a mí no me iba a dar tiempo, y ya se quedarían con ellos hasta por la noche supongo. Cogí mi coche, arranqué, me disponía a ir a casa hasta que se me cruzó de pronto ¡¡Diana!! Yo me quedé flipado, frené ya que casi la pillo y me quedé mudo. Bajé la ventana y le dije:

–¿A qué cojones juegas, zorra? Haces que te lo coma para nada, estás toda la semana sin venir a clase y ahora apareces así, que casi te pillo.

–¿Tú qué crees, profe? –Me contestó.

–No sé, dímelo tú. –Le dije

–A calentarte, profe. No sé si lo estaré consiguiendo

Antes de contestarle, miré como iba vestida. De nuevo una faldita muy corta, una camiseta estrecha con un escote y unos tacones muy sexys. A ello hay que añadirle que iba bastante pintada, la cara y ojos, y las uñas pintadas de blanco esta vez, y bastante larguitas.

Ella me dijo:

–Bueno, profe, ¿no vas a dejar que me monte en tu coche?

Como ya he dicho antes, hasta por la tarde estaba solo en casa y era una buena ocasión para vengarme por lo de la otra vez y aprovechar. Pensaba en mi familia, pero lo de la otra vez ya se puede considerar infidelidad y ya que se había empezado había que hacerlo en condiciones.

Le dije que sí, que se montara en el coche. Le pregunté:

–¿Qué quieres que hagamos?

–Pues llévame a tu casa. En la mía están mis papis y no creo que les guste verme con mi profesor de Filosofía, ¿no? –Me dijo.

Así que de nuevo arranqué y tomé el camino de dirección a casa. Estaba a unos 25 minutos, ya que había bastante tráfico sobre esas horas, alrededor de las 14:30 de la tarde. La verdad que me gustó encontrármela, quería follarme a ese bombón y esta vez no la iba a dejar escapar así, y menos en mi casa. Le pregunté que como había ido la semana y me dijo que normal, que las demás clases bien y que las mías, a las que no había ido, las recuperaría ahora conmigo. Y me gustó mucho esa contestación la verdad.

De repente y sin darme cuenta de que me había quitado la cremallera, vi a Diana agacharse y, subiéndome los calzoncillos, meter suavemente mi polla en su boca. Le dije:

–¿Qué haces, zorrita?

–Pues chupar, ¿no te gusta? –Me contestó.

–Claro que me gusta, joder.

Todavía no estaba empalmado, así que empezó a jugar con mi puntita y su lengua suavemente. Primero lamió la puntita y notaba como mi polla iba creciendo poco a poco en su boca, hasta tenerla erecta completamente. Empezó a lamer el tronco y después se la metió entera en la boca, haciéndome una buena mamada.

–Mmmm, que bien lo haces, se nota que estás acostumbrada. –Le dije.

–Si, me gusta tu polla.

–Lo estabas deseando, ¿verdad? –Le dije

–Claro que sí, me daba mucho morbo notar el tacto del pene de mi profesor en la boca.

Cada vez iba más excitado, tanto que me costaba conducir, e incluso casi me como a un coche que estaba justo delante porque había frenado tarde. En los semáforos le metía mano todo lo que podía, sobre todo en el coño y las tetas para irla poniendo cachonda. Esta vez sí que llevaba bragas. Ella tenía la camiseta estrecha y notaba sus pezones empinados y gruesos.

Después de ese tiempo conduciendo llegamos a casa, dejé el coche en el garaje y sin atarme la cremallera me bajé del coche para entrar rápido en casa. Me gustó como entramos, ella delante y cogiendo mi polla con la mano como una señora coge a su perrito de la correa.

Así llegamos a casa, una casa bastante grande, con un jardín, dos plantas y una piscina, todo muy coqueto. Fuimos a mi cuarto, a la segunda planta. Ella se sentó en la cama, y yo de pie y un poco agachado empecé a apretar sus tetas y a comérselas, tenía sus pezones súper empitonados. Seguía saboreando sus tetas.

–Mmmm, que ricas. –Dije.

–¿Sí? ¿Te gustan? Pues sigue, aprovecha, que esto no pasa todos los días.

–Mmmm, que buenas ¿Están operadas, zorra? –Le pregunté.

–Pfff mama, cabrón. Si están operadas, de unos dinerillos que saqué. Ohhh.

Bajé mi mano a la vagina y empecé a acariciarla sin quitarle las bragas.

–Pfff, que cachonda estoy. –Dijo.

Entonces metí dos delitos dentro suavemente, masturbando poquito a poquito, mientras con la palma de la mano le frotaba el clítoris.

–¿Te gusta, zorra? –Pregunté.

–Ohhh, no pares, no pares, como me gusta, cerdo. –Contestó.

Así seguí un rato, jugando con su vagina, ella ya estaba totalmente tumbada en la cama a mi merced, y yo estaba ya completamente empalmado. Tenía el coño depilado, rojo y ya empezaba a estar cada vez más húmedo. Y yo necesitaba follar ya mismo.

–Te quiero follar, zorra. ¿Quieres mi polla? –Pregunté.

–Ufff, siii, dame tu polla, ¡¡dámela!! –Dijo.

Me saqué la polla, puse sus piernas sobre mis hombros y empecé a metérsela suavemente.

–Ohhh, ahí tienes, puta. –Dije.

–Mmmmm, siii dame sin miedo, ¡¡dame!! –Gemía sin parar.

Cada vez le daba con más fuerza, los dos chillábamos como locos, mientras me la follaba tocaba sus senos, que grandes y que tiernos, joder, no podía parar de acariciarlos. Así seguimos un largo rato, hasta que ella me dijo:

–Métemela por el culo, profe.

–¿Sí? ¿Estás segura? –Le contesté.

–¡¡Claro que sí, hazlo!!

Entonces la puse a cuatro patas, antes de nada, le lamí el agujerito del culo para que lubricara bien, ya que no quería hacerle daño. La metí despacito, no toda.

–Ufff, ¿te duele? –le pregunté.

–Mmmm, un poquito, pero no mucho, sigue.

Lo hice despacito bastantes veces hasta que metí un empujón y quedó toda dentro.

–¿Qué tal, puta? ¿Bien? –pregunté.

–Mmmm siii, venga, sigue, está bien lubricado, además no es la primera vez que me lo hacen. –Contestó.

Le daba fuerte, muy fuerte, metía y sacaba mi polla sin parar, y ella también se movía muy bien. El éxtasis estaba cerca, estaba muy empalmado, mientras le daba por el culo le seguía frotando el clítoris para que ella disfrutara por partida doble. Veía que quedaba muy poco para corrernos y se lo dije:

–Ohhh ¡¡voy a correrme!! –Dije.

–Pfff, oh, ohhh, siii, ¡¡hazlo en mi boca!! –Contestó extasiada.

Lo vi justo después del otro día que ella explotó en mi cara, así que la saqué del culito y la puse en su boca. Cogí su cabeza para mantenerla recta y empecé a follármela por la boca.

–Ohhh que bien, joder. –Decía yo.

Ella evidentemente no podía hablar, se limitaba a ser follada por la boca. No aguanté mucho, apenas unos 30 segundos.

–Ohhh, me corro, ¡¡me corrooo!!

Y cerré los ojos, agaché la cabeza para atrás y exploté dentro de su boca, desde el principio noté que había echado muchísimo semen, se oían los sonidos de su garganta al tragar e incluso veía las gotas de semen caer de su boca al suelo y a sus pechos. Fue una experiencia maravillosa.

Después de eso nos dimos una ducha juntos y la llevé a casa. La venganza quedaba resuelta y ella tenía un sobresaliente asegurado.

Bueno, pues esta es la segunda parte. Espero que os haya gustado. Saludos.

Loading

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.