Con motivo de mi cumpleaños mis padres me regalaron un viaje de vacaciones y para que no me fuera solo, porque ellos seguían trabajando, me motivaron para invitar a Vicente, yo encantado.
Vicente, le pidió prestado su carro a su padre y una mañana soleada salimos de aventura, rumbo al mar.
La vista de Vicente en shorts ajustado y camiseta, su tremendo bulto que parecía cobrar vida propia y que no dejaba de tocarse, con sus piernas morenas, muy bien torneadas y de sus fuertes brazos y pecho, hicieron que durante todo el camino mi excitación solo creciera, mi culo ardía.
Nos hospedamos en un hermoso hotel, en la habitación podía palpar la tremenda excitación de Vicente, para calmarnos un poco, nos cambiamos y nos fuimos a la piscina, donde pasamos el resto del día, Vicente, festejando mi cumpleaños y tomando cerveza de lo lindo, de tal manera que cuando nos fuimos a acostar iba muy alegre, abrazado a mí y cantando a todo pulmón.
Ya en la habitación, me dirigí al baño y cuando salí, el espectáculo más hermoso se presentó ante mis ojos: Vicente completamente desnudo estaba sentado en una silla de frente al baño y me miraba con una hermosa y sexual sonrisa, cuando lo miré el dirigió su vista a su verga cubierta con un hermoso moño de regalo que como un fierro apuntaba hacia arriba, yo me quedé pasmado y de pronto supe que mi sed de sexo se habría de calmar por siempre, mirando aquel hermoso trofeo…
Lo que se ofrecía ante mis ojos era una imagen fantástica: un hombre, mi mejor amigo, la persona a quien más conocía, en el esplendor físico, que me había brindado su protección, afecto y apoyo desde siempre, dispuesto a ayudarme y dueño de un sensual cuerpo, moreno, poderoso, limpio y en el centro de este la mejor verga que hubiera imaginado en mi vida.
La escena no podía ser más erótica para mí, de pie, frente a mi mejor amigo cuyo cuerpo sólo podía inspirar un deseo irrefrenable de sexo, un deseo intenso, la vista de su cuerpo sólo generaba en mí un sentimiento de excitación plena.
Vicente sin dejar de sonreír se puso de pie y se dirigió hacia donde estaba yo, que completamente sorprendido veía como toda aquella masa muscular se movía, no les miento si les digo que mi estómago empezó a revolotear de emoción, parecía que Vicente se desplazaba en cámara lenta, no podía despegar la vista de su verga que orgullosa se movía al ritmo de los pasos que daba su dueño, por un momento pensé, ¡todo eso va a ser para mi! Y yo feliz.
– Feliz cumpleaños, querido
Me abrazó con delicadeza y después procedió a darme el beso más largo que había recibido hasta entonces, nuestras lenguas se aferraron y no querían soltarse, sentía que me ahogaba prácticamente entre sus brazos, sus manos comenzaron a acariciarme por todas partes, desnudándome, mientras su verga furiosa chocaba entre los dos, yo sentía perfectamente los latigazos de ese poderoso tronco.
Cuando nos separamos, se me quedó viendo fijamente y dijo, por fin, se me hizo, yo comencé a reír y él se sorprendió, yo le contesté, al contrario, al que se hizo fue a mí, entonces ambos comenzamos a reír.
Procedió a acariciar con ternura todo mi cuerpo, que ansioso sólo esperaba que fuera penetrado una y otra vez, aunque el tamaño y grosor de su verga convertía a esa tarea en un verdadero reto.
Con deleite comencé a besarle comenzando por la boca y bajando poco a poco, el cuello, los pezones, que poco a poco se endurecieron, fui recorriendo con calma el contorno de su pecho hasta que impaciente dirigió mi cabeza hacia su hermoso miembro, comencé a acariciar con la lengua toda la extensión de su verga desde la base, donde dos hermosos huevos destacaban, hasta la punta, que palpitaba ansiosa por recibir la caricia.
Pude sentir como se estremecía de pasión ante cada nuevo mimo, como pude me introduje una parte de su verga y comencé a meterla y sacarla le hice una chaqueta con mis labios, lengua y dientes, mientras se contorsionaba de placer gimiendo con ganas.
Cuando sintió que se iba a venir me detuvo, procediendo a su vez el a acariciarme, dedicando atención a mi culo, que fue destino de sus labios, sentí como empezó a lamerlo, dilatando poco a poco, mi cuerpo era recorrido por sus duras y expertas manos, y de pronto comenzó a introducir uno de sus dedos, que hizo presión en el recto, mi excitación brutal.
Con una calma infinita, mientras su verga temblaba de excitación y estaba completamente dura, al punto de la explosión, pero firme, comenzó de nuevo, a acariciar mi culo, llenándolo con sus dedos, pronto sentí como uno, me invadía, comenzando a abrirme poco a poco a fin de recibir mi regalo de cumpleaños.
Después de untarme un poco de crema, consideró que ya estaba preparado, se levantó, pudiendo ver a esa extraordinaria verga que ya dejaba ver algunas gotas de espeso semen y me acomodó de a perrito al borde de la cama, tomando mi cintura con ambas manos y con firmeza y dirigiendo su enorme verga, la acomodó en la entrada de mi cuerpo y sin advertirme me introdujo de un solo golpe la cabeza, yo brinqué de dolor, emoción, gozo, deseo, placer, éxtasis…. por fin, ya no era virgen.
Con infinita calma comenzó a meterlo, poco a poco, avanzaba y retrocedía, sin dejar de acariciarme, cuando completó, comenzó a moverse, pronto sentí sus embates furiosos, que buscaba penetrarme todo, hasta que lo logró, para iniciar un movimiento frenético que en pocos instantes condujo a una explosión interminable de semen, que me llenó por completo.
Cayó encima de mí y así acostados, uno sobre otro, estuvimos algunos minutos, jadeando de placer, sintiendo en el interior de mi cuerpo, bien ensartada, su verga.
Poco a poco y sin despegarnos, nos levantamos y cuando su verga desocupó mi cuerpo un torrente de semen cayó al suelo, diciéndome.
– ¿Ya viste como me tenías? No te imaginas cuántas chaquetas en tu honor, terminaron en el piso.
Procedimos a asearnos, para iniciar de nuevo.
Una vez ya limpios y acostados en la cama, comenzamos a acariciarnos con toda la calma, sólo que esta vez fue más sensual, más despacio, más íntimo, con toda la fuerza de nuestra juventud recorriendo los cuerpos con deseo, pero sin precipitarnos, Vicente se encargó de que conociera varios niveles de placer, que jamás hubiera imaginado existían, penetrándome de nuevo y durando un tiempo que me pareció interminable hasta que se vació de nuevo en mí, sin dejar de acariciarme con sus enormes y expertas manos, mientras escuchaba sus jadeos, gemidos y palabras de pasión y, ¿por qué no?, de amor, hasta que cubriendo con mis manos el maravilloso contorno de su verga nos quedamos completamente dormidos.