–Eres preciosa. –Esas fueron las primeras palabras del día y las dije de corazón.
Ana se encaramó encima de mí y comenzó a besarme como una posesa; es la mujer más ardiente que he conocido y seguramente la más desaprovechada.
Hicimos el amor con desesperación; después del primero, encadenó los siguientes orgasmos con suma facilidad y es que su concentración es extraordinaria, parece incluso que se olvide de respirar y cuando instantes después me miró con esos enormes ojos cargados de agradecimiento comprendí que había hallado un filón.
Estuvimos en la cama hasta media mañana y por fin decidimos levantarnos; teníamos que desayunar para reponer fuerzas porque al menos yo era la primera vez que estaba toda la noche practicando algún tipo de sexo sin apenas descanso.
Ana me siguió a la pequeña cocina y comenzó a reír al verme con el delantal sobre la piel desnuda, pero es que no me apetecía quemarme mientras preparaba unos huevos con beicon que devoramos acompañados de zumo de naranja que preparó ella entretanto.
Tomamos café y entonces me preguntó qué planes tenía para el resto del día.
–Lo que pensaba hacer puede esperar; he de traer algunas cosas que me quedan en mi antigua vivienda, pero no urge. ¿Por qué lo preguntabas?
Con la mirada baja y casi con timidez me dijo que le apetecía pasar el día conmigo, aunque podía hacer lo que fuera y vernos más tarde.
–No marcharé a ningún sitio. Prefiero estar contigo que ir acarreando paquetes de cosas que en realidad no necesito.
Se sentó en mi regazo y se abrazó como si temiera caer y en un susurro me dijo que no me arrepentiría de mi elección.
Recordé entonces como había comenzado todo.
Dos semanas antes me trasladé a este edificio, el mío es un apartamento de solo dos habitaciones, pero tengo suficiente ya que pienso vivir solo durante un tiempo; la vi por primera vez en el aparcamiento subterráneo una tarde que iba cargada con bolsas y otro coche la iluminaba con los faros transparentando su figura que me impactó, así como el descaro con que me miró consciente de la imagen que me llegaba.
La segunda vez fue a la semana siguiente, la vi llegar para recoger su coche que aparca junto al mío mientras yo salía del ascensor, en un par de ocasiones la vi marchar poco antes que yo y jamás acompañada; por fin al viernes siguiente quedé como un caballero después de hacer una canallada.
Llegó a por su coche y tenía una rueda pinchada, la estaba esperando apoyado en el mío y después de advertirla le pregunté si quería que la ayudara, me sonrió y abrió el maletero, pero su rueda de recambio estaba sin aire, entonces me ofrecí a acompañarla al trabajo.
–Ana. Eres maravillosa. Ufff… pero… muy traviesa.
Había interrumpido mis ensoñaciones de la mejor forma posible; se había dejado caer hasta el suelo y con dulzura estaba deleitándome con la mejor de las mamadas que pudiera imaginar, lamia el capullo como una piruleta mientras que con sus delicadas manos sujetaba el tronco moviéndolas lentamente como si fuera una reliquia que no quisiera dañar.
Me fue imposible centrarme en nada hasta que logró satisfacernos a ambos y es que le encanta notar el semen chocando en el paladar y saborearlo como un verdadero néctar que es como lo llama; se quedó a mis pies acariciando lentamente la verga como si fuera un cachorro indefenso; deposité una mano sobre su cabeza y acaricie su cabello distraídamente mientras retomaba el hilo de mis pensamientos.
Cargué la rueda de recambio en mi maletero para llevarla a reparar y a pesar de decirme que trabajaba en un polígono industrial que estaba fuera de cualquier ruta, me ofrecí a llevarla de todos modos ya que trabajo como autónomo y marco mis horarios; comparto estudio con otros dos ingenieros, pero cada uno tiene su especialidad y clientes.
La acompañé, pero apenas hablamos de nosotros, tan solo de lo que trastorna cualquier tipo de avería al comienzo del fin de semana y comentó que no tenía planes para ninguno de esos días. Cuando le pregunté hasta que hora trabajaba para pasar a recogerla insistió en que no era necesario y que alguno de los compañeros la llevaría hasta un autobús y volvería a casa en el metro.
Insistí y me dijo que trabajaba hasta las seis de la tarde; quedamos que estaría en la puerta cuando saliera y marche a mi despacho satisfecho; paré en una gasolinera y le puse aire a su rueda para asegurarme que estaba bien. Trabajé solo hasta mediodía pues los viernes solemos hacer media jornada; al llegar al parquin conecté el mini compresor a la rueda que deshinche la noche anterior y limpié con un trapo el embellecedor para que pareciera que la había desmontado.
Subí a casa y me duche; apenas tuve tiempo de comer un Frankfurt antes de salir de casa otra vez para apostarme frente a la fábrica donde trabaja Ana y recogerla, no nos habíamos intercambiado los números de teléfono y no quería que pensara que no iría.
Llegamos al parquin y le mostré la rueda “reparada” y abrió el maletero para que guardara la de recambio, entonces preguntó con cara de niña buena.
–¿Me aceptaras una copa?
Le dije que aceptaba gustoso y mientras colocaba su rueda en su lugar, vi que inclinada desde la puerta del acompañante buscaba algo dentro de su coche, dejé los guantes y me situé detrás suyo, cuando se irguió miró unos instantes mi reflejo en una ventanilla y sin pensarlo me acoplé a su espalda y mis manos acariciaron su vientre, inclinó un poco la cabeza y con una mano apartó el cabello, atrapé sus pechos que aplastaba sin dañar mientras besaba ese cuello que me ofreció.
Solté varios botones de su blusa y saqué sus pechos del sujetador; estaban tan calientes como sospechaba y el tacto era divino además de la respuesta que obtenía a todas y cada una de las caricias que recibían.
Bajé una de las manos al oírla suspirar para acariciar su vulva; tenía el tanga chorreando y toda ella temblaba, levanté su falda por detrás y abrí la bragueta para que mi verga quedara libre del calvario que estaba sufriendo, aparté un poco la tenue tela y comencé a penetrarla, se apoyó en el coche y se dobló cuanto pudo; oír sus jadeos fueron el mejor de los estímulos para mí, los caderazos se sucedieron y a pesar que oímos un motor seguimos sin importarnos.
De súbito giró la cara y me dijo.
–¡Vamos! ¡Vámonos de aquí!
Me sorprendió mucho y me cortó el rollo; pensé que se había enfadado o incluso peor, que se trataba de una calientapollas que pretendía dejarme con la miel en los labios; como sea nos recompusimos un poco la ropa y abrazados por la cintura llegamos al ascensor y ahí empecé a conocer a la verdadera fiera que es Ana. Se abalanzó sobre ni y comenzó a besarme con desesperación, le respondí lo mejor que supe y pude y al llegar a mi planta salimos con su blusa y mi camisa abiertos.
Ya dentro de casa la cosa fue a más; se despojó de la ropa sin mi ayuda y se acurrucó de espaldas a mi tirando de mis brazos para llevarme a la postura que teníamos cuando lo paró poco antes, esto me sorprendió gratamente y la doble sobre la mesa y comencé a darle leña con cierta brusquedad, no protestó, pero me di cuenta que no es lo que esperaba y no lo estaba disfrutando; es una mujer menuda y me costó muy poco llevarla en brazos a mi habitación en medio de risotadas histéricas.
Tendida en medio de la cama me dedique a besar su cuerpo y ella se dejó hacer; era realmente lo que necesitaba, alguien que la tratara como una reina para poder después comportarse como una puta. Temblaba por la excitación y cada beso era un paso que nos acercaba más y más a esa realidad que ni sospechaba. Tiró de mí para que la poseyera y supe que era el momento, con suaves pero firmes movimientos la empalé y me abrazó con sus piernas acompañando mis acometidas con movimientos de su pelvis; alzaba el culo cuanto podía pretendiendo que llegara más y más adentro.
Su acelerado jadeo anunció ese primer orgasmo que tardó tanto en aparecer; había tratado por todos los medios de hacerla llegar al clímax y reservarme para un poco más adelante consciente del tiempo que necesito para reponerme y continuar; una serie de fuertes espasmos la sacudían y hacían que se arqueara; babeaba y suspiraba en medio de esa torbellino de gestos y movimientos que me tenían alucinado; no había asistido nunca a semejante espectáculo.
Fue entonces cuando me asustó, se le velaron los ojos y un profundo y prolongado suspiro que fue decreciendo en intensidad me daba la impresión que fuera su último aliento y que la vida estuviera huyendo de su cuerpo, esos instantes se me hicieron eternos y cuando me miró con sus bellos ojos abiertos desmesuradamente comprendí que aquello de lo que había oído hablar tanto “la petite mort” y que consideraba una mera invención era una gran realidad de la que Ana disfrutaba.
Dejé que su respiración se normalizara sin dejar de mirarla, tratando de averiguar si sería conveniente seguir en ese momento y decidí esperar y no parecer ansioso, pero ella tomo una de mis manos y la llevó a su entrepierna; comencé a acariciarla tímidamente tratando de imaginar qué pensaría, pero al ver como se inflamaba por momentos comprendí que me hallaba en compañía de una nueva y mejorada versión de Venus.
Unos minutos después estalló ese segundo orgasmo muchos más potente y dilatado que el anterior y de su garganta surgía un sordo alarido que me llegaba al alma por el sentimiento que encerraba con el consiguiente semi desmayo, y la expresión de gratitud que sus ojos transmitían al mirarme cuando “regresaba” de ese mundo que visitaba en esos instantes que para para mi eran muy cortos y para ella parecían la culminación de lo más lindo que pudiera suceder.
Con las manos en su sexo, acariciando su vulva o simplemente paseando un dedo por el perineo era suficiente para llevarla y traerla del paraíso y a eso me dedique durante horas sin dejarla descansar apenas, de madrugada me dijo casi sin voz.
–Déjame descansar… solo un poco… por favor… me estás matando… con la más dulce de las muertes… Permíteme reposar.
Paré y besándole la frente la abracé hasta que pareció que se había dormido, pero unos minutos después me dijo con un hilo de voz.
–Permíteme hacerte feliz y no me digas que ya lo eres, lo sé, pero quiero darte algo más.
Solté mi abrazo y fue paseando sus labios por mi cuerpo hasta llegar al ombligo, ahí se entretuvo hasta que decidió seguir camino de la verga, que se restregó por la cara antes de comenzar a besar y lamer de modo casi tímido, aunque pronto supe que era su forma de hacer, y mientras con una mano acariciaba el escroto con la otra sujetaba el tronco mientras la iba lamiendo con gran dedicación.
Cuando no pude aguantar más traté de apartarla, pero siguió con su labor hasta obtener su premio pues por como sorbió cuanto pudo quedó claro que le encanta y gozó tanto o más que yo.
En ese punto regresé a la realidad, Ana seguía a mis pies y yo acariciaba su cabello, apenas habían pasado unos instantes, pero el recuerdo de lo sucedido hasta esa mañana pasó como una exhalación por mi mente, la ayudé a sentarse en mi regazo besándola con todo el cariño que pude y con su eterna sonrisa me preguntó si me apetecía comer algo.
Subimos a su casa a medio vestir sin importarnos que alguien pudiera vernos, puso a gratinar unos canelones y mientras, preparó unos entremeses variados, sirvió unos vermuts que fuimos tomando mientras picábamos y esperábamos que estuviera lista la comida, tomamos cava con los canelones y seguimos con él para acompañar unos pastelillos que ella insistía en poner en mis labios con los suyos.
Sentados muy juntos notaba el calor que su menudo cuerpo despide y es que a pesar de la aparente fragilidad es una mujer con mucha energía; sonó el teléfono y sin soltarme respondió.
–¿Hola?… ¿Cómo estoy?… ¿Cómo crees?… Ya sé que dices que es lo mejor para los dos, pero eso no me consuela en absoluto… Me alegro, y espero que cuando regreses no tengamos que arrepentirnos de nada… Sabes que soy una mujer que necesita calor humano … Pues eso; ya lo sabes… De salud física estoy bien, espero que también tú te encuentres bien… ¿Cuándo volverás?… De acuerdo, cuídate que también yo me cuidaré.
Colgó y sin preguntarle me contó.
–Es mi marido. Hace dos años que nos casamos y creo que será el más rico del cementerio; pretende tener antes de los 40 una segunda residencia y un pequeño velero, aunque solo sea de 5~6 metros; dice que si su padre lo consiguió a los 50 y él quiere tenerlo antes. Le ofrecieron un puesto en la filial que tiene su empresa en Argelia y al conocer las condiciones económicas aceptó sin consultarme siquiera, este apartamento era mío y si lo nuestro se acaba será él quien se marche, de momento lleva tres meses fuera y no viene porque lo que ahorra en los viajes que no hace se lo abonan en cuenta aquí.
–Tampoco yo voy porque no me gustan los países árabes; pude viajar a Egipto gratis como empleada de una agencia de turismo que es de una amiga y preferí ir a Praga por tercera vez.
Comprendía su situación y en parte me alegraba por tener la oportunidad de tenerla cerca y poder disfrutar de su compañía, entonces me sorprendió con una propuesta interesante.
–¿Te apetece hacer la siesta? Te prometo que te dejaré dormir después de que hagamos algunas diabluras; no quiero que esa llamada nos amargue el fin de semana y sé que ya no llamará hasta mediados de semana próxima y no estoy segura de cogerle el teléfono.
La acompañé a su habitación y cumplió su promesa; verla entrar en trance nuevamente me dio la oportunidad de disfrutar con ella de esa sensación tan maravillosa que no había podido compartir antes; parecía derrotada cuando me besó con ternura y me dijo que descansara.
Acepté, y poco después de oírla respirar con regularidad abrazada a mí como si fuera un peluche también yo me dormí, al despertar me estaba observando con sus enormes ojos y en cuanto pestañee me dijo que no le gustan las mentiras y a continuación preguntó como para cambiar de tema.
–¿Tardaste mucho en cambiar la rueda? Creo que es la primera vez que pincho desde que tengo este coche.
Estaba seguro que me había descubierto y preferí confesar que seguir mintiendo; ahora tomaba sentido lo que me había dicho antes.
–Sabes que no pinchaste, quería conocerte y te deshinche la rueda, pero dicen no seque de la guerra y el amor, y aunque no se trata de amor por el momento, pensé que merecía la pena ser un poco canalla y ayudar al destino para que nos uniera y poder llegar a esto, realmente nunca supuse que fueras un ángel sin embargo estas muy cerca de ser una diosa; Afrodita para ser más exacto.
Me sonrió y después de besarnos me hizo levantar y fuimos al baño a darnos una ducha no carente de encanto y lujuria a partes iguales, me enjabonó la verga y me pidió que la enculara; tener a esa criatura empalada era un privilegia además de una especie de milagro, parecía imposible que un cuerpo tan menudo alojara con tanta facilidad mi verga que sin ser exagerada distaba mucho de ser corriente con casi 7 pulgadas, unos 175 mm que se alojaban en ella sin dificultad, haciéndola disfrutar al máximo aunque en este caso solo fue un orgasmo prolongado sin la apoteosis final al que me estaba acostumbrando.
Salimos a cenar y volvimos tarde a su casa donde pasamos esa noche, por la mañana charlamos y me contó alguna más de las aspiraciones de su marido que ella no compartía; le pregunté si no tenía a ningún amigo especial y avergonzada me confesó.
–Es que soy muy tímida aunque pienses lo contrario; algunos de mis compañeros han intentado un acercamiento pero como no han sido decididos no hemos llegado a nada; fuiste muy directo y eso me permitió aceptarte y te lo agradezco mucho; en cuanto a eso que has descubierto en mí, he de decirte que desde que dejé al hombre con el que estaba antes de mi marido no me había soltado y estaba oculto; siento un gran temor a manifestarlo de forma abierta pues la mayoría de personas no lo entenderían y me tacharían de viciosa.
No le pregunté porque dejó a aquel hombre ni me importa, pero desde entonces alternamos entre su casa y la mía para pasar muchas horas disfrutando; después de cuatro meses se supone que la próxima semana volverá su marido; Ana está dolida y me ha preguntado si querré seguir con ella cuando se divorcie y sea libre.
Mi respuesta fue evidente y estamos esperando que regrese pasándolo como todo este tiempo en una continua luna de miel cargada de buenos momentos.
Hermoso relato de buen sexo. Me encantaría estar en lugar de tu vecina.
Belu