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Tiempo de lectura: 8 minutos

Lidia continuaba acariciando los penes de sus dos amantes mientras observaba cómo el semen de ambos se mezclaba entre sus pechos y resbalaba por el canalillo camino de su ombligo. Todo le pareció un sueño, se sentía plenamente satisfecha, y a la vez cierto remordimiento asomaba a sus pensamientos. Tenía en sus manos el sexo de otro hombre además del de su esposo, lo masturbaba ligeramente, amasaba sus testículos. Entonces Jorge acercó su cara y le susurró en el oído que necesitaba ir al baño, levantándose de la cama a continuación y dejándolos solos. Lidia dirigió su mirada hacia David sin soltar el falo de su amante, y éste la sonrió pícaramente mientras con su mano izquierda recogía una gota de la mezcla de ambos espermas acercándoselo a Lidia, que aceptó el regalo y sacó ligeramente la lengua, lamiendo el néctar que se le ofrecía, dejando un hilillo entre el dedo de David y su boca. Semejante visión excitó tanto al monitor que aunque había eyaculado hace escasos minutos, su pene comenzó a despertar de nuevo.

Ella se percató al momento, pero de pronto se acordó: ¿y Jorge? Se había olvidado de su marido, y dirigió su mirada hacia la puerta del dormitorio. Allí estaba él, contemplando la escena entre divertido y excitado, sonriendo sin acabar de creer lo que estaba sucediendo: Lidia, la reticente y recatada Lidia había pedido, casi suplicado, que la follaran dos hombres a la vez, y ahora estaba en el lecho acariciando el sexo de otro macho. Ella sintió entonces una extraña mezcla de sensaciones; por un lado vergüenza y culpabilidad: estaba masturbando el pene de otro hombre en presencia de su marido mientras degustaba el sabor del semen de ambos aun en su boca; por otro, excitación: sorprendentemente, el hecho de ver cómo su marido la contemplaba desde el otro extremo de la habitación le producía un estremecimiento tal que su sexo se humedeció inmediatamente más aun de lo que ya estaba. Sostuvo la mirada de su esposo mientras se giraba hacia David, cambiando la mano con la que acariciaba el pene y los testículos de su amante. La sonrisa dibujada en la cara de Jorge la animó a continuar con sus caricias, subiendo por el marcado abdomen de David, deteniéndose con delectación en sus músculos, subiendo a los pectorales, bajando de nuevo a los abdominales y de nuevo hasta el sexo, todo ello sin pausa y con inequívoca lujuria. David tomó entonces la iniciativa, y respondió a las caricias de la mujer dirigiendo su mano derecha hacia la cadera de Lidia, atrayéndola hacia él para aumentar el contacto de ambos cuerpos, buscando con sus labios los de su amante, que respondió con deseo al beso del monitor. Mientras las bocas de ambos se unían, Lidia continuaba con su baile de caricias entre el pene y los testículos, para abandonarlos por unos momentos y acariciar el torso y abdomen, y luego retornar una vez más al centro del placer de su amante. A cada minuto, buscaba con la mirada los ojos de Jorge, y de nuevo, sentirse observada por su marido mientras se abandonaba en otros brazos masculinos le producía una sensación tan placentera que decidió dar un paso más: deshizo el prolongado beso y descendió despacio hasta los pezones, donde se detuvo para juguetear con su lengua y labios. Besó con sensualidad el definido pecho de David repetidamente por toda su extensión, y continuó el descenso sin perder la mirada de Jorge, sorprendiéndose al verlo masturbarse con lentitud. Esto la alentó aun más, y después de lamer con vicio y lujuria el ombligo y el abdomen de David, levantó la cara hacia su marido, y tras lanzarle la mirada más provocadora de la que era capaz, se dirigió con lentitud hacia el pene, recreándose, haciéndose de rogar… Sin dejar de agarrarlo con su mano derecha, acercó su boca hacia el glande y lo besó. Y lo lamió. Y lo volvió a besar. Y justo cuando se lo introdujo en la boca miró de nuevo a Jorge, que se masturbaba con más intensidad cada vez, enormemente excitado ante la visión de su mujer practicándole una felación a otro hombre en su propia cama y ante sus propios ojos. Y después de cubrir y descubrir el sexo con su boca repetidamente, recorrió toda su longitud con la lengua hasta llegar a su base, donde no se detuvo. Recolocó su cuerpo para acceder más cómodamente a los testículos de David, que facilitó la operación levantando ligeramente la pelvis y abriendo sus piernas. Lidia, sin soltar el pene en ningún momento, saboreó alternativamente sus testículos, lamiéndolos con satisfacción, jugando con su lengua en el escroto, disfrutando sin ningún tipo de pudor, sintiéndose más sucia pero a la vez más excitada que nunca. Jorge no podía creer lo que veía. A pesar de haberle practicado una doble penetración vaginal a su mujer, la iniciativa había sido suya, pero ahora era Lidia la que dirigía la acción. La estaba viendo con su cara situada bajo el enorme pene de David del que parecía no querer separarse nunca, y eso le excitaba más de lo que nunca hubiera imaginado. Y ella lo sabía, y decidió dar un paso más. Se incorporó a la altura de los labios de David, y tras volver a besarlo, se separó ligeramente de él, y mirándole a los ojos le dijo: –“fóllame”.

Se situó de espaldas al monitor y frente a Jorge. David se giró, y atrayendo a Lidia por la cadera, le abrió las piernas y la penetró con facilidad. Ahora Lidia alternaba sus miradas a Jorge con besos a David girando su cabeza. Éste la follaba profundamente mientras con su mano derecha masturbaba el clítoris con movimientos circulares. Jorge, todavía desde la puerta, podía ver perfectamente cómo el pene de David taladraba a su mujer, gracias en parte a que ésta abría las piernas adrede para facilitar la visión.

–“¿Te gusta lo que ves?”– pudo pronunciar Lidia entrecortadamente, parte por la excitación, parte por las furiosas embestidas de David.

–“Me encanta, cariño”– acertó a responder mientras ralentizaba su masturbación para retardar su orgasmo.

–“¡Pues mírame!” – le retó.

Y Jorge pudo observar cómo David agarraba el pecho de Lidia desde atrás, cómo besaba su cuello y dibujaba la cadera de la mujer con sus caricias, cómo el pene aparecía y desaparecía con rapidez, cómo ella cerraba los ojos mientras empujaba su culo contra la pelvis del monitor…

–“Ven”– La voz ronca de Lidia lo despertó de la ensoñación en la que se encontraba, y se acercó a la pareja despacio. Ella se colocó ligeramente sobre David, siempre de espaldas a él, invitando a su marido a que entrara también en ella. Jorge se acercó a ambos y dirigió su pene hacia el sexo de Lidia, invadido aun por el de David que parecía ocuparlo en su totalidad. Pero la mujer, tomándolo con su mano, lo empujó hacia sí, entrando con cierta facilidad, ya dilatado por la doble penetración anterior. Cuando de nuevo de sintió plena, llena, soltó un largo suspiro, y mientras agarraba el culo de su marido empujándolo con fuerza, les ordenó: –“moveos”–. Y los dos machos coordinaron sus movimientos cuan baile sincronizado: cuando uno entraba, el otro salía, y así sucesivamente penetraban a la mujer que gemía extasiada.

Jorge acercó su boca al oído de Lidia, susurrándole:

–“me ha encantado verte follar”– le dijo al borde del orgasmo.

–“lo sé”– acertó a responder ella. –“¿Quieres ver más?– le preguntó, adivinando sus deseos.

–“¡¡¡me corroooo!!!” – aulló Jorge sin poder contenerse, eyaculando en la vagina de su mujer con fuertes espasmos y de forma abundante. La excitación que le produjo ver a Lidia con David le impidió aguantar más, y se apartó a un lado exhausto. Inmediatamente, Lidia se incorporó, y David salió de ella. Se acercó a su marido y lo besó tiernamente.

– “¿Te importa que sigamos nosotros, cariño?” – preguntó.

– “¡Claro que no!” – respondió Jorge, alentando a su mujer a que continuara su sesión de sexo sin él. La idea de ver a Lidia follando de nuevo con David le resultaba muy morbosa, y tenía una posición privilegiada para hacerlo.

Ella cambió su posición, tumbándose de espaldas, y David aceptó inmediatamente la invitación colocándose encima. Acogió al monitor entre sus piernas, abrazándolo con ellas para facilitar una penetración más profunda, acompasando las embestidas con sus manos apoyadas en el definido culo de su amante. Ahora Jorge, tumbado de lado junto a Lidia apoyado en el codo, contemplaba cómo David prácticamente ocultaba a su mujer, de la que sólo veía sus piernas y brazos alrededor del sudoroso y musculoso cuerpo del monitor, que incansablemente continuaba embistiéndola.

–“Dame la mano”– acertó a decir Lidia entre gemidos, reclamando el contacto con su marido, separando su mano izquierda del glúteo de David y agarrando la de Jorge con fuerza mientras era follada incansablemente por su amante.

–“Jorge, me gusta que me mires mientras me folla, ¿lo ves bien?”– le habló Lidia entrecortadamente.

– “¡Muy bien, y me encanta! – respondió, asombrado de ver su pene despertar una vez más ante tal visión. No pudo evitar acariciarse con su otra mano al contemplar a la pareja follando a su lado. Los pechos de Lidia se movían al ritmo que imponía David, cuyo culo seguía agarrado por la mano izquierda de su esposa, acompasando las embestidas del monitor. Ella se sorprendió al ver el pene de su marido desperezar de nuevo, considerando que había eyaculado pocos minutos antes, y se sintió doblemente satisfecha.

–“¡¡Sigue, David, no pares!!”, gritó ella fuera de control sintiendo que su climax era inminente, mientras el monitor difícilmente podía contener su excitación sabiéndose también próximo al orgasmo, así que se lo anunció susurrándolo al oído: –“¡voy a correrme…!”–

Lidia entonces volvió a sorprender a los dos hombres cuando contestó: –“¡¡córrete dentro, no salgas!!”– le ordenó mientras apretaba con más fuerza su mano Finalmente, David anunció su orgasmo con un gemido, inundando el sexo de Lidia, sin detener la penetración aunque disminuyendo su intensidad. Jorge se incorporó sin dejar de masturbarse, y pudo observar cómo las semillas de ambos rebosaban del sexo de su mujer cada vez que el pene asomaba casi en su totalidad, hasta que David se detuvo finalmente, apoyando su cuerpo sobre el de ella, regalándole a la vez un prolongado y cálido beso. Ésta respondió agradecida acariciándole la espalda y los glúteos con ambas manos para a continuación girarse hacia Jorge que justo en ese instante había vuelto a correrse en el momento en el que David se derrumbó sobre su mujer. Lo miró plenamente satisfecha:

–“Te ha gustado ver cómo me folla, ¿verdad?” – preguntó.

– “Sí, ha sido increíble”– respondió él, buscando la boca de su mujer para besarla con deseo.

– “Me encanta ver cómo te masturbas mientras me ves follar…” – le confesó.

– “Lo sé” – afirmó Jorge con una sonrisa en su cara.

– “¡Eres fantástica, Lidia!”, la elogió David interviniendo en la conversación, para a continuación girarse y quedar tumbado boca arriba completamente exhausto.

De nuevo quedó situada entre los dos hombres, sintiéndose como una auténtica reina entre sus vasallos, dominándolos a su capricho, teniéndolos a su entera disposición. Observó ambos penes, fláccidos, vencidos, húmedos, y se compadeció de ellos. Primero se introdujo en la boca el de Jorge, limpiándolo con cuidado para terminar con un cariñoso y delicado beso. Luego, tomó el de David en su mano, haciendo lo propio e introduciéndolo en su boca, esta vez sí, en su totalidad, comprobando esa mezcla de sabor de ambos sexos. Lo chupó como si se tratara de un delicioso caramelo hasta dejarlo reluciente e impoluto.

–“¡Ya estáis limpitos y listos!” – afirmó dirigiéndose directamente a los sexos de ambos hombres ignorando adrede a sus propietarios.

–“Os habéis portado muy bien, me habéis follado y os habéis corrido, así que ahora, ¡a descansar!” – dijo con malicia sin apartar la mirada del otrora enorme pene del monitor.

Su vagina continuaba rezumando semen, así que decidió levantarse y corrió totalmente desnuda hacia el baño. Se metió en la ducha y dejó que el agua arrastrara los restos de la batalla que salpicaban todo su cuerpo. Tenía el clítoris tan hinchado que el simple roce del líquido elemento resbalando sobre él la estremecía. Se sintió tentada a acariciarse mientras las imágenes de las escenas vividas minutos antes retornaban a su mente, pero desistió. Levantó su cara hacia el agua y alargó la ducha más de lo habitual.

Se envolvió en una toalla y tras ciertas dudas, decidió salir del baño. Estaba sola. En el suelo pudo ver un rastro de gotitas que sin duda ella misma había ido dejando en su precipitada huida. Regresó al baño, tomó un poco de papel énico y fue limpiando las manchitas delatoras hasta llegar a la cama. Se sentó en el borde y volvió a recordar lo sucedido mientras un estremecimiento le recorrió la columna vertebral. Jorge y David la habían hecho sentirse como nunca hasta ahora. Satisfecha, distinta, pero una sombra la acechaba. Había perdido el control, se había abandonado al placer… ¿Y ahora? ¿Cómo se sentiría Jorge? ¿Y David? ¿Volvería a verlo o desaparecería para siempre de sus vidas? Su mirada se detuvo en el consolador. Lo tomó entre sus manos y decidió volver al baño a lavarlo. Abrió el grifo y lo enjabonó recorriendo toda su longitud. Pensó que el de David era incluso más grande, e inmediatamente recordó que hacía escasos minutos ese miembro había sido suyo, de sus manos, de su boca… De nuevo se excitó, y un suspiro salió de su garganta mientras continuaba lavando el enorme dildo, pero sus movimientos eran ahora distintos, más rítmicos y suaves, simulando una masturbación. Se miró en el espejo y se asustó: no se reconoció; vio una mujer con una mirada lujuriosa, con un gesto lascivo que jamás se había imaginado poder adoptar. ¿Pero qué le estaba pasando? De nuevo se estremeció, pero en esta ocasión con intención de volver a la realidad, pues justo en ese instante se oyó la puerta de la entrada cerrarse. Salió del baño con la esperanza de que Jorge llegara solo…

– “Hola, cariño, por lo que veo ya te duchaste”

– “¿Y David?” –preguntó con ansiedad haciendo caso omiso al comentario de su marido.

– “Vaya, ¿ya lo echas de menos?” – ironizó Jorge. – “Aunque veo que has encontrado sustituto”, apuntó Jorge mientras dirigía su mirada al consolador que Lidia aun tenía entre sus manos.

– “¡¡Tonto!!” –exclamó su mujer sonriendo, sorprendiéndose de sostener aun el dildo.

– “Insistió en dejarnos solos. Bajé a abrirle la puerta de la urbanización” – contesto Jorge mientras asía a su mujer por la cintura atrayéndola hacia él.– “¿Estás bien?” –le preguntó.

– “Más que bien” – respondió – “Aunque deberíamos dormir; es tarde” –afirmó mientras tomaba a su marido de la mano dirigiéndose hacia la cama para colocar las sábanas aun revueltas.

Jorge se desnudó de nuevo y se acostó junto a su mujer que ya yacía en la cama dándole la espalda. Se acercó a su oído y le murmuró – “te quiero, mi amor”.

Lidia se giró y buscó los labios de Jorge con los suyos, dándole un largo y cálido beso para volver de nuevo a su posición anterior. Pero en su cabeza se proyectaban imágenes confusamente entremezcladas de todo lo sucedido anteriormente y no podía conciliar el sueño: se veía a sí misma atrayendo a David hacia ella para que la penetrara más profundamente, el perfecto cuerpo desnudo del monitor a su entera disposición, la eyaculación de los dos machos sobre ella, pero sobre todo, la imagen de Jorge masturbándose mientras otro hombre la penetraba sin descanso. Introdujo un dedo en su sexo y comprobó que parte del semen de ambos aun estaba ahí, y eso le gustó…

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