De todas las experiencias sexuales de mi juventud, la que me trae recuerdos más vividos es la relación con la mamá de Renato. Estaba en mis 20 y Renato era mi mejor amigo, estábamos en la universidad y siempre era un rollo para mí eso de estudiar en casa, vivía en un departamento pequeño con mis padres y otros 2 hermanos menores que no paraban de joder y me era imposible concentrarme en los estudios, por lo cual siempre terminaba estudiando en casa de Renato cuyos padres llevaban una vida más acomodada y tenían una casa más confortable y espaciosa, además de las esmeradas atenciones que nos prodigaba su madre, que sobre todo conmigo, era muy amable y agradable.
La mamá de Renato ya estaba pasada de los 50, pero era una medio tiempo de muy buen ver, tenía un rostro agradable que evidenciaba que fue bonita en su juventud y un cuerpo bastante macizo para su edad, era más bien alta con piernas bien torneadas, buenas caderas y un culo bien formado, duro y redondo, mas unas tetas bastante grandes. No es que se vistiere provocativamente, pero le era imposible disimular su cuerpo escultural, que resaltaba con las ropas que usaba, ciertamente bien ceñidas así que en varias oportunidades había provocado mis sueños eróticos y más de una paja aliviadora.
El día en cuestión estábamos en el cuarto de Renato, estudiando biología, él, su novia Claudia y yo, el tema estaba bastante aburrido y Renato y Claudia hacia un buen rato que, entre una cosa y otra, estaban magreándose, sin cuidarse de mi presencia, Renato le metía en ocasiones la mano por debajo de la falda o entre sus senos, provocando sus risas, débiles protestas con llamados al orden y muchas miradas lascivas, en algunas ocasiones quedaban expuestos, sin ningún pudor, sus atributos y yo miraba disimuladamente, estas situaciones eran habituales cuando estudiábamos, por lo cual ya yo estaba acostumbrado y había apreciado en varias oportunidades los senos y el culito de Claudia. En un momento determinado Renato, que ya estaba mandado, olvidándose de mi existencia, le comenzó a dar una incipiente pajeada por encima del blumer, en respuesta a lo cual ella abrió todas sus piernas y empezó a gemir, presentándome sin tapujos toda su panochita en la cual terminó bailando un dedo de Renato que había apartado el blúmer hacia un lado. Esta situación finalmente me había puesto cachondo, así que salí del cuarto a refrescarme un poco y darles espacio para sus juegos.
Comencé a vagar por la casa y pensando que la mamá de Renato no se encontraba me metí a su cuarto para revolver sus ropas íntimas y pajearme pensando en ella, cuando, para mi sorpresa, escuche gemidos inconfundibles que venían del baño, la puerta estaba abierta y al asomarme observo a la mamá de Renato en la bañadera, sobresaliendo sobre el agua enjabonada sus grandes tetas con sus prietos y duros pezones que ella estrujaba y apretaba con una mano, mientras la otra se perdía dentro del agua, evidentemente masajeando y acariciando su panocha en una sabrosa pajeada, mientras apoyaba ambas piernas a cada lado de la bañera. No podía salir de mi asombro ante esta situación, pues ella siempre se había comportado de una manera correcta y seria y yo la tenía como una mujer muy decente y nunca me la había imaginado disfrutando de esa manera con una paja y menos hecha por sus propias manos.
Ante esta visión tan estimulante y ya bastante excitado por la situación en el cuarto de Renato no pude resistirme, y me saqué el rabo, que estaba bien endurecido, y comencé a mi vez a pajearme asomado a la puerta. Enseguida empecé a disfrutar y dejándome llevar por el deseo y la curiosidad, sin apenas notar lo que hacía, avancé puerta adentro y me situé al lado de la bañadera, dejando mi pinga expuesta a medio metro por encima de la cara de la mamá de Renato que seguía disfrutando sus propios estímulos, tenía los ojos cerrados y gemía cada vez más fuerte, mientras empezaba a mover las caderas hacia arriba y abajo, dejándome al fin disfrutar de su panocha, enmarcada en un negro y tupido vello púbico, destacando su raja grande y roja con un gran clítoris que constantemente acariciaba y apretaba, mientras metía otro dedo dentro de su concha. En unos minutos llegó al orgasmo y luego de algunos gemidos y movimientos espasmódicos abrió lánguidamente los ojos, para enfrentarse de golpe con los 25 cm de mi pinga, negra y gorda y con una erección descomunal. Sin poderlo evitar lanzo un pequeño grito, que enseguida me sacó de mi ensoñación. La situación era bastante complicada y embarazosa y yo no sabía qué hacer, solo seguía mirando su cuerpo desnudo y mantenía la mano sobre el rabo que sentía cada vez más duro y palpitante, ella se tapó tímidamente su concha con una mano y con el otro brazo sus senos y empezó a recriminarme, a hablarme de su hijo, que era mi mejor amigo y que eso que había hecho de entrar a su cuarto sin permiso era una falta de respeto y que iba a pensar Renato si entraba en ese momento y bla, bla, bla, pero mientras hablaba no apartaba sus ojos de mi herramienta e incluso, de manera inconsciente, había dejado de taparse sus partes y empezado de nuevo a acariciarse los senos y el clítoris. Yo no me había movido y ella sin dejar de acariciarse el bollo, de pronto tomó con su otra mano mi pinga y empezó a apretarla, al punto que me explicaba que hacía más de un mes que estaba disgustada con su marido y no tenían relaciones sexuales y que la vista de mi rabo la había excitado mucho, que nunca había visto una pinga tan joven, grande, gorda, tan dura y además negra y no había resistido la tentación de tocarla, acto seguido se levantó y ante mi asombro se metió mi pene en la boca y empezó una agradable mamada. Como dije antes, aunque era muy joven, mi pinga era bastante grande y gorda y ella la tomó entre sus dos manos mientras su boca se tragaba la cabeza y varios centímetros del cuerpo, era alucinante ver a la mamá de Renato tratando de meter en su boca la mayor cantidad del rabo, en ocasiones llegaba hasta el fondo de su garganta y parecía que iba atragantarse, pero no se detenía, continuaba metiéndosela y sacándosela de la boca acompasadamente, mientras sus manos se movían alrededor del rabo en sentido contrario, creando una sensación que junto a la succión de su boca, hacía muy difícil no explotar y llenarle la cara con mi semen, pero por suerte todavía pude aguantarme, disfrutando de su mamada por varios minutos, cuando estaba a punto de atragantarse, la sacaba de su boca y pasaba su lengua a través de todo el miembro, desde la base hasta la cabeza como si fuera un gigante caramelo que quisiera gastar con sus lametazos. Ya yo no podía más, y cuando pensaba que iba a venirme ella paro, se encaminó hacia una banqueta que había en el medio del baño, se tumbó de espaldas, abrió completamente sus piernas y me gritó desde allí:
-Ven cabrón, y méteme en el coño ese pedazo de rabo, quiero sentirlo dentro de mí.
La visión era increíble, ahí estaba la mamá de Renato, presentándome impúdicamente su gran bollo como corresponde a una señora ya mayor, grande, rojo, con un clítoris enorme y enmarcado todo en una negrura colosal, destacando una abertura a su vagina donde parecía que mis 25cm iban a estar a sus anchas. Por supuesto, no me hice esperar y arremetí contra ella, metiendo de un tirón y sin miramientos todo mi rabo en su coño, ella tuvo un pequeño sobresalto y dijo entre dientes:
-Suave, suave, que tienes el rabo muy grande y me puedes hacer daño.
Ella estaba completamente húmeda y luego del primer tirón, empecé a sacarla y meterla suavemente, para luego imprimir al movimiento un mayor ímpetu provocando sus gemidos y gritos de placer, mientras tanto ella, con sus manos, empujaba mis nalgas y levantaba sus piernas hacia el techo, para lograr una penetración más profunda.
El espectáculo era alucinante, ni en los más depravados de mis sueños había imaginado a la mamá de Renato en esa posición, completamente abierta, con sus piernas al aire apoyadas en mis hombros, yo veía mi largo y negro pene entrar limpiamente en su vagina haciendo un contraste enorme con su color rosado, que ya se tornaba rojo con el incesante roce del mete y saca, mientras sus grandes tetas de bamboleaba hacia arriba y abajo al compás de mis arremetidas. A partir de sus gritos y movimientos me había percatado que ella había tenido algunos orgasmos y yo no pude aguantar más e inundé su vagina de abundante leche, mientras arremetía con más fuerza, como si quisiera traspasarla, al punto pude ver, mientras la sacaba, como el semen desbordaba su coño y empezaba a correr a través de sus muslos, acumulándose en su ano. Ya para ese entonces yo había perdido todo el respeto que tenía por la señora y se me ocurrió una idea, a pesar de la venida mi cipote se mantenía muy duro y yo seguía con deseos de mas, así que coloqué la cabeza del rabo en el ojo de su culo encharcado en mi leche y sus jugos y empecé a empujar. El grito que dio fue espeluznante:
-No, por ahí no cojones, que me vas a destrozar.
Pero ya no había dios que me detuviera, gracias a humedad acumulada en la entrada de su ano y en mi pene este empezó a abrirse camino a través de su conducto y el ojo del culo comenzó abrirse para dejar paso a mi herramienta, en verdad parecía que la iba a destrozar pues a pesar de que era evidente que ya le habían dado en varias ocasiones por el culo, parece que nunca con una pinga de esas dimensiones y me costaba trabajo avanzar, amén de que sus gritos eran de verdadero dolor, pero yo la tenía bien agarrada por las caderas y no podía escaparse. Poco a poco fui avanzando y aunque parecía imposible logré meterle el rabo en el culo hasta que me chocaron los cojones con sus nalgas, ella no podía hablar y parecía que se ahogaba, pero aguantaba estoicamente, no tenía más remedio. Suavemente la fui sacando para luego volver a meter, luego de varios intentos y un poco de saliva mi pene se acomodó en su culo ya dilatado y todo fue más fácil, así que repetí el mete-saca cada vez más rápido y ella olvidándose del dolor empezó a gemir de placer, me rodeó las caderas con sus piernas y empezó a disfrutar plenamente de la culeada, estuve un buen rato metiéndole el rabo que entraba limpiamente desde la cabeza hasta la base y estoy seguro que ella tuvo varios orgasmos hasta que finalmente exploté llenándole el culo con mi semen, cuando la saqué completamente, hasta me dio pena, tenía el ojo del culo completamente abierto, rojo, rojo y de él manaba poco a poco mi semen ligado con algo de sangre y ella apenas podía moverse. Luego de varios minutos de reposo me dijo:
-Lávate y vete, y de esto no le cuentes a nadie, mucho menos a mi hijo. Va y si guardas bien el secreto en otra ocasión lo podemos repetir.
En realidad apenado, pero contento y satisfecho por lo que había ocurrido, sin decir ni pío me lavé, recompuse mis ropas y salí de su baño hacia el cuarto de Renato. Asumía que ellos habían acabado sus escarceos amorosos pero me equivoqué, parece que al fin Renato había conseguido convencer a Claudia y la estaba dando una buena cogida, al abrir la puerta los encuentro desnudos sobre la cama, el culito de Claudia puesto en pompa hacia mi bajaba y subía, mientras el pene de Renato se perdía dentro de su pequeña concha que se veía desbordada, estaban disfrutando tanto que no se percataron de mi presencia, Renato estaba tapado completamente por el cuerpo de Claudia chupándole las tetas y ella completamente de espaldas a la puerta, así que siguieron en lo suyo y yo, graduado ese día de voyeur, me quedé mirando y al excitarme de nuevo me saqué el rabo y empecé a acariciarlo. En un momento Claudia volteo su rostro hacia la puerta y me vio, yo me asusté y paré pero ella no se inmutó, siguió moviendo el culo para seguir recibiendo la follada y se quedó embelesada mirándome el rabo mientras se relamía los labios. Así seguimos hasta que por los gritos y gestos de Renato me di cuenta que se había venido, Claudia se apartó y él se fue hacia el baño, yo me retiraba pero ella me llamó con un gesto y al acercarme a la cama, tomó mi rabo y se lo metió en la boquita donde apenas le cabía solo la cabeza y empezó a mamarme, se comía mi polla de forma rápida, metiendo y sacando el trozo que le cabía en la boca y aunque pareciera mentira enseguida tuve el tercer orgasmo del día y ella lo recibió todo en su boca, tragándose hasta la última gota de mi semen, luego ella misma lo tomó en sus manos y lo metió dentro de mis pantalones mientras me miraba golosa y satisfecha. En eso oímos a Renato que la llamaba desde el baño:
-Claudia, ven a bañarte y vestirte que ahorita vuelve Damián.