Me llamo Andrea y tengo 18 años, me considero una chica normal aunque todos mis amigos dicen que estoy de muy buen ver, para empezar les contare mido 1,65 metros y peso 57 kilos, tengo unos ojos marrones claritos el pelo moreno y rizado y unos pechos y un culito firmes debido a mi edad. Ahora les contare lo que ocurrió con mi hermano David un fin de semana que mis padres se fueron de viaje, como es normal entre hermanos siempre discutíamos por milicias, el canal de la tele quien se sentaba delante en el coche y cosas por el estilo, siempre considere a mi hermano guapo, a sus 21 años su cuerpo fibroso, su tez blanca y esos preciosos ojos azules.
Como ya dije, mis padres salieron de fin de semana dejándonos a David y a mi solos, me desperté el sábado por la mañana y baje a desayunar oyendo como David me llamaba enana mientras bajaba las escaleras sin embargo note algo distinto en él, en su mirada, sobre todo cuando me acerque al mueble y poniéndome de puntillas abrí el armarito para coger los cereales, al voltear la cabeza me di cuenta de que mi hermano se había quedado embobado mirando mi culo en pompa mientras cogía el desayuno, sin embargo no le di importancia ya que, he de admitirlo, los pantalones de mi pijama son bastante cortos, seguido esto decidí meterme en la ducha y me puse a pensar lo que había ocurrido en la cocina, pero no tuve tiempo de hablar con mi hermano puesto que decidí salir con mis amigas de compras, la mañana transcurrió como cualquier otra, en el centro comercial, mirando tiendas y poniendo notas a los chicos que pasaban a nuestro alrededor, pero con el cansancio decidí llegar a casa antes de lo previsto, entre por la puerta y al creer que no había nadie solté las bolsas en medio del pasillo y subí agotada las escaleras hacia mi cuarto que al entreabrir un poco la puerta me lleve una gran sorpresa.
Mi hermano, David estaba pajeándose con mi ropa interior, al principio me sentí rara y tenía ganas de entrar a gritos y sacarlo de mi cuarto amenazándole con contárselo a nuestros padres, pero la tensión sexual del momento me impidió hacerlo y me quede inmóvil en la puerta mientras mi coñito se mojaba viendo esa imagen, viendo a mi hermano tocarse, entonces decidí tomar la iniciativa en el asunto, baje a la cocina como si no hubiera visto nada, prepare la cena debido a que eran las 8 de la tarde y me senté en el salón a ver la tele. A eso de las 8 y media mi hermano bajo y puso la mesa con total normalidad sin saber lo que yo había visto. La cena transcurrió como si nada y después de ayudarme a recoger nos sentemos en el sofá a ver la tele.
Entonces, después de que mi hermano se abalanzara sobre mí para quitarme el mando del televisor decidí romper el silencio:
– Te he visto esta tarde en mi cuarto, no puedo creerlo de ti -dije mientras mi hermano se quitaba de encima de mi.
– Lo… lo… lo siento, no pude evitarlo -fue lo único que atino a contestar antes de que me abalanzara sobre él y lo besara con pasión.
Él, sin ni siquiera apartarme continuo con ese beso, me tocaba, me metía mano, me hacía sentir su respiración agitada mientras estaba sentada a horcajadas sobre él, le despoje de su camiseta mientras le besaba el cuello y el pecho mientras él se deshizo de mi vestido y me quito el sujetador al tiempo que me tumbaba sobre el sofá y comenzaba a mordisquear las aureolas rosadas de mis pezones que cada vez estaban poniéndose más duros, mientras con sus manos acariciaba mi clítoris, mojado haciéndome gemir como una loca mientras el solo decía:
– Joder hermanita menuda puta estas hecha estás súper mojada…
Sus palabras hacían que eso me excitara más y más entonces se despojó de mis bragas y empezó a comérmelo, haciéndome gritar haciéndome que le pidiera más, volviéndome loca cada vez que su lengua rozaba mi clítoris cada vez que sus dedos se metían en mi interior, un cosquilleo recorrió y cuerpo y entonces me corrí. Mi hermano satisfecho de su trabajo volvió a colocarse sobre mí besándome, yo estaba ida en ese momento estaba tan cachonda que no me importaba que fuera mi hermano el que me follara aquella noche y mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja y me despojaba de sus vaqueros solo atine a decirle:
– Fóllame, y hazlo ya, como quieras y el tiempo que quieras pero quiero notarte dentro.
Entonces el cogió un condón de su cartera y se lo puso colocándose encima de mí en el sofá y metiéndola de un solo golpe, haciendo que me retorciera de placer llegando hasta el fondo de mí, haciéndome temblar, era como un animal sus acometidas me llevaban al éxtasis no dejaba de gritar con la garganta casi al límite y los ojos en blanco de placer, mientras mis uñas arañaban su espalda y mis piernas le apretaban más hacia el interior de mí, entonces todo termino. Un orgasmo mutuo hizo que el silencio se hiciera en el salón y solo se oyera el ruido de la televisión. Exhaustos, con la respiración agitada todavía por el frenesí nos abrazamos y besamos un largo rato y después nos dispusimos a recogerlo todo, acordando que lo repetiríamos más veces cada vez que nuestros padres se fueran. Y entonces nos fuimos a dormir, cada uno por separado a nuestro cuarto como si nada hubiera pasado.
Me desperté a la mañana siguiente y todo parecía normal, como si lo de la noche anterior no hubiera sucedido, eran en torno a las 11 de la mañana y mis padres no tardarían en llegar. Al entrar en la cocina lo vi preparando el desayuno le di los buenos días como de costumbre y agarrándome de la cintura me beso apasionadamente:
– Buenos días princesa.