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Un amigo me entregó en bandeja a su esposa (II)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Lucía tenía una sonrisa contagiosa. Cuando soltaba una carcajada, se le formaba un hoyo en su pera y sus pómulos se pronunciaban rozagantes. Estaba contenta y eso me dio mucha confianza. Era la amante perfecta en la situación perfecta. No hizo falta mucho preámbulo porque ella de entrada me había tratado de cachondear. Y en la misma noche de su llegada me invitó a su suite y cogimos frenéticamente. Era viernes y la ciudad estaba bellísima, los calores de octubre obligaban a todas estas bellas del caribe llevar ropas livianas. Realmente disfrutaba viendo esos escotes que dejaban buen excelentes redondeces que realmente me ponían cachondo. También me volvían loco las minifaldas y Lucía decidió ponerse una esa noche, cuando salimos por la ciudad vieja a comer. Su aroma era cautivante, y se había pintado los ojos con delineador, lo que hacía que sus ojos verdes alumbraran todo su rostro. Fuimos a un restaurant francés. Ella pidió aguardiente y antes de que el mozo apoyara la bandeja, se la bebió de un trago. “Estoy ardiente”, me dijo.

–¿Qué te gustaría?

–Una fiesta. Me gustaría ser penetrada por dos o tres hombres a la vez.

–Eso puedo arreglártelo.

–No seas ingenuo. La única que puede arreglar eso, soy yo.

Con sus pies comenzó a acariciarme en la entrepierna. Me pidió que me sacara los zapatos y cuando llegué a su entrepierna noté que hoy tampoco llevaba ropa interior. Estuvimos jugueteando un buen rato hasta que me dijo que nos fuéramos. Al llegar al hotel me tendió sobre la cama y empezó a chupármela como una experta. De pronto saco una cadena de su cartera, que tenía un precinto de seguridad y me ató a uno de los barrotes de la cama. “Ahora vas a ver lo que es diversión”.

En ese mismo momento llamó al conserje para pedirle unos hielos y cuando el muchacho golpeó tímidamente la puerta, ello lo tomó de un brazo y sin dejarlo reaccionar, se puso en cuclillas, le bajó el cierre y se puso todo su pene en la boca. Yo estaba atado disfrutando del espectáculo que me brindaba lucía, ahora de pie, apretando sus caderas contra la polla del muchacho que ahora ya había reaccionado y se animó a tomar iniciativas. Con sus dos manos le sobaba los pechos y de un sólo movimiento con su pelvis, logró colocar la cabeza de su polla en la entrada de su cueva húmeda. Ella lo frenó, parecía que lo iba a dejar ahí, pero le dijo: “Cariño, quiero que me la des por el culo, que me rompas”. Dicho por una morena de ojos grises, 1.75 de estatura y un culo que era un poema.

El muchacho se excito tanto con la idea que apenas apoyo la cabeza en la entrada de su agujerito, se corrió en las piernas de Lucía. “Qué pena, tú te lo pierdes”, le susurró al oído, le dio una propina y le abrió la puerta para que saliera.

–A ver si tu puedes cumplir mi deseo—me advirtió mientas me liberaba de las ataduras y con la otra mano acariciaba mi pene.

— No e gustó el espectáculo. Ahora vos vas a ser el protagonista.

Me mamó la polla hasta ponerla durísima. Bien lubricada y luego separó sus piernas como dándome la espalda, parada en el borde de la cama.

— Ahora quiero que me lo chupes, para que no me duela.

Y con sus dos manos se abrió las nalgas para que yo pudiera ver su deseado tesoro. Eso me excitó mucho. Me esperé para que ella estuviera en clima, para que nada hiciera desistirla de su deseo de entregármelo: Afortunadamente tengo una polla bastante grande. Eso también tiene sus contras porque a veces, muchas sienten que van a sufrir y prefieren evitar el transe. Pero Lucía estaba muy caliente. Me empujó con sus manos hacia la cama y se paró con un pie al lado de cada una de mis piernas. Lentamente fue descendiendo. Mientras lo hacía, meneaba su cintura de un lado a otro con pequeños movimientos circulares, hasta que mi polla estuvo en la puerta de su ano.

— Rompémelo, Roberto. Hazme ver las estrellas.

Y toda la suavidad con la que había descendido se fue al diablo en el mismo instante en que mi polla y su ano entraron en contacto. Se dejó caer con peso muerto y como mi polla estaba totalmente tiesa, la penetración fue instantánea y sin resistencias.

-No te muevas hasta que me relaje. Ahhhh. Que linda polla tienes. Ahora te voy a cabalgar. Vas a ver lo que es una putita como yo cuando está caliente. No voy a parar hasta que me la entierres hasta los huevos y me llenes las entrañas de leche.

Lucía se movía como una endemoniada. Con sus dos manos se impulsaba apoyándolas en mis muslos. Y su hermoso culo subía y bajaba ante mis ojos y hacía aparecer y desaparecer mi polla. Yo con mis dos manos le abría los cachetes de su culito hermoso para ver mejor la penetración y de tanto en tanto, jugaba con mis dedos en su clítoris para mantenerla bien cachonda. Los dos nos corrimos al mismo tiempo. Sentía sus contracciones en mi polla y el calor de mi semen derramándose por mis testículos.

Ella se levantó. Se puso en cuclillas nuevamente y como lo había hecho en la primera noche, limpió con su boca todos los restos de mi esperma caliente.

-No te imaginás lo que me gusta coger con vos. Es una lástima que me tenga que ir otra vez a Buenos Aires, pero voy a volver, porque me has dejado más caliente de lo que he venido. Lo único que espero es que aceptes alguna invitación cuando lo hagamos.

A la mañana siguiente pasé a buscarla por el hotel y la acompañé hasta el aeropuerto. Como sabía que a lo mejor había algo de acción, le pedí prestado el chofer a uno de los otros directores de la empresa. Yo siempre me he negado, pero esta vez me vino de perillas. Ella me hizo una excelente mamada desde el hotel hasta el aeropuerto y se masturbó hasta acabar. Era una zorra caliente, que espero poder volver a ver cuando regrese a Buenos Aires.

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