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Mi profesora, mi compañero y yo (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

A Caleb le temblaban las piernas mientras eyaculaba en el interior de Sasha. Yo presencié como su palpitante y venoso miembro entraba en la hermosa vagina de nuestra profesora. Eyaculó dentro y poco tardo todo ese esperma en desbordarse del coño tembloroso de Sasha y escurrir hasta mi cara. Calientes hilos de semen me bañaban la mejilla, fue hasta que Caleb sacó su pene que una pequeña cascada de semen me cayó de lleno en los labios. Caleb dejó su colorado glande a escasos centímetros de mi rostro, una gota de semen aún se asomaba de su uretra. Me relamí el semen de los labios y lo tragué. Su sabor era muy fuerte y tragarlo hizo que me raspara la garganta. Casi al instante después de hacerlo, Caleb acercó aún más su pene hacia mi boca.

"¿Quieres más?", me dijo, y sin darme tiempo para responder, me puso el glande en los labios. Yo comencé a lamerlo tímidamente. Me encantaba la idea de lamer una vergota como aquella, más aún después de que esa misma verga tan varonil eyaculase en el interior de una mujer tan perfecta como Sasha. Mi lengua le recorrió un poco el glande y fue en ese momento que me percaté de lo grande que era en realidad. Su sabor era ligeramente salado y tenía bien marcado el olor a esperma y vagina de Sasha. Caleb se puso las manos en la nuca y echó sus caderas al frente, mostrando su pene de manera más dominante y dejando su glande a la altura de mi barbilla.

"Deja te enseño", me dijo Sasha y se quitó de encima de Caleb, se acostó sobre mí y juntos comenzamos a recorrer con nuestras lenguas ese pene tan hermoso. Caleb me metió las manos por debajo de las axilas y me jaló hasta la orilla de la cama, Sasha encima de mí mi cabeza colgando del borde.

"Te va a gustar, aunque duela al principio", me dijo Sasha y entonces agarró con fuerza mis hombros y sentí las fuertes manos de Caleb agarrándome por las sienes de la cabeza. Alineó mi boca con su miembro de tal forma que mi garganta quedaba recta y, sin piedad alguna, me obligó a abrir la mandíbula presionándome por abajo de los pómulos con los pulgares. Lo siguiente que siento es cómo mi garganta se rompe, se desgarra y es penetrada por un pene tan grande que no me dejaba respirar. Me dolió como nunca nada me había dolido y entonces sentí como cada vena, cada curva, cada músculo del pene de Caleb se movía en mi interior mientras echaba las caderas hacia atrás y me daba un llegue en la boca. Intenté gritar, pero su pene taponaba mis gritos y sus huevos me golpeaban la cara cada vez que meneaba las caderas.

"Estás bien apretado", me dijo y entonces Sasha me acarició la garganta, allí donde el pene de Caleb estaba marcadísimo y dijo "Ya lo estás estirando, bebé": Yo de verdad entré en pánica y, antes de darme cuenta, me estaba ahogando con un pene. Comencé a darle palmadas a Caleb en las piernas y en el pubis, pero me tenía bien agarrado y fue hasta que estuve en mi límite que sacó el pene y me dio una cachetada al hacerlo. Yo estaba recuperando el aliento cuando Sasha comenzó a besarme con pasión y me soltó unos segundos después para preguntarme "¿te gusto tu primer mamada de verdad?". No respondí nada, estaba muy lastimado y me costaba hablar. Me había gustado poco, lo de casi ahogarme me dejó un mal sabor de boca. Fue entonces que ahí, tirado en la cama boca arriba, sentí como un pequeño bulto entraba en mi ano y me llenaba de golpe de algo frío. Volteé a ver y vi a Caleb con un bote de lubricante en la mano, me había metido la boquilla por el ano y con una mano vaciaba la botella en mi interior mientras que con la otra me acariciaba la pierna.

Casi al instante intenté liberarme, pero Sasha me echó todo su peso encima y no pude evitar escucharla. "Déjate, Óscar, si te dejas todo va a ser más fácil… hasta te va a gustar". Yo estaba moviendo mucho mis piernas, pataleaba, pero poco tardó Caleb en aplacarme. Comencé a llorar y a pedirle que no lo hiciera, pero poco hizo aquello. Lo siguiente que siento es cómo si alguien me estuviera, literalmente, partiendo a la mitad. Mi cérvix dolía, mi ano me dolía y mis huesos de toda la zona púbica me dolían. Quise gritar, pero los gritos se me quedaban en la garganta. Me estaba violando, estaba siendo penetrado por la fuerza por una verga tan horrorosamente grande como aquella. Finalmente, sentí cómo si algo tronara dentro de mí. Fue entonces que escuché las palabras que más miedo me metieron en la vida "ya entró el glande, ya pasó lo difícil". Sentí como si me metieran un tren en el culo, no un glande. Tuve miedo porque no había sido tanto comparado con el resto de su pene. Fue entonces que empezó mi pesadilla. Sin ninguna piedad, Caleb dejó entrar su pene en mi interior, una y otra vez, sus embestidas eran rápidas y fuertes y me tenía bien agarrado de mis piernas, mismas que empezaron a perder fuerza con cada entrada y salida que el enorme pene de Caleb hacía. Entre y sale, entre y sale, entre y sale. Sus movimientos de cadera eran perfectos y su pene me expandía más y más con cada metida. Todo mi cuerpo se relajó después de un rato, no porque se sintiera bien ni nada, sino porque estaba perdiendo fuerzas. Pasaron cinco minutos que me parecieron cinco horas hasta que Caleb finalmente me dejó y me quedé ahí, tirado sin poder hacer nada mientras él y Sasha cogían a mi lado de manera pasional y sin pudor alguno.

Se pusieron de pie a mi lado, Caleb agarró a Sasha por los brazos y metió su pene en el irritado y casi expuesto ano de Sasha. Yo seguía temblando y ellos gozaban como putos conejos. Las caderas de Caleb se movían con una rapidez increíble y el tronar de su cuerpo al chocar contra el de Sasha producía aplausos viscosos y muy satisfactorios. Cuando me vine a dar cuenta, Sasha me miraba y se mordía los labios, sus ojos lagrimeaban y tenía la cara congestionada, las venas de su rostro marcadas. No sé cuánto tiempo pasaron ahí, cogiendo a mi lado, cuando me vine a dar cuenta, estaba abrazado al cuerpo de Caleb, con mi cabeza apoyada en uno de sus brazos. Sasha estaba en el otro brazo, besando a Caleb y acariciando su pecho. El ano me ardía y podía sentir un fuerte dolor en mis caderas.

"Buenos días, Óscar", me dijo Sasha y fue entonces que Caleb me comenzó a acariciar la nalga con su brazo. "¿Cómo te sientes?", me preguntó. "Me duele mucho, me violaste". Sasha se rio brevemente y me apuntó a mi estómago. "Me violaste, pero mira quien está cubierto en su propio semen". Vi mi estómago y vi una mancha enorme de semen, más grande de la que nunca hubiera eyaculado cubriéndome el ombligo, el pubis y parte de mi abdomen. "Llévalo a que se dé un baño, amor, creo que sólo está sacado de onda".

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