La mayoría de los chicos de la universidad sabían que Elizabeth era la doctora putita, inclusive el mismo rector sabia de sus aventuras, pero como ella se la chupaba de vez en cuando, pues él se hacía de la vista gorda y dejaba a mi esposa en un paraíso de morbosidad, que ella trataba de gozar siempre que podía.
Esa mañana estaba acomodando unas cosas en el almacén, cuando vi que Elizabeth entraba acompañada de tres jóvenes.
– almacenista buenos días.
– buenos días doctora.
– necesito un proyector de diapositivas.
– claro, esta al fondo, son cuatro cajas, no creo que tenga problema en llevárselas.
– no se preocupe, nosotros nos hacemos cargo.
Les señale las cajas y de inmediato aquellos jóvenes comenzaron a acarrearlas, Elizabeth volteo a verme discretamente y me guiño un ojo y después pude ver como su mirada recorría los atléticos cuerpos de aquellos jóvenes, sin duda mi esposa estaba tramando algo.
– ¿y donde va a ser la platica doctora?
– en el consultorio.
Eso sin duda era una abierta invitación a observarla, espere a que salieran y después de unos minutos cerré el almacén y me fui al fondo, a la rendija que les comenté en el anterior relato, lentamente la abrí y pude ver que los chicos ya estaban acomodando todo, mientras que mi esposa acomodaba las bancas hasta el fondo del consultorio y cerraba las cortinas, cuando los chicos terminaron, tomaron asiento y Elizabeth encendió el aparato, apago las luces y las diapositivas comenzaron a pasar, Elizabeth comenzó a caminar entre las bancas explicando cada una de las diapositivas, los minutos pasaban y los tres chicos no apartaban la mirada de la cortina blanca que reflejaba las imágenes, pensé que aquello no iba a pasar de una simple clase, pero de pronto Elizabeth se detuvo y les pregunto.
– bien chicos, hasta aquí todos están entendiendo.
Los tres chicos respondieron al unísono que si.
– bien, vamos a meter el siguiente paquete de fotos.
Camino hasta el escritorio donde había puesto el proyector y se paro de espaldas a los chicos y comenzó a buscar las diapositivas, aquellos chicos voltearon a verse unos a otros y aprovecharon para fijar sus mirada en las nalgas de mi esposa, sin duda Elizabeth había echo eso para provocarlos y eso a mí me fascinaba, pasados unos instantes, Elizabeth volteo hacia atrás y les pregunto.
-muchachos, ¿no vieron el otro paquete de diapositivas?
Los tres chicos respondieron al unísono que no, Elizabeth siguió buscando en el escritorio sin cambiar su posición y claro que los tres chicos no le despegaban la mirada y no era para menos, ella les estaba dando un espectáculo tremendo, hasta que de un momento a otro uno de los chicos se levanto y se paro justo detrás de Elizabeth, y le dijo:
– ¿quiere que le ayudemos a buscar?
Elizabeth al sentir la presencia de aquel chico tras de ella, rápidamente se enderezo y con tono indeciso le contesto,
– esteee… mhh… Siiii… pueden ayudarme,
En ese instante los otros dos chicos se levantaron y se pararon junto a ella, dejándola en medio de los tres, y uno de ellos le comenzó a decir,
– ¿donde las pudo haber dejado maestra?
Elizabeth bajo la mirada hacia el escritorio y le contesto,
-estoy segura que lo deje por aquí,
En ese instante los tres jóvenes se miraron entre si y uno se abalanzo sobre de ella y la sujeto por las muñecas llevando sus brazos hacia atrás, Elizabeth sabia lo que esos chicos deseaban, así que les dijo:
– esperen, pueden vernos.
Pero el chico que estaba frente a ella le contesto.
– no se preocupe doctora, solo vamos a buscar las diapositivas, posiblemente estén bajo su falda.
Los tres chicos rieron y de un instante a otro aquel joven metió su mano bajo la falda de mi esposa y comenzó a moverla de un lado a otro, ella al sentir la intromisión lanzo un grito y comenzó a moverse, pero fue inútil, el chico la tenia bien agarrada de sus muñecas, dejándola completamente inmovilizada.
– metele bien la mano, seguramente esas diapositivas deben de estar entre sus piernas.
Los tres de nuevo comenzaron a reír y pude ver como la mano de aquel joven se movía de un lado a otro bajo la falda de mi esposa-
– si, creo aquí las tiene, pero tendré que bajarle la pantaleta… jajaja
Aquel joven se hinco frente a ella, metió ambas manos bajo su falda y pude ver como le bajaba la pantaleta hasta sacársela y la guardo en la bolsa de su pantalón,
– ahora si vamos a buscar bien esas diapositivas, porque no separa un poco sus piernas doctora,
Claramente pude ver como las piernas de mi esposa se separaban un poco y aquel chico viendo la disposición de ella, poso sus manos en sus pantorrillas y después de apretárselas un poco, comenzó a subirlas hasta que de nuevo desaparecieron bajo la falda de Elizabeth, pero aun así podía ver como sus manos se movían bajo la tela, podía ver como las pasaba de atrás hacia adelante, en momentos se detenía y por las expresiones que se dibujaban en el rostro
De mi esposa, sabia que se las estaba apretando, y después de unos segundos así, aquel chico le dijo,
– Bien doctorcita, solo relájese voy a meterle los dedos,
Una de las manos del chico se poso justo entre las piernas de Elizabeth y comenzó a subirla lentamente, en ese momento el rostro de Elizabeth cambio completamente, sus ojos se abrieron como platos y sus labios se separaron un poco,
– wowow… Doctora no pensé que tuviera su vagina tan caliente,
Los otros dos chicos comenzaron a reír al escuchar el comentario de su amigo, sin duda aquello era como una victoria para ellos, la mano de aquel chico se quedo quieta unos instantes y después comenzó a moverse de arriba hacia abajo, Elizabeth no tardo en mover su cuerpo de un lado a otro, supongo trataba de hacer menos dolorosa aquella dedeada, pero por su rostro supe que no lo estaba logrando, la mano de aquel chico comenzó a moverse cada vez mas y mas rápido, ella intentaba cerrar sus piernas pero era en vano, aquel chico la forzaba a abrirlas, hasta que de pronto uno de ellos dijo,
– ya, déjame a mi, quiero meterle dos dedos a la zorra esta,
El chico al fin se detuvo y cuando saco su mano la observo unos instantes y exclamo
Miren que mojada esta la zorra esta, en verdad lo esta gozando,
Se limpio los dedos en las piernas de mi esposa y dejo el lugar a su amigo, que de inmediato metió su mano bajo falda y comenzó a dedearla, ella al sentirse de nuevo invadida, comenzó a mover sus caderas con mayor fuerza, sin duda aquel chico le había metido dos dedos,
– tenias razón su vagina parece un volcán,
Ellos volvieron a reír y Elizabeth alcanzo a decirles,
– despacio chicos. Por favor,
Aquel chico no le hizo caso y comenzó a mover su mano de arriba hacia abajo con bastante fuerza, provocando que la respiración de Elizabeth se hiciera mas agitada,
– le gustan mis dedos doctorcita, porque si quiere le puedo meter tres… Jajaja
– no… Noo… despacio por favor,
La mano de aquel chico no se detenía y las caderas de mi esposa tampoco, no se si lo hacia para tratar de disfrutarlo o así evitaba un poco que le doliera, pero ver a mi esposa en esa situación, me había sacado una tremenda erección, era algo hipnotizante ver como aquella mano se movía bajo la falda de Elizabeth, hasta que después de unos minutos así, el chico que sujetaba a mi esposa reclamo su turno,
– ya sacale los dedos, ahorita voy a hacer terminar a la puta esta,
Aquel chico saco su mano y las piernas de Elizabeth se doblaron un poco, intercambiaron lugares y este último chico no tuvo contemplaciones con ella, rápidamente metió su mano entre las piernas de ella y de un instante a otro mi esposa pego un brinco y en su rostro se dibujo una mueca de asombro,
– que doctorcita, tengo muy gruesos los dedos,
Elizabeth de plano no contesto nada y comenzó a jalar aire y el chico comenzó a mover su mano de un lado a otro, mientras le decía,
– la estoy lastimando doctorcita, porque no nos deleita con un movimiento de caderas,
Para mi asombro Elizabeth le hizo caso y comenzó a moverse como el le dijo, enterrándose ella misma los dedos de aquel chico, el cabron sabia como humillarla,
– miren chicos, como se mueve la doctora putita, debe de ser tremenda en la cama,
Los dos chicos rieron al escuchar a su amigo y este comenzó a decirle
– vamos doctora, vamos, mueva esas caderas y entierrese mis dedos,
Elizabeth ya había cerrado sus ojos y sus caderas comenzaron a moverse de un lado a otro de una forma un tanto frenética, conocía a mi esposa y eso solo significaba una cosa, que estaba a punto de terminar y aquel chico también lo sabia, ya que sus movimientos se hacían mas y mas rápidos y de forma bastante tosca, mientras que los otros dos chicos miraban embobados tal espectáculo, hasta que después de unos minutos, Elizabeth cerro sus piernas aprisionando la mano de aquel joven y se quedo quieta unos instantes,
– wowowow… doctora putita, esta escurriendo,
Lentamente el cuerpo de Elizabeth se fue relajando y abrió sus ojos, el chico saco su mano y claramente pude ver como los fluidos de mi esposa la envolvían,
– ya chicos, suéltenme por favor,
El que la tenia agarrada obedeció y entre los tres la llevaron hasta una banca y la dejaron caer,
– que barbaron son, espero no nos haya visto nadie,
– no se preocupe doctorcita, de todos modos, todo mundo sabe que es usted una puta,
Los tres rieron, tomaron sus cosas y salieron del salón, dejando a mi esposa hay sentada, con la falda desarreglada y las piernas aun un poco abiertas, yo cerré la rendija y volví al almacén, ansiaba llegar a casa y platicar con mi esposa acerca de lo que había sentido,
Continuará.