Tenía yo unos 18 o 19 años. Se acostumbraba en esta ciudad a que las manicuristas iban a las casas de su clientas a hacerles las uñas de pies y manos, estaba acostumbrado a verlas entrar y salir y atender a mi madre.
Una de estas mujeres era una chica flaca. Siempre alborotada y a la cual en esa época sabia muchos la pretendían, debía ella tener unos 24-26 años. La voy a llamar Ricura, ya que no recuerdo el nombre.
Una noche en una fiesta de discoteca, me la encontré de casualidad en la misma discoteca en que estaba, disfrutando con mis amigos una velada de baile y relajo. En el relajo de la noche la manicurista de mi madre se me acerco, hablamos, más bien nos gritamos entre el ruido de la música de los inicios de los ochentas, y bailamos un ratito. Ricura me apretaba y sobaba, yo estaba dichoso y mis amigos celosos.
No podía ser muy publico con ella, no se veía bien, las estupideces de la sociedad y sus terribles reglas de juego y de clases. Ricura me dijo la encontrara en la calle que me esperaba para preguntarme algo.
Al bajar, me encontré con ella y me pregunto que si quería irme con ella a tener sexo, si así de frente, yo un poco nervioso le dije que sí, no tenía muchas oportunidades en esta ciudad de tener sexo a mi edad, y no era yo muy agresivo en ese sentido.
Total es que nos montamos en mi carro y partimos hacia un motel que se encuentra al otro lado del lago, llegamos y parqueamos junto a la habitación, entramos y no era un motel de 5 estrellas, si tenía, media era mucho, pero serviría. Ricura estaba algo embalada pienso que se había fumado o ingerido algo para estar trabada durante la rumba. Ya dentro y sin mucho preámbulo nos desnudamos, ella era muy flaca, pero estaba rica, yo en mi plena juventud estaba tieso y listo para la faena.
Ricura me sentó en el borde de la cama, y comenzó a lamer con su puntiaguda lengua el glande de mi erecto pene. Yo realmente no sabía qué hacer con esta mujer, era mi primera vez con alguien mayor que yo y con experiencia. Me deje hacer, luego se acostó en la cama boca arriba y me dijo, es más me ordeno que me la comiera, que me enseñaría, así que siguiendo instrucciones, le lamí sus labios vaginales, le metí la lengua entre su depilada concha, que para la época era una novedad, no sabía mal y no tenía ningún olor acierto, la lamí hasta que se corrió entre gemidos y temblores. Se puso en cuatro y me dijo se la metiera de una, me coloque detrás de sus pequeñas caderas y de un solo golpe la metí hasta el fondo. Durante unos minutos y con la energía de un chico de mi edad no parecía fuera a terminar muy pronto, ella ya veterana, pedía más duro y rápido. Que delicia, si me vieran mis amigos, no podía creerlo, pero tampoco podía contarlo, ya sabía que hay que ser discreto.
Terminamos, salimos y la deje cerca a su casa. Dos días después me la encontré haciéndole las uñas a mi madres y aunque os vimos de vez en cuando, nunca más volvimos a disfrutar el uno del otro.