Me llevaron a la morgue. Abrieron aquel cajón empotrado, ni el ruido que hizo mientras tiraban de él me gustó. Antes de verlo me entraban ya ganas de llorar. Me acompañaban mi padre y tío Onésimo. Mamá Emerenciana se quedó en casa porque no quería tío Onésimo llevarla.
— Ya lo verás antes del funeral que estará bien arreglado; no quiero que te cueste un mal, —díjole tío Onésimo.
Cuando lo destaparon vi su rostro bello, muy bello y me abalancé. No me dejaron tocarlo todavía. Mi padre me abrazó y tío Onésimo me agarraba la mano muy fuerte, como para que no escapara y tuviera calma. Delante tenía lo que me había hecho feliz, lo mejor que me había ocurrido en mi vida. A mis lados los que lo hicieron posible. Pero el Destino es más poderoso que nuestras voluntades. Es como un dios tan poderoso que tiene la capacidad de sorprenderte. ¿Qué es nuestra voluntad?, ¿para qué nos sirve?, ¿de qué sirven nuestros proyectos e ilusiones, nuestros compromisos y nuestros deseos? ¿De qué y para qué sirve vivir si nos falta lo que deseamos?
— Vamos, vámonos de aquí, preparemos sus funerales y luego preparad otro para mí, —dije con firmeza y seriedad.
— No digas eso, Ismael, hay que levantar el ánimo, —dijo tío Onésimo.
— Y para qué me sirve a mí ya el ánimo, papá, si no tengo mi amor en el corazón, ¿qué soy yo sin Eduardo?
— Ni se te ocurra, ¿nos amas a tu padre y a mí y a mamá Emerenciana?
— Sí, pero más amo a Eduardo y se me fue…
— Si nos amas, no hagas nada para que perdamos un hijo al que amar y en él seguir amando a Eduardo.
— Tengo mucho que pensar, mi vida queda vacía, no me hallo en este mundo…
— Piensa qué quisiera de ti Eduardo; piensa todo lo que quieras, pero no hagas nada que podría disgustar a Eduardo, no hagas nada de lo que pudieras arrepentirte si estuviera en tus manos, no hagas nada sin consultarnos, no nos des más disgustos, y piensa en tus cuatro hermanitos que tienes en casa y que te quieren y confían en ti y esperan que puedas sustituir a su hermano mayor…; mira, yo te pediría que seas Ismael para tu padre, que te ama con locura, y Eduardo para nosotros que tanto te necesitamos…
— ¿Y para que quiero yo vivir para otros, si no tengo ya a quien vivía para mí?
— Piensa, piensa en todo menos en ser egoísta…, quizá un día te sale otro como Eduardo que te ama como te amó Eduardo y al que podrías amar como amaste a Eduardo…
— ¿Otro como Eduardo? No sé dónde podría haber otro como él?, ¿Tú sabes de verdad cómo era Eduardo conmigo? No puede haber otro…
— Puede haberlo y los hay…, yo tengo a mamá…, escucha bien, Eduardo era como Emerenciana, todo corazón, todo amor, todo generosidad…; te necesitamos, para que tú, Ismael, seas como Eduardo para nosotros, y te queremos, te necesitamos…
— Mañana tendremos el funeral en la Iglesia…, ¿podré decir algo sobre Eduardo?
— Hoy vendrá a comer con nosotros don Adolfo, le preguntamos y quedas con él, si no fuera posible en la Iglesia, donde vendrá mucha gente, lo haríamos en el cementerio, antes de darle sepultura.
Adolfo me permitió decir unas palabras al final de la ceremonia de funeral, me dijo que evitara hablar de la homosexualidad de Eduardo y mía, sin mentir y no ser excesivo en los elogios, pero que diera gracias a todos los presentes por su asistencia. Entendí lo que me decía y para no pasarme en exceso en todo, me escribí mi discurso y se lo mostré a Adolfo. Me dijo que no había problema y que lo leyera despacio y con claridad.
Adolfo hizo una misa de funeral muy bonita, muy solemne y con unas palabras muy sentidas, entre ellas dijo:
«Quizá algunos os extrañéis que yo sienta una cierta estima por Eduardo, le estoy muy agradecido porque fue un gran colaborador con la iglesia, se encargó de todos los arreglos, nos ahorró muchos gastos, hijo de una madre muy piadosa y de un padre muy trabajador, buen orientador de sus cuatro hermanos pequeños… Vosotros sabéis que yo no puedo contar a nadie los pecados de los demás, pero sí puedo decir sus virtudes, entonces digo a Dios que estoy seguro que Él sabe perdonar a quien tan bien le ha servido en favor de su santa Casa… Además, estamos aquí porque aquello que buscamos y deseamos es la eternidad en el amor de Dios, pues todo pasa y acaba menos el amor y Eduardo supo amar a Dios, a su Iglesia, a sus padres y a su mejor amigo aquí presente… Yo pido a Dios que lo lleve a su Reino y que vosotros lo tengáis en vuestro corazón…»
Al concluir la celebración me hizo un llamamiento y me presentó por si alguien no me conocía y me invitó a decir unas palabras. Dije:
«Quiero en mi nombre y en el de los padres y hermanos de Eduardo agradeceros vuestra presencia hoy aquí; no podéis calcular cuánto nos ayuda en nuestro dolor el cariño que nos concedéis. Para nosotros, sus padres, sus hermanos y para mí es una pérdida incalculable, pero tenemos el alivio de que ha sabido poner el amor de su corazón en el nuestro. Eduardo fue siempre buen hijo, el mejor de los hermanos, un excelente amigo y un incondicional compañero para la vida. Ayudadnos a guardarlo así en nuestra memoria, reitero nuestro agradecimiento por vuestra presencia que nos anima considerablemente y por vuestras plegarias. Gracias».
Se acabaron los funerales, los pésames y todo lo que supone perder a quien se ama infinitamente. Tuvimos que quemar algunas cosas muy propias de Eduardo y toda su ropa, que trataba con mucho cuidado, la dejamos para que la escogieran los cuatro hermanos. Con los cuidados y atención que tuvo conmigo papá Onésimo y el cariño que desbordó mamá Emerenciana, mis pensamientos fueron poniéndose en orden. Pero de vez en cuando surgía el fantasma de la desesperación. Es lo que voy a narrar en este momento, porque este primer mes fue horrible, me recuperaba y volvía a caer en el más triste abandono. Quería como salir de mí mismo.
Era jueves. Eduardo debiera estar en casa, después de su trabajo. Casi todos los días, lo sentía por momentos cerca de mí. Ese jueves estuvo ausente y yo lo esperaba. Sentí la necesidad de Eduardo. Al llegar la noche avanzada, sentí desesperación y extrema soledad. La casa me asfixiaba en mi dolor y soledad y me desesperé.
Salí de casa, bajé por la calle oscura, sin saber a dónde iba. Bueno, eso no es del todo cierto, yo sabía a dónde iba, al menos la dirección, pero no sabía cómo llegar. Y a las 10:00 de la noche, todos los talleres de reparación de autos y tiendas de repuestos hace rato que están cerradas, las tiendas étnicas igualmente cerradas, lo mismo que los centros piratas de cambio y envío de dinero. Estaban cerrados incluso los supermercados y peluquerías de los chinos. Todas las luces apagadas, era difícil orientarse y lo último que se me ocurriría sería preguntar dónde quiero llegar. Ni el spa gay tenía gran letrero bien iluminado que anunciara su localización.
Nunca había estado en la casa de baños de la población, situada en las afueras, sabía de su existencia y sentía la necesidad de ir allí, como si me arrastrara Eduardo. Se decían muchas cosas de lo que ocurría por ese lugar, no era ese barrio, separado del resto por una zona intermedia de bosque, el mejor de los posibles. El lugar estaba rodeado de muchos negocios ilegales, clandestinos y muchos trabajadores, a los que llamaban «obreros", apilados en viejos apartamentos y destartaladas casas baratas por abandono. No pensaba si estaba a salvo o seguro, ni lo consideré. Me hastiaba estar en casa, añorando a Eduardo. Su ausencia era un verdadero martirio y buscaba un poco de relajación en plan anónimo. Así fue como inicié sin pensarlo la aventura que puse en marcha.
Pasé por calles y callejuelas, oscuras y destartaladas, con gente tumbada por el suelo durmiendo la borrachera y algún que otro corriendo como si se escaparan de algo o de nada. En realidad era la primera vez que iba allí intencionadamente; sí, había estado en saunas, centros de masajes, pero jamás en esta de la que tenía noticia vaga al respecto. Tras atravesar el pequeño bosque del parque, llegué, pagué y acudí para que me dieran la explicación para orientarme en las diversas zonas de los baños. No me enteré mucho, pero tuve que hacerlo. Volví a los casilleros, me desnudé y me envolví la toalla alrededor de mi cintura y me encaminé recordando las orientaciones no asimiladas de la charla.
Mi primera parada fue en la sauna de vapor, ya que era lo que realmente deseaba. Deseaba tener sexo con hombres, pero el sauna de vapor lo haría en un momento y era menos que un simple polvo, para no condenar mi conciencia contra Eduardo. Entré y dejé que mis ojos se acostumbraran al vapor y a la luz tenue amarillenta. Había unos cuantos tíos, algunos con toalla, otros con la polla afuera. Se oían gruñidos cerca de la máquina que expulsaba el vapor, caminé alrededor de una pared baja y vi a dos tíos follando, uno le metía la polla dentro del culo del otro y la sacaba fuera, estaba follando con vigor. Otro tío estaba de pie mirando y acariciando lentamente su propia polla con su mano en el manubrio al compás de los que estaban follando en la pantalla del televisor. Noté que mi propia polla se subía de intensidad, pero quería esperar para más tarde.
Me senté en el banco de baldosas y dejé que el vapor y el calor cubrieran mi cuerpo. Estaba un poco adolorido por una larga semana de pena y necesitaba liberación. Los otros chicos de la habitación salían estando yo dentro y otros entraban. Una de las cosas que había oído sobre este spa era que la multitud variaba mucho, viejos y jóvenes, en forma y gordos, toda la gama posible de hombres. Y así parecía ser, efectivamente.
Podía oír a los dos tíos gemir y gritar mientras se corrían, aparentemente al mismo tiempo. Sus espectadores también lanzaron gritos al disparar su carga de semen gracias a sus embestidas. Queriendo explorar algo más la instalación, salí por la puerta del sauna de vapor y tomé una ducha rápida al otro lado del pasillo. Me dirigí a la sauna seca para secarme después de la ducha y me encontré con otra gran vista: más hombres desnudos. Aquello se ponía bueno.
La sauna seca era más pequeña que la de vapor y no tenía el famoso rincón privado; todo el mundo parecía como más tímido. Tras 5 minutos de estar allí, el calor era tan excesivo que me salí. Un tío estaba en la ducha, acariciándose la polla mientras se enjabonaba el cuerpo, poniéndose el pene duro y listo para su propia diversión. Di la vuelta por la esquina del pasillo y bajé las escaleras hacia el laberinto de habitaciones privadas y la sala de video.
Algunas habitaciones estaban abiertas con hombres que deseaban invitados que se les unieran. Se veían en las pantallas de los televisores de cada habitación algunos videos porno, incluyendo videos claramente evidentes y directamente explícitos de penetraciones filmadas de cerca y con efecto de cámara lenta. Al igual que en el baño de vapor, los hombres de los cuartos privados eran de todo tipo.
Al doblar otra esquina, vi un hombre de unos 50 años de edad, ataviado con excelente el suspensorio de cuero, con un arnés y con un agujero por el que salía su grueso pene, el suspensorio muy ajustado a su cuerpo mientras se deslizaba un gran consolador negro hacia adentro y afuera de su trasero, tirando de su pene cada dos brazadas; este tenía un buen trasero con dos balones que sobresalían gracias al enmarque del suspensorio. Un tío más joven estaba de pie mirando su polla palpitando para manifestar su deseo; probablemente deseaba que su gran polla negra estuviera deslizándose dentro y fuera del culo en lugar del consolador. Me paré y observé la escena por unos momentos y continué porque no reaccionaban.
Me encontré con la sala de video, donde un grupo de chicos estaban relajándose y viendo una película. Era como una noche en casa para algunos de estos chicos, tumbados en el sofá, viendo una película; Serían como media docena sentados y envueltos en toallas.
Subí de nuevo las escaleras a una sala común con unos cuantos bancos y una cama king size; allí vi un grupito de tíos merodeando entorno mientras se la meneaban. En un extremo de la habitación había un espacio con una plataforma elevada y algunos agujeros diseñados en la pared debajo de la plataforma. Había unos cuantos hombres de pie debajo de los agujeros, esperando a que se les deslizaran las pollas duras y otros hombres que ya estaban beneficiándose del servicio de pollas duras que habían asomado por algún agujero.
Uno de los chicos chupando una polla anónima se balanceaba lentamente de un lado a otro, su propia polla desapareciendo en la boca de otro chupa-vergas hambriento. El chupa-vergas a su vez estaba acariciando su propia polla, emocionándose con el sabor y la sensación de una polla dura que se deslizaba dentro y fuera de su boca.
En la cama, otro tipo con un arnés de cuero estaba tirado sobre su espalda, sus tobillos en el aire, mientras que otros muchos deslizaban su puño dentro y fuera del trasero del que estaba allí con su gran agujero muy abierto ya a merced de quien asomara por allí. Estaba gimiendo a carcajadas por la sensación de que las manos se deslizaba dentro y fuera de su trasero, su polla palpitante y goteando por la sensación.
Subí los escalones hasta la plataforma que había por encima de los agujeros de gloria y observé cómo otra polla encontraba su morada entre los labios de un joven rubio. Me quedé ahí parado, mirando, mientras el chico rubio trabajaba expertamente el pene duro que pasaba por sus labios. Una mirada de placer cruzó su rostro mientras el rubio mamaba su largo y delgado pene, acercándolo cada vez más al orgasmo. Me quedé mirando, mi propia verga de 23 cms. que se me endurecía con el espectáculo que tenía ante mí.
Sentí un tirón en mi mano y me di la vuelta para ver a un hombre latino mirando mi polla y tratando de hacerse con ella. Yo aparté mi mano y él agarró mi pene y lentamente lo acarició. Había muy poco espacio en la plataforma y me hizo señas para que lo siguiera al otro lado de la habitación.
Al otro lado de la habitación había unos cuantos cuartos con puertas. En la pared que separaba cada pequeño cuarto había un agujero de gloria, que permitía que las vergas fueran empujadas a través de los agujeros para servir a las bocas ansiosas de chupárselas. Como sólo había un espacio vacío, nos apretujamos en el espacio de 1.20 por 1.20 metros e inmediatamente se arrodilló, tragándose expertamente mi gruesa verga. Esto parecían gallineros más que cuartos porque las paredes no llegaban hasta el techo, de modo que la oscuridad era el gran secreto, pero estirándose y fijando la vista se podía ver algo de lo que ocurría a ambos lados.
Chupó mi polla y tiró ligeramente de mis bolas, revolviendo las cargas de semen que allí estaban preparadas. Su boca estaba caliente y húmeda sobre mi pene palpitante, y se deslizó hacia arriba y hacia abajo de mis 23 cm. Podía sentir su propio cuerpo tenso contra el mío, y me di cuenta de que estaba a punto de acabar. Lo puse en pie, y me besó con fuerza en los labios, forzando el sabor de mi propia polla sobre mí. No me importaba. ¿Acaso me importaba ya algo?
Me deslicé por la pared, en cuclillas ante su cuerpo, lamiendo sus pezones y abdominales a medida que avanzaba. Pronto su polla, aún no siendo tan grande como la mía, se deslizaba entre mis propios labios y podía sentirle temblar de placer. Le di un masaje en las pelotas y le metí un dedo por el culo. Gruñó una vez, dos veces y luego lo sentí tenso y saqué su polla de mis labios.
Su semen caliente salió de su pene, echándomelo todo sobre mi hombro y mi pecho. Su respiración era rápida y caliente a medida que más semen salía de su polla, su mano izquierda presionaba fuertemente sobre mi hombro mientras luchaba por mantener el equilibrio. Comenzó a acariciar su polla para terminar su orgasmo, y expulsó más semen por la punta de su polla. Me levanté suavemente, y lo apoyé contra mí, pecho contra pecho. Podía sentir algo de su semen deslizarse entre nuestros cuerpos mientras me ponía de pie. Se echó un poco hacia atrás y lamió el semen de mi pecho y de mi hombro, probando su propia leche y gimiendo con extremo placer.
— No te has corrido, cabrón, —me dijo, un poco desilusionado y con voz humillada—. ¿Es que no te gustó?
— Mira, nene…, pues no; no, no me encantó; todavía no estoy a punto para disfrutar todo esto. Quiero jugar un poco más esta noche. No es por ti, es por mí, porque estuviste genial; quizá podamos vernos más tarde.
— ¡Serás hijoputa!, —me sonrió, me besó en los labios y abandonó el puesto.
Podía oír algo de movimiento en los pequeños cuartos que había a ambos lados de donde estaba yo y me acuclillé para mirar a cada uno de ellos.
Al lado izquierdo, un tipo estaba chupando ruidosamente la polla que le daban desde su izquierda, la chupaba toda, sin dejar un espacio sin lamer. A juzgar por los sonidos de ese lado, hacía un trabajo bastante bueno como para hacer gemir al que le estaba mamando su polla.
La puerta del lado derecho se abrió y se cerró dos veces; miré a través del hueco elevado; estaba muy oscuro, pero pude ver la silueta de un hombre, y observé cómo empujaba su entrepierna contra la pared como si quisiera follarla. Todavía llevaba puesto un pantaloncito corto, pero su polla estaba dura y se marcaba por debajo de la tela de algodón mientras la empujaba a través del agujero que acertó a encontrar.
Le acaricié la polla por la rendija sobre los pantaloncitos cortos, sintiendo que trataba de empujarla más profundamente a través de la pared. Lo empujé hacia atrás con la otra mano, tirando de la presilla de la cintura hacia abajo, se salió del agujero y liberé su pene de los pantaloncitos cortos. Él empujó su polla a través del agujero de nuevo, y yo envolví mi mano alrededor del pene, tiré de la piel hacia adelante y hacia atrás, masturbándolo hasta que gruñó como agradecimiento.
Me acuclillé en mi cuartito gallinero y me metí su verga en la boca a través de la rendija, no del agujero. Sabía a sudor cuando me tragué su verga de la cabeza a las pelotas. Olía a sudor cuando mi nariz estaba junto a su vello púbico e inhalaba su almizcle.
Lentamente deslicé mi boca a lo largo del eje de su polla mientras mi lengua entraba y salía de la hendidura en la cabeza. Sus pelotas estaban apretadas, tensas y duras cuando pasaba mis dedos por encima de ellas, masajeándolas y jugando con ellas para provocar una descarga de semen caliente. Podía saborear el pre semen que se deslizaba por el meato de la polla, mientras chupaba y tragaba esa verga profundamente en mi boca. Lo oía gruñir de placer mientras empujaba su entrepierna más fuerte contra la pared, clavando su pene más profundamente en mi boca.
Pude sentirlo tenso y su respiración se aceleró. Me incliné hacia atrás, y tiré de su polla. En pocos segundos, sentí su semen en mi mano y en mi muslo. Su jugo caliente continuó saliendo del meato de su polla y se inclinó algo más en la pared, tratando de subir a través de la rendija cuando el último chorro de su semen se drenó de sus bolas y su cuerpo era todo un espasmo al final de su orgasmo. Al no poder subir más, se metió la polla en los pantaloncillos y se fue.
Poco después de dejar el espacio, otro hombre tomó su lugar. Era oscuro y difícil saber de qué color era su piel, pero la cabeza sin circuncidar de esa polla tan dura era fácil de notar. La puerta del otro lado también se abrió y se cerró y otra polla apareció a mi izquierda. Me movía de un lado a otro con mi boca, chupando ambos penes alternativamente, cuando mamaba la polla de uno acariciaba con la mano la del otro. El que estaba a mi izquierda no parecía apreciar el trabajo de la mano tanto como cuando mis labios recubrían su polla, y se fue pronto.
Dediqué mi atención a la polla incircuncisa de mi derecha y masticaba suavemente el prepucio y deslizaba mi lengua alrededor del cipote y debajo de la piel. ¡Sabía tan rica…! Llevé mi boca a sus bolas y las chupé, mientras continuaba acariciando su polla. Mi propia polla estaba pulsando y saltando, esperando mi propia liberación.
Me levanté y acaricié nuestros penes juntos y empujé la cabeza de mi polla dentro de su prepucio. Estaba demasiado apretado pero empujó su pene más lejos a través del agujero de gloria. Notaba que salían mis propias gotas de presemen y las usaba para engrasar nuestros penes mientras los acariciaba. Él empujó su polla unas cuantas veces más profundamente en mi mano y pude sentir una humedad extra a medida que se acercaba.
Consideré que mi propia polla necesitaba algo de atención y salí del cuartucho, para echar unas cuantas miradas por el lugar. Dejé el gallinero algo peor de como lo encontré, estaba lleno de semen desparramado por doquier, como cuando las gallinas se cagan en sus gallineros. Terminé de nuevo en la sauna seca cuando dos tíos se estaban follando en el calor sobre los bancos de madera dura. Un joven chico latino cabalgaba sobre la polla de otro hombre mayor y luego se levantaba y se volvía para hacer una especie de 69 con él, tomando su polla y metiéndola profundamente en la boca del hombre mayor. El hombre mayor se enfrentó a este ataque oral con su propia polla metiéndose en la boca del muchacho. Todo el rato que los estuve mirando mi propia polla se mantenía dura y exigía atención, porque ya estaba palpitando.
Saqué mi polla de la toalla y la acaricié larga y tendidamente, atrayendo la atención del muchacho y del hombre mayor. Cambiaron de posición y el hombre se sentó y el muchacho comenzó a montar en la polla del hombre. Entonces vi que se inclinaba hacia atrás, respirando con fuerza. Con unos cuantos embates más, se sacó de un tirón la polla del culo del muchacho y el furor de su pasión le obligó a quitarse el condón y le lanzó chorros de semen caliente sobre las nalgas y la espalda al muchacho. Acarició su polla para exprimirla de lo último de su semen y se lamió los restos de sus dedos.
El jovencito se bajó de los duros bancos y deslizó su cabeza entre mis muslos llevando mi polla muy adentro de su boca. ¡Sabía hacerlo, joder! Me agaché arqueado y le agarré los pezones, sintiéndole saltar con cada pellizco. No pudo aguantar mucho más y se separó, levantándose y plantando sus labios en mi boca. Estaba soslayando mi propia polla para disfrutarla en otro momento de esta noche.
El muchacho movió su boca alrededor de mi oreja y me mordisqueó. Me preguntó susurrando si podía meter mi gruesa verga en su culo. Nos trasladamos a la banca superior y me acosté de espaldas. El chico desenrolló el condón y lo deslizó por mi pene duro y palpitante. Luego se sentó sobre mi polla y la metió profundamente en su cálido y lindo trasero. Mientras montaba mi polla, deslizando su trasero hacia arriba y hacia abajo por el hueco, su sudor goteaba sobre mi propio cuerpo, mezclando nuestros sudores.
Siguió acariciando su polla y montando la mía, metiéndola profundamente en su agujero y luego deslizando la cabeza casi siempre hacia afuera. Su culo palpitaba y se apretaba en torno a mi polla de modo que podía sentir cómo se tensaba su cuerpo. Levanté mi culo del banco y se la metí profundamente en su culo. Con unas pocas embestidas profundas, su pene estalló con rociadas de semen caliente, salpicando sobre mi estómago y mi pecho. Él gritó con el primer disparo y siguió montando mi polla y disparando más semen en mi cuerpo.
Cansado, se salió de mi polla, me besó y me levantó para irnos a dar una buena ducha. Yo me saqué el condón y enjaboné mi polla todavía dura y lavé las venas de mis abdominales y pecho. Me dirigí de nuevo a la sala de vapor; escuchando cómo otros dos tipos estaban follando en la parte más baja. Otro hombre estaba acostado boca arriba, acariciando su propia polla mientras escuchaba a los hombres follando a sólo unos metros de él.
Me senté en el otro banco y vi cómo el hombre acariciaba su polla a tiempo con los gruñidos de los chicos que se follaban. Mi propia polla todavía estaba dura y palpitante con el deseo de empujar mi leche caliente al exterior. Comencé a acariciarme la polla y el chico latino que acababa de follar volvió entró en la habitación. De nuevo cayó de rodillas y se metió mi polla en la boca, chupando y tirando del prepucio para abrir el cipote. Me tiró de mis bolas y tocó el perineo que tengo muy sensible detrás de mis bolas, y me llevó directamente hacia mi propio orgasmo.
Sus labios trabajaban a lo largo del tronco de mi verga y su lengua giraba alrededor de la cabeza, pasando incesantemente por el frenillo, impulsando olas de placer a través de mi pene. En pocos minutos, estaba a punto de explotar. Sintió mi cuerpo listo para venirse y se puso de pie, enterrando sus labios en los míos y yo me acaricié mi pene. Él estaba acariciando furiosamente su propia polla, llevándose a sí mismo a otro orgasmo, mientras yo trabajaba mi propia polla. Pegó sus labios a los míos y su lengua se retorcía con la mía, alternando de boca.
Jadeé y grité:
— ¡¡¡Me estoy corriendo!!!
Llegó la primera ola de semen que salía de mi polla. Apenas unos segundos más tarde, su polla estaba disparando más semen en mis abdominales casi al mismo tiempo que lo hacía yo. Continué acariciándome mi polla y corriéndome a tope, al igual que hacía él, y nuestros besos fueron profundos y densos, ya que ambos sacábamos el semen de nuestras pelotas y a través de nuestras pollas.
Podíamos escuchar a los otros chicos follando mientras también gritaban, se juntaban, se derrumbaban unos contra otros… Un poco más tarde, el que se estaba masturbando en solitario sacó sus propios chorros de semen de su polla, cubriendo sus abdominales peludos con su propio leche caliente. Ya estaba yo muy cansado y me puse de pie para a ir a las duchas. Me lavé el semen del chico latino que tenía extendido sobre mi cuerpo por segunda vez esa noche, disfrutando de los recuerdos de mi aventura. Al despedirme, el muchacho me dijo:
— No te preocupes, volveré. ¡Ahora ya no soy virgen!
Regresé a casa y dormí, soñando en Eduardo.
Al día siguiente le di muchas vueltas al asunto. Dos veces más fui a ver el chico joven y no lo pude encontrar. Solo unos polvos sin ganas y una gran decepción me apartaron para siempre de aquel lugar. Entre mis pensamientos se entrecruzaban Eduardo y aquel chico, poco menor que yo, como si fueran el mismo. No pude encontrarlo y se fueron diluyendo mis pensamientos, cada vez más confusos, pues no sabía ni su nombre.