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Uf, esa boda (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Mario ha acudido a la boda de su hermana menor en el lujoso hotel de la localidad donde viven sus padres, en compañía de su novia Elena. Ahí se encuentra con su prima Magda, a quien tiene más de 20 años de no ver. El encuentro produce chispas que orillan a que sucedan cosas por debajo de la mesa sin que el esposo y la novia de ambos lo sospechen. Esta es la segunda parte de esta historia.

Espero que la disfruten.

Con una casi imperceptible agitación en el tono de su voz, Magda le dijo a su esposo casi gritando para hacerse escuchar por sobre el estruendo de la música

– Tengo que regresar a la habitación. ¿Puedes acompañarme?

– ¿Qué te paso? – Dijo Julio extrañado aunque aún con su voz pastosa.

– Nada malo, sólo necesito ir a retocar mi maquillaje. Estuve sudando en la pista de baile y no me siento cómoda…

– Para mí te ves muy bien. – Dijo Julio

– Anda, sirve que te acuestas a descansar un poco. – Insistió mi prima.

– No. Yo estoy bien. No te preocupes. Me da flojera subir hasta el onceavo piso.

– Si no nos vamos a ir por las escaleras. Sabes que este hotel tiene elevador, ¿verdad?

– No, cariño. Que te acompañe tu primo si no te molesta. – Dijo volteando a verme. Yo sólo encogí los hombros en señal de que no me molestaría hacerlo.

– Julio, sabes que odio que te pongas así…

– Y yo odio que te pongas en papel de mi mamá. Ya te dije que estoy bien.

– Bueno, tu sabrás. – Dijo Magda ya molesta y se levantó para retirarse. Yo decidí seguirla a una prudente distancia.

Cuando finalmente llegamos al área de los elevadores, me sonrió y se disculpó por haber presenciado el connato de bronca con su marido. Le dije que no se preocupara, que lo entendía y la abracé con suavidad. Ella recargó su cabeza en mi hombro y nos quedamos así hasta que el ruido de las puertas del elevador nos devolvió a la realidad.

Entramos en silencio y ella presionó el número 11 mientras batallaba un poco con los botones. Estábamos nosotros dos solamente e hice el cálculo mental de que 11 pisos en un elevador pueden ser todo lo necesario para romper barreras y preparar el terreno para algo mas. Sus labios se veían apetitosos y los montes de sus pechos se elevaban como desafiándome a escalarlos. Sería un interesante paseo…

Cuando las puertas se estaban cerrando, llegó una señora de unos 60 años o tal vez un poco mas apurada y se metió al ascensor con nosotros.

– Al 17 por favor. – Le dijo a Magda, quien amablemente presionó el botón de ese piso.

Yo mascullé una maldición por dentro, pero seguí sonriendo mientras el ascensor se desplazaba hasta nuestro piso. Durante este tiempo, nuestras miradas se cruzaban inquietas con esas sonrisas forzadas que solo sirven para llenar los espacios incomodos entre las personas.

Cuando llegamos al piso 11, Magda salió apresuradamente y yo le seguí haciendo un gesto de despedida a la inoportuna señora que se quedó en el ascensor. Llegamos a su habitación, 1128 y le sonreí.

– Aquí te espero si gustas, en lo que sales. – Le dije.

– No seas tonto, entra conmigo. No eres ningún extraño. – Me contestó mientras pasaba la tarjeta con la banda magnética por el seguro de la puerta, que se abrió con un apagado chirrido.

Entramos a la habitación que se hallaba en penumbras. El resplandor de la luz del baño era la única fuente de luz. Su figura se veía a contraluz delineando sus torneadas piernas y las curvas que se dibujaban por su ajustado vestido. Le devoré con la mirada pero no me importó. Estaba tan excitado que ya me dolían las bolas con ese dulce dolor medio placentero, medio molesto que los caballeros conocemos tan bien.

– ¿Te vas a maquillar a oscuras? – Le dije medio en broma.

– No vine a la habitación a maquillarme. – Me dijo. La noté un poco apenada.

– ¿No?

– No, vine porque me tengo que cambiar de ropa interior. Estoy empapada. Fue una locura allá…

– Lo siento. – Le interrumpí. – Me dejé llevar por el momento.

– No debimos haberlo hecho. No es correcto. Está tu novia, mi esposo, la familia…

– Tranquila. Nadie se dio cuenta. Esto quedará entre nosotros, te lo prometo. – Le dije para tranquilizarla un poco. Se notaba alterada y con una cara de culpabilidad.

– ¿Me lo prometes? – Dijo tomando mis manos. Ella quedó con su espalda frente a la cama matrimonial y yo frente a ella. Me acerqué un poco para que me pudiera tomar las manos con facilidad.

– Estoy muy confundida. Estamos teniendo problemas y no…

– No te justifiques, Magda. Está bien todo. Aquí estoy. – Ella puso de nuevo su rostro en mi pecho sin soltar mis manos. Le besé la frente que quedaba justo a la altura de mi boca y no dijo nada. Sólo siguió en esa posición expectante.

Sabía que estábamos a un paso de dejarnos ir. Mi mente me decía que me alejara para no hacer una nueva locura pero mi pene estaba en plena estrategia de guerra y sin pensarlo me apreté mas allá para que notara mi excitación. No podía remediarlo, estaba condenadamente bella esa noche.

La sentí dudar y soltó mis manos. Yo aproveché esa súbita libertad y le abracé por su breve cintura. Los pliegues de su vestido se aferraban a mis manos y no me dejaban ir.

– Déjame ayudarte con esta braga húmeda. Yo fui el culpable y yo tengo que remediarlo. – Dije sonriente y casi esperando una cachetada o mínimo una frase de rechazo. No recibí ni lo uno ni lo otro y con suavidad hice que se sentara al borde de la cama.

Con las manos temblorosas hurgué por debajo de su vestido hincándome en el piso de la habitación y subiéndolas por sus piernas desnudas hasta sentir el borde de la prenda. Empecé a tirar de ella hacia afuera y Magda se recostó en la cama para facilitar mi labor. Cuando se las hube quitado las tomé en mis manos, completamente enrolladas y las olí aun estando de rodillas ante ella como pidiendo perdón o permiso. Estaban completamente empapadas del centro y sentí el penetrante olor de su sexo en mi nariz. Mi pene dio un bote al sentir esa sobrecarga sensorial y todos mis sentidos se pusieron en modo depredador.

– De verdad que están empapadas. – Dije mostrándoselas. Ella continuaba acostada con las piernas dobladas fuera de la cama y yo hincado frente a ellas.

– Tú te pasaste. – Dijo sonriendo. Ya no sentí duda o culpabilidad en su mirada y empecé a saborear el momento en anticipación.

– ¿Yo? ¿Cómo me pasé? – Le respondí acariciando sus piernas mientras dejaba la prenda mojada en sus manos.

– Haciendo eso que estás haciendo ahora. – Dijo jugueteando con la prenda en sus manos.

– ¿Esto? – Dije levantando un poco el vestido hasta que quedó expuesta su entrepierna. Unos labios vaginales hinchados y húmedos, rodeados por una linda mata de vellos cuidadosamente cortados en forma de triángulo me saludaron en esa luz mortecina. Acaricié esos labios vaginales haciendo que soltara un largo suspiro.

– Si, esto. Eres un salido. ¿Sabes?

– ¿Te gusta que sea salido? – Le respondí mientras seguía acariciando su vagina deliciosa con mis dedos.

– No. Eres un cerdo por aprovecharte de tu prima.

– Cerdo sería si hiciera esto. – Dije poniendo mi rostro en su entrepierna y sacando mi lengua para acariciar su clítoris con ella.

– Ahh uff cabrón, salido.

– ¿Te gusta? – Al terminar mi ataque lingüístico en su húmeda fuente de placer.

– No, no me gusta, déjame ir salido. – Me dijo pero sus palabras eran solo un juego que me invitaba a seguir.

– Te dejo ir solo si me dejas chupar esas tetas tan lindas que tienes.

– No, no son para ti. Son para que se las coma mi marido.

– Pero yo no lo veo aquí ahora. ¿Tú sí?

– No, pero no por eso van a ser tuyas.

Me levanté y me acosté junto a ella acariciando las tetas encima de su vestido.

– No quiero que sean mías, sólo que me las prestes para hacerles sentir lo que es el verdadero placer. – Gimió al sentir la caricia de mi mano. La moví para tocarla por un costado de su vestido y sentí la tibieza de su piel finalmente en mi mano.

– Ahh, eres un aprovechado. – Dijo moviéndose un poco para facilitar mi movimiento, Al hacer esto, los tirantes del vestido cayeron al hombro y quedaron sus senos expuestos. Como había sospechado, no traía sostén para esta ocasión

– No me lo digas a mí. Diles a tus nenas que parece que les gusta que las acaricie. – Le respondí señalando sus pezones en pie de guerra.

– No lo creo, es sólo que hace frío.

– Entonces creo que puedo ayudarles a que se calienten. – Dije.

Al hacer esto acerqué mi boca a su pezón derecho y la empecé a besar delicadamente dejando que mis labios siguieran su contorno mientras acariciaba su punta con mi lengua. Eran besos breves pero con una frecuencia que le hacían retorcerse en la cama, presa de mi excitación. Tomé su otra teta con mi mano libre y se la empecé a acariciar hasta que mis movimientos se hicieron mas intensos y empecé a estrujarla. Mientras hacía esto, metí toda la parte de la teta derecha que me cabía en la boca y seguí mi acometida con mi lengua.

Sentí su cuerpo estremecerse a un lado de mí.Mi mano dejó la teta izquierda en paz y fue recorriendo su abdomen a través del vestido hasta que llegué a su entrepierna mojada. Esta vez, sin contemplaciones hundí mi dedo corazón en su vagina totalmente lubricada y dio un respingo al sentirme. Su brinco hizo que toda la extensión de mi dedo entrara en ella y comencé un mete y saca brutal. Dejé su teta derecha tranquila y le di un largo y húmedo beso en su boca entreabierta.

Nuestras lenguas se unieron dentro de nuestras bocas. Sentí la suya ansiosamente acariciar la mía y sus brazos rodearon mi cuello para hacer mas intenso nuestro contacto. Metí dos dedos en su vagina esta vez y me recompensó con una nueva oleada de fluidos en mis manos a la vez que su cuerpo se arqueaba en convulsiones incontrolables debajo de mí.

– Ayyy cabrón me matas. – Dijo casi en un grito y jadeando. De pronto reparó en que aún tenía el vestido puesto y se separó de mi como rayo. – No puede dejar que se manche. – Dijo alarmada. Sonriendo le ayudé a que se lo quitara y quedó completamente desnuda frente a mí con excepción de sus tacones, recostada en su cama.

– Ahora si que no manches. – Dije alegremente mientras me despojaba de mi ropa también. En un santiamén estaba también desnudo junto a ella.

– Eres un aprovechado primo pero me has hecho gozar como hace mucho no…

– Dile a él. El tuvo la culpa por caliente. – Le dije mientras ponía su suave mano en mi pene que se cimbró ante su contacto.

– Entonces tu pene es un salido. – Dijo mientra lo acariciaba de arriba abajo. – Que castigo se merece por salido?

– Creo que es justo que lo castigues con tu boca. Eso le dará una lección. – Le dije.

– Creo que es justo, dijo girando para quedar frente a mis piernas y metió mi pene en su boca. – Empezó un rico mete y saca hasta la mitad de mi pene, que al ser de buen tamaño, no se prestaba a que lograra meterlo todo. No era la mejor mamada que había yo recibido pero el morbo de saber que era Magda, mi prima, potenciaba el placer por unas 40 o 50 veces. Cerré los ojos para disfrutar de las caricias de esa lengua prohibida que torpemente recorría mi tronco y besaba mi glande. Sentía la humedad de su saliva cayendo por el tronco y mojando mi pubis con esa sensación exquisita y el incesante movimiento de su boca. En mi mente desfilaron las imágenes de cuándo la vi entrar al salón de eventos, cuando se sentó y mostró sus lindas piernas, cuando bailamos juntos en ese baile complice y cuando la acaricié por debajo de la mesa. Estaba ya muy caliente y me vendría ahí mismo en su boca si no intervenía de inmediato. Recordé que aun no había penetrado esa deliciosa abertura que custodiaban los labios vaginales mas exquisitos que hubiera yo probado antes y me detuve.

– Necesitamos hacer algo respecto a tu pierna mojada. – Le dije mientra me ponía en medio de sus piernas en posición de misionero. Nuestras miradas quedaron a solo unos centímetros de distancia.

– ¿Qué sugieres? – Me dijo en un susurro.

– Intervención, pero no tengo guantes de látex para mi amiguito. – Le dije mientras me le quedé mirando con la misma expresión que pondría un perrito hambriento al pedir un hueso o en este caso un apetitoso filete de carne de primera.

– Creo que la nena se tomó una pastilla para prevenir algún accidente, así que no creo que el amiguito necesita nada mas que… ufff

Sin decir agua va, me deslicé por en medio de sus piernas y mientras hablaba entré a ese paraíso prohibido. Su vagina caliente y excitada me recibió con manifiesta alegría y Magda gimió con un largo y profundo suspiro. La besé en los labios mientras le hacía el amor con lentitud pausada como quien degusta un buen vino de una excelente cosecha. Mis manos la tomaban de su breve cintura para poder entrar mas profundamente en ella y nuestro beso se hizo mas ardiente, mas húmedo, mas excitante. Estaba resultando ser uno de los mejores polvos de toda mi vida y el hecho de hacerlo con el fruto prohibido lo hacía todavía mas excitante.

Sentí que se tensó de nueva cuenta debajo de mí, con la mirada me dijo que estaba a punto de venirse de nueva cuenta y apuré mi paso haciendo mis movimientos mas intensos para lograr una mayor penetración. Mi estrategia funcionó porque unos segundos después se arqueó y gimió viniéndose mientras le penetraba, sentí su corrida como un baño de agua tibia recorrer mi pene e increíblemente, no alcancé el orgasmo junto con ella. Al parecer mi amiguito estaba aguantando estoicamente el vendaval de sensaciones que la boca y la vagina de mi prima le habían lanzado. Seguí besando su cuello mientras se relajaba después de su orgasmo intenso. Sus brazos rodearon de nuevo mi cuello y me besó intensamente. La admiré a través de la poca luz en la habitación y me maravilló su aspecto de hembra salvaje, entregada al placer, con sus ojos semicerrados y mirándome con una mezcla de ternura, cariño y pasión. Su pelo lucía desaliñado, pero extremadamente sexy. Era un poema escrito con versos improvisados, pero no por ello menos hermosos. Inesperada, de esa belleza salvaje y sensual que empodera al sexo femenino y hace que los hombres caigamos rendidos a sus pies.

Me giré sobre ella en la cama y me acosté boca arriba para invitarla a montar encima de mí. Ni tarda ni perezosa, se subió encima, guio mi pene hacia ella y se ensartó empezando una cabalgada semilenta, mientras me veía con una mirada lasciva y medio puta. Me encantaba sentirla así, saber que gozaba a su propio ritmo y yo solo siendo el instrumento de su gozo sexual. Su humedad se sentía en todo mi pubis y un poco mas allá. Tomé sus tetas con mis manos y sentí sus pezones hinchados, hubiera querido besarlas mientras lo hacíamos pero la posición no me lo permitía así que me contenté con acariciarlas un poco mas fuerte de lo que normalmente lo haría pero a ella pareció no importarle y cerrando los ojos siguió cabalgándome por varios minutos, en un mete saca delicioso. Sus gemidos se hacían cada vez mas guturales, y mi pene se sentía a punto de soltar una venida masiva. Estaba tan caliente que en ese momento no me hubiera importado su hubiera llegado Julio con un machete para tratar de separarme de mi amiguito con un solo tajo. Cambiamos de posición para hacer el de perrito pero no me sentí tan cómodo sin poder admirar su belleza y mirar sus gestos de cachondez que me prendían tanto así que la regresé a la posición del misionero donde ahora si pude comerme sus tetas con las ansias que había guardados desde el principio. “Me voy a venir, ya no aguanto mas” me dijo y yo asentí en silencio. Yo también estaba a punto y, agarrándome de su cintura, intensifiqué mi ritmo hasta que sentí que mi leche le inundaba por dentro. Fue una corrida descomunal y no pude evitar el exhalar un grito que me salió del fondo del alma, casi soné como un animal herido y fue todo lo que Magda necesitó para venirse de nuevo en un concierto de gemidos incontrolables.

Cuando pudimos recuperar las fuerzas, caímos en cuenta de que habíamos pasado mas de 40 minutos fuera del salón. Era demasiado tiempo para maquillarse y a juzgar por su rostro sudoroso y su cabello alborotado, no podríamos convencer a nadie de que se había realmente maquillado. El vestido estaba arrugado a un lado de la cama y mi ropa estaba tirada sin orden por toda la habitación.

Como pude me vestí y le ayudé a ponerse su vestido de nueva cuenta, le ofrecí buscar unas bragas y me dijo que lo dejara así; ya no teníamos tiempo para mas que medio acicalarnos así que bajamos al salón con algo de temor de que alguien hubiera notado nuestra ausencia.

Magda se veía esplendorosa al bajar al salón, a pesar de su desaliño, su rostro brillaba de satisfacción y parecía gritar a quien fuera un buen observador que acababa de recibir su buena ración de sexo. Seguramente yo tendría alguna expresión similar pero no tenía manera de saberlo.

Ya la concurrencia estaba a la mitad. Evité pasar por donde estaban mis padres y mis hermanas y me dirigí al salón donde se hallaba Julio balanceándose en su silla mientras trataba de seguir la canción que se oía en el equipo de sonido.

Elena ya estaba de nuevo en su lugar y me vio con una mirada ligeramente inquisitiva pero no dijo nada. Tratando de actuar con naturalidad, me acerqué a ella y le di un beso que no rechazó. Eso me dio mas aplomo y le dije:

– ¿Tiene mucho que llegaste? Fuimos a hacer un recorrido de saludos a la parentela y apenas nos han dejado regresar. Es lo malo de tener tantas tías chismosas.

– Me imagino, dijo y sonrió. – Al parecer ya se había bajado su mal humor y tomando mi mano se acercó a mi oído y me dijo:

– ¿Están ricas las camas del hotel para hacer el amor, cariño?

Y guiñando un ojo, me besó.

Fin?

Dark knight ([email protected])

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