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Mi profesora, mi compañero y yo
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Me llamo Óscar, tengo 20 y lo aquí contaré pasó hace 2. Por aquel entonces ya estábamos casi fuera de la prepa y mi actitud hacia las mujeres y mis compañeros había cambiado. Todo gracias a Sasha, la profesora de química que nos daba clase. Ella era demasiado perfecta para ser educadora. Piel blanca como la leche, cabello negro y corto que no le caía más allá de las mejillas. Un perfecto cuerpo de pera con caderas anchas y piernas hermosas, un culo tan perfecto que era imposible no verlo durante clase, sus tetas eran pequeñas en comparación a semejantes nalgas, pero se veían prominentes y preciosas bajo la ropa formal con la que nos impartía.

Esta mujer tuvo que hablar conmigo después de que un compañero me acusara de bullying. En el momento supe exactamente quién me había delatado, pero ella no me dijo el nombre. Me gustaba hacer menos a los demás y ella me hizo darme cuenta de ello y del mal que hacía. Digo esto rápido, pero fueron casi dos semanas de quedarme a hablar con ella después de clases. Era tan cálida, tan gentil y amable que no pude hacer más que agradecerle. Por aquel entonces tenía muchos problemas en casa y mis amistades eran muy negativas en muchos aspectos, pero simplemente estaba acostumbrado. Sasha me ayudó a sobrellevar un poco todo eso y me enamoré de ella hasta tal punto en el que me decidí a confesarme.

Así fue como di con la dirección de su casa y fui hasta allá. Hacía frío todavía y yo estaba congelándome. Todo el camino desde mi casa hasta la suya fui temblando, pero sabía que si dejaba pasar este impulso que me dio de pronto, nunca le diría. Así fue como llegué a su puerta y por más que intenté armarme de valor no pude hacer nada. No toqué a la puerta ni nada, caminé llorando desde su jardín hasta la banqueta y me alejé caminando… hasta que, ya un poco lejos, vi cómo su ropa interior colgaba de un tendedero en su patio y me dije a mi mismo que las necesitaba. No me malentiendan, no soy mucho de masturbarme, pero en ese momento me pareció irresistible. Me arriesgué a ser descubierto y salté por la puerta al costado de su casa y entré en su patio.

Caminé por el césped para hacer el menor ruido posible hasta llegar a una tanga hermosa de color roja y después tomé una pieza de lencería con encaje. "Maldita puta", pensé al imaginarla vistiendo esto para un hombre. Me decidí a salir, pero gemidos de la ventana me convencieron de no hacerlo. Estaba gimiendo de placer, lo supe al instante. Comencé a llorar una vez más al escuchar cómo gozaba de lo que cualquier tipo le estuviera haciendo.

Me obligué a asomarme, quería verla, aunque sea un poco, en ese estado que nunca vería en la escuela. La cortina dejaba un buen espacio para ver y cuando me asomé la sangre comenzó a hervirme. Ahí estaba, frente a ella y completamente desnudo, Caleb. Un perdedor total. Su abdomen relleno de grasa y la piel morena clara, una primera imagen que me hizo apretar el puño al ver cómo agarraba con una mano el cabello de Sasha y oprimía su cara contra su pubis, la pobrecita tenía toda su verga en la boca y lo que vino después me hizo sentir peor. Caleb jaló suavemente la cabeza de Sasha hacia atrás, dejando que su enorme y negra verga saliera de la boca de mi enamorada. Me sentí horrible, en verdad, había visto penes así en internet, pero siempre pegados a los cuerpos de hombres altos, negros y musculados, no al de putos frikis desnudos y con sobrepeso. Sasha tomó de vuelta su pene y lo lamió como su fuera un helado, su glande rojo gozaba de esa boquita tan bella.

En ese momento, sentí el impulso de entrar y golpearlos a los dos, pero mi mano se movió sola, saqué mi celular y grabe cuatro agonizantes minutos de Sasha saboreando el pene de quien yo pensaba era un perdedor, caminé hasta mi casa y esa noche me decidí a vengarme. A follar yo también con ella. Antes de salir, en la última hora, le dije que algo había pasado en casa y que quería hablarlo con ella en privado. Fuimos después de clases a su oficina y ahí, justo tras entrar, cerré las persianas, puse seguro a la puerta y bajé mis pantalones, dejando ver mi semierecto pene. Al mismo tiempo, reproduje el video en mi celular y no le di tiempo a Sasha para decir nada.

– Chúpalo o le paso esto al director.

Me hizo mil preguntas en unos pocos segundos. "¿desde cuándo lo sabes, nos estabas espiando, tú grabaste eso, qué esperaba conseguir chantajeando?" Y entonces pasó a la negación. Ya tenía bien pensado todo.

– Deja tú que te despidan, voy a dejar que reprueben a este pendejo, ¿qué dirán las universidades de un alumno que se anda con estas cosas?

Pude ver cómo su expresión pasó de enojo a preocupación y después a enojo otra vez.

Se arrodilló frente a mi y tomo mi blanca verga con dos dedos.

– Me decepcionas mucho Óscar.

Pude verla limpiando unas lágrimas de su cara antes de sentir cómo sus hermosos y gruesos labios de jalea rodeaban mi pene, su larga y gruesa lengua explorando mi falo erecto. Lo disfruté como nunca antes había disfrutado una mamada y en menos de un minuto estaba listo para eyacular, mi pene palpitaba y mi glande estaba tenso. Sentí como una mano de Sasha me agarraba los testículos y los retorcía, retrasando así mi corrida. Sacó mi pene de su boca.

– Ni creas que me vas a tirar tu asquerosidad en la boca.

Le di un manotazo en el brazo y soltó mi saco, dando rienda suelta a mi eyaculación, le bañé la blusa negra y la nariz con un grueso chorro.

– Vas y chingas a tu madre, perra.

La agarré del pelo y le pegué mi pene a su cara.

– Vas y me dices que me porte bien, que le hago daño a otros y tú vas y te andas cogiendo al más soso del salón. Me gustabas mucho, ahora veo que sólo te importan los mierderos penes.

Le di una cachetada fuerte y le dije que el vídeo no se borraba hasta que la penetrara. Estaba asustada y muy sorprendida, paralizada. La agarré del brazo, la hice subir por la fuerza a su escritorio y le subí la falda hasta la cintura, le hice a un lado el calzón y vi por primera vez su peludo pubis y, sin pensarlo, acerqué mi pene a sus labios hasta el punto en el que mi glande los tocaban. Me preocupaba verme pequeño en comparación a Caleb, por lo que la obligué a verme la cara. Fue en ese momento en el que me detuve. Sasha empezó a sollozar y a llorar mucho. Me quité de encima y ella se quedó así, de piernas abiertas sobre su escritorio con la vagina expuesta y llorando.

Me subí los pantalones y estaba por salir cuando sentí sus manos en mi brazo y ella me abrazó.

– Tú no eres así, Óscar, no vuelvas a hacerme esto… ni a mi ni a nadie, te lo ruego, no seas así. No tenías que hacer esto, mi niño.

Me dio un abrazo más fuerte y yo comencé a llorar. Era la única persona que se había preocupado por mi en meses y yo intente violarla. Lloro mientras escribí esto de sólo tener que usar la palabra violar. Me disculpé, le rogué que me perdonara y le acerqué pañuelos desechables. Se limpió el semen de la cara y las lágrimas y después se cubrió la blusa con un saco grande.

Ahora ya no estaba triste, sino enojada y harta. La vi y pensé que me despreciaba, su mirada no me dejaba más que vergüenza. Borré el vídeo frente a ella y salimos juntos de la oficina como si nada hubiera pasado. Fue en mitad del pasillo cuando me dijo.

– Caleb y yo llevamos así dos años… no quiero que creas que no te incluyo por algo en específico. Es sólo que tengo que preguntarle a él antes de que los tres compartamos esto.

– ¿Compartir?

– No pienso terminar lo que tengo ni por ti ni por nadie. Lo más que te puedo ofrecer es que te unas una vez… para probar.

– ¿Comparten seguido?

– Hace un año que no… pero como sea. ¿Quieres que le diga?

Yo me lo pensé. Estar con Sasha y con su consentimiento sería el paraíso, pero Caleb…

– Sí, por favor.

Se alejó sin decirme más que "nunca vuelvas a intentar lo que hiciste hoy, Óscar. Yo sé que no eres así".

 

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