Para abreviar os diré que en un chat erótico conocí a un chico turco de mi edad y poco a poco fuimos intimando hasta conocernos por Skype y whatsapp. Se llama Ismail y fue él quien me animó a contar mi experiencia con el moro, aconsejándome experimentar nuevas sensaciones estando completamente quieta en la cama. Total, que me armé de valor y fui a visitarle a su país. Eso sí, no debía ni besarlo ni siquiera tocarlo (para no darme pistas). Llegué al aeropuerto de Estambul donde me recogió y me llevó a su piso. En el camino hicimos el pacto de que yo me tumbaría en la cama desnuda y que Ismail se encargaría del resto. Eso sí, con los ojos vendados todo el tiempo y tal y como habíamos acordado, estar totalmente quieta para de esta manera poder experimentar todo tipo de “sensaciones”.
Total, llegamos a su apartamento. Ismail no entró, se quedó fuera en el rellano y cerró la puerta con llave. Sólo había una cocina unida a la salita y un baño pequeño en la habitación. Hice un pis, me desnudé, cerré la puerta de la habitación, me puse una venda (que estaba sobre la almohada) y me tumbé sobre la cama.
Pasados unos minutos, escuché que abrían la puerta del apartamento y la cerraban nuevamente con llave. No escuché más ruido. Al minuto se abrió la puerta de la habitación. Inmediatamente sentí que entre varios me ponían unas muñequeras tanto en las manos como en los tobillos. Luego sentí cómo (con cuerdas) las iban tensando y tensando hasta que mis brazos y piernas quedaron totalmente inmóviles y en forma de “X”. Inmediatamente salieron de la habitación cerrando la puerta. Quedé unos minutos “sintiéndome” totalmente vulnerable en ese estado que, dicho sea de paso, me excitó sobremanera. Ismail me dijo que tenía que “sentir” y ese estado de vulnerabilidad era el ideal.
Ya mentalizada para únicamente “sentir” alguien entró a la habitación, “sentí” una mano que acarició mi cuerpo. Esa mano se detuvo en mis pechos los cuales trató con brío, era una mano vigorosa, con dedos fuertes. Inmediatamente el misterioso hombre se puso entre mis piernas, “sentí” unas gruesas y peludas piernas y un duro nabo que buscaba la entrada de mi lubricado coño. Cuando consiguió meterla no tuvo reparos y me la clavó hasta el fondo, posando al mismo tiempo sobre mi sensible cuerpo su peludo y fornido pecho. Mi anónimo amante no gesticulaba palabra, solo podía escuchar su respiración en mi oreja con algunos pequeños gemidos. A pesar de mi situación de total indefensión, el corpulento hombre que me estaba poseyendo era suave y gentil en sus movimientos.
Sentí sus embestidas pero no eran tan frenéticas como estaba acostumbrada. Su respiración era melodiosa y en sincronía con sus movimientos mientras me follaba. Sus manos rodeaban mi nuca y “sentía” el dominio de aquel macho pero a la vez su cuerpo sobre el mío no mostraba signos de superioridad. Era una serie de “sensaciones” nuevas. Estaba totalmente inmóvil, con los ojos vendados.
Mi cuerpo estaba a su merced pero en esa situación mi amante solo se limitaba a disfrutar clavándome constantemente la verga hasta el fondo acompañando sus embestidas con suaves gemidos y una respiración profunda. Pausadamente comenzó a besarme la oreja, luego a chupar y lamerme el cuello para finalmente besarme en la boca. Tenía un bigote frondoso pero muy suave. Sus labios eran anchos y me metía la lengua hasta la garganta.
Disfruté de sus besos y hasta de las babas que dejaba en mi cara y cuello Disfruté de sus gemidos, de su profunda respiración, de sus manos alrededor de mi cuello, de su peludo y fornido cuerpo frotándose sobre el mío para ayudar a sus potentes embestidas.
Su verga no paraba de retozar dentro de mi palpitante y lubricado coño. En un momento dado hundió hasta el fondo aquella dura tranca y, acompañado de unos penetrantes gemidos en mi oreja, comencé a sentir sus contracciones. Su verga no paraba de palpitar haciendo estremecer mis paredes vaginales con sus continuas contracciones. “Sentí” cómo sus brazos se afianzaron fuertemente alrededor del cuello mientras su dura verga no paraba de evacuar semen en mi útero.
Sus gemidos se convirtieron en una bella melodía que acompañaba aquella espectacular corrida. Todo su cuerpo vibraba y hacía vibrar el mío. Cuando terminó de correrse, “sentí” la quietud de su cuerpo. “Sentí” los latidos de su corazón sobre mi piel. Sus respiraciones fueron siendo más calmadas y pausadas. Sus labios comenzaron a besarme apaciblemente mientras sus brazos se separaban de mi nuca a la vez que sacaba la verga de mi sumiso coño. Se levantó y así como entró, salió de la habitación.
Nuevamente quedé sola, pero esta vez recordando todas y cada una de las “sensaciones” que acababa de experimentar. En un momento dado, alguien entró y se limitó a limpiarme el coño con una toalla. Luego salió y cerró la puerta.
Después de un rato, alguien entró y cerró la puerta. Esta vez le sentí situarse entre mis piernas y sin preámbulo alguno, comenzó a meterme la verga a la vez que posaba su cuerpo encima del mío. Era más menudo que mi anterior amante. Tenía menos vello corporal pero sudaba bastante. Cuando me tenía bien ensartada, sus manos fuertemente me sujetaron del cabello para a besarme justo cuando su cuerpo comenzó a moverse para acompañar sus penetraciones.
Me estuvo follando un buen rato y no paraba de besarme, solo escuchaba su fuerte respiración nasal. “Sentía” su cuerpo moverse encima del mío, “sentía” su verga bullirse dentro de mí. “Sentía” cada una de sus embestidas impulsadas por el peso de su cuerpo “Sentía” cómo me clavaba su dura tranca hasta el fondo impulsado por su pelvis.
Su cuerpo se revolvía sin parar sobre mi inmóvil cuerpo. Realmente “sentir” esa otra manera de ser poseída, esa otra sensibilidad en un hombre al que tampoco podía acariciar ni tocar, era demencial.
No pude contenerme y tuve un tremendo orgasmo. Intenté gemir pero estando mi boca atrapada entre los labios de mi nuevo amante, debilitó mis gemidos. En un momento dado, su cuerpo comenzó a convulsionarse, su verga se puso muy pero que muy dura y comenzó a eyacular arrojando gran cantidad de semen en cada una de sus contracciones. Realmente “sentía” como el semen era lanzado en mis entrañas por tan potente verga. El cuerpo de mi amante no paraba de estremecerse, gimiendo fuertemente dentro de mi boca y tirando con ímpetu de mis cabellos en cada contracción.
Experimenté una serie de “sensaciones” que se daban al mismo tiempo. Lo más sorprendente es que, “sentir” un hombre en ese estado de agitación solamente con dejarle hacer, sin que yo hubiese hecho absolutamente nada más que estar quieta, fue colosal. Ni qué decir que mi coño no paró de “sentir” durante los espasmos de una verga que no paraba de eyacular.
Paulatinamente, su cuerpo comenzó a tranquilizarse. Su boca seguía besándome pero con más calma. Su verga se mantenía en el fondo de mis entrañas pero sin movimiento alguno. Al cabo de un minuto, paró de besarme y sacó la verga suavemente de mi obediente coño. Se levantó y salió de la habitación así de alegremente.
Durante toda la tarde fui poseída por 6 o 7 hombres. Todos diferentes tanto de complexión, de temperamento, de diferentes maneras de penetrarme, de diferentes maneras en que mi quieto y sumiso cuerpo fue capaz de haber producido tanto placer. Realmente Ismail tenía razón cuando me dijo que me dejara hacer, simplemente que “sintiese”. Curiosamente, en ningún momento sentí molestias en el coño, todo lo contrario parecía que toda verga que me penetraba, me sabía a poco.
Los días fueron pasando y mi cuerpo se convirtió en una continua fuente de placer para todos los desconocidos que me usaron, que me poseyeron, que me follaron, que me penetraron y que derramaron todo su semen en mis entrañas. Los últimos días en la cama de Ismail ya no estaba atada. Ya era consciente que las manos quietas, las piernas abiertas y una total inmovilidad eran mi seña de identidad.
Ahora puedo decir que un hombre es auténtico en la cama cuando le dejas hacer, sin que le provoques a hacerse el macho para que te meta caña. Ellos en su naturaleza saben darte placer sin necesidad de pincharlos. Solamente necesitas estar callada, sin moverte y sumisa. En ese entorno son tiernos, afectuosos y hasta campechanos.
Mi experiencia en Estambul fue un antes y un después. También he de deciros que nunca supe cuando fui follada por Ismail. Él estaba entre todos esos hombres que me poseyeron, de eso estoy segura.
Hoy, en mis relaciones sexuales solo le exijo a quien haga uso de mi cuerpo, que no utilice aparatitos ni juguetitos. Únicamente pido que se le ponga dura para sentir vigor y vitalidad dentro de mí.
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Gracias a JulioG y a Toño por sus comentarios en mi anterior escrito.
Carmen.