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Mi primera experiencia gay
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Hace unas semanas escribí un relato de cómo fue una de las experiencias más deliciosas que haya tenido en el transporte público. En aquella ocasión mencione que no fue mi primera experiencia gay, aunque fue de las más deliciosas, por lo que en esta ocasión me gustaría hablar acerca de cómo perdí la virginidad.

Creo que tendría alrededor de 18 años cuando me sucedió, prácticamente a la mitad de mi vida recorrida al día de escribir estas líneas. Para aquel entonces ya tenía muy en claro que era lo que quería al respecto de mi sexualidad. Cuando estaba en la secundaría recuerdo haber visto con mis amigos varias revistas pornográficas, y aunque ellos comentaban una y otra vez acerca de las actrices que ahí aparecían, yo me quedaba embelesado viendo a los hombres y sus gigantescos penes. La cara de placer de las actrices era lo único que me llamaba la atención de ellas, pues me hacía preguntarme constantemente si realmente disfrutaban tanto lo que les estaban haciendo como sus expresiones hacían ver.

Y con esa idea creciendo en mi cabeza por varios años, fui explorando mi cuerpo, al tiempo que me imaginaba en sus posiciones y situaciones, con hombres de diversos tamaños, colores y formas tomándome y usándome para su satisfacción, que en el fondo era mi propia satisfacción. Cuando llegue a la edad que mencione, estaba no solo decidido, sino también en plena efervescencia de hormonas.

Acelerado por ello, decidí meterme a un canal de chat para gays que era muy popular en aquel entonces, y comencé a buscar gente con quien quedar para tener mi primera experiencia. Como en muchas ocasiones, fue de probar con varios desconocidos, de preguntar, ofrecer, y pedir sin llegar a concretar nada. Sin embargo, en lugar de desanimarme, termine calentándome aún más cuando varios de ellos me describían que podríamos hacer, y alguna que otra foto indiscreta que me llegaba por servicios en línea.

Por fin, después de una hora, se concretó lo que esperaba. Un señor me dio su teléfono, al que llame para conocerlo mejor. Nos dijimos algunas cosas calientes, acordamos donde vernos y la hora, colgamos y supongo que ambos nos comenzamos a preparar para el encuentro. Una hora después estaba en camino hacia la ubicación que quedamos.

Viendo hacia atrás, fue una fortuna que puedo escribir estas líneas, pues tristemente muchas personas que intentan algo pareció a lo mío terminan muy mal, pero creo que sería mejor enfocarnos en mi historia que termino muy bien para mi gusto.

El caso es que llegué a la esquina del banco que acordamos y ahí me quede parado viendo hacia los lados, mientras esperaba. Entonces, él llego en un carro rojo, se estacionó frente a mí y abrió la puerta, y como si fuera un comercial de Uber (antes de que existiera el Uber), me pregunto “¿Alberto?”. Yo le dije que sí y subí a su automóvil. Que suerte tuve de no terminar en la cajuela, amarrado y camino a algún prostíbulo en la frontera, ja. Regresando al carro, al subir nos saludamos, e hicimos algo de charla mientras él iba manejando hacia su departamento.

En el camino, me pregunto si de verdad era mi primera vez (sí), si tenía preservativos (no), sí el clima y la escuela. En realidad no recuerdo mucho de esa parte, excepto de su mano que en cada oportunidad me acariciaba y apretaba la pierna, y su lasciva mirada que me iba recorriendo. Por mi parte, mi calentura iba en aumento, y sentirme deseado solo me hacía hervir la sangre, por lo que en algún momento termine tratando de acariciarle su pene sobre el pantalón. Creo que fantaseaba con hacerle una mamada en el camino, pero él me detuvo y me dijo que si un policía nos veía, íbamos a tener problemas.

Como fuera, después de unos 20 minutos manejando, llegamos al complejo donde vivía. Entramos al estacionamiento y pasamos frente a una cancha de basquetbol donde varios jóvenes estaban jugando. Yo voltee a verlos, más que nada porque me llamó la atención que ahí tuvieran esa clase de instalaciones. Él me preguntó: “¿qué pasa, te gusto alguno?”.

Yo no dije nada, pues honestamente no me había puesto a verlos de ese modo, pero definitivamente ya que lo había mencionado, los vi ahora con otros ojos y llegue a la conclusión de que sí, había al menos uno que era alto y esbelto que realmente era más parecido al tipo de hombres que salían en las películas porno que tanto había visto.

Pero no hubo tiempo de hacer nada, pues mi compañero ya estaba bajando del carro y me dijo a donde teníamos que ir. Resulta que su departamento estaba en planta baja, por lo que solo tuvimos que caminar directo de su carro hacia su puerta. Honestamente, los nervios me comenzaron a ganar en ese momento, así que camine un poco más aprisa que de costumbre y termine entrando casi de un brinco. Una vez dentro, no voltee a ver hacia atrás, sino que me metí un poco más al fondo, hacia la sala para poder ver con más calma. Aunque no había algo en especial que destacar, lucía como cualquier departamento mexicano, parecía que mi compañero sí encontró algo que le intereso, y mucho debería agregar.

Por un espejo colocado en la pared, podía verlo parado justo atrás de mí, con sus lascivos ojos viendo directamente hacia mi virgen culito. No sabía si sentirme incomodo, o halagado, o que hacer, pero realmente no tuve mucho tiempo para decidir. Casi de inmediato sentí sus manos tomando mis nalgas y apretarlas a su gusto, sin darme tiempo de responder o decir algo. Yo solo voltee sobre mi hombro, y pude sentirlo como me empujaba hacia la recamara, que estaba prácticamente a unos pasos de donde yo estaba parado.

Y yo no me hice del rogar o puse la mínima resistencia. Ya sabía a lo que iba, y deseaba que sucediera, por lo que si él no me hubiera empujado tomando mi trasero, probablemente le habría tomado el pene y lo hubiera guiado hacia su recamara. En todo caso, su iniciativa comenzó a forjar en mi el gusto por hombres dominantes, y muy activos. Cuando entramos a su recamara, ahí frente a la cama, se comenzó a desabrochar el cinturón y bajarse la cremallera, y yo ya sabía lo que esperaba, pues ya lo habíamos hablado por teléfono, así que me arrodille frente a él y espere a que sacara su pene.

Fue mejor de lo que esperaba. Quizás no tan grueso, pero si era largo, y aun medio dormido se antojaba mucho. Estaba limpio (se notaba que se tomó un baño hace apenas unas horas), y depilado, y si bien no veía sus testículos, me los podía imaginar grandes y pesados. Embelesado por aquella visión, abrí la boca y me acerque para comenzar a dar sexo oral por primera vez en mi vida.

Yo no sabía muy bien que esperaba que hiciera, así que termine dejándome guiar por él. Escuchaba sus gemidos y suspiros, mientras sentía su mano acariciando mi cabello, y mientras yo usaba mis manos para sentir sus piernas y nalgas. Cuando subía mis manos hacia su cadera, podía sentir como empujaba un poco, y sin pudor alguno yo lo animaba un poco, para sentir su pene más dentro de mi boca. Yo estaba que no cabía de gusto, por fin estaba cumpliendo mi deseo de ser poseído como las actrices porno, aunque el placer era más psicológico que físico en aquel momento.

Eso cambio después de un rato. Mi compañero me separo un momento para sentarse en la cama y animarme a que me subiera, pero antes me pidió que me desnudara por completo, mientras él hacía lo propio. Era increíble pensar que aquella era la primera vez que vería un hombre desnudo, y que alguien me viera así, pero después de haber estado arrodillado lamiendo y chupando aquel pene durante los últimos 5 o 10 minutos, era superfluo sentir pena. Así que me desvestí lentamente, y al voltear pude ver a mi compañero masturbándose mientras me veía.

Yo quería arrodillarme y seguir chupando antes de que terminara, pero él me detuvo y me hizo trepar al colchón. Era la hora del plato fuerte, pensé y me preparé mientras él se colocaba el condón. Pude sentir su pene en la entrada, y luego sus manos tomando mis caderas y jalando para poder introducir su pene. Me dolió, y mucho, tanto que tuve que empujarlo un poco. Él entendió y me soltó, preguntándome si estaba bien. Yo le dije que sí, que no importaba y que lo intentara de nuevo. Así que nuevamente se puso atrás de mí, y nuevamente me tomo de las caderas y otra sentí su pene invadiéndome. Pero esta vez decidí ser más fuerte, intentar relajarme y dejar que sucediera.

Y vaya que sucedió.

Conforme el dolor fue cediendo y su pene fue abriéndose camino, pude comenzar a sentir placer irradiando y recorriendo todo mi cuerpo. Gemí conforme sentía que su pene me dejaba abierto y tocaba mis puntos más sensibles, y cuando sentí su cadera chocando con mis nalgas, supe que lo había logrado, que ese pene estaba completamente alojado dentro de mí, y lo que más me fascino es que me había encontrado a mi mismo, sabía que esa posición y esa situación era justo lo que deseaba, que de ahora en adelante uno de los mayores placeres a los que podía aspirar era ser penetrado por machos ardientes y dominantes. Y lo mejor todavía estaba por venir.

Mi compañero se quedó quieto un momento y luego comenzó a sacar su pene muy despacio, y aunque yo quería protestar y decirle que no, antes de voltear a decirle cualquier cosa, él lo volvió a insertar, despacio y con cuidado. Yo volví a sentir el placer de ser penetrado y volví a gemir, cosa que debió haberlo calentado, porque volvió a sacar a su pene e insertarlo, pero más rápidamente. Y aunque intentara contenerme, la verdad es que me tenía aullando de placer, pues cada estocada me relajaba aún más y me permitía concentrarme más en el placer de ser penetrado. Así estuvimos varios minutos, conmigo en posición de perrito y él tomándome por la cadera y penetrándome, antes de que se estirara sobre mí y me tomara de los hombros para penetrarme con más fuerza aún.

Después de un rato cambiamos de posición. Me volteo y me penetro con mis piernas en sus hombros, y así estuvo un largo rato, dándome cada vez más duro. Yo tenía los ojos abiertos y adoraba ver su cara llena de placer y del esfuerzo que imprimía en cada estocada de su pene dentro de mí. Estaba fascinado así que abrí mis piernas y lo atraje hacia mí para besarnos, pero sus penetraciones me impedían concentrarme mucho. Por fin después de un rato, él se acostó por completo sobre la cama, y pude ver su hermoso pene que tanto placer me había dado en todo su esplendor, erecto y apuntando hacia el techo. Se quitó el condón y me dijo que se la chupara nuevamente.

Aunque al principio me opuse, cuando me tomo de la nuca, mi poca resistencia se venció y me acerque a chupar nuevamente aquel magnifico pene. Realmente no fue mucho lo que me resistió, y a los pocos momentos pude sentir los espesos y cálidos chorros de su semen impactando dentro de mi boca. Apreté mis labios para que no se escaparan y al sacar su pene un último chorro se escapó y me cayó en la mejilla derecha. Quise repetir lo que vi en una película, donde la chica le mostraba su boca llena de esperma a la cámara antes de tragárselo, pero no tuve la habilidad necesaria y me dio pena, así que me contente con tragármelo. En cuanto a mi compañero, suspiro lleno de alivio y satisfacción mientras jugaba con mi cabello.

– Ah, estas muy, muy rico, Alberto. Que gustazo me di contigo.

– Tu también estas bien sabroso.

Ahí me quede en la cama, con su pene frente a mi rostro, ya flácido, reluciente y con una gota de semen saliendo de la punta.

Esa primera experiencia marco muchas de mis preferencias, y aunque no volví a encontrarme con él, tengo muy presente ese encuentro.

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