Gloria había dejado a su marido por su cuñada. Empezaba una nueva vida. No iba a ser un camino de rosas, iba a ser un camino de rosas, claveles y capullos, pero monótona no iba a ser.
Gloria y Rosa, las cuñadas, acababan de jugar una partida al ajedrez en la sala de estar del flat de Gloria en Londres. Sentadas en dos sofás, una enfrente de la otra, y sonando música de Queen, le dijo Rosa a Gloria:
-Cuéntame cómo fue el mejor polvo que echaste siendo puta de lujo, Gloria.
Gloria, se levantó del sofá, fue junto a Rosa, y haciéndole cosquillas en las costillas, le dijo:
-Siendo scort… Dama de compañía… Arranca suspiros…
Rosa, dejó el sofá, y se libró de ella devolviéndole cosquillas por cosquillas.
-Come coños, mama vergas, lame culos…
Acabaron separándose, ya que las dos se retorcían y se reían sin parar al ser tocadas. Volvieron a sus sofás.
-¡Que bruta eres, cielo!
-Nací en una aldea, Gloria.
-No hace falta que lo jures.
-¿Cuentas o no cuentas?
-No podría escoger uno en especial. Eché muchos polvos y muy buenos… Dime cual quieres que te cuente. El que follé con el padre de una joven mientras ella miraba, el que follé con el marido mientras la esposa miraba, el que follé con la esposa mientras el marido miraba, el que follé con la madre mientras el hijo miraba, en el que follé con la madre mientras la hija miraba, el que follé con la mujer mientras el marido miraba, el que folle con el marido mientras la mujer miraba, el del viejo aristócrata que tenía una verga cómo la de Rasputín, el trío con dos chicas, el trío con dos chicos, en el que fui esclava, en el que fui ama, la orgía en la universidad, el que follé de noche en un cementerio…
-Difícil me lo pones. ¿Con quién follaste de noche en un cementerio?
-Con la viuda y sus acompañantes.
-¿Cuántos eran?
-Nueve.
A Rosa le gustaba lo extraño.
-Ese, ese, cuéntame ese.
-Ese mejor me lo cuentas tú mañana.
Rosa, la pilló por el aire.
-¡No jodas, Gloria! ¡¿Es ese mi primer trabajo?!
-Es.
A Rosa no le acababa de cuadrar la cosa.
-¿Y por qué lo metiste con tus trabajos?
-Para ver si te daba morbo, y se ve que te lo dio.
-No sé si podré hacerlo. Le tengo miedo a los cementerios.
-Son seis mil libras. La mujer es millonaria.
Poderoso caballero es don dinero.
-¡Coooño! Muy vieja tiene que ser la viuda.
-Treinta y ocho años. Hace dos años dejó de trabajar de modelo.
-¿Este trabajo era para ti?
-Sí.
Rosa, seguía con la mosca detrás de la oreja.
-¿Y por qué me lo das a mí?
-Porque yo en los cementerios no voy ni de día. ¿Follamos?
Rosa, se hizo la interesante.
-¿Tienes ganas de mí?
-Sí, tengo ganas de ti.
A Gloria le gustaba que le dieran cera.
-¿Es por qué estoy buena?
-Sí, es por estar buena y por ser preciosa, cabrona.
A Rosa le dio la risa. Se iba a hacer de rogar.
-Caliéntame antes.
Se levantó y la miró con lujuria.
-¡Te voy a comer viva!
-No, así, no. Cuéntame el polvo que echaste con el padre mientras la hija miraba.
Gloria se volvió a sentar y comenzó a contar la historia.
-La cita fue en un flat de Waterloo. Eran las diez de la noche cuando llamé al telefonillo. Me abrieron y al rato me recibía en la puerta del flat una jovencita preciosa. Rubia, de ojos verdes, delgada, más alta que yo y vistiendo una bata de casa color oro.
-"Pasa, mi padre no tarda en llegar."
-Me llevó a una sala y me ofreció de beber. Tomé un bloody mary…
-¿Y eso qué es?
-Es una bebida… En un vaso de tubo se echan tres partes de vodka, seis partes de jugo de tomate, una pizca de sal, pimienta negra, unas gotas de salsa worcestershire, unas gotas de tabasco, hielo picado y un poquito de zumo de limón.
-¿También fuiste camarera?
-No, pero es mi bebida favorita. ¿Pero tú quieres que te cuente la historia o que hablemos de bebidas?
-Cuenta, cuenta.
-La joven, Harriet, se llamaba, estaba tan nerviosa que se tomó su bloody mary de dos tragos y del nerviosismo pasó a ponerse de un contento que no veas. Me preguntó:
-"¿Follas mucho?"
-Sí, me gano la vida follando.
-"Yo soy virgen, sabes, y quiero que mi padre sea el primero."
-Sus palabras me pusieron en guardia. Le dije. A ver, a ver. ¿Tú padre sabe que estoy aquí, bonita?
-"No, fui yo la que pagó a la agencia por anticipado."
-Aquello era demasiado. Me había metido en un enredo monumental, le dije: Yo me voy. ¡La qué se armaría si llega tu padre!
-"Si llega, mejor. No te vayas."
-Ya era tarde para irme. El padre de Harriet, Henry, ya había llegado. Entró en la sala. Era un monumento de hombre, medía un metro ochenta y algo. Tenía los ojos azules, cabello rubio y sonrisa amplia… Era guapo a rabiar. Vestía un traje de Armani, marrón con rayas negras, y calzaba unos zapatos negros. Sin dejar de sonreír, le preguntó a su hija:
-"¿Quién es tu amiga, cariño?"
-"Una scort, la contraté para que te folle y así aprender yo a follar."
-El hombre se puso serio cómo un palo.
-¡¿Qué?!"
-Yo ya estaba viendo cuando Henry me cogía por un brazo y me echaba del flat, pero no iba a ser así. La joven quería follar a su padre y lo iba a follar.
-"A ver, papá. ¿Ayer noche no me dejaste que te tocara un poquito la polla?"
-"Ayer noche estaba borracho."
-Yo, callaba, pero pensaba que muy borracho no estaría para acordarse. Harriet, seguía a lo suyo.
-"¿La vas a follar o no? Está buenísima."
-Henry, me miró con cara de pocos amigos, y me dijo:
-"Me voy a dar una ducha, cuando vuelva no la quiero ver en mi casa, señorita."
-No se iba a ir de rositas, Harriet era jodidamente lista.
-"¿Quieres que se vaya? Sabe que me dejaste jugar contigo. Mejor será que le des lo suyo en forma de polla para que no se vaya de la lengua."
-El hombre estaba contra la espada y la pared.
-"Dime que después no querrás follar conmigo, hija."
-"No puedo, sé que no te gusta que te mienta."
-Era hora de que comenzase mi trabajo, le dije a Henry: Hasta dónde yo sé, lo que quiere su hija es follar con usted, o sea, que lo mejor que podemos hacer, si quiere follar con su hija, es que juguemos con ella los dos para calentarla bien, y cuando la golfilla se lo pida la desflora. O eso, o me voy por donde he venido.
-"¿Y no te irás de la lengua?"
-A mí lo que hagan usted y su hija me la suda, y al resto del mundo también.
-"Yo quiero jugar con ella, papá, -la voz de Harriet se volviera de pija consentida-.Nunca jugué con otra chica."
-Henry, entregó la cuchara.
-"Pues jugar. Yo voy a darme una ducha."
-Harriet, cómo si la scort fuera ella, se levantó del sillón, vino hasta el mío, y me dijo:
-"Estate quieta y disfruta."
-¡No te jode! Una gatita diciéndole a una tigresa: "Estate quieta y disfruta." ¡Qué coño iba a hacer que disfrutara si se le veía en la cara que no tenía experiencia! Pero ella pagara y ella mandaba. Me cogió la cara con las sedosas palmas de sus manos, cerró los ojos y me dio un pico, luego metió la punta de su lengua en mi boca buscando mi lengua, se la di y me la chupó y jugó con ella. Sus besos eran tan dulces que lo que pensaba que nunca pasaría, pasó, me empecé a mojar. Le pregunté: ¿Seguro que nunca estuviste con una chica?
-"No. ¿Te gusta lo qué te hago?"
-Sí.
-"A mí me gusta que te guste."
-Me levanté, me quité la chaqueta, Harriet, me desabrochó la blusa y me quitó el sujetador. Sus manos temblaban al coger mis tetas. Me volví a sentar. Se agachó y su lengua lamió mis pezones. Después mamó mis tetas… Comenzó a gemir cómo si fuera yo la que le estuviera comiendo las suyas. Me levanté un poquitín y me quité las bragas mojadas. Se las pasé por los labios y le eché la mano al coño por encima de sus bragas. Estaba empapada. Cerró los ojos, y me dijo:
-"¡Ay que me corro!"
-¡No te puedes ni imaginar lo cachonda que me pusieron sus dulces palabras!
Gloria, la interrumpió.
-Sí que puedo.
Gloria siguió con la historia.
-Le aparté las bragas hacia un lado, le metí un dedo dentro del coño y sentí como bajaba por él cantidad de jugos. Eso me pone cantidad. Cuando acabó de correrse y de comerme la boca, le cogí la cabeza y se la llevé a mi coño. Frotándolo contra su mentón, su boca y su nariz, le puse la cara perdida con una corrida tan inmensa que me dejo medio muerta. Al volver el padre y verla con la cara perdida de mis jugos mucosos se puso cómo un burro en celo. Sacó la polla, le quitó la bata y las bragas, le devoró las tetas, y después, la cogió en alto en peso. Harriet rodeó el cuello de su padre con sus brazos. Henry se la clavó. No le dolió, o por lo menos no sentí ningún grito de dolor, solo sentí sus gemidos de placer. Henry lamió los jugos de mi corrida del angelical rostro de su hija y después la comió a besos mientras su polla entraba y salía del estrecho coño. Me levanté y le lamí y follé el ojete. Me encanta lamer y follar ojetes…
Rosa, la volvió a interrumpir.
-Y que te lo laman y follen, cochina. Sigue contando.
-Harriet, era de orgasmo fácil, en minutos su coño apretó la polla de su padre y la baño de jugos. Henry, a duras penas aguantó a que su hija se corriera, con los últimos latidos del coño la sacó, puso a su hija en el piso, y me la metió a mí en la boca. La polla estaba deliciosamente apetitosa, así, mojada con los jugos salados de Harriet y dura, dura, dura cómo una piedra. No tuve que hacer florituras, Henry, estaba tan maduro que se corrió a los pocos segundos de haberla metido. Me gustó tragar su leche espesa y calentita.
-¿Te folló después a ti el tío bueno?
-No, me dieron una propina y se quedaron a solas. ¿Follamos?
Rosa, tenía ganas, pero se seguía haciendo de rogar.
-Hazme un striptease, cariño.
Gloria, sonrió, contoneó las caderas, abrió la bata negra, y dejándola caer sobre la alfombra, le dijo:
-¡Tacháááán!
No llevaba nada puesto debajo de la bata. Rosa vio aquellas tetas que adoraba, con sus bellas areolas marrones, sus deliciosos pezones y su coño rodeado de vello negro.
-Andas caliente. ¿Quieres que haga yo un striptease para ti?
-Me encantará verte.
Rosa, sin música -la de Queen había terminado-, comenzó a contonear el cuerpo.
Gloria, poniendo voz ronca, al más puro estilo, Joe Cocker, cantó:
-Baby take off you coat. Real slow.
A Rosa le dio la risa, pero Gloria siguió cantando
-And take off you shoes -siguió bailando-. I´ll take off you shoes. Baby take off you dress.You can live you hat on. You can leave you hat on. You can live you hat on…
Rosa bailando, se acercó a Gloria, lentamente quitó el cinto, y abriendo su bata roja, le dijo:
-¡Tatatachán!
Rosa tampoco llevaba nada puesto debajo de la bata. Sus pezones estaban erectos. Gloria, la cogió por la cintura, le lamió el coño, y le dijo:
-Dime cosas guarras.
Rosa, dejó caer la bata sobre la alfombra
-¡Cómeme el culo, furcia! Lo tengo cómo a ti te gusta, sin limpiar.
Gloría, le dio la vuelta y le comió y folló el culo con la lengua.
-¡Lame, perra, lame!
De repente, Gloria, le dio dos palmadas con fuerza en el culo.
-¡¡¡Plas, plas!!!
Rosa, se dio la vuelta para llamarle de todo menos bonita. Gloria, se sentó sobre la alfombra persa, y sin dejarla hablar, le dijo:
-Quiero hacer unas tijeras contigo.
-¿Hacía falta que me calentaras el culo?
-¿No te gustó?
-Bueno… Sí, me gustó, para que te voy a mentir.
Al rato, después de comerse las bocas, las tetas y de frotarse los coños empapados. Gloria, se echó boca arriba sobre la alfombra, Rosa, se dio la vuelta. Le puso el coño en la boca y comenzó a comer el de su cuñada. Gloria la nalgueaba y le comía el culo y el coño. Rosa le lamía el clítoris, le follaba el coño con dos dedos y jugaba con un dedo en su ojete… Tiempo después, en el momento en que sintió que se iba a correr, le metió un dedo en el culo, y le succionó el clítoris, Gloria dejó de azotarle el culo. Le apretó las nalgas y acabó clavándole las uñas en ellas cuando el placer llegó a su pico más alto. Rosa, cómo era costumbre en ella, se corrió estremeciéndose y gimiendo de modo escandaloso.
Doce de la noche. Cementerio de Brompton. Chelsea. Inglaterra,
La viuda, un pibonazo (imagínala cómo quieras) aparcó el Mercedes plateado delante del cementerio, bajó de él por una puerta y Rosa lo hizo por la otra. Se internaron en el campo santo. El enterrador apareció entre la espesa niebla. Era cómo un delgado fantasma de casi dos metros de estatura, vestido de riguroso negro y con sombrero de copa. Rosa, se llevó un susto de muerte cuando con voz de ultratumba, le dijo a ella y a la viuda:
-Wellcome to Dead Land (bienvenidas a la Tierra de la Muerte.)
Cómo lo dijo en inglés y Rosa no entendía ni papa, se le puso el coño de corbata… Aquello no había dinero que lo pagase, pero ya no podía dar marcha atrás. Siguieron al bicharraco hasta el panteón. No sé de donde coño los quitaran, pero fuera del panteón había siete enanos vestidos con trajes grises, y en medio. ¡Sorpresa! Estaba Ángel, su suegro, y a su lado estaba su cuñada Gloria. Tanto el padre cómo la hija vestían trajes marrones y tenía en sus rostros la seriedad del enterrador. ¡¿Qué macabro juego era aquel?!
El maestro de ceremonias, o sea, el enterrador, abrió el panteón. Al fondo estaba el nicho del difunto y en medio una mesa camilla que de allí no era. En las paredes había velas encendidas.
El suegro de Rosa, se puso detrás de ella, le quitó el abrigo, y le dijo:
-Blancanieves, vas a ser follada por los siete enanos, por la bruja, por el príncipe, por un hada y por el muerto.
Rosa, estaba tan asustada que tocaba con los dientes una marcha fúnebre. Le salió la vena de aldeana.
-¡Que Blancanieves, ni que carallo, suegro! ¡¡Quiero salir de aquí cagando hostias!!
El enterrador, no entendió lo que dijo, pero se olió que no se prestaba al juego… Le tapó la boca. Los enanos le desgarraron las vestiduras y acabó en pelotas encima de la mesa camilla, mesa camilla que no levantaba más que dos palmos del suelo.
Los enanos sacaron de sus bolsillos siete pequeñas velas, las encendieron con las que había en la pared y comenzaron a derramar cera sobre sus tetas y sobre su vientre. Mientras lo hacían fueron quitando sus pollas y las menearon. El enterrador, con una navaja iba quitando el cemento que sujetaba el mármol del nicho. Gloria, el hada, le comenzó a lamer el coño, muy despacito, el príncipe, su suegro, le puso la polla en la boca, y la viuda, que era la bruja, le acarició las tetas, cerró los ojos y se masturbó. Rosa, viendo tanta polla junta se estaba poniendo de un cachondo subido. Diez minutos más tarde, tan caliente estaba que si le echaban el muerto encima, con que la tuviera tiesa… ¡Qué se lo echaran! Cerró los ojos e hizo su papel. Era la Bella Durmiente. Poco después, Gloria, al ver que el coño de su cuñada se había encharcado tanto que echaba por fuera, aceleró los movimientos de lengua en todas las direcciones y recibió la deliciosa corrida de Rosa en su boca. Una corrida calentita, espesita y saladita.
Los enanos, al quitarse Gloria de entre sus piernas la fueron follando uno a uno. Cuando uno la follaba los otros le comían las tetas y se las magreaban… Con el tercer enano, se volvió a correr, lo mismo que con el séptimo. Cuando ya estaba agotada y pensaba que le iban a dar un descanso, el enterrador quitó la lápida, puso la caja de pie, y apareció el muerto, por la puerta del panteón, ya que el féretro estaba vacío. Todos los presentes, menos Rosa, bajaron la cabeza, y dijeron:
-Wellcome, sir.
El hombre, de unos sesenta años, que llevaba capa, guantes blancos, frac y sombrero de copa, al mismísimo estilo conde Drácula, se quitó los guantes, la capa y el sombrero. El enterrador los puso a un lado, y después le sacó la polla, se la meneó, y en menos de un minuto se la puso dura. Luego le abrió las piernas a Rosa para que su amo la penetrase.
El hombre follaba de miedo, ahora suave, ahora aprisa, ahora te cómo la boca, ahora te como una teta. Los demás -ellas y ellos- se masturbaban viendo cómo follaban. Para terminar, el jefito, se arrodilló, cogió a Rosa por la cintura y empezó a follarla cada vez más aprisa. A punto de correrse, a Rosa, le comenzaron a caer chorros de semen de las corridas de los enanos, del suegro y del enterrador. Le caía por la cara, las tetas el cuello, por el pelo, el vientre… La corrida de Gloria le cayó en la boca, la de la falsa viuda en su monte de venus y la del muerto, que estaba muy vivo, en el culo, pues cuando ella se comenzó a correr de nuevo, se la clavó en el culo y se lo llenó de leche.
Todo fuera una fiesta, ya que el muerto y su esposa estafaran al seguro y se iban para Brasil, pero Rosa no se pudo estrenar mejor cómo scort de lujo, corriéndose cómo una perra y bañada de semen.
Quique.