Ana estaba tumbada mirando al sol pero con unas gafas oscuras que le tapaban media cara, no entendía como podía decir que estaba enferma una mujer con aspecto tan sano y saludable.
Nos quedamos a unos pasos de ella, parecía dormida, sabía que no lo estaba, era uno de sus trucos, como el de las gafas, para despistar y mirar sin que la vieran.
-No soy una extraña, ¿no vais a dar un beso a vuestra tía?
-Creíamos que estabas dormida. -Erico fue el primero que se inclino, sin que ella moviera un músculo, para darle un suave beso en los labios y le llegó el turno a su hermano, los dos con sumo cuidado de no llevarse la crema que Ana tenía en los labios.
-Y tu que ya has vuelto a casa, puedes dar un beso a quien te hace de mamá. -me sorprendió lo que dijo aunque a veces había sido verdad, solamente rocé mis labios en su mejilla.
-Ahora podéis daros un baño y dejarme que tome mi tiempo de sol, luego hablaremos. -era una despedida y obedecimos saltando inmediatamente al agua, jugamos haciendo carreras que siempre ganaba Erico, a luchas entre nosotros con el resultado sabido de que Rubén y yo seriamos los perdedores, y al final Ruben localizó una pelota grande de goma en el pabellón de verano con la que jugamos un rato entre risas, mucho ruido y salpicaduras de agua.
Dejamos de hacer de niños cuando vimos que Ana se había levantado y venía hacia la piscina, tenía una figura sensacional, con el pelo recogido por un gorro de silicona blanco. Se lanzó elegantemente al agua y se zambulló en el brillante azul, emergiendo más allá de la mitad de la enorme piscina, los demás empezamos a nadar pretendiendo alcanzarla.
Hizo el viaje de ida y vuelta sin que la atrapáramos, y cuando tocó con el pie en el suelo nos miró soltando una angelical y sonora risa, era una de las poquísimas veces que la había visto reír con ganas. Ella fue alguna vez joven, y alocada sin duda, y ese era un recuerdo muy grato que nos mostraba.
Subió las escaleras y allí se quitó el gorro, dejó que la hermosa cabellera cayera sobre los hombros.
-Tes hombres como robles y se dejan ganar por una mujer…, y ya casi anciana. -ahora nos reíamos nosotros y le salpicábamos agua, ella escapó corriendo fuera de nuestro alcance.
-Chicos, la limonada nos espera.- vimos a la pequeña camarera con su madil blanco y azul cielo sobre el uniforma verde claro. Sirvió limonada en tres vasos.
-Alicia, dígale a Carmen que prepare los regalos de mis sobrinos y de Ángel. -la chiquilla asintió y se dirigió a la casa
Cada uno tomo su vaso y bebimos en silencio.
-Os he traído algunos regalos, alguien me ha dicho que habéis sido buenos chicos. -se nos quedó mirando con los ojos risueños pero sin mover un músculo de la cara.
-Y hemos aprobado todo tía. -Ana no le hizo caso y no le contestó.
-Os quedaréis a comer, ya he hablado con mi hermana, cosa que no habéis hecho vosotros, ¿no aparecéis por vuestra casa en toda la noche y no avisáis a vuestra madre?
-Estábamos en tu casa tía.
-Eso no os da derecho para no tener el detalle de avisar a vuestros padres, y ahora vamos a cambiarnos para comer.
Al entrar en la sala de recepción habían dispuesto tres montones de paquetes envueltos en papel brillante de alegres colores. Ana Maria los miró un momento.
-Estos son para Rubén, esos los de Erico y aquellos los de Ángel. -fácilmente se podía ver que yo tenía más paquetes que ellos, me sentí apurado y confuso, Ana rápidamente cayó en la cuenta y me saco de la abstracción en que me había quedado.
-No te preocupes Ángel ellos tiene a su madre para se ocupe, y yo hago las veces de ella para ti cuando puedo. -consiguió que me emocionara y me molestara conmigo mismo por lo mal que la miraba al principio de conocernos.
Rubén tomó uno de los paquetes para abrirlo pero Ana le interrumpió.
-Ya los mirareis en casa, ahora podéis llevarlos al coche y prepararos para la comida.
Les ayudé a transportar los regalos hasta el coche, de pie ante él esperaba Justino el chófer.
-A la señora no le agrada que se dejen los coche ante la escalera, por favor la próxima vez puede evitar que me llamen la atención. -como se dirigía a Erico, éste le respondió.
-Llegamos tarde a la noche y no se me ocurrió, le diré a mi tía que fue mi culpa, siento haberle causado una molestia
Teníamos que vestirnos y ahora si que tenían, a la fuerza, que buscar una ropa que les sirviera, y resulto relativamente fácil, la ropa de Pablo le estaba algo grande a Erico pero le valía, y Ruben no tuvo mayor problema en ponerse lo que le gustó de mi armario.
-Erico, la culpa de lo que ha pasado con el coche ha sido mía, tuve que decirte que dejaras las llaves puestas, con eso es suficiente, Justino se encarga de moverlos cuando los ve ante la entrada, pero no hace falta que digas algo a tu tía.
La comida, además de muy buena estuvo entretenida, Ana estaba hoy de inmejorable humor, y después de comer los hermanos se marcharon, seguramente impacientes por mirar los regalos que llevaban. Antes me dijeron que me llamarían para no dejarle la exclusividad a Ian.
Ana se retiraba a descansar una siesta, a la noche tenía pensado salir.
-Luego tenemos que hablar. -me miraba somnolienta y no me quedaba otra opción que jugar en la piscina solo, o tomar el sol, y decidí que mejor sería abrir los paquetes de Ana.
Como ya había imaginado, casi todos los paquetes contenían ropa, pantalones de verano, camisas, polos, ropa interior, zapatos y deportivos y me llamó a atención un nuevo tipo de calzoncillo, tenía una cintura elástica de puntillas y la pequeña tela era muy fina y también elástica, me desnudé y me probé uno floreado.
Al principio me pareció algo ridículo pero luego al andar con él me daba cuenta de lo cómodo que era, como una segunda piel, además de resultar muy erótico, tanto que se me endureció la pija mirándome en el espejo.
Justo en ese momento me llamó Ian.
-Siento haberte fallado anoche.
-No tienes que preocuparte, Erico y Ruben me trajeron a casa sin problemas. -me estaba siluetando delante del espejo y se me ocurrió hacerme unas fotografías y enviárselas.
-Vas a recibir una fotos mías que te gustarán, me los han regalado hace un momento.
Al instante las recibió.
-Wauuu, estás para comerte crudito, ¿y quién te regalado las braguitas si puede saberse? -decidí gastarle una broma.
-Un viejo verde que quiere que le entregue las nalgas. -escuché un terrible juramente de Ian.
-Si lo conozco no le van a quedar ganas de volver a hacerlo. -y parece que lo decía muy en serio.
-No te pongas así Ian, era una broma, no hay tal viejo verde.
-Ahora recibirás una foto mía.
También la recibí al instante, era una foto de su perfil desnudo, y con la verga dura como roca.
-Así me has puesto al mirarte, si me lo permites me presento en tu casa en un momento y ya sabes para qué. -dejé salir la risa, me sentía tan feliz y halagado, volví la vista al espejo y pensé que no estaba nada mal si a los machos les gustaba.
-Tengo asuntos de familia que tratar Ian, esta noche no puedo salir, al menos no se cuanto tiempo nos llevaran los temas.
-Te llamaré mañana, espero que estés libre.
-¿Ian?…
-Para salir como amigos, no deseo que me quieras solamente para follar.
-Como amigos? De acuerdo.
Nos despedimos y continue con mi exploración, había media docena de las referidas braguitas y me las fui probando todas, luego me aburrí y me puse el bañador para salir a la piscina, suponía que Ana se levantaría en poco tiempo.
Cuando salí al sol éste ya declinaba y algunos árboles proyectaban su alargada sombra en ciertos espacios del verde, escogí un lugar entre sol y sombra y me tumbe en la hierba sobre una toalla mirando al despejado cielo.
Había terminado mi primer año de carrera, una meta que no creía poder nunca alcanzar, y ahora lo veía todo más fácil, quería tener estudios, cultura, ser independiente y poderme ganar la vida aunque no lo necesitara, pero si era así, no deseaba volver a tener que comer pasando de mano en mano de los machos, si lo hacía que fuera por mi voluntad, porque me apetecía, o porque encontraba machos hermosos aunque para mi todos los hombres tenían algo que los hacía apetecibles, pero nunca más por dinero.
Sin darme cuenta se me venían las escenas que, entre sueños, presencié la noche pasada, la forma tan hermosa en que Erico le hacía el amor a su hermano Rubén, su espléndido y alargado cuerpo de hombre ya formado, su virilidad innata, ondulándose como una gran serpiente cubriendo el delgado y frágil cuerpo que yacía bajo él. Creía ver su gran verga siguiendo el compas marcado entrando y saliendo del dulce ano de Rubén.
El calor favorecía que mi polla se estuviera levantando y aproveché los ladridos de Dulce algo lejanos para llamarle y jugar en el agua un rato, quizá así me calmara antes de que se presentara Ana. Me gustaría que todos los hombres fueran igual de cariñosos, y que hicieran el amor a sus amantes de esa forma.
Estaba jugando con Dulce, martirizándolo más bien, hundiéndolo en el agua y mirando como chapoteaba y luego buscando que le volviera a hundir una y otra vez sin cansarse. No me había dado cuenta, y una vez que saqué la cabeza del agua, pude ver que Ana estaba presente y portando una gran toalla en las manos.
-Si os habéis divertido lo suficiente podéis salir y hablamos. -dejé en la orilla y a salvo a Dulce, y salté para sentarme a su lado con los pies aún en el agua.
Con la toalla que me entregó Ana lo sequé a él primero, huyendo de sus lamidas en la cara que me hacía reír sin parar.
-Ya estamos listos señora. -le dije en plan burlesco a Ana y dejé la toalla en una hamaca, luego me senté a su lado en el asiento balancín de tubos blancos y toldo de lona en distintas tonalidades azuladas.
La mujer lucía preciosa, con unos pantaloncitos a medio muslo, sus largas, morenas y torneadas piernas meciéndose en el aire, una camisa de seda blanca atada con descuido bajo los senos, y estos saliendo ligeramente de la abertura en V, tersos y sensuales.
Ana Maria, como siempre, estaba de exposición, bien fuera vestida para fiesta de gala, o al descuido como una joven que empezaba a explorar el mundo que le rodeaba, no pasaba desapercibida para nadie. Permanecimos unos segundos en silencio disfrutando del balanceo que imprimíamos al columpio con nuestras piernas.
-Tu dirás, eras tu la que deseabas hablarme.
-Me alegro de que hayas vuelto, aunque adivino que será temporalmente, y además observo que ya has calmado tu ira contra Pablo. -yo guardaba silencio esperando a ver donde quería llegar.
-Tu lugar está con él, para bien o para mal, no podréis vivir mucho tiempo separados.
-Me dejó Ana, sin despedirse siquiera, había decidido dejar a Alberto, estaba a punto de decírselo para quedar libre y él me abandonó.
-No amor, no fue así. Pablo solamente se alejó para dejarte libertad de decidir, no deseaba que influyera la noche de amor que tuvisteis.
-Tú ¿cómo lo sabes? -la miré y vio la tristeza en mis ojos, ella dejó escapar una risa apagada y me cogió una mano.
-Sigue siendo amigo mío aunque ya no frecuente mi cama.
-Te odiaba Ana cuando hacía eso.
-Lo se amor, eres muy celoso de él, pero no le culpes, en todo caso, si hay culpables, soy la única. No voy a contarte una larga historia, pero me sentía muy sola cuando pasó lo de mi marido, y ya se que no es disculpa válida para justificar que una mujer como yo, seduzca a un chico joven aunque él sea irresistible.
Me llevó hacía ella y dejé caer la cabeza en su pecho, sentía la fragancia olorosa que su piel despedía, el templado calor mullido del volumen de sus senos que se adaptaban a la forma de mi cara.
-Tranquilo mi vida, no hay nada que sea malo si nosotros no lo hacemos, llámale, espera tu llamada para saber la decisión que has tomado.
-Quiero hacerlo Ana, lo deseo más que nada, pero no es tan fácil, él también puede llamarme, y parece estar muerto como todo el año pasado.
-Recuerda que tu le dejaste para venirte aquí, sí, a cuidar de Eduardo, ¿pero no debiste preferirle antes a él?, eres algo injusto. -sus palabras me recordaban lo que yo no quería reconocer.
-Además, Alberto está molesto conmigo, no contesta a mis llamadas y no puedo dejarle así. -había pasado un brazo por su cintura, y la cercanía conseguía que su tranquilidad se me fuera contagiando.
-No tienes que preocuparte de Alberto, él estará bien, tiene a David y a Oriol, le aman y forman un trío casi perfecto, él equilibra ese matrimonio y sirve para mantener entretenido a David, va a estar bien con ellos.
Era yo el que en realidad sobraba, esa era la verdad, yo me había entrometido entre ellos, quizá para olvidarme de Pablo, o como una sutil venganza por no poderlo tener a mi lado, por que no hubiera cedido en abandonar el campo para estar conmigo en la ciudad. Pero tenía que verle y saber que estaba bien.
-Hay otro problema más quizá más difícil de resolver. Pablo desea y exige que su tío viva a nuestro lado, en la misma casa.
-¡Ahhhh! ¿De eso se trata?, el bribón y hermoso Eliseo te persigue, nunca va a cambiar. -Ana era muy lista, pero no le iba a decir lo que sucedió entre Eliseo y yo, volvió a dejar salir una suave risa, como si la situación para ella fuera irrelevante y sin importancia, imagino que si le conocía como era de suponer, se imaginaría algo.
-Ahora es un mes muy bonito en el campo, el valle relucirá con el brillo amarillo de las espigas haciéndole la competencia al sol, las laderas, subiendo la montaña cubiertas de largas hileras de vides con hojas ya anaranjadas, aprovechando los últimos calores para madurar su fruto, las cálidas noches que invitan a los amantes a perderse entre los surcos de olorosa tierra, o tumbarse en la verde y frondosa hierba escuchando la cantarina voz del río.
Miraba a Ana y no podía creerme que hablara de esa manera y con tanta nostalgia, si ella no podía ver el campo más allá de este parque y sus jardines.
-Me asombras Ana. -soltó una alegre risa y su pecho se apretó más contra mi cara.
-Amor, he vivido mucho tiempo allí, de pequeña, y después cuando volvíamos del internado para pasar los largos meses de verano, las fiestas de Navidad y Semana Santa, pero aquello era muy aburrido, en la hacienda no había demasiados chicos para jugar y menos a nuestro alcance…, salvo uno. -se quedó perdida en la añoranza de sus recuerdos de niña.
-¿Eliseo?
-Sí, ese mismo, él era nuestro único amigo para poder jugar…, y más adelante, de adolescentes, experimentar las emociones de ver el cuerpo de un varón.
-Volvíamos de un internado dirigido por monjas y te puedes suponer nuestra ignorancia en ese campo.
-La vida allí también enseña, Eliseo era un pillo y se aprovechaba de saber más que nosotras, ellos conocen muy bien lo que es el sexo y lo ven más natural, y practican lo que esa vida les muestra y exige para sobrevivir.
-¿Tuviste sexo con Eliseo?
-¡Oh! mi amor, te vas a enterar de toda mi vida y mis secretos, pero también pueden serte útiles. ¿Si Eliseo me hizo el amor? Recuerda que éramos dos las chicas que tenía al lado, y tenía que suceder al final.
-Varios años vencimos la tentación y todo se limitaba a que él nos enseñara lo que los hombres tienen como un secreto entre la piernas, él ya sabía lo que escondían las niñas. Para nosotros era un juego y su pajarito un juguete que nos disputábamos para tocarlo y hacerle lo que él nos pedía. Pero todo en la vida va a más. El nos desfloró a la vez, el mismo día, estando las dos presentes.
Se calló un momento y sentía el latido acelerado de su corazón bajo mi oreja.
-¿A las dos? Pero sería atroz presenciar como violan a tu hermana, escuchar sus gritos y luego ser tu la víctima. -Ana reía sin ser escandalosa.
-¡Alto! ¡Alto ahí querido! No hubo violación, sí algún pequeño quejido, siempre que hay sangre es por una herida, pero nosotras lo queríamos también, Eliseo sabía muy bien como hacerlo con el mínimo dolor y lo deseábamos ardientemente desde veranos atrás, solo que nos nos atrevíamos por lo que pudiera pasar, por las consecuencias de nuestro acto y la reacción de nuestros padres, no lo limitamos a una sola vez y ocurrió lo inevitable.
Escuchaba su voz, y también su respiración forzada en algunos momentos de la narración, me daba cuenta de la confianza que depositaba en mi al revelarme esas aventuras juveniles, de ella y de su hermana la mama de Erico y Rubén.
-Para el curso siguiente, solamente una de nosotras partió de vuelta al internado, y al siguiente verano volvíamos a pasarlo juntas. En el intermedio un nuevo ser vino a este mundo, un hermoso niños moreno que se parecía a Eliseo su padre. -sin darme cuenta se me escapaban las lagrimas, me sentía acongojado a diferencia da la frialdad, aparente, con que Ana se explicaba.
-¿Pablo? ¿Y tu eres su mamá?
-No amor, no tuve esa suerte, aunque mi hermana no pudo gozar de su hijo. Ha sido preferible así, todo lo demás te lo puedes suponer fácilmente… Y escúchame, no tienes porque vivir en la casa de Eliseo, don Ernesto y doña Martina, (se refería de esa forma a sus padres), estarán encantados de tenerte, sinceramente te quieren, y si vas a ser la pareja de su nieto, no reconocido oficialmente, si le vas a hacer feliz ellos va a adorarte. -los dos nos quedamos en silencio con el balancín detenido, me separé de su pecho y le sujeté las manos.
-No se que decirte Ana, pero gracias por tu confianza, pensar que alguna vez llegué a odiarte…
-No me digas más que una cosa, que vas a hacer esa llamada que alguien está esperando, lo demás no tiene importancia amor…, esta noche voy a salir, si te apetece acompañar a una señora mayor… -me pasó una mano por mis mejillas mojadas deteniéndose en los labios y los acarició con las yemas de los dedos.
-Voy a pensar en todo lo que me has dicho…, y es posible que haga esa llamada. no supe hacer otra cosa que abrazarme a ella y besarle con fuerza la mejilla, sin miedo a llevarme el maquillaje.
-Ya vale Ángel, hace tiempo que no lloro y tampoco lo voy a hacer ahora.
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Cené solo, no del todo, acompañado por Dulce y servido por Tomás, sin hablar y meditando sobre toda la información que me había llegado de repente.
Me disculpé ante la llamada de Erico, y después de Ian, invitándome a salir.
La cena fue rápida.
-Tomás voy a ver un poco la televisión y luego me meteré en la cama, no hace falta que esperes.
-Desea que le lleve café o alguna bebida.
-Un te de menta por favor. -marché al salón grande que siempre usaba Eduardo después de cenar, para ver las noticias, necesitaba estar solo aunque Dulce enseguida salto a mis piernas, y a la vez me daba miedo la soledad. Tenía que darle vueltas a las revelaciones de Ana y se me amontonaban en tropel todas ellas sin poder analizar nada.
No había conseguido centrarme, ni atender las noticias del telediario cuando Tomás me sirvió el té pedido.
Lo primero que se me ocurrió pensar fue lo de la noche pasada, había hecho el amor con los hermanos de Pablo, bueno, no era algo especial ya que ellos siendo hermanos también lo hacían, pero es que la forma de hacerlo de Erico me gustó y me gustaba, ahora entendía que a veces, en algunas cosas me recordara a Pablo, y ahora sabiéndolo todo, su parecido lo veía más patente salvando diferencias también notables.
Alberto había dejado de ser prioritario en mis preocupaciones, Ana me lo había dejado claro, ¿y Eliseo?, ¡ay! Eliseo, Ana decía que la gente del campo compartían lo que hubiera, sin celos ni rencores, sin darle demasiadas vueltas, porque la vida les enseñaba, al contemplarla, lo que pasaba en su entorno. Además ahora entendía que Pablo quisiera tenerle a su lado, ahora que lo veía como su padre y no como su tío.
Terminé de tomar el te y me fui a la habitación, Dulce tenía ganas de cariños y me seguía interponiéndose en mis pasos haciéndome tropezar y reír ante su actitud.
Sin desnudarme, ni pasar por el baño, me tire en la cama, miré el techo blanco de la habitación y me saqué el teléfono del bolsillo, lo miré y busqué en la lista de contactos. Marqué encomendándome al cielo para que hiciera bien las cosas, que el quisiera mi llamada y…,
-Gatito, te haces de rogar, esperaba tu llamada, la deseaba tanto.
-Quiero seguir estudiando, terminar mi carrera. Vivir en la casa grande hasta que mis cosas con Eliseo vayan mejor. Serte útil. Qué cuentes conmigo para todo… -lo solté todo de golpe sin respirar hasta que él me interrumpió
-Concedido, de acuerdo, todo será como tu quieras, pero dime lo importante.
-¡Pablo! te quiero, te amo tanto, y si, voy a marchar para estar contigo, dame solo unos días, igual con uno tengo bastante…, no mejor ven tu a recogerme ahora.
-¡Mi gatito loco!
-¡Pablo! Ven a buscarme ya y llévame a tu lado. -¡joder, qué llorón soy!, no podía hablar ahogado por las lágrimas.
-Llegaré en unas horas, esta noche estás en mis brazos, tranquilo gatito, espérame despierto.
-Haré lo que tu me mandes Pablo, siempre, siempre, te amo mi Pablo, te espero… -pero la llamada había sido interrumpida.
Cerré los ojos, las últimas lágrimas cayeron, cuando los abrí Dulce tenía la carita apoyada en la cama y mirándome preocupado, y triste por verme llorar.
Le pasé la mano por su cabecita.
-No volverás a quedarte solo, te lo prometo, si Ana no se opone te llevaré conmigo.
Él me acompañó en la cama, hasta que el ruido de un motor de coche me hizo saltar y correr a la puerta principal de la casa.
Pablo siempre cumplía, sus recios pasos sonaban fuertes y firmes pisando la grava del jardín antes de subir las escaleras donde Tomás ya esperaba antes de que yo llegara.
Seguira…