Un pretendiente que conocí hace unas semanas me invitó a pasar un fin de semana con él en Acapulco. La idea era más que obvia, que me follara a diestra y siniestra durante 48 horas. Este es el relato de lo que sucedió. Para los que ya me conocen saben de mis curiosos hábitos de entregarme a mayores, hombres, o mujeres.
Pasé recientemente un par de semanas brincando entre el catre sucio de don Ignacio y el hotel barato a donde me lleva Laila, hasta que conocí a Gilberto, quién arropo mi desnudez moral. Lo conocí en una fiesta, amigo de una amiga, y una semana después me invitó a un concierto. Decidí aceptarle la invitación. Fuimos a la zona de hasta adelante, es decir parados. Todo iba normal, las luces se apagaron y apareció la banda en la escena, la algarabía era total, hasta que repare que alguien detrás de mí estaba acomodando su miembro entre mis nalgas.
Primero me quedé quieta, no sabía si lo que sentía detrás de mí era una cuestión accidental ocasionado por el cúmulo de gente o si era plan con maña. Me quedé quieta, estática un momento, y efectivamente, empecé a sentir como el miembro crecía de tamaño y cómo se ponía duro como roca. Para entonces ya estaba algo tomada y no le vi problema a dejar que el mañoso de atrás se divirtiera un rato conmigo y de paso me diera algo de placer. Me empecé a mover al ritmo de la música sintiendo su tiesura entre mis nalgas, era imposible que mi acompañante se diera cuenta de nada, era tal el borlote que en determinados momentos dejábamos de estar juntos y nos separábamos.
Para mi en ese entonces lo único que me importaba era seguir pegada a ese bulto que me estaba dando placer. Pues sí, la actuación terminó por ponerme altamente cachonda y con bríos de sexo sin compromisos con un total extraño a quien ni siquiera le había visto la cara. Para la mitad del concierto sentí cuando desenfundo su virilidad y la acomodó entre mis piernas que gustosamente se separaron para alojar su verga. Esa noche iba de putita, qué más, si una va a un concierto es porque una quiere guerra. Y vaya que la encontré.
Le sobe el rabo un rato acariciándole el pene con mis dedos mientras entraba y salía de entre mis piernas. Un rato después sentí su glande en mi espalda, grande, duro, tieso y ya salivando esperma y esparciéndolo sobre mi espalda. La verga que me encontré por casualidad prometía ser una herramienta muy hábil con la cualquier chica gustosa no diría que no. Como a cada concierto que voy, porque en México se presentan las mejores bandas de rock un día sí y el otro también, fui a modo. Poca ropa y accesible.
Un short corto de jeans roído y una playera de tirantes que de perfil permite ver la aureola de mis pezones. La acomodó entre mis piernas nuevamente. Justo a la altura de mi sexo. Lo acomode y lo atrape entre mis muslos. Sintiendo su falo encendido lo atrape allí y de reojo lo invité a que lo dejara allí.
– Diviértete ahí nene – fue lo que le dije sin saber si me había oído o no. La música era fuerte y apenas dejaba escuchar mis gritos. Mi pretendiente, justo al lado mío, ni siquiera se imaginaba el festín que me estaba dando.
El brincadero de la gente en el clímax del concierto ocultaba el faje que me estaba dando con este desconocido. Yo lo único que quería era que me follara allí mismo, mis nalgas ya entregadas a él disfrutaban su dureza y el roce de su verga sobre mi era delicioso no obstante mis ropas. Sentí su dureza entiesarse aún más y coloqué mi mano frente a su miembro para recibir su descarga en ella, no quería que su esperma quedara desaprovechado en los jeans de la chica que bailaba frente a mi.
El concierto acabó y Gilberto me pidió salir juntos. Le dije que no pero igual se la chupe hasta hacerlo acabar en mi boca. Antes de bajarme de su coche frente a mi casa le dije que siempre podíamos ser follamigos si a él le apetecía y me despedí. Llegué a casa exhausta y con semen de dos chicos distintos.