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La historia de Ángel, solo era un muchacho (49/59)
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Para regresar al hotel volvió cogerme de la mano, jugando con ellas enlazadas y moviéndolas como soldados desfilando, no dejaba de ser un infantil juego que, unido a nuestras risas alegres, lograban que los paseantes nos miraran indulgentes

Mi acompañante se sentía desafiante y provocador mientras caminábamos, los mayores solamente nos miraban y sonreían, alguno más joven, aceptando el reto, nos hacía algún gesto obsceno con los dedos de la mano lo que provocaba más hilaridad en nosotros.

En el ascensor coincidimos con una pareja mayor, la señora inició una sonrisa como cordial saludo que interrumpió al ver a Oriol abrazase a mi cintura y estamparme un rápido beso en los labios.

La señora y mi amigo se miraban desafiándose sin decir una palabra, el señor no sabía donde colocar la mirada hasta que el ascensor se detuvo, la señora salió al pasillo y se volvió para tirar de la manga de la chaqueta del hombre pasmado.

Una vez en la cama, después de lavarnos la boca y ducharnos, Oriol apagó todas las luces menos las de la terraza y las de encima del dosel de la cama.

-Primer día y no ha estado nada mal. -sacó su cantarina risa que llenó la habitación y no tuve otro remedio que secundarle y reír con él.

-Has escandalizado a la señora, quería ser amable y nos sonreía. -volvió a reír mientras recogía el cuerpo y se giraba hacia mi.

-Solo era una broma, hemos venido a divertirnos, ¿recuerdas a la parejita de la playa? -colocó el dorso de los dedos sobre mi frente y fue bajándolos por el perfil de la nariz hasta detenerlos en mis labios, se los besé y me acarició las mejillas.

Me daba perfecta cuenta de lo que estaba sucediendo, le vi temblar los labios antes de que cayeran sobre míos, aplastándolos ligeramente como si fueran colorados globos llenos de cálido aire.

Jugaba pasándolos con ligereza y aplastándolos más hasta que sacó la lengua y me lamió. Yo permanecía quieto permitiendo que me besara, se separó unos centímetros y se apartó el cobrizo cabello de los ojos para mirarme.

-¿Voy a tener que hacerlo yo todo? ¡Colabora Ángel! -le cogí la cara con las dos manos y lo separé un poco para enfocarle en mis ojos.

-¿Quieres que lo hagamos? -le interrogué sintiendo la dulzura de su aliento golpeando mi cara.

-¿Tu que crees? La parejita de antes me puso caliente, ¿tienes miedo Ángel?

-¿David?

-Olvídalo, David no está, tu si. No pasará nada Ángel, no me voy a enamorar de ti y tu tampoco lo harás, solo te deseo ahora, en este preciso instante. -solté su cara y rápidamente sus labios volvieron a posarse en mi boca, su pelo acariciaba mi cara y abrí la boca para recibirle.

Oriol era adorable, increíblemente hermoso, dulce y deseable, me besaba tomando la iniciativa y su mano comenzó a acariciarme el pecho desnudo, su mano tan delicada pasaba una y otra vez acariciando los pectorales y descendía hasta ondular en mi abdomen y meterse en el elástico de mi pantalón.

Sus besos era muy dulces, delicados a veces, y otras exigentes reclamándome participar cuando mi lengua se detenía y no jugaba con la suya. Abracé su delicado cuerpo y se puso sobre mi, se movía haciendo que nuestros penes se rozaran a través de las telas.

Pasé las manos por su espalda hasta llegar a los hoyitos que se le formaban al principio de las breves nalgas, se las amasé metiendo los dedos en la hendidura que formaban, a pesar de la tela sentía el calor de su ano palpitando bajo mis dedos.

-Sí Ángel, así me gusta. -sus besos parecían no tener un final, y a pesar de la dulce brisa que penetraba por la ventana abierta, nuestras pieles empezaban a transpirar.

Cuando nuestros labios estaban tan rojos que dolían dejamos de besarnos, se levantó y se quito el pantalón, a pesar de la brevedad de su masa corporal, su verga dura y llena no era algo despreciable, la tenía húmeda y con el capullito brillante de los jugos que había excretado mojando la tela donde la tuvo encerrada.

Se arrodilló entre mis piernas y tiró de mis pantalones sacándomelos, mientras tiraba de ellos no perdía de vista mi verga que iba apareciendo dura y encharcada de juegos como la de él. Miraba su cara que sonreía con malicia y me cogió la polla por la base, se inclinó y acercó la nariz para olerla y después tiró del pellejo para dejar el glande al aire.

-¿Cómo podéis tener la piel de la polla tan negra?, hasta brilla si la estiras, me gusta tu verga Ángel, es bonita y huele bien rico. Va a hacerme muy feliz, es como la de Yasin. -tuve que reír aunque excitado por la comparación que hacía.

-Creo que es un poco más pequeña. -volvió a sonreír y se inclinó poniendo los labios en forma de corazón, los poso sobre la punta del glande y lo besó sin apartarse, sentía como intentaba meter la punta de la lengua por el agujero de la uretra.

-Es suficiente para mi Ángel. -seguidamente comenzó a lamerla y a chuparla metiéndola en su linda boquita de niño que se quiere atiborrarse de golosinas.

-¡Ayyy! Oriol. ¡Ah! ¡Ah! Vas a conseguir que me corra. -sacó toda la verga de la boca y la cimbreó cogida de la base.

-Pues eso no me interesa. -se inclinó y la dio unos cuantos besos antes de colocarse tumbado sobe mi pero invertido, abierto de piernas y con sus atributos viriles sobre mi cara.

-Ahora es tu turno, chúpamela tu. -no me hice de rogar y se la sujeté para llevarla a mis labios, la besaba lamiendo el seminal que goteaba antes de meterla en mi boca. Para mi era muy fácil tragarme su pene y simplemente abría la boca para que me la follara a la vez que le acariciaba las nalgas llegando cuando podía, hasta su ano ya húmedo.

Oriol ya no me la chupaba, algunas veces la daba besos, jugaba con mis testículos llegando hasta acariciarme el ano, procuraba tenerme encendido pero que no me corriera.

Levantó el culo y su verga se escapó de mi boca, abrió más las piernas y se adelantó dejando a mi vista su rosado ano. Una forma muy sutil de pedirme que se lo comiera, y no iba a despreciar su oferta.

Lo hice gozando de la fragancia que salía de su agujero, lo lamí y chupé hasta que me permitió meterle los dedos, Oriol aplastaba la cara sobre mi verga y el pubis, sollozando por el placer que le daba mi lengua y mis dedos abriéndole y comiéndole su rico culito hasta que me lo pidió entre lloriqueos y la voz ahogada.

-Fóllame Ángel, para ya por favor, me muero por tener tu verga en el culo. -le solté las nalgas y rápidamente se colocó tumbado y recogiendo las piernas en el pecho ofrecido para que lo tomara.

Parecía un ovillo de lana enroscado sobre él mismo, el hoyito de las nalgas muy abierto mostrando el dulce centro del ano, palpitando y deseoso de polla, la bella cara encendida en rojo de prohibido y sin embargo dándome permiso para que lo follara a mi gusto.

Me tumbé entre sus piernas apoyando la punta de mi polla en su ano, pero antes tenía que besar aquellos labios ardientes y mojados, se los besé y mordí sin reparos.

-¡Ya, ya Ángel! Fóllame, ensártame la verga porfa. -me la sujeté con la mano para que no se desviara y empuje la cadera con cuidado hasta que su ano, como una flor que despierta al brillo del sol, se abrió y me tragó la punta.

-¡Oh, oh, oh!, si que rico. -Oriol movía ligeramente la caderas y mi verga se iba deslizando en su interior. Gozaba de nuestro acto, notando cada centímetro de polla que le iba entrando, mordiéndose los labios y extraviando los ojos.

Cuando sintió que me pegaba a él y que no quedaba más verga que meter, comenzó un candencioso movimiento, lento y rotatorio que era mejor que meterle y salarle la polla de aquel divino ano.

Se sentía tan bien dejándole hacer a él, y aprendiendo de su superior conocimiento, que no podíamos aguantar mucho, terminamos al final con la follada tradicional, los últimos instantes no me pude contener y le follaba con ferocidad, dándole la verga hasta el fondo de su tripita, ansioso de llegar al clímax.

-¡Sí Ángel, sí, así muy rico, dame, dame fuerte, entra más al fondo, ¡Ah!, qué placer tan rico. -sentí como los disparaos de su verga se estrellaba en mi vientre y las contracciones de su ano me forzaron a vaciarme a mi también.

Llevaba días sin vaciarme y ahora no cesaba de correrme llenando el viente al pequeño Oriol.

-¡Ah! Dios que culito delicioso. -escabullo las piernas sacándolas de entre nosotros y me enlazó la cintura con ellas. Permanecimos así unos minutos hasta que empezó a reír y me elevé sobre los codos para mirarle.

-Me has llenado el cuerpo de leche, tengo la barriga hinchada, parece que no te has corrido en un año y ya se me sale a chorros. -me abrazó el cuello y llevó su boca hasta la mía volviendo a unir nuestros labios aunque no podía parar de reír.

Oriol me estaba resultando un chico vital, y tan alegre que me contagiaba haciendo que dejara de pensar en todo lo que no fuera disfrutar de aquellos días regalados.

Nos duchamos siguiendo nuestros juegos pero ya cansados y regresamos a la cama durmiendo cada uno en nuestro lado, sin más muestras de deseos sexuales, volvíamos a ser los amigos despreocupados dispuestos a pasarlo bien sin problemas.

—————————————-

Lo de esa noche no volvió a repetirse al siguiente día , ni al otro, ni al otro.

El que si que me llamó fue Alberto, interesándose por nuestro viaje y por como habíamos llegado. Estábamos descansando en la habitación después de subir de la comida y me dio algún apuro al tenerle a Oriol a mi lado, no deseaba que surgieran suspicacias entre nosotros.

-Bien, bien todo ha resultado mejor de lo que esperábamos, nos gusta aunque aún no hemos podido ver todo. ¿Tú que tal? -Oriol me hacía gestos con los labios y elevando las cejas preguntando quien era.

-Soportando el calor y el trabajo pero bien, esperando a que llegue Agosto y las vacaciones, procuro hacer tiempo para, además de pasar el tiempo en el bar, ir a la piscina y tomar el sol cuando puedo. -mi amigo continuaba insistiendo, curioso por saber con quien hablaba.

-Estoy con Oriol en este momento, descansando la comida antes de salir para seguir curioseando, te lo voy a pasar, está curioso queriendo saber con quien hablo.

-Vale. -no me pareció que lo hacía con demasiado entusiasmo.

-Entonces le paso el móvil a Oriol.

-¡Espera, espera!, ¿puedo llamarte otro día?, no quiero entretenerte ni molestarte con mis llamadas. -el sentido muchacho continuaba pensando que podría cansarme, y sin embargo era todo lo contrario, únicamente que no me apetecía hablar con él delante de Oriol.

-Llama siempre que quieras, o puedas hacerlo, adiós, o a Oriol va a darle un ataque. -mi amigo extendía la mano desde que supo de quien se trataba, deseoso también de contarle nuestras experiencias. Sin más despedidas le entregue el móvil a Oriol.

-¡Esto es fantástico! Me alegro de haber venido. -le escuchaba sin saber lo que el otro le decía aunque a veces podía intuirlo o suponerlo.

-Lo pasamos bien y no hacemos locuras, no te preocupes…

-Vale, de acuerdo, yo lo cuido. -me miraba guiñando un ojo y haciendo muecas para que supiera que hablaban de mi.

-Bien, bien los besos se los doy yo de tu parte…

-Ya lo se, como te ha dicho Ángel llama cuando quieras.

-Adios amor…

Me devolvió el móvil y se quedó mirando, luego me sujeto la cara y me besó profusamente toda ella.

-Este es el encargo que me ha dado, Alberto tiene tiempo para llamarte y mi marido se le ha olvidado de que existo… ¡Ah! machos de corazón duro…

Alberto continuó llamando, a distintas horas y no más de una vez al día, y por fin Oriol se dio por satisfecho cuando David le llamó.

Seguíamos nuestros paseos de las tardes, los juegos en la playa de al lado, bañándonos en la piscina aunque preferíamos la playa con más público.

Ese día elegimos la piscina porque el cielo a menudo se cubría de nubes y amenazaba la lluvia, nos sentamos en el borde de la piscina jugando con los pies dentro del agua.

-Mira esos dos chicos, siempre los encontramos en el comedor. -dirigí la vista donde él miraba, efectivamente dos muchacho de nuestra edad, más o menos, llegaban en ese momento, aunque uno era ligeramente más bajo que el otro parecían de la misma edad. Tenían unos cuerpos trabajados, sin músculos llamativos pero se les notaba que hacían bastante ejercicio.

Se acercaron y discutían, el más alto empujó del hombro al otro y éste me pisó la mano con la que me soportaba.

-¡Oh! Perdona. -arrodilló una pierna y me puso la mano en el hombro.

-No ha sido nada. -me había dolido pero no me iba a poner a llorar ni a quejarme.

-Ha sido tu culpa Jeroni, al menos podías pedir disculpas. -el llamado Jeroni me tendió la mano, para dársela tenía que volver a posar la mano que me había pisado y preferí ponerme de pie.

-Ya te he dicho que no ha sido nada. -pero le tendí la mano izquierda, Oriol también se levantó, los chicos eran más altos y fuertes que nosotros.

-Os hemos visto en el comedor. -comentó mi amigo.

-Nosotros también nos hemos fijado en vosotros. -el más alto miró al cielo moviendo la media melena de pelo castaño oscuro, igual a la del otro chico.

-No hay muchos chicos de nuestra edad, mi nombre es Jeroni, él mi hermano Sabi, nos saludamos todos y les dije mi nombre y el de Oriol. Al escucharlo Sabi se dirigió a mi amigo.

-¿Eres catalán?

-¡Oh, no! ¿Lo dices por el nombre? Fue un capricho de mi madre.

Comenzamos a hablar, allí de pie en el borde de la piscina, no había demasiado publico y algunas mesas colocadas a lo largo del perímetro de la piscina estaban desocupadas.

-Vamos a sentarnos si no tenéis prisa y hablamos. -Jeroni se dirigió a una mesa sin esperar la respuesta y le seguimos. No llegamos a utilizar la piscina ese día, hablamos y hablamos como si tuviéramos necesidad de cambiar de interlocutor y que alguien desconocido nos escuchara.

Pudimos enterarnos de que ya llevaban quince días en el hotel, de que eran catalanes, de Tarragona, y el viaje lo habían hecho en barco, un pequeño yate que tenían y que no era suficiente para pasar las noches en él.

Eran dos chicos agradables y alegres, lo que necesitábamos para aumentar nuestras inexistentes amistades vacacionales, y ellos enseguida se brindaron a que participáramos de sus salidas para visitar los lugares cercanos viéndolos desde el mar.

-Por favor decir que si, a mi madre no le agrada demasiado estar en el barco y no puedo aguantar a mi padre y a este yo solo lo tengo que soportar. -Sabi lo pedía de tal forma, imitando en ridículo la voz de un niño, que Oriol estalló en risas.

-¿Tú que dices Ángel?

-Ya lo has decidido tu pero tendremos que pedir permiso.

Con suma facilidad conseguimos la autorización de Ana y Eduardo, y de los padres de David, los muchachos les cayeron bien desde un principio y además se acercaron a nuestra mesa una vez que habíamos cenado, con sus padres que resultaron ser tan agradables como los hijos.

Habíamos hecho amigos y a los mayores les habíamos conseguido compañía, la madre de los chicos era la que demostraba estar más contenta, ahora tenía a otras personas para hablar cuando sus hijos y marido se fueran a navegar.

Desde ese momento nos volvimos inseparable los cuatro, y durante el tiempo de estar en el mar también del padre que no aparentaba los cincuenta años que tenía, era fuerte como ellos y con un cuerpo marcado, la piel muy tostada por el efecto del sol y el mar.

Salíamos después de cenar a las salas de fiesta o a los bares con baile, a las terrazas y demás lugares de esparcimiento, lo que peor llevaba era que a los muchachos les gustaba beber, no para emborracharse pero si bastante.

Hacían comentarios sobre alguna chica que veíamos, que estaban muy buenas, sobre sus tetas y culos, se les podía suponer que eran heteros, por su parte Oriol no se contenía si en algunos momentos quería sujetarme la mano, era algo evidente para cualquiera y a ellos no parecía importarles.

A pesar de que las chicas les gustaban, o eso era lo que aparentaban, preferían nuestra compañía, resultaba muy chocante y extraño. Alguna noche, después de nuestra excursión en la vida nocturna de la ciudad, terminábamos la fiesta tomando un trago en sus habitación o en la nuestra.

Unos días después la llamada de Alberto no resultó tan agradable como las demás, fue al final de la charla cuando le pidió a Oriol que deseaba seguir hablándome, desde el primer día se estableció un acuerdo sin palabras: Alberto no me llamaba a mi, su interés era por los dos, y después de hablar conmigo era Oriol quien le despedía.

Ese día no fue así, y presentí que algo inusual sucedía.

-Qué es lo que pasa Alberto?

-No te alarmes, no es para asustarse. -solamente con su tono precavido ya me asustaba un poco.

-Ian ha tenido un accidente con la moto, pero esta bien, muy aparatoso nada más. -el corazón me dio un vuelco, en estos meses de trato con él y ante su cambio le había llegado a coger cariño y apreciarle como un verdadero amigo.

-¡Dios!. Ian, ¿has ido a verle?

-Pienso ir el sábado, otros le han visto ya, y me han asegurado que no es grave lo que tiene. -sus palabras intentaban tranquilizarme, pero su voz nerviosa no decía lo mismo.

-¿Y qué es lo que tiene? No te andes con rodeos. -Oriol a estas alturas me miraba consternado, sin poder calibrar lo que pasaba aunque él conocía muy poco a Ian.

-Se ha roto un brazo, tiene heridas en las piernas, y como se le escapó el casco con el golpe se ha raspado toda la cara con el asfalto, me dicen que impresiona verle y que él se lo toma a chirigota, ya ves que no esta para ir al cementerio.

Si Ian era capaz de tomarse el accidente a broma, era la muestra de que no se había roto algo vital, y eso solo comentario me dejó más tranquilo.

Tuve que explicarle todo el detalle a Oriol, además de la relación que tenía con Ian de la Escuela de baile, sin comentarle como me había forzado y lo del secuestro, esto solo lo recordaba cuando algo malo surgía, era la disculpa lógica para que mi mente me lo trajera al instante.

Unos días antes de que nuestras vacaciones terminaran los padres de Jeroni y Sabi tenían prevista la vuelta a España, antes deseaban visitar Mónaco pero los chicos preferían quedarse en Niza, entonces a Ana María se le ocurrió que podrían ir las mujeres, el padre las acompañaría “para cuidarlas”, una visita a Montecarlo las atraía sobre todo a Ana María por su afición al juego, conocería los casinos y la vida de noche que era lo que pensaba hacer desde el principio.

Partieron a la mañana y Justino conducía el coche, la idea era pasar allí la noche y volver al día siguiente. Eduardo parecía estar mejor y aquellas vacaciones habían sido la mejor medicina, podía dar largos paseos por la orilla de la arena con el doctor Salvatierra, todo parecía ir sobre ruedas excepto el accidente de Ian.

Nosotros decidimos pasar la mañana en la piscina, hasta la hora de la comida, había muy poco público y teníamos la piscina prácticamente para nosotros solos, pudimos jugar con una pelota que nos dejó un camarero. En realidad el personal del hotel ya nos conocía, ¿quien no se fijaría en cuatro jóvenes, guapos y alegres que reían todo tipo de bromas?

Comimos con los dos mayores y luego subimos a la habitación para descansar, teníamos que estar frescos para la noche. Ellos tenía su habitación dos pisos debajo de la nuestra y bajaron del ascensor.

-Podíamos quedarnos los cuatro en nuestra habitación para hablar un rato. -propuso Sabi sujetando la puerta para que no se cerrara.

-Es mejor que no, tenemos que lavarnos la boca y luego prepararnos para la cena y salir. -Oriol le contestó y nuestro amigo no puso buena cara.

-Hablaremos a la noche, no te preocupes ya buscaremos el momento. -apoyé lo que mi amigo decía recordando que Alberto nos iba a llamar.

Nos lavamos la boca y nos tendimos en la cama, sin darnos cuenta nos quedamos dormidos y nos despertó el sonido del móvil.

Hablamos un rato con Alberto, no cesaba de recordarnos que nuestra vuelta estaba cercana y que las vacaciones terminaban. Lo pusimos para poder hablar los tres y logró que el sueño se nos fuera para sustituirlo por las risas. Alberto sabía todo lo que hacíamos, Oriol se encarga de contárselo.

-Cada vez me convenzo más de que a Alberto le sucede algo. -Oriol me acarició la nariz como aquella vez que terminamos follando, no lo habíamos vuelto a hacer, no por falta de ganas pero él no lo sugería y yo no deseaba crear problemas, si los había que no fueran por mi causa.

-¿A que te refieres?

-Le gustas, nunca le he visto tan interesado por alguien. -le miré sin querer que sus palabras penetraran en mi cabeza.

-Estáis tu y David, quizá también Rubén, no me gustan esos líos que me complican la vida, son difíciles de controlar, tampoco quiero volver a sentir dolor por ese motivo. -mi amigo seguía acariciándome la cara, pasaba los dedos por ella distraído.

-Lo de Alberto con mi primo terminó hace mucho tiempo, casi desde el principio, salimos en el catamarán de David para darle gusto un par de veces, y luego dejaron de verse, por lo menos eso me dijo él.

-De nosotros se fue alejando lentamente, fue difícil porque ninguno de los tres tenía muy claro los sentimientos, a veces no hacemos bien las cosas aunque no me arrepiento de haber estado enamorado de él, es un buen chico y merece ser querido. -dejó de acariciarme y se colocó mirando al techo. No hablamos más, yo solamente daba vueltas a sus palabras, y el solo pensamiento de Alberto me causaba un agradable cosquilleo, y me sonrojaba creyendo que fuera posible lo que Oriol me decía.

Me pasaba, con respecto a Álvaro y Pablo, algo parecido a lo suyo con Alberto. Aún no tenía las ideas muy claras, continuaba amando a mis chicos y no podía olvidarlos, era muy pronto y no deseaba volver a caer en un enamoramiento que me dejara herido por tercera vez.

Con la falta de contacto los sentimientos se iba enfriando, además otros agentes comenzaban a despertar mi interés y a incrustarse en mi existencia, a distintos niveles, pero era verdad que Alberto el primero, e Ian en segundo puesto, comenzaban a despertar mi interés siguiendo el juego del que ellos sentían hacia mi.

Nuestros amigos gemelos, nos llamaron para decirnos que bajaban para la cena, nosotros terminábamos en ese momento de prepararnos, sin demasiado detalle ya que volveríamos para lavarnos los dientes, perfumarnos y terminar de arreglarnos antes de salir de fiesta.

Habíamos terminado por meternos en un bar, con baile y algo más, que nuestros amigos habían localizado preguntando en el hotel. Era un local de gente heterogénea y mezclada. Había para todos los gustos, chicas y chicos, jóvenes y mayores, y de todas las tendencias sexuales. Me dejó confundido al principio.

Algo se me revelaría más tarde en la pista de baile, estábamos bailando suelto una sensual pieza que había ensayado en mi academia, y sin pensarlo dos veces comencé a mover las caderas y sacar el culo de lo más heterodoxo y sensual, Jeroni me sujetó las caderas siguiendo el ritmo de la danza, se fue aproximando con el mismo movimiento hasta pegar su cuerpo a mi culo, pero él proyectando la pelvis al revés de lo que yo hacía con mi culo.

Estuvimos unos minutos así hasta que me pasó los brazos por la tripa apretándome fuerte contra él, haciéndome sentir la dureza que guardaba entre las piernas.

Mi deseo libertino era poder estar desnudo en ese momento con él, como me tenía abrazado, pero ensartado en la dureza de aquella verga que hervía pegada a mi trasero. Acercó la cara a mi cuello resoplando por el movimiento.

-Bailas muy bien y mueves el culito mejor. -todo se terminó cuando su hermano nos separó. Pero vaya descubrimiento, los hermanitos no eran tan heteros.

No hubo más momentos y me dejó con unas ganas enormes de verga, hacía diez días que pasó lo de Oriol y ni recordaba cuando había sido que mi culito estuvo ocupado por una polla.

Seguirá…

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