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Erick, Laura y yo
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Tiempo de lectura: 14 minutos

Soy Hernán. Trabajo en el negocio de mi padre y me deja tanta libertad de operación, que he hecho ciertas innovaciones orientadas a obtener mejores resultados. Una de ellas es la información del estado de su negocio a domicilio. Por eso, visito a domicilio a todos mis clientes para informarles de sus negocios llevados conmigo, de la normativa, del estado de los impuestos, etc. No me gusta que vengan a la oficina, por eso dedico tres días a la semana a visitarlos, siempre sin prisa y les doy buenas noticias. Cuando estas no son tan buenas les llamo a la oficina. Por eso este año, que no he llamado a ninguno, he recibido muchas felicitaciones de todo el mundo, comenzando por mi padre. Normalmente les veo en sus casas a horas en que quedamos, unas veces es breve otras es más larga, algunos me invitan a comer, otros me invitan a tomar una copa en un bar, a otros me toca invitarlos a mí. Los negocios son negocios, no exigencias.

Cierto día de primavera avanzada iba buscando a uno de mis clientes que se había puesto a vivir en un lugar muy apartado y escondido de la comarca. Llevaba ya tiempo buscando y no encontraba la casa. La verdad es que todas las casas estaban dispersas y encontrar una en concreto sin muchos detalles no era fácil de localizar.

Me introduje, tal como me habían indicado, en un camino estrecho por el que mi coche cabía muy ajustado con unos árboles a la derecha y a mi izquierda un desnivel de unos dos metros y medio o tres, tal como pude comprobar más tarde. Toda mi preocupación era que no viniera nadie por delante.

Había llovido toda la noche y ese camino estaba lleno de charcos más o menos grandes. Iba con cuidado de no patinar porque también la tierra era pura arcilla y el lodazal tremendo. Me paré sin apagar el motor ante un gran charco donde yo no podía ver que había debajo de aquella agua tan barrosa y blanquecina. Lo que me vino a la cabeza es que allí había un enorme charco peligroso lleno de barro de arcilla, buena para hacer botijos, pero no para cruzar los coches. Así que mejor no seguir adelante. Según lo que me habían indicado, no debía de estar lejos la casa de mi cliente.

Tenía miedo de seguir adelante. Mi primera intención fue regresar marcha atrás, pero al intentarlo noté que no podía porque las ruedas se movían a derecha e izquierda y yo me iba o contra los árboles o contra el desnivel. Así que me dije, voy adelante. Y comencé prudentemente a pasar el charco, el cual me parecía muy resbaladizo y tenía que mantener el volante cual timón de barco en alta mar. De repente, las ruedas patinaron y el coche no avanzaba. Me puse nervioso, lo intenté varias veces, mucho humo por el tubo de escapé y sentí una corriente de desesperación en mi interior que me hizo eyacular dentro de mi calzoncillo y pantalón. Aquello no iba adelante y yo totalmente mojado en mis genitales, que ya traspasaba mi pantalón gris perla.

Pensé que lo mejor era salir del coche. Intenté abrir la puerta, pero la de mi izquierda estaba atrancada y no podía abrirla. Me cambié de asiento y quise abrir la puerta de la derecha y escuché un ruido. Asomé por la ventana y en efecto había caído en un agujero grande y no se podían abrir las puertas. Pasé al asiento trasero y pude abrir la puerta trasera. Salí sobre el barro, me llené de barro viscoso hasta las espinillas y me arrimé al extremo sobre el muro de árboles, mirando como mi coche estaba hundido en la parte delantera dentro del agujero.

Me desesperaba viendo que no iba a poder sacar mi coche. Me arrimé a un árbol y comencé a masturbarme como para desahogarme. ¡Joder! ¿Por qué tardaba en levantárseme? Pensé que tenía que darle a mi mano fuerte porque como había eyaculado hacía poco, pero de ninguna manera me funcionaba, aprisionado por el pantalón y por el slip hasta la rodilla, me faltaba como libertad y espacio. Me los saqué, me puse descalzo y continué con mi faena.

— Pero, hombre, ¿qué haces?, —escuché una voz.

Miro y veo que es mi cliente que viene en mi auxilio. Mi cliente se llama Erick y es un tío majo, simpático y de buenos modales, pero a la vez muy atrevido. Intento darle mil explicaciones con todo mi nerviosismo y me dice.

— Un poco de tranquilidad; abre tus piernas y agáchate, se abre la bragueta, mientras yo aún podía verle, se mete detrás de mí, me da dos escupitajos al culo y uno más a su polla y la va metiendo poco a poco en mi culo. Yo me quedo primero abobado, como superlativamente sorprendido, luego, no sé cómo, pero estaba como abandonado… Me la mete y me duele, gimo y miro para todos los costados.

— No te preocupes, no hay nadie, aquí estoy solo, luego sacamos el coche.

Me dolía, la tenía toda dentro. Me dolía mucho, sus pelos del pubis hacían de frontera en mi culo y me daba gusto su suave roce en la entrada de mi culo y mis nalgas. Ya saboreaba el placer de una polla en mi culo produciendo mucha saliva que me hacía babear hasta el suelo.

— Me voy a correr —decía con movimientos circulatorios para aumentar mi placer—, me voy a correr, ¿dónde lo quieres, guapo?

— En mi boca, por favor, a ver si me desahogo del todo.

Salió de dentro de mi culo, se me puso delante porque yo tenía los pies clavados en el barro. Me puse en mi boca su polla, no tan grande pero buena para las circunstancias y pude metérmela toda dentro, cerré bien los labios y desde el primer chorro al último lo recogí absolutamente todo. Le lamí a Erick la polla hasta dejarla más limpia que una copa de cristal.

— ¿Vamos a mi casa ahora?, —me pregunta.

— Por favor, mira que aún la tienes erecta, métemela de nuevo para que me tranquilice. —le digo como excusa.

Volvió a mi trasero y me dio a su gusto y más aún al mío, ahora sin el más mínimo dolor. Se puso a meterla y sacarla a mayor velocidad cada vez y gritábamos, yo de placer y él de gusto. Volvió a soltarme su lefa y mi culo y mis huevos estallaron en seis trallazos de esperma. ¡Qué a gusto me quedé!

— Hala, vamos a casa, ponte el pantalón, que mi esposa te lo lave y te lo seque y después de comer quedas como nuevo.

Me puse el pantalón y los zapatos, cerré la puerta del coche y por al lado del charco pasamos hasta su casa que no estaba a más de 200 metros.

— ¡Joder!, con lo poco que faltaba y no haber llegado, ¿seré cabrón?.

— Es que has caído en la acequia de riego. Como no tiene laterales de cemento para hacer solo de badén, con la lluvia de ayer se ha llenado de arcilla y ya no pudiste remontar. Luego lo hacemos, mientras mi mujer acaba de preparar la comida.

Me prestó un short ancho y sacó el Land Rover; con una cadena que enganchó tiramos del coche y salió indemne, pero nos llenamos de arcilla todo el cuerpo. Al llegar a su casa, nos pusimos a limpiar los dos coches y allí mismo nos duchamos. Estábamos los dos desnudos y su mujer mirando por el ventanal de lo que después supe que era la cocina. Mientras nos secábamos bajo los débiles rayos de sol, charlamos de nuestro asunto y me dijo que lo que yo había dispuesto lo aceptaba todo, que confiaba en mí, y que estaba contento con la aceptación de entrar en nuestro negocio comercial. Yo estaba tan satisfecho que mi polla creció y él me dijo:

— No te entusiasmes, que te está mirando Laura desde el ventanal —miré, la vi y me saludó con la mano—, ella espera hacer el amor con los dos ahora, después de comer.

— ¿Con cada uno?, —pregunté sorprendido.

— No; con los dos a la vez, estaba deseosa de un trio y le dije que hoy venías tú.

— Pero…, hombre, yo soy gay y, además, pasivo.

— ¿Tienes algún otro problema?

— La verdad es que no, pero…, me da…, no sé qué…

— Toma, ponte ahora este short limpio y vamos allá arriba a la terraza y tomemos un par de cervezas, que ya huelo los pulpos a la gallega y los langostinos.

Cruzamos el campo en diagonal, subimos cuatro escalones y allí nos esperaba un banquete de marisco para el aperitivo. Carne no sé si habría, pero la esposa de mi cliente, Laura, estaba como un tren, con su bikini puesto, guapa, el pelo recogido con una larga cinta que intencionadamente colgaba por su hombro derecho hasta los pechos, de modo que, mirando su peinado recogido, los ojos se iban directa e involuntariamente a sus pechos, cubiertos escasamente por el sujetador del mini bikini. Era impactante ver a una mujer preciosa con un mini bikini consistente en una tanga cuerda y un mínimo sujetador. Estaba muy bien depilada. Con unas piernas muy desarrolladas y preciosas.

Con solo el short prestado y a pecho descubierto, la saludo y me abraza dándome dos besos en la boca. Menos mal que una mujer no me la levanta, pero mi cuerpo se estremeció. Yo la besé y metí lengua, porque a mí no me gana nadie, ¡joder!

Detrás de la casa, visible desde la terraza, estaba la piscina, con mayólicas azuladas que hacía un rectángulo precioso de azul cielo. Y de repente Erick me dice de nuevo:

— Mi mujer me dice que ya que somos tres, esta tarde podríamos hacer un trío.

Me quedé sorprendido por la insistencia. Conocía a Erick, pero siempre lo había visto correctamente vestido, hablando de cosas muy serias de los negocios, pero me sorprendió al hablarme tan claramente tentador. Le miré, le sonreí, me puse de inmediato serio y rígido.

— ¿Es verdad lo que he escuchado? ¿Es eso lo que quiere ella? Y tú ¿qué quieres?, —le espeté.

— En mi casa mando yo, ¿verdad, Laura querida? —dijo mirando a su mujer y ella asentía sonriendo— pero se hace lo que quiere mi mujer, ¿te apuntas?

— Lo que pasa es que yo soy gay…, —puse como excusa de nuevo a ver si Laura se arrepentía.

— Por eso mismo te ha elegido Laura y, además, le gustas, ¿a que es así, Laura?, —respondió mientras ella asentía sin decir palabra.

— Pues que se haga lo que quiere Laura, —respondí.

Con mi aceptación se pusieron felices. Laura puso unos ojos de lascivia tremenda y se quedó mirándome, y dijo:

— Me gusta tu cuerpo y siendo gay más, es como fruta prohibida. no sabes cómo lo presumiré ante unas amigas diciéndoles que me he follado a un chico gay y guapo, además, es que me parece que tienes buena polla, más grande que este hombre mío.

A partir de ese momento todo fue cerveza y langostino, pulpo y cerveza y Laura sacando aperitivos sin parar. Al final se fue a sacar propiamente la comida. Y Erick descorchó una botella del Somontano. Entonces, a solas, le pregunté a Erick:

— ¿Qué se hace en un trio?

Y me contesto sin más:

— Llenar el agujero que esté libre.

Me lo había planteado fácil, ya veía cuatro agujeros para distraerme y no cansarme. Acabamos de comer tan rico que la misma comida con tan rico vino me alteró los apetitos y comencé a tener ganas de Laura, más por curiosidad que por deseo. Hasta el flan con fruta que se movía cimbreando en el plato estaba que me parecía el coño de Laura tentándome. Mal presagio, me dije; y yo, tan descreído como soy, suplicaba a todos los santos del cielo y a los del infierno también que me tocara el culo, porque eso de atravesar un coño me la ponía como pequeña. Así que comencé a sudar y Erick me dijo:

— Pasemos al salón que hace menos calor y nos quitamos el short; mira la lista de mi mujer, ya se ha quitado el bañador y nos espera.

— Pero… ¿esto vuestro es normal…?, ¿habitual…?

Me contestó:

— Cuando viene alguien que nos gusta a los dos; tú nos gustas, ah, el sexo no va a ser tú con nosotros sino nosotros contigo, pero tienes licencia para hacer de todo, así aprendemos cosas nuevas.

En cierta manera eso me animó, porque yo soy muy mío y me encanta eso de que «nos gustas», «me gustas». «qué tío más bueno», y todos los etcéteras posibles. Algunos amigos me dicen que soy antropocéntrico, yo les corrijo diciendo… «mejor: sexocéntrico», pues para mí el sexo es lo más importante, de una u otra manera lo hago todos los días más de una vez, y todos los días no voy al super, ni al cine, ni siquiera al gym, ni trabajo los sábados y domingos, ni…, ni…, y ni mil cosas más. Además me gusta ser el centro del sexo de los que interactuan y aquí Erick y Laura me lo estaban ofreciendo, de modo que podía hacer o no hacer, ellos iban a disfrutar de mi cuerpo y yo lo gozaría igual, pero decidí interactuar muy activamente.

Por eso, entré en la sala y me quité el short —como estaba descalzo fue rápido—, me puse delante de Laura para que mirase bien mi polla sin pelos, larga, regordeta y casi mirando al suelo, asomando la punta del glande muy ligeramente, prácticamente solo el meato. Le di la mano, me la cogió y le di un tirón hacia mí, la abracé y le dije susurrando al oído:

— Hace una hora que hemos comido, me gustaría pasar por la ducha por dos motivos…

No me dejó continuar, me dio un beso y acalló mi boca, luego me arrastró a la ducha, allí, lo primero fueron sus pechos, se los acaricié con las manos y luego pasé mi cara por entre los dos promontorios, qué buenos que estaban y comencé a comérmelos, eran grandes. Ella me agarró la polla que ya se me estaba levantando y me la puso tan dura como un hierro forjado, sacó mi glande y parecía que iba a explotar. Todavía no habíamos soltado el agua. Vi el bidé y le dije:

— ¿Puedo soltar mi suciedad en ese bidé?, ¿tienes una pera de goma?

— Ahora estamos aquí, no necesitas ir al bidé, aún está puesta la manguera del enema, la acabo de usar, y la he limpiado. Yo te la voy a meter, como no tengo polla tengo palo de enema.

Me lo mostró, es de forma cilíndrica de un buen ancho y eso ya me gustó más. Me hizo inclinar con la cabeza fuera de la mampara. Llegué con las dos manos al suelo y le di mi culo a su merced. Notaba como me separaba las nalgas con manos cuidadas y cuidadoras y me puso una crema metiendo y sacando el dedo. Me daba lástima que no fuera una polla, pero tenía detrás de mí una artista del sexo anal. Fue metiendo el tubo de acero inoxidable y sentí verdadero placer todo el tiempo, hasta que me llenó la barriga. No me quejé, no dije nada, le dejé hacer y sacó el tubo y allá que se fue todo, qué gusto, qué alivio. Repitió la operación hasta cuatro veces, como hago yo en mi casa, sin habérselo dicho.

Acabada la operación llamó con un grito a su esposo y luego comenzó a comerme el culo. ¡Cómo pasaba la lengua y cómo la metía! Con el culo algo dilatado que tenía previamente, la lengua entraba en todas sus facultades y la movía dentro. Jamás una comida de culo me había hecho gemir tanto y disfrutarla.

— Hala, cariño, ya tienes el culo de Hernán para ti, quiero veros disfrutar, —dijo Laura.

Erick era buen amigo, pero para él el sexo, sexo es. Como estaba bien preparado metió el pene en el culo y ahora lo sentí mejor que junto a los árboles. Laura me ayudó a incorporarme para que estuviera más cómodo y nos besamos tal como sabemos besarnos los gays viciosos y las mujeres muy putas. ¡Qué besos! Metía la lengua hasta mi garganta y hacía que mi lengua llegara más profundo que nunca. Erick me besaba en el cuello y me mordía en el hombro. Laura se agachó y se puso a mirar y acariciar mi escroto, bastante grande por cierto y colgando por detrás de mi polla.

Aunque estaba enganchado por la polla de Erick en mi culo, acerqué mi pelvis a la cara de Laura para poner mi polla ante su cara y le golpeaba con mi apetitosa polla en la cara, en una mejilla y en la otra, se me puso verdaderamente dura, con el capullo le golpeé nariz y labios para introducirla a continuación en su boca que la abrió ávida de comerse mi joya. Chupaba mi verga y se la relamía, mientras Erick me estaba follando a tal velocidad y empuje que me obligaba a follar la boca de Laura al mismo ritmo. Erick me tenía cogido por la cintura, abrazando su derecha todo mi abdomen y con la otra mano acariciaba mis pezones. Erick me follaba como un loco, con ganas, estaba como enloquecido y me contagiaba su locura porque me mordía el cuello y succionaba como si algo tuviera que salir de cuello y hombros. Ya estaba yo que me temblaban las piernas y disfrutando por mi culo y con la mamada de Laura. Aquello se prolongó más de lo que era imaginable. Pero todo llega a su cenit y noté los espasmos de Erick que había llegado a su clímax y el orgasmo iba a comenzar. Gritó, gritó como quien pide auxilio y yo gemía echando babas de mi boca porque tenía ese hueco sin ocupar. De pronto, con estentóreo grito y apretando para llegar a lo más profundo, noté uno, dos, tres… seis chorros potentes en mi interior, que no sé como pude contar, porque lo estaba gozando tanto que de pronto solté un grito:

— ¡¡¡Puta vida la mía, come mi lefa, guarra!!!

Y allá que me fui en la boca de Laura, más bien bocaza porque lo aguantó todo y me relamió la polla para exprimirla. Al poco tiempo Erick sacó su polla y yo me volví de cara a él para darle un beso de agradecimiento. Erick no besaba como su mujer, pero como tenía tanta saliva, el beso salió suficientemente húmedo, mientras Laura iba succionando, manteniendo mis nalgas bien separadas y estiradas, el semen de su amado esposo. Me agaché, lamí la polla de Erick y me la relamí para que no quedara leche para los quesos. Por encima de mí se besaban Erick y Laura para celebrar su primera victoria.

Salimos del baño después de una ducha a tres. Laura sacó una toalla enorme parecida a una sábana y nos envolvió a los tres juntos. El morbo de esa mujer era poderoso y lo ponía de relieve en cada gesto que hacía. Me pareció una mujer fabulosa, de modo que pronto entendí que no me iba a exigir nada, sino a ofrecerse del todo en aras a pasar una agradable tarde, mientras se iba secando el camino. Esto del camino lo digo ahora, porque en todo el tiempo ni pensé en el camino ni en el coche. Era una pareja apasionante, apasionada y me hacía vivir con extrema pasión aquellos momentos que estuve con ellos. Luego Laura nos secó a Erick y a mí y nos acomodó en el sofá.

Erick se puso a tocar mis genitales y ella dejó la toalla y se acercó para ponerse a mi lado. Erick dejó lo que estaba haciendo y se dedicó a besarme por momentos a mí y por momentos a su mujer. Se me arrimó Laura muy pegada a mí de modo que sentía el contacto de su piel y comenzó a masturbarme. Con una mano le daba a mi polla descubriendo el capullo cuando bajaba su puño envolviendo mi polla y cuando subía al final apretaba el pellejo para cerrarlo, esto me producía un placer mayor al mero gusto; con la otra mano iba masajeando el pubis, el bajo vientre, los muslos, de un modo suave para no acelerar la eyaculación. Me sentí obligado con verdadero placer a masajear su concha, todo el clítoris, hacer salir la humedad. La masturbé metiendo dedos y masajeando con las dos manos su coño. Noté cómo se retorcía y cómo aceleradamente se retorcía más y puse las manos en posición para recoger sus flujos, pero a la vez me entraron los espasmos previos el orgasmo y no tardé en eyacular, pero Erick se dio cuenta y se puso mi polla en la boca. Laura, en su orgasmo, sacó sus abundantes flujos que yo con mis manos recogía para extenderlos por todo su cuerpo y por el mío. Como Erick me estaba mamando mi polla y se tragaba mi lefa, le acaricié su rostro mezclando los flujos de Laura con los dos chorrones que habían caído en su rostro. Probé lamiendo mis dedos y la misma Laura me tomó una de mis manos y lamía los dedos dejando solo su saliva en ellos.

Yo me quedé tieso y Erick nos trajo dos vasos con whisky para descansar un rato. Mientras conversábamos, yo era acariciado en todo mi cuerpo por ambos esposos. Laura de vez en cuando me pasaba la lengua por varias partes, sobre todo la cara y en cuello aprovechando que me besaba. Laura me excitó en extremo y mi polla volvía a crecer hasta ponerse muy dura. Quizá el whisky había ayudado a renovar el deseo y el apetito.

La abracé agarrándola de sus nalgas y en el aire le clavé mi polla con una fuerza inusitada y le metía y sacaba en su coño sin parar, la estaba follando con verdadera pasión; yo enloquecí con esa mujer, le hice ver el cielo, ella gemía y abría sus piernas en cada penetración y las bajaba al compás de mis movimientos, fue un tiempo largo para poder hacer efectivo nuestro deseo de ese momento —yo penetraba y ella abría las piernas, yo salía y ella se relajaba bajando las piernas—, pero conseguimos llegar al clímax cuando Erick metió su polla en el culo de su mujer a lo bruto, sin preparación previa. Estando así entre los dos, nos entró a ella y a mí el orgasmo y yo eyaculé, no sabía si poco o mucho pero todo en su vagina excitando sobremanera su clítoris y ella chillaba como una loca. Y se corrió abundantemente.

— No me rompas el coño Hernán, —decía entre suspiros.

— No sabes cuánto me gustaría eso, —repliqué.

— Eres un jodido maricón, te corres y me sigues follando como si quisieras volver a comenzar, —espetó.

— Qué bien lo sabes, veo que eres una puta, pero que muy puta, —la calenté.

— También se ha corrido el cabrón de mi marido y me sigue follando, —replicó.

— Estoy follando a mi puta preferida y no cejaré en el empeño hasta que me caiga, —dijo Erick.

Ella suspiraba y suspiraba al escuchar estos insultos y otros más. La íbamos incitando para conseguir un segundo orgasmo en ella y de ella. Pero ella también insultaba:

— Puto maricón de mierda, dame duro y sé un hombre de verdad, marica cagá, —decía.

Repetía sin parar el «maricón de mierda» y yo me daba cada vez mas velocidad a mis penetraciones follando con más ganas. Erick vio que estaba bien servida conmigo y se me puso detrás y me hizo lo que antes a su mujer penetrarme el culo con su polla bien erecta sin preparar o amasar. Eché un grito y apreté el pecho de Laura que tenía acariciando con mi mano y nos pusimos los dos a gritar. Fue quizá el mejor momento, porque todo dolor en el sexo se convierte inmediatamente en placer y así fue mientras le follaba duro y mi culo era más duramente follado; entramos en el clímax los tres porque ya estábamos teniendo nuestros correspondientes espasmos.

Se corrió Erick, me corrí yo y se corrió Laura por este orden y nos tumbamos sobre la alfombra para gozar del orgasmo habido. Estando mi pene palpitando, lo saqué del coño de Laura bien mojado y Erick se puso a lamerlo y a no dejar que se me bajara la erección, mientras Laura me besaba y lamía y besaba cada parte de mi cuello y hombro, incluso mordisqueó mi omoplato que jamás me lo había mordido nadie. ¡Qué gusto, qué placer! De pronto sentí deseos de coño en mi boca y levanté la pierna de Laura, me la puse en mi hombro y le comí un rato largo el coño dejando mi cara llena de sus flujos. Acudió Erick, su esposo, y se puso junto a mí y ambas bocas y lenguas trabajaban juntas. Miré la cara de Erick llena de flujos y me imaginé cómo estaba yo. Eso me calentó más y me puse a comer el chocho de manera bestial, cerraba los ojos para pensar que estaba besando los labios de algún macho. Pero Erick, mi legal y justa competencia, me iba lamiendo mi boca como robando los flujos y me apartaba del coño de su mujer; pasé detrás de ella, dejando el espacio todo para Erick.

Detrás de Laura, le separé las nalgas con ambas manos y veía su precioso agujero anal, como tenía las manos mojadas de flujos metía mis dedos, uno, dos, tres y cuatro, y la sentía gemir, porque estaba siendo masajeada por la boca de su esposo en su coño y por mis dedos. Ella decía:

— Hernán, maricón, mete polla en mi culo, ea, métemela, cabrón, hijueputa.

No pude resistir la embestida de palabras y metí mi polla que entró fácilmente por el semen de su esposo que ya tenía dentro e iba saliendo poco a poco. Tal como estaba y, como ya había bajado un poco la erección, comencé de inmediato a follar aquel culo que estaba ansioso y lo follé rabiosamente para levantar mi erección, ponérmela dura y de nuevo sentí espasmos y me corrí. No sé cuánto, pero, aunque había costado, notaba cómo salía mi lefa y ella gimió más fuerte y todavía llenó la cara de Erick con más de sus flujos.

Me hicieron quedar esa noche. Yo en verdad estaba hecho una piltrafa o una mierda o ya no servía para nada. Por supuesto que acepté de buen grado quedarme. Lo que quería Laura era que nos vistiéramos tras la ducha para salir a alguna parte a cenar los tres, lo que hicimos con el Land Rover para que afirmara al camino y pudiera pasar tranquilamente yo en mi coche al salir temprano al día siguiente.

Pero Laura tenía otra treta que había hablado con su marido. Quería ver una buena sesión de sexo gay entre su marido y yo. Cuando Erick me lo propuso, no puse inconvenientes —lo estaba pasando muy bien—, le indiqué que comenzaríamos con un 69 y luego lo que fuera menester o se nos presentara a la imaginación.

Después de cenar le dije a Laura:

— No sé si he hecho bien en follarte, además que han sido dos veces seguidas, porque no me gustaría dejarte preñada.

— Ni tú ni nadie conseguirá preñarme, ya me hice todo lo que tenía que hacer y mi esterilidad es total y mi infertilidad sin remedio, —me dijo como lo más normal del mundo y con aceptada su situación personal.

— Te podría decir que me alegro, pero en verdad lo siento, lo siento que no puedas tener un hijo.

— Lo compensamos de otras maneras, pero tú ¿te lo has pasado bien?

— ¿Yo? Genial, fuera toda coñas, yo me lo he pasado genial, de putamadre, realmente mostro, es que tú eres una putana del carajo, coño.

— Me vas a calentar y quiero dejarlo para luego, —dijo Laura.

— Como gustes, nena, auch, —le respondí en plan muy afeminado.

Llegamos a casa y para no alargarme ya dejaré para otra ocasión lo que ocurrió esta noche, solo pude dormir dos horas, pero al día siguiente mi coche pasó por camino firme y, al salir a carretera, me acaricié los huevos para darles las gracias por lo bien que se han portado, como ya es habitual. Durante el camino pensaba en lo que me había pasado en esta ocasión y cómo es que pude hacer el sexo con una mujer y a todo nivel. Solo hallé una respuesta, Erick y Laura son muy especiales: ¡Cómo hicieron para que yo me encontrara tan a gusto con ellos! El viaje de retorno fue directamente a casa para meterme en la cama, solo había dormido dos horas y estaba como borracho de sueño. Comí algo y me metí en la cama, después de haber dejado en la oficina de mi padre todos los papeles firmados por mi cliente Erick, el negocio fue redondo para las dos partes.

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