Antes de todo me gustaría pedirles perdón por todo el tiempo que llevo sin escribir. Un tiempo en el cual he tenido todo tipo de experiencias que, si el tiempo me lo permite, me gustaría compartir con ustedes mis lectores que tan bien me habéis tratado siempre. Desafortunadamente, son demasiadas las cosas que guardo en mi interior, y limitado el espacio de tiempo que tengo para poder compartirlo con vosotros.
Mis últimos relatos fueron un poco revueltos, algo turbios diría yo si se le quiere dar un nombre a aquella etapa de mi vida. En ellos, y he de reconocer que con mucha vergüenza al ser la primera vez que me abro ante la inmensidad del público, he contado todo aquello que he llevado siempre dentro, y que nunca me había atrevido a contar. Si es la primera vez que me estás leyendo, te animo a que por favor los leas y me cuentes que te parecen, saber vuestra opinión es mi razón para escribir. De manera rápida, y para que puedas engancharte fácilmente a este relato, en ellos relato como fue mi despertar sexual como persona homosexual, mi sentimiento de mujer a la hora de tener relaciones, y como fue mi primera experiencia sexual con un hombre.
Su nombre era Fernando. Me conoció, me engañó, y me folló. Después de este hecho, el cual ya he narrado, no volví a saber absolutamente nada de él, y como tragado por el mar, desapareció de mi vida. Al principio, eso causó un trauma en mí. Por primera vez, experimenté la sensación de ser sexualmente utilizado, experimenté el sentimiento de ser considerado poco más que un recipiente donde correrse, un objeto que ser follado, un sitio donde descargar las fuerzas y rabias de un macho desesperado por un agujero virgen como el mío. Sin embargo, este acontecimiento reanimó un nuevo instinto en mí, el instinto de mujer que llevaba dentro, el instinto de mujer. Como hombre había sido violado y usado. Como mujer, había cumplido mi función biológica de servir al macho para descargar. De alguna manera, estaba realizando una labor social que me hacía sentirme realizada. No hace falta decir tampoco, lo mucho que disfruté la follada.
Pasaron un par de semanas, en las que no tuve ningún tipo de contacto con ningún hombre. Apenas salía de casa, mi relación con mi familia era nula, y dedicaba las horas muertas del día a estar encerrado en mi habitación matando el tiempo. A diario me masturbaba, aso sí. Noche tras noche permanecía en mi cama, hasta bien entrada la madrugada, masturbando mi ano con los dedos, intentando, hasta ahora sin resultado, poder eyacular sin tocar mi pene. No sólo eso, y tal y como cualquiera que haya experimentado el proceso de florecimiento sexual femenino podrá saber, cada vez necesitamos más. Las prácticas extremas se fueron sucediendo cada vez más a menudo, algunas incluso dolorosas, o que podrían ser consideradas extremas. Metí por mi culo cualquier objeto largo, gordo o redondo que encontraba por mi casa. La lista es demasiado larga para poder incluso recordarla, bolígrafos, bolas de billar, plátanos y pepinos, incluso más. Recuerdo especialmente, cuando conducido por la locura, y con el cuerpo quemando por el deseo de experimentar algo extremo, me tumbé el suelo del baño, introduje un embudo en mi ano, y comencé a llenarme el culo con la leche de una botella que había cogido de la nevera. Es algo, realmente vergonzoso de contar para mí, pero, me guste más o menos, es la realidad.
La historia que hoy nos ocupa, comienza aquí. Empecé a buscar contactos en las redes sociales, y comencé a utilizar chats y foros online para ponerme en contacto con otros hombres. Ésta pasó a ser mi principal distracción, y dedicaba horas y horas al día y por la noche para morbosear con distintos hombres, ponernos cachondos entre nosotros, y masturbarnos en la distancia. Fue así como conocí a Carlos. Carlos era un hombre de 50 años, soltero, y que regentaba un bar de copas para público gay en el centro de mi ciudad. Como os podéis imaginar, nuestras conversaciones no fueron distintas a las que tenía con cualquiera de los hombres que conocía, hablábamos de sexo, de muchas pollas, y nos masturbábamos.
Tras varias semanas teniendo este tipo de conversaciones, decidí conocerle en persona. Un viernes por la noche, vestido de chico, pero llevando ropa muy ajustada, fui hasta su local. En el no había mucha gente, simplemente un par de parejas gays repartidas por las mesas del local, y Carlos, que atendía a los clientes tras la barra. Todo estaba hablado, ya lo habíamos planeado todo, qué pasaría, y cómo haríamos las cosas. Disimuladamente me metí dentro de la barra, me agaché, y le practiqué una felación. Por supuesto discreta, ya que no daría una buena impresión que al camarero de un bar le estuviesen chupando la polla mientras sirve las bebidas. Me puse de rodillas en el suelo, le baje la cremallera, y dejé que su miembro flácido saliera. Estuve así una hora aproximadamente, en la que cada vez que el paraba delante de mí le chupaba la polla con ansias. Las chupadas eran intermitentes, por lo que no pudo terminar. Al fin de la noche, fuimos al baño, y tras darme por la boca, me dio una buena follada contra la pared.
Me fui, y ahí quedó nuestro primer encuentro. Una primera toma de contacto de muchas, que abriría un nuevo mundo para mí. El de sacar dinero de mis encuentros. No prostituyéndome, no me he hecho una puta. Su propuesta fue clara, quería que me convirtiese en webcamer y esporádicamente me grabase en línea, repartiendo el dinero a medias. Yo acepté.
Llegó la primer anoche grabándome online en una conocida página de cibersexo. Fue así como, en una noche de sábado, a las 9 de la noche, fui hasta casa de Carlos. Tomé un taxi que me dejó directamente en su puerta. Él estaba esperándome, vistiendo unos pantalones negros sujetos por un fuerte cinturón, y una camiseta blanca que mostraba su barriga. El proceso era simple, me vestiría de mujer, e intentaría dar un buen espectáculo mientras chateaba con hombres para sacar el máximo dinero posible. Él me proporcionó la ropa. Unas medias blancas ajustadas, un pequeño top que marcaba mis tetitas, peluca de pelo largo y color azul, y una máscara que cubría mi cara, para así mantener mi anonimato, tal y como habíamos acordado. Por último, tacones y una braguitas de rayas blancas y rosas que marcaban ligeramente mi pequeña pollita bajo ellas.
Todo estaba listo. Yo me encontraba en la cama, delante de la cámara que me grababa, esperando a que la sesión comenzase…
(CONTINUARÁ)
Espero que os haya gustado, hayáis disfrutado el relato, y que de alguna forma mi relato os sirva. Como siempre, ya sabéis que estoy abierta a todo tipo de comentario, que gustosamente recibiré. Podéis escribirme a [email protected].
Besos.