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La hija del tapicero
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Os voy a contar mi confesión, mi nombre es: Cayetana, hija de un viejo tapicero y de madre criada en casas de alto nivel.

Todo comenzó a primero de año, yo andaba en casa aburrida por la monotonía del día a día, no salía de casa para nada, cerrada en mi habitación y sin saber qué hacer, de vez en cuando entraba en la habitación de mis padres y le cogia las revistas eróticas que el escondía debajo de un tablero encima de su armario ropero, podía ver imágenes de hombres y mujeres practicando sexo entre sí, al mismo tiempo que veía las revistas me daba por acariciarme mis partes más íntimas y personales sin que nadie pueda molestarme, pasando hoja tras hoja de las revistas y tocándome he llegado a conseguir darme placer a mí misma, de tal manera que a veces pienso que me pueden estar escuchando tras la puerta, pero ahora recuerdo que siempre que me excito yo misma siento un calor ardiente que me recorre el cuerpo y me es difícil parar de tanto gusto que me da.

Una tarde mis padres se fueron al funeral de una vecina y me quede yo sola en casa, me dirigí al aseo para darme una ducha y así poder estar limpia de mi propio sudor provocado por culpa de tanto exceso de calentura interiormente, me metí en la bañera y pulse la alcachofa de la ducha, es de esa clase de duchas que se separa de su conector para extenderla hasta donde llegue el cordel de dicha alcachofa, comencé a echarme agua templada por todo mi cuerpo, apunte hacia mis pezones y pude sentir un rico placer que me venía de dentro de todo mi ser, seguidamente coloque la alcachofa apuntando a mi parte más íntima que se encuentra entre mis piernas y por debajo del ombligo, unas lo llaman; vagina, otras lo llaman chochito, pues yo lo tengo puesto como peluche, apunte a mi peluche con una mano y con la otra mano abría los labios de mi peluche para que así se pudiera lavar mejor.

Yo en la ducha con mi peluche medio abierto y con el agua acariciando el interior de mi flojera, lo llamo así al interior de mi peluche porque fue apuntar con la alcachofa y comenzar mis piernas a temblar del gusto que me daba cuando el agua tocaba el interior de mis bajos labios, puse la alcachofa en su conector y comencé a tocarme intensamente hasta conseguir un placer extremo que hacía que mis pezones se pusieran de punta y la piel de gallina en todo mi cuerpo.

Yo no podía parar de frotarme y frotarme, parecía como si estuviera frotando la lámpara de Aladino y sus tres deseos, lo único que conseguí fue un éxtasis de placer y unas ganas locas de no parar para conseguir lo mejor de mi cuerpo, al poco rato después metí mis dedos dentro de mi peluche y pude notar un líquido viscoso y blanquecino como si fuera leche, entonces comprendí que había conseguido un placer intenso con un aroma un poco fuera de lugar, pero me quede como nueva tras haber hecho la gran hazaña de exprimir al peluche que tenía entre mis piernas.

Salí de la ducha y volví a mi cuarto para ponerme el camisón fino que tenía tras la puerta, cogí el cepillo para peinarme y con el rabo de dicho cepillo lo introduje dentro del orificio de mi culo y así saber qué es lo que se siente entrando por la puerta de atrás de mi garaje corporal, al principio pude notar que era un poco doloroso e incómodo, lo saque de mi orificio anal y reboce con vaselina el rabo del cepillo y un poquito en mi agujero anal para que así fuera más fácil penetrar y que no me doliese tanto al introducirlo.

Comencé a sentir un gustito placentero y con ganas de seguir metiendo y sacando como si alguien estuviera indeciso en follarme o no follarme el culo, así estuve más de una hora y con la otra mano acariciándome los pechos para darme más placer a la vez, entre el rico placer de tocarme los pechos y el placer que sentía por mi culo aquello podría decirse que era un mundo de luz y de color provocado por el rabo del cepillo con el que me peinaba todas las mañanas cuando me levantaba.

Aquello fue maravilloso, descubrir placer de donde menos pensaba que podría existir, la próxima vez todo esto lo practicare con un hombre de carne y hueso.

Aquí acaba el relato de una chica joven descubriéndose su lado más íntimo y placentero.

FIN

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